lunes, 5 de octubre de 2009

La Sancta Missa como medio de santificación (I).


Nociones previas.
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Recordemos en primer lugar algunas nociones dogmáticas.
1ª. La Sancta Missa es sustancialmente el mismo sacrificio de la cruz, con todo su valor infinito: la misma Víctima, la misma oblación, el mismo Sacerdote principal. No hay entre ellos más que una diferencia accidental: el modo de realizarse (cruento en la cruz, incruento en el altar). Así lo declaró la Iglesia en el concilio Tridentino. (1)
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2ª La Sancta Missa, como verdadero sacrificio que es, rea­liza propísimamente las cuatro finalidades del mismo: ado­ración, reparación, petición y acción de gracias (D 948 y 950).
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3ª El valor de la Missa es en sí mismo rigurosamente in­finito. Pero sus efectos, en cuanto dependen de nosotros, no se nos aplican sino en la medida de nuestras disposiciones in­teriores.
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Fines y efectos de la Sancta Missa.
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La Sancta Missa, como reproducción que es del sacrificio redentor, tiene los mismos fines y produce los mismos efectos que el sacrificio de la cruz. Son los mismos que los del sacrificio en general como acto supremo de religión, pero en grado incomparablemente superior. Helos aquí:
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1º ADORACIÓN. El sacrificio de la Missa rinde a Dios una adoración absolutamente digna de El, rigurosamente infinita. Este efecto lo produce siempre, infaliblemente, ex opere ope rato, aunque celebre la misa un sacerdote indigno y en pecado mortal. La razón es porque este valor latréutico o de adoración depende de la dignidad infinita del Sacerdote principal que lo ofrece y del valor de la Víctima ofrecida.
Recuérdese el ansia atormentadora de glorificar a Dios que experimentaban los santos. Con una sola Missa podían apagar para siempre su sed. Con ella le damos a Dios todo el honor que se le debe en reconocimiento de su soberana grandeza y su­premo dominio; y esto del modo más perfecto posible, en grado rigurosamente infinito. Por razón del Sacerdote principal y de la Víctima ofrecida, una sola Missa glorifica más a Dios que le glorificarán en el cielo por toda la eternidad todos los ángeles y santos y bienaventurados juntos, incluyendo a la misma Santísima Virgen María, Madre de Dios. La razón es muy sencilla: la gloria que proporcionarán a Dios durante toda la eternidad todas las criaturas juntas será todo lo grande que se quiera, pero no infinita, porque no puede serlo. Ahora bien: la gloria que Dios recibe a través del sacrificio de la Missa es absoluta y ri­gurosamente infinita.
En retorno de esta incomparable glorificación, Dios se in­clina amorosamente a sus criaturas. De ahí procede el inmenso valor de santificación que encierra para nosotros el santo sacrificio del altar.
Consecuencia. -¡Qué tesoro el de la Sancta Missa! ¡Y pensar que muchos cristianos-la mayor parte de las personas devotas no han caído todavía en la cuenta de ello, y prefieren sus prácticas rutinarias de devoción a su incorporación a este sublime sacrificio, que constituye el acto principal de la reli­gión y del culto católico!

Tomado de ICRSS.

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