viernes, 2 de septiembre de 2011

LA REFORMA LITÚRGICA DEL VATICANO II (IV)


LA OBRA DISCRETA DEL CONCILIO Y EL DESASTRE POSTONCILIAR

La inauguración oficial del concilio Vatica­no II tuvo lugar el 11 de octubre de 1962. El primer esquema que sería discutido en el aula conciliar sería el de liturgia. Era mejor que lo hicieran sobre el esquema más viable de los que se encontraban totalmente elaborados. Los otros esquemas doctrinales se prestaban a fuerte bombardeo y sus efectos serían mas graves para la misma marcha del concilio. Los cuatro esquemas doc­trinales que se creía serían los primeros en ser examinados se referían a las fuentes de la revela­ción, al depósito de la fe, que se ha de guardar en toda su pureza; al orden moral cristiano y a la castidad, matrimonio, familia y virginidad.

El 16 de octubre de 1962 se comunicó a la congregación general del concilio -la segunda que se tenía- que el concilio comenzaría por el examen del esquema de liturgia. El 20 de octubre los Padres eligieron a los miembros de la comisión litúrgica: 16 en total, a los que el Papa añadió ocho mas. El 21 de octubre el cardenal Larraona, presidente de la comisión, nombró vicepresidente de la mis­ma a los cardenales Giobbe y Julien, y secretario al padre Fernando Antonelli, franciscano. Bugnini quedaba descartado. En el fondo de esto hay que ver la sombra de la famosa reunión en la Domus Mariae, ya indicada en otro capítulo. Esa sombra se proyectará a lo largo de toda la reforma litúrgica en un sentido o en otro. Todos los secretarios de las comisiones preparatorias del concilio fueron, como se esperaba, confirmados en sus cargos como secretarios de las comisiones conciliares menos el padre Bugnini. Al padre Bugnini se le quitó también el cargo de profesor de liturgia en el Instituto de Pastoral de la Universidad lateranense.

Los Padres conciliares discutieron el esquema de liturgia desde el 22 de octubre al 13 de noviembre de 1962. El ambiente general del concilio fue en general de gran altura intelectual y espiritual. Pero al margen del concilio se preparó un "miniconcilio" con algunas reuniones y conferencias de personas más o menos relevantes, que aparecían como especialistas de diversas materias determinadas. Algunas fueron interesantes, pero otras resultaron muy desacertadas, como la del benedictino Marsili el 3 de noviembre de 1962, que recibió una respuesta adecuada. Este bene­dictino, profesor y presidente del Pontificio Instituto litúrgico de San Anselmo de Roma, dejaba mucho que desear en sus publicaciones sobre liturgia y su intervención en el “miniconcilio” sembró más discordia que paz. Hay una diferencia de años luz entre él y el benemérito padre Cipriano Vagaggini, benedictino también, autentico teólogo de la liturgia.

"El concilio ha comenzado orando", escribió en aquellos días el Cardenal Montini a sus diocesanos de Milán y así era en realidad, pues se daba a la liturgia el honor que se merecía. Aunque los hombres obraron por otros motivos, la providencia de Dios se sirvió de ellos para sus fines inescrutables. Mas tarde, Montini, convertido ya en Pablo VI, dijo en el discurso de clausura de la segunda sesión conciliar: "Uno de los temas del concilio, primero en ser examinado y primero también, en cierto sentido, por su valor intrínseco y por su importancia en la vida de la Iglesia, el tema de la liturgia, ha sido llevado felizmente a termino... Vemos el reconocimiento de la escala de valores. El primer puesto, para Dios. Nuestro primer deber, la oración. La liturgia, fuente primera de la vida divina comunicada a nosotros, primera escuela de nuestra vida espiritual, primer regalo que podemos hacer al pueblo cristiano, que con nosotros cree y ora, y la primera invitación al mundo para que suelte su lengua muda en oración dichosa y sincera y sienta el inefable poder de rege­neración que tiene el cantar con nosotros las alabanzas divinas y las esperanzas humanas, por Cristo Señor y en el Espíritu Santo".

El 14 de noviembre de 1962 la asamblea con­ciliar dio su aprobación al esquema de liturgia como base del texto definitivo que había de tener en cuenta las enmiendas y observaciones hechas por los Padres conciliares. La votación dio este resultado: votantes, 2.215; votos favorables, 2.162; votos en contra, 46; votos nulos, 7. La comisión conciliar recogió las observaciones, enmiendas y sugerencias. Las examinó detenidamente y las admitió en el texto o las rechazó, según los casos. Los textos nuevamente elaborados se votaron por un orden riguroso en cada una de sus partes. Todos fueron aceptados por una mayoría de votos muy superior a la requerida para su aprobación. Es extraño que a veces los padres conciliares dieran su voto negativo en un número bastante elevado a textos pontificios; por ejemplo, esta frase del numero 10 del esquema: "... La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza", tuvo 101 votos en contra, y aparece casi con las mismas palabras en documentos de san Pio X, Pio XI y Pio XII. Doscientos cuarenta y siete padres votaron contra la frase que permitía la reiteración de la unción de los enfermos en una misma enfermedad grave prolongada. A la administración de ciertos sacramentales por los laicos se opusieron 607 padres; 509 votaron contra la supresión de la hora de Prima en el Oficio divino. Pero todo iba admitiéndose paulatinamente. La comisión conciliar examinó cerca de tres mil votos iuxta modum, tan minuciosamente que a muchos les pareció exagerado.

El 22 de noviembre de 1963 el esquema de liturgia en su totalidad, corregido convenientemente, fue sometido a la votación de los Padres conciliares, con un resultado de solo 20 votos en contra. Luego, el 4 de diciembre del mismo año, fue votado de nuevo para su aprobación definitiva, en presencia del papa Pablo VI, con un re­sultado de 2.147 votos favorables y cuatro en contra. De este modo el esquema de liturgia paso a ser texto conciliar. Era el primer documento definitivo del concilio Vaticano II.

Todo auguraba una reforma litúrgica basada en un amplio consenso en toda la Iglesia, pero la realidad fue más complicada. Para comenzar, con el postconcilio, y por arte de magia, reapareció en escena el P. Bugnini: Lo normal hubiera sido que se encargase de la aplicación de la constitución conciliar sobre la liturgia a la Congregación de Ritos, que era el dicasterio romano competente en esa materia, pero de modo extraño e inexplicable para la mayoría, el Papa quiso que en esta ocasión la aplicación la hiciera un organismo nuevo, a cuya cabeza puso al cardenal Lercaro y de secretario al padre Anibal Bugnini. Así, la sombra de la famosa reunión en la "Domus Mariae" y los proyectos personales del fraile al que el Concilio había dejado de lado, se proyectaban de nuevo en el tema de la liturgia en diverso sentido. El hecho se supo verbalmente el 3 de enero de 1964, la comunicación oficial se dio el 13 de enero del mismo año, aunque no se hizo pública hasta el 25 de ese mismo mes y año con el "motu proprio" Sacram liturgiam. Este organismo se llamo Consilium por gusto de los latinistas del Vaticano, que lo consideraban más clásico. En realidad era un orga­nismo plenamente constituyente y en seguida el tiempo demostraría que tenía la intención de actuar con gran autonomía y bastante manga ancha para todo lo que fueran novedades para poner a prueba, cosa que hizo hasta que en el 1969, ante la cantidad de abusos y experimentos que se producían en todo el orbe católico y que el Consilium no conseguía controlar, el Papa tuvo que devolver las prerrogativas de este organismo a la Sagrada Congregación de Ritos, donde desde el principio se había optado por la moderación. Por desgracia, en muchos aspectos era ya tarde.

Tomado de "Historia de la Iglesia".

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