“Et intreúntes in monuméntum vidérunt júvenem sedéntem in dextris, coopértum stola cándida, et obstupuérunt. Qui dicit illis: Nólite expavéscere: Jesum quáeritis Nazarénum, crucifíxum: surréxit, non este hic, ecce locus ubi posuérunt eum. Sed ite, dícite discípulis ejus, et Petro, quia praecédit vos in Galilaéam: ibi eum vidébitis, sicut dixit bobis” (“Y entrando en el sepulcro, vieron un joven sentado a la diestra, vestido de blanco, y se asustaron. Mas él les dijo: No temáis; buscáis a Jesús Nazareno, que fue crucificado; pues bien, resucitó; no está aquí; ved el lugar en donde le pusieron: Y ahora id y decid a sus discípulos y a Pedro, que va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis, como Él os lo dijo”. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Marcum 16, 1-7.
“La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil y nuestra fe vacía de contenido. Además, en la Resurrección de Cristo se apoya nuestra futura resurrección. Porque Dios, rico en misericordia, movido del gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por el pecado, nos dio vida juntamente con Cristo… y nos resucitó con Él (Ef 2, 4-6). La Pascua es la fiesta de nuestra redención y, por tanto, fiesta de acción de gracias y de alegría.
“La Resurrección del Señor es una realidad central de la fe católica, y como tal fue predicada desde el comienzo del Cristianismo. La importancia de este milagro es tan grande, que los apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección de Jesús. Anuncian que Cristo vive, y éste es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de más de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La Resurrección es el argumento supremo de la divinidad de Nuestro Señor.
“Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las huellas de los clavos y de la lanza… Los apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
“Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. “Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia (…): en Él, lo encontramos todo; fuera de Él, nuestra vida queda vacía”.
“Se apareció a su Madre Santísima.- Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor.- Y a Pedro y a los demás Apóstoles.- Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!
“Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual.- Y (…) has besado tú las llagas de sus pies…, y yo más atrevido –por más niño- he puesto mis labios sobre su costado abierto”.
“Dice bellamente San León Magno que Jesús se apresuró a resucitar cuanto antes porque tenía prisa en consolar a su Madre y a los discípulos: estuvo en el sepulcro el tiempo estrictamente necesario para cumplir los tres días profetizados. Resucitó al tercer día, pero lo antes que pudo, al amanecer, cuando aún estaba oscuro, anticipando el amanecer con su propia luz.
“El mundo había quedado a oscuras. Sólo la Virgen María era un faro en medio de tantas tinieblas. La Resurrección es la gran luz para todo el mundo: Yo soy la luz (Jn 8,12) había dicho Jesús; luz para el mundo, para cada época de la historia, para cada sociedad, para cada hombre.
“La Resurrección de Cristo es una fuerte llamada al apostolado: ser luz y llevar la luz a otros. Para eso hemos de estar unidos a Cristo. “Instaurare omnia in Christo, da como lema San Pablo a los cristianos de Efeso (Ef 1,10); informar el mundo entero con el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. Si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum (Jn 12, 32), cuando sea levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Cristo con su Encarnación, con su vida de trabajo en Nazareth, con su predicación y milagros por las tierras de Judea y Galilea, con su muerte en la Cruz, con su Resurrección, es el centro de la creación, Primogénito y Señor de toda criatura”.
“La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil y nuestra fe vacía de contenido. Además, en la Resurrección de Cristo se apoya nuestra futura resurrección. Porque Dios, rico en misericordia, movido del gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por el pecado, nos dio vida juntamente con Cristo… y nos resucitó con Él (Ef 2, 4-6). La Pascua es la fiesta de nuestra redención y, por tanto, fiesta de acción de gracias y de alegría.
“La Resurrección del Señor es una realidad central de la fe católica, y como tal fue predicada desde el comienzo del Cristianismo. La importancia de este milagro es tan grande, que los apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección de Jesús. Anuncian que Cristo vive, y éste es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de más de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La Resurrección es el argumento supremo de la divinidad de Nuestro Señor.
“Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las huellas de los clavos y de la lanza… Los apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
“Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. “Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia (…): en Él, lo encontramos todo; fuera de Él, nuestra vida queda vacía”.
“Se apareció a su Madre Santísima.- Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor.- Y a Pedro y a los demás Apóstoles.- Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!
“Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual.- Y (…) has besado tú las llagas de sus pies…, y yo más atrevido –por más niño- he puesto mis labios sobre su costado abierto”.
“Dice bellamente San León Magno que Jesús se apresuró a resucitar cuanto antes porque tenía prisa en consolar a su Madre y a los discípulos: estuvo en el sepulcro el tiempo estrictamente necesario para cumplir los tres días profetizados. Resucitó al tercer día, pero lo antes que pudo, al amanecer, cuando aún estaba oscuro, anticipando el amanecer con su propia luz.
“El mundo había quedado a oscuras. Sólo la Virgen María era un faro en medio de tantas tinieblas. La Resurrección es la gran luz para todo el mundo: Yo soy la luz (Jn 8,12) había dicho Jesús; luz para el mundo, para cada época de la historia, para cada sociedad, para cada hombre.
“La Resurrección de Cristo es una fuerte llamada al apostolado: ser luz y llevar la luz a otros. Para eso hemos de estar unidos a Cristo. “Instaurare omnia in Christo, da como lema San Pablo a los cristianos de Efeso (Ef 1,10); informar el mundo entero con el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. Si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum (Jn 12, 32), cuando sea levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Cristo con su Encarnación, con su vida de trabajo en Nazareth, con su predicación y milagros por las tierras de Judea y Galilea, con su muerte en la Cruz, con su Resurrección, es el centro de la creación, Primogénito y Señor de toda criatura”.
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