sábado, 2 de octubre de 2010

Los Santos Ángeles de la Guarda.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
“Los ángeles aparecen frecuentemente en la Sagrada Escritura como ministros ordinarios de Dios. Son las criaturas más perfectas de la Creación, penetran con su inteligencia donde nosotros no podemos, y contemplan cara a cara a Dios, como criaturas ya glorificadas.
“En los momentos más importantes de la historia humana, un ángel, manifestándose a veces en forma corpórea, ha sido embajador de Dios para comunicar la voluntad divina. Los vemos constantemente actuar como mensajeros del Altísimo, iluminando, exhortando, intercediendo, preservando del peligro, castigando. El mismo significado de la palabra Ángel –enviado- expresa su función de mensajero de Dios ante los hombres. Siempre recibieron veneración y respeto en el Pueblo elegido. ¿Acaso no son todos ellos espíritus destinados al servicio, enviados para asistir a los que han de heredar la salvación?
“La fe en esta misión protectora de los ángeles, vinculados a personas particulares, es lo que hizo exclamar a Israel, en el momento de bendecir a sus nietos, los hijos de José: que el Ángel que me ha librado de todo mal, bendiga a estos niños. (…) (Recordemos) las palabras del Señor a Moisés, que hoy podemos ver como dirigidas a cada uno de nosotros: Yo mandaré un Ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto. Y el profeta Eliseo dirá a su sirviente, asustado al ver a enemigos que les rodeaban por todas partes: Nada temas, que los que están con nosotros son más que los que están con ellos. Eliseo oró y dijo: ¡Oh Yahvé!, ábrele los ojos para que vea. Y Yahvé abrió los ojos del siervo, y vio la montaña llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Eliseo. ¡Qué seguridad nos tiene que dar la presencia en nuestra vida de los ángeles custodios! Ellos nos consuelan, nos iluminan, pelean a favor nuestro: en lo más duro del combate se le aparecieron en el cielo a los adversarios cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos de oro, que poniéndose a la cabeza de los judíos y tomando dos de ellos en medio al Macabeo, le protegían con sus armas, le guardaban incólume y lanzaban flechas y rayos contra el enemigo que, herido de ceguera y espanto, caía.
“De formas y modos muy diferentes, los santos ángeles intervienen todos los días en nuestra vida corriente. ¡Qué providencia tan singular y llena de bondad y cuánta solicitud la de Dios con nosotros, sus hijos, a través de estos santos protectores! Busquemos en ellos fortaleza en la lucha ascética ordinaria y ayuda para que enciendan en nuestros corazones las llamas del Amor de Dios”.
“Muchos santos y muchas antas que han estado muy cerca de Dios se distinguieron en su vida aquí en la tierra por su amistad con su Ángel Custodio, al que acudían muy frecuentemente. San Josemaría Escrivá tuvo una particular devoción a los Ángeles Custodios. Y precisamente en la fiesta que hoy celebra la Iglesia, el Señor le hizo ver con toda claridad la fundación del Opus Dei (…) Trataba a su Ángel Custodio y saludaba al de la persona con la que conversaba, decía del Ángel Custodio que era “un gran cómplice” en las tareas apostólicas, y le pedía también favores materiales…”
“A sus ángeles ha dado orden para que te guarden en tus caminos… Y comenta San Bernardo (…): “Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos estarán junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos de estarles menos agradecidos, pues cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes”.
“Nuestro Ángel Custodio nos acompañará hasta el final del camino y, si somos fieles, con él contemplaremos a Nuestra Señora, Reina de los ángeles, a quien todos alaban en una eternidad sin fin. A ese coro angélico, con la ayuda de la gracia, nos uniremos también nosotros”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Tomo VII.

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