“Ego sum pastor bunus: et cognósco meas, et cognóscunt me meae. Sicut novit me Pater, et ego agnósco Patrem: et ánimam meam pono pro óvibus meis. Et alias oves hábeo quae non sunt ex hoc ovíli: et illas opórtet me adducer, et vocem meam audient et fiet unum ovíle, et unus pastor” (“Yo soy el Buen Pastor, y conozco a mis ovejas, y las ovejas mías me conocen a Mí. Así como el Padre me conoce a Mí, así conozco Yo al Padre, y doy mi vida por mis ovejas. Tengo también otras ovejas que no son de este aprisco, las cuales debo Yo recoger, y oirán mi voz, y se hará un solo rebaño y un solo Pastor”. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem 10, 11-16).
“La figura del buen pastor determina la liturgia de este domingo. El sacrificio del Pastor ha dado la vida a las ovejas y las ha devuelto al redil. Años más tarde San Pedro afianzaba a los cristianos en la fe recordándoles en medio de la persecución lo que Cristo había hecho y sufrido por ellos. (…) Los primeros cristianos manifestaron una entrañable predilección por la imagen del Buen Pastor, de la que nos han quedado innumerables testimonios de pinturas murales, relieves, dibujos que acompañan epitafios, mosaicos y esculturas, en las catacumbas y en los más venerables edificios de la antigüedad. La liturgia de este domingo nos invita a meditar en la misericordiosa ternura de nuestro Salvador, para que reconozcamos los derechos que con su muerte ha adquirido sobre cada uno de nosotros. También es una buena ocasión para llevar a nuestra oración personal nuestro amor a los buenos pastores que El dejó en su nombre para guiarnos y guardarnos.
“En su última aparición, poco antes de la Ascensión, Cristo resucitado constituye a Pedro pastor de su rebaño, guía de la Iglesia. Se cumple entonces la promesa que le hiciera poco antes de la Pasión: pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. A continuación le profetiza que, como buen pastor, también morirá por su rebaño. (…) La imagen del pastor que Jesús se había aplicado a sí mismo pasa a Pedro: él ha de continuar la misión del Señor, ser su representante en la tierra. Las palabras de Jesús a Pedro –apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas- indican que la misión de Pedro será la de guardar todo el rebaño del Señor, sin excepción.
“Sobre el primado de Pedro –la roca- estará asentado, hasta el fin del mundo, el edificio de la Iglesia. La figura de Pedro se agranda de modo inconmensurable, porque realmente el fundamento de la Iglesia es Cristo, y, desde hora, en su lugar estará Pedro. De aquí que el nombre posterior que reciben sus sucesores será el de Vicario de Cristo, es decir, el que haces las veces de Cristo.
“El amor al Papa se remonta a los mismos comienzos de la Iglesia (…) Debemos rezar mucho por el Papa, que lleva sobre sus hombros el grave peso de la Iglesia, y por sus intenciones. Quizá podemos hacerlo con las palabras de esta oración litúrgica: Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius: Que el Señor le guarde, y le dé vida, y le haga feliz en la tierra, y no le entregue en poder de sus enemigos. Todos los días sube hacia Dios un clamor de la Iglesia entera rogando “con él y por él” en todas partes del mundo. No se celebra ninguna Misa sin que se mencione su nombre y pidamos por su persona y por sus intenciones. El Señor verá también con mucho agrado que nos acordemos a lo largo del día de ofrecer oraciones, horas de trabajo o de estudio, y alguna mortificación por su Vicario aquí en la tierra”.
En este Domingo del Buen Pastor oramos filialmente por el querido Papa Benedicto XVI para que Dios le conceda vida y salud corporal y espiritual, para que siga, por mucho tiempo, guiando a la Iglesia Católica que El mismo le ha confiado. Rogamos al Señor para que libre al Sumo Pontífice de sus enemigos y le dé fortaleza para enfrentar los desafíos de cada día. “Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón”, decía san Josemaría Escrivá; ojalá podamos decir esto cada día con más motivo. Este amor y veneración por el Romano Pontífice es uno de los grandes dones que el Señor nos ha dejado.
Y también en este Segundo Domingo después de la Pascua, no podemos dejar de encomendar al Señor, a Monseñor Jaime Astorga Paulsen, quien nos celebra la Sancta Missa en Casablanca en su Forma Extraordinaria, según el querer del Papa Benedicto XVI, en la Iglesia universal. En este día, oramos filialmente por Don Jaime, gran amigo y guía espiritual del Grupo de Fieles Laicos que promueve la Tradición Católica en Casablanca, bajo el amparo de Santa Bárbara, virgen y mártir. Monseñor Astorga con su ejemplo, sus palabras y desvelos apostólicos, es un fiel reflejo del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
Que la Santísima Virgen nos lleve a acrecentar nuestro fidelidad al Supremo Pastor Benedicto XVI, y lleve con su mano de Mater et Magistra a feliz término los propósitos del querido Vicario de Cristo.
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