martes, 12 de octubre de 2010

Nuestra Señora del Pilar.

Según una antiquísima y venerada tradición, la Virgen, cuando aún vivía en carne mortal, se apareció al Apóstol Santiago el Mayor en Zaragoza, acompañada de ángeles que traían una columna o pilar como signo de su presencia.
En la aparición, Nuestra Señora consoló y reconfortó al Apóstol Santiago, a quien prometió su asistencia maternal en la evangelización que estaba llevando a cabo en España. Desde entonces, el Pilar es considerado como “el símbolo de la firmeza de fe”; a la vez, nos indica el camino seguro de todo apostolado: Ad Jesum per Mariam, a Jesús, por María. La Virgen es el pilar firme, los cimientos seguros, donde se asienta la fe y donde esta fe se guarda. “Por medio de ella, a través de muy diversas formas de piedad, ha llagado a muchos cristianos la fe en Cristo, Hijo de Dios y de María”. Son sostenidos “por la devoción a María, hecha así columna de esa fe y guía segura hacia la salvación”.
Al ver tantas naciones y pueblos diversos que celebran hoy -12 de octubre- esta fiesta y al contemplar su amor a la Virgen podemos ver cumplidas las palabras de la Sagrada Escritura: Eché raíces entre un pueblo grande, en la porción del Señor, en su heredad. Crecí como cedro del Líbano y como ciprés del monte Hermón, me he elevado como palmera de Engadí y como rosal de Jericó, como gallardo olivo en la llanura y como plátano junto al agua. Exhalé fragancia como el cinamomo y la retama, y di aroma como mirra exquisita, como resina perfumada, como el ámbar y el bálsamo, como nube de incienso en el santuario. Su devoción se ha extendido por todas partes.
La fiesta de hoy es una excelente ocasión para pedir, por su mediación, que la fe que Ella alentó desde el principio se fortalezca más y más, que los cristianos seamos testigos tanto más firmes cuanto mayores sean las dificultades que podamos encontrar en el ambiente de trabajo, de las personas con las que habitualmente nos relacionamos, o en nosotros mismos. Esto nos consuela: si hemos de enfrentarnos a obstáculos más grandes, más gracia nos obtendrá Nuestra Señora para que salgamos siempre triunfadores.
Le pedimos hoy ser pilares seguros, cimiento firme, donde se puedan apoyar nuestros familiares y nuestros amigos. Dios todopoderoso y eterno –le rogamos en la Misa propia de esta fiesta- que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar, concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor. (R.P. Francisco Fernández Carvajal).

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