Lección XII.
De la cautividad de Babilonia.
Los reyes de Israel y de Judá no se aprovecharon ni de las represiones ni de los avisos de los Profetas; antes los persiguieron e hicieron morir cruentamente a la mayor parte de ellos. Dios sufrió sus delitos con una paciencia admirable, y los esperó mucho tiempo para que hiciesen penitencia; mas por último ejecutó sus amenazas. El reino de Samaria fue destruido y las diez tribus fueron dispersas en países lejanos, de donde nunca volvieron. Después Nabucodonosor, rey de Babilonia, arruinó a Jerusalén, quemó el templo y llevó al pueblo cautivo. Babilonia era entonces la ciudad más poderosa de la tierra, pero llena de idolatría, de superstición, de disolución y de todo género de vicios. Los judíos no dejaron de observar en ella su religión y de guardar la ley de Moisés. Aun hubo entre ellos grandes santos por aquel tiempo, entre otros el profeta Daniel, el cual conservó una vida muy pura en medio de la corte y de los más altos empleos, y a él le reveló Dios grandes misterios. Tres jóvenes que habían sido criados con él no quisieron adorar una estatua grande de oro que Nabucodonosor había erigido, por lo cual este los hizo arrojar en un horno ardiendo, en el que los conservó Dios sin lesión alguna. Entonces el rey glorificó a Dios, que empezaba de este modo a mostrar su poder entre los fieles.
P. ¿Apresuróse Dios para castigar los pecados de los israelitas?
R. No, pues esperó largo tiempo a que hiciesen penitencia.
P. ¿Qué sucedió al reino de Samaria?
R. Fue destruido, y las diez tribus fueron dispersadas.
P. ¿Quién arruinó a Jerusalén?
R. Nabucodonosor, rey de Babilonia.
P. ¿Qué hizo del pueblo judío?
R. Llevóle cautivo.
P. ¿Qué se hizo de la verdadera religión?
R. Los judíos la conservaron en su cautiverio.
P. ¿Cuál era la religión de Babilonia?
R. La idolatría y la superstición.
P. ¿Quién fue Daniel?
R. Un gran santo y gran Profeta.
P. ¿Qué hicieron sus tres compañeros?
R. No quisieron adorar el ídolo del rey de Babilonia.
P. ¿Qué les hizo el rey?
R. Les mandó a arrojar a un horno encendido.
P. ¿Qué les sucedió en él?
R. Dios les conservó ilesos milagrosamente.
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