viernes, 3 de abril de 2009

LA PASION Y LA FE.

“¡Oh, cuánto amo a las almas que marchan en la fe pura y en un completo abandono en las manos de Dios! ¡Cuánto deseo que marchemos juntos en la fe! Sí, este es el verdadero camino.
“Por obscura que sea la fe, ella es la guía segura del santo amor. ¡Oh, qué dulzura gusta mi corazón en su certidumbre!
“San Juan de la Cruz así cantaba: ¡Oh noche que guiaste, /O noche amable más que la alborada,/ Oh noche que guiaste/ Amado, con amada,/ Amada en el Amado transformada!
“¡Oh, qué noble ejercicio anonadarse delante de Dios en la fe pura, sin imágenes, sumergir nuestra nada en la verdad suprema, que es Dios, y perderse en el abismo inmenso e infinito de su caridad! El alma amante que nada en este océano, está penetrada de este amor infinito; e identificándose con Jesucristo, se transforma en él por el amor, y se apropia los dolores del Bien amado. Esta es una ciencia sublime, pero Dios quiere enseñárosla: os quiere en este santo ejercicio. El amor habla poco. Mientras más se ama, menos se hable; digo esto de la santa oración.
“Busquemos siempre a Dios por la fe en el interior de nuestra alma. Ved una bola de algodón muy fino sobre la cual se deja caer una gota de bálsamo oloroso. El bálsamo se extiende y la perfuma toda. Así una aspiración del corazón hacia Dios embalsama nuestra alma de su divino espíritu y hace que ella exhale un suave perfume en su presencia.
“Hay algunos que hacen consistir su devoción en visitar los lugares santos y las grandes basílicas. Yo no repruebo esta devoción; sin embargo, la fe nos enseña que nuestro corazón es un gran santuario y el templo vivo de Dios, donde reside la augusta Trinidad. Entremos a menudo en este templo, y adoremos en espíritu y en verdad a la augusta Trinidad. ¡He aquí, ciertamente una devoción sublime y muy provechosa!
“El reino de Dios está en vuestro interior. Avivad a menudo esta fe cuando estudiéis, trabajéis, comáis; y al acostaros y levantaros haced exclamaciones de amor hacia Dios, diciéndole de corazón: ¡Oh bondad infinita! o alguna otra oración jaculatoria. Dejad a vuestra alma penetrarse de estas oraciones jaculatorias como de un precioso bálsamo.
“Este gran Dios, que se hizo hombre y que sufrió tanto por amor nuestro, lo tenéis más cerca de vosotros que los estáis vosotros mismos. En cuanto a mí, no puedo cómo es posible no pensar siempre en Dios.
“El justo vive de la fe. Vos sois el templo de Dios vivo: visitad a menudo el santuario interior; ved si arden las lámparas, es decir, la fe, la esperanza y la caridad”.
San Pablo de la Cruz, Flores de la Pasión, 1921.

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