“El cum esset Petrum in átrio deórsum, venit una ex ancíllis summi sacerdótis: et cum vidísset Petrum calefaciéntem se, adspíciens illum ait: S. Et tu cum Jesu Nazaréno eras. C. At ille negávit dicens: S. Neque scio, neque novi quid dicas. C. Et éxit foras ante átrium, et gallus cantábit” (“Y hallándose Pedro abajo en el atrio, vino una de las criadas del Sumo Sacerdote, y viendo a Pedro, que se calentaba, mirándole, le dijo: Tú también estabas con Jesús Nazareno. Mas él lo negó diciendo: Ni le conozco, ni sé lo que dices. Y saliéndose fuera al zaguán cantó el gallo…” (Pássio Dómini nostri Jesu Christi secúndum Marcum 14, 1-72; 15, 1-46).
“Mientras se desarrolla el proceso contra Jesús ante el Sanedrín tiene lugar la escena más triste de la vida de Pedro. El, que lo había dejado todo por seguir a nuestro Señor, que ha visto tantos prodigios y ha recibido tantas muestras de afecto, ahora le niega rotundamente. Se siente acorralado y niega hasta con juramento conocer a Jesús.
“Ha negado conocer a su Señor, y con eso niega también el sentido hondo de su existencia: ser Apóstol, testigo de la vida de Cristo, confesar que Jesús es el Hijo de Dios vivo. Su vida honrada, su vocación de Apóstol, las esperanzas que Dios había depositado en él, su pasado, su futuro: todo se ha venido abajo.
“El Señor, maltratado, es llevado por uno de aquellos atrios. Entonces, se volvió y miró a Pedro. Saberse mirado por el Señor impidió que Pedro llegara a la desesperación. Fue una mirada alentadora en la que Pedro se sintió comprendido y perdonado. ¡Cómo recordaría entonces la parábola del Buen Pastor, del hijo pródigo, de la oveja perdida!
“Pedro salió fuera. Se separó de aquella situación, en la que imprudentemente se había metido, para evitar posibles recaídas. Comprendió que aquél no era su sitio. Se acordó de su Señor, y lloró amargamente. En la vida de Pedro vemos nuestra propia vida. “Dolor de amor.- Porque El es bueno.- Porque es tu Amigo, que dio por ti su Vida.- Porque todo lo bueno que tienes es suyo.- Porque le has ofendido tanto… Porque te ha perdonado… ¡El!... ¡¡a ti!! Llora, hijo mío, de dolor de Amor.
“La contrición da al alma una especial fortaleza, devuelve la esperanza, hace que el cristiano se olvide de sí mismo y se acerque de nuevo a Dios en un acto de amor más profundo. La contrición aquilata la calidad de la vida interior y atrae siempre la misericordia divina. Mis miradas se posan sobre los humildes y sobre los de corazón contrito.
“Muy probablemente Pedro, después de las negaciones y de su arrepentimiento, iría a buscar a la Virgen. También nosotros lo hacemos ahora que recordamos con más viveza nuestras faltas y negaciones”.
“Mientras se desarrolla el proceso contra Jesús ante el Sanedrín tiene lugar la escena más triste de la vida de Pedro. El, que lo había dejado todo por seguir a nuestro Señor, que ha visto tantos prodigios y ha recibido tantas muestras de afecto, ahora le niega rotundamente. Se siente acorralado y niega hasta con juramento conocer a Jesús.
“Ha negado conocer a su Señor, y con eso niega también el sentido hondo de su existencia: ser Apóstol, testigo de la vida de Cristo, confesar que Jesús es el Hijo de Dios vivo. Su vida honrada, su vocación de Apóstol, las esperanzas que Dios había depositado en él, su pasado, su futuro: todo se ha venido abajo.
“El Señor, maltratado, es llevado por uno de aquellos atrios. Entonces, se volvió y miró a Pedro. Saberse mirado por el Señor impidió que Pedro llegara a la desesperación. Fue una mirada alentadora en la que Pedro se sintió comprendido y perdonado. ¡Cómo recordaría entonces la parábola del Buen Pastor, del hijo pródigo, de la oveja perdida!
“Pedro salió fuera. Se separó de aquella situación, en la que imprudentemente se había metido, para evitar posibles recaídas. Comprendió que aquél no era su sitio. Se acordó de su Señor, y lloró amargamente. En la vida de Pedro vemos nuestra propia vida. “Dolor de amor.- Porque El es bueno.- Porque es tu Amigo, que dio por ti su Vida.- Porque todo lo bueno que tienes es suyo.- Porque le has ofendido tanto… Porque te ha perdonado… ¡El!... ¡¡a ti!! Llora, hijo mío, de dolor de Amor.
“La contrición da al alma una especial fortaleza, devuelve la esperanza, hace que el cristiano se olvide de sí mismo y se acerque de nuevo a Dios en un acto de amor más profundo. La contrición aquilata la calidad de la vida interior y atrae siempre la misericordia divina. Mis miradas se posan sobre los humildes y sobre los de corazón contrito.
“Muy probablemente Pedro, después de las negaciones y de su arrepentimiento, iría a buscar a la Virgen. También nosotros lo hacemos ahora que recordamos con más viveza nuestras faltas y negaciones”.
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