jueves, 29 de octubre de 2009

La Sancta Missa, explicación dogmática.

En todo lugar se verifica y se ofrece a mi nombre una ofrenda pura. (Mal. 1 - 11).
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El Sacrificio del Calvario y el de la Misa.
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El sacrificio de la Misa es esencialmente el mismo sacrificio del Calvario, sólo difiere de él accidentalmente. "Una y la misma es la hostia, dice el Concilio de Trento; el que ahora se ofrece por mano del sacerdote es el mismo que se ofreció un día a sí mismo en la cruz; la manera sólo de ofrecerla es diversa". (Ses. XXII, cap. 2º).
En el Calvario Jesucristo se ofreció por sí mismo; en el altar se ofrece por ministerio del sacerdote, pero éste obra en nombre y representación del mismo Cristo.
En el Calvario Jesucristo sufrió la muerte, derramando su sangre: en el altar no muere ni derrama su sangre, pero se cubre con las especies separadas que representan su muerte y ofrece esa misma muerte a su eterno Padre.
En el Calvario Jesucristo nos mereció con su muerte los tesoros infinitos de las gracias; en el altar ya no puede merecer más, pero nos comunica esos tesoros.
La Misa es el único acto de adoración del todo digno de Dios en la tierra; el único modo de acción de gracias digno de Dios; el único desagravio digno de la Justicia divina por nuestras ofensas; el único acto de impetración suficiente y sobreabundante para todas las gracias que quiera el Señor concedernos.
La Misa es el acto principal de nuestra Santa Religión, y la acción más augusta de la Iglesia Católica.
La Misa es la mejor devoción que puede tener un cristiano; la que más agrada a Dios; la que más alivia a las almas del purgatorio; la que más gracia obtiene del cielo.
El mejor modo de oir Misa, es ir juntamente con el sacerdote ofreciendo este sacrificio, haciendo, en cuanto pudiéremos, lo que él hace.
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Tomado de "Oremus", Manual Litúrgico de Piedad, Msr. Eladio Vicuña A. XII edición, 1954.

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