lunes, 30 de junio de 2014

Conmemoración de San Pablo Apóstol

El Papa San Gregorio Magno trasladó al día de hoy la Conmemoración de San Pablo, el Apóstol de los Gentiles.

De nombre Saulo y nacido en Tarso, Cilicia (zona costera meridional de la península de Anatolia, actualmente perteneciente a Turquía), fue el principal propagador del Cristianismo en sus inicios, teniendo una participación decisiva en la expansión de la Iglesia desde el momento de su conversión.

Tras varios viajes misioneros, hacia el año 65-67 d.C. fue apresado en Roma durante las persecuciones del emperador Nerón, y allí fue sentenciado a muerte y decapitado (por tener la ciudadanía romana, ya que 
el suplicio destinado para los no romanos era la crucifixión).

Fue enterrado en la Via Ostiense de Roma. El 11 de diciembre de 2006, 
Tras cuatro años de excavaciones arqueológicas, la Santa Sede anunció el descubrimiento del sarcófago de San Pablo bajo el altar mayor de la basílica de San Pablo Extramuros, levantada en el lugar donde tradicionalmente siempre se había pensado que estaba enterrado.


Oración

DEVS QVI MVLTITVDINEM GENTIVM BEATI PAVLI APOSTOLI PRAEDICATIONE DOCVISTI DA NOBIS QVAESVMVS VT CVIVS NATALITIA COLIMVS EIVS APVD TE PATROCINIA SENTIAMVS PER DOMINVM

¡Oh Dios!, que por la predicación del Apóstol San Pablo enseñaste a la muchedumbre de los gentiles: rogámoste nos concedas que sintamos el valimiento para contigo del Apóstol cuyo natalicio celebramos. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

domingo, 29 de junio de 2014

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES

I clase, rojo
Gloria, Credo y prefacio de los Apóstoles
Día del Papa. Colecta del óbolo de San Pedro

Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llamado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración.
*

sábado, 28 de junio de 2014

Ss. Petri et Pauli, apostolorum

Introitus: Act. 12, 11; Ps. 138 Nunc scio vere (2m43.9s - 1276 kb) 
Graduale: Ps. 44, 17 V. 18 Constitues eos (2m32.7s - 1188 kb) 
Alleluia: Mt. 16, 18 Tu es Petrus (1m47.6s - 1684 kb) 
Offertorium: Ps. 44, 17.18 Constitues eos (1m39.9s - 778 kb) 
Communio: Mt. 16, 18 Tu es Petrus (35.3s - 276 kb) 

viernes, 27 de junio de 2014

Sagrado Corazón de Jesús.

"Mi Corazón reinará a pesar de mis enemigos" (Jesús, a Santa Margarita María de Alacoque)

El viernes tras el segundo domingo después de Pentecostés se celebra la Conmemoración del Sagrado Corazón de Jesús, devoción referida a su corazón físico, como símbolo de amor divino y del dolor que sufre por los hombres.

S.S. León PP. XIII, en su Carta Encíclica "Annum Sacrum" (25 de mayo de 1899) dijo que la humanidad en su totalidad debía ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando su consagración el 11 de junio de ese mismo año.

El Venerable Pío PP. XII desarrolla en su Encíclica "Hauretis Aquas" el culto al Sagrado Corazón, que queda en parte plasmado en el siguiente punto del Catecismo de la Iglesia Católica:


478.- Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pio XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús tiene una gran raigambre en España e Hispanoamérica:

  • En España, el 14 de mayo de 1733, el Beato Bernardo de Hoyos, S.I., tuvo una revelación en la que Jesús prometió:"Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes".
  • Ecuador fue el primer país en el mundo que se consagró oficialmente al Sagrado Corazón de Jesús, el 25 de marzo de 1874.
  • El Sagrado Corazón de Jesús es además el patrono de la Armada de Chile.
  • En Colombia en el año 2008 se renovó la consagración al Sagrado Corazón.
  • Perú y Méjico también cuentan, respectivamente, con un Santuario Nacional y un Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús.


Ad Iesum autem cum venissent, ut viderunt eum iam mortuum, non fregerunt eius crura, sed unus militum lancea latus eius aperuit, et continuo exivit sanguis et aqua.

V. Haurietis aquas in gaudio.
R. De fontibus Salvatoris.
Oremus

Deus, qui nobis in Corde Filii tui, nostris vulnerato peccatis, infinitos dilectionis thesauros misericorditer largiri dignaris concede, quaesumus; ut illi devotum pietatis nostrae praestantes obsequium, dignae quoque satisfactionis exhibeamus officium. Per eundem Dominum...


Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, pero uno de los soldados con una lanza le atravesó el costado, y al instante salió sangre y agua.

V. Sacaréis aguas con gozo.
R. De las fuentes del Salvador.
Oremos

¡Oh Dios!, que en el corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, nos prodigas clementemente los tesoros de tu amor, te rogamos nos concedas que con nuestra devota piedad le ofrezcamos una reparación digna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.

(Del Breviario Romano, para la festividad del Sagrado Corazón de Jesús)

jueves, 26 de junio de 2014

Encíclica “Annum sacrum” de S.S. LEÓN XIII

Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús
25 de mayo de 1899


Hace poco, como sabéis, ordenamos por cartas apostólicas que próximamente celebraríamos un jubileo, siguiendo la costumbre establecida por los antiguos, en esta ciudad santa. Hoy, en la espera, y con la intención de aumentar la piedad en que estará envuelta esta celebración religiosa, nos hemos proyectado y aconsejamos una manifestación fastuosa. Con la condición que todos los fieles Nos obedezcan de corazón y con una buena voluntad unánime y generosa, esperamos que este acto, y no sin razón, produzca resultados preciosos y durables, primero para la religión cristiana y también para el género humano todo entero.
Muchas veces Nos hemos esforzado en mantener y poner más a la luz del día esta forma excelente de piedad que consiste en honrar al Sacratísimo Corazón de Jesús. Seguimos en esto el ejemplo de Nuestros predecesores Inocencio XII, Benedicto XIV, Clemente XIII, Pío VI, Pío VII y Pío IX. Esta era la finalidad especial de Nuestro decreto publicado el 28 de junio del año 1889 y por el que elevamos a rito de primera clase la fiesta del Sagrado Corazón.
Pero ahora soñamos en una forma de veneración más imponente aún, que pueda ser en cierta manera la plenitud y la perfección de todos los homenajes que se acostumbran a rendir al Corazón Sacratísimo. Confiamos que esta manifestación de piedad sea muy agradable a Jesucristo Redentor.
Además, no es la primera vez que el proyecto que anunciamos, sea puesto sobre el tapete. En efecto, hace alrededor de 25 años, al acercarse la solemnidad del segundo Centenario del día en que la bienaventurada Margarita María de Alacoque había recibido de Dios la orden de propagar el culto al divino Corazón, hubo muchas cartas apremiantes, que procedían no solamente de particulares, sino también de obispos, que fueron enviadas en gran número, de todas partes y dirigidas a Pío IX. Ellas pretendían obtener que el soberano Pontífice quisiera consagrar al Sagrado Corazón de Jesús, todo el género humano. Se prefirió entonces diferirlo, a fin de ir madurando más seriamente la decisión. A la espera, ciertas ciudades recibieron la autorización de consagrarse por su cuenta, si así lo deseaban y se prescribió una fórmula de consagración. Habiendo sobrevenido ahora otros motivos, pensamos que ha llegado la hora de culminar este proyecto.
Este testimonio general y solemne de respeto y de piedad, se le debe a Jesucristo, ya que es el Príncipe y el Maestro supremo. De verdad, su imperio se extiende no solamente a las naciones que profesan la fe católica o a los hombres que, por haber recibido en su día el bautismo, están unidos de derecho a la Iglesia, aunque se mantengan alejados por sus opiniones erróneas o por un disentimiento que les aparte de su ternura.
El reino de Cristo también abraza a todos los hombres privados de la fe cristiana, de suerte que la universalidad del género humano está realmente sumisa al poder de Jesús. Quien es el Hijo Único de Dios Padre, que tiene la misma sustancia que Él y que es "el esplendor de su gloria y figura de su sustancia" (Hebreos 1:3), necesariamente lo posee todo en común con el Padre; tiene pues poder soberano sobre todas las cosas. Por eso el Hijo de Dios dice de sí mismo por la boca del profeta: "Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo... Él me ha dicho: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra" (Salmo 2: 6-8.
Por estas palabras, Jesucristo declara que ha recibido de Dios el poder, ya sobre la Iglesia, que viene figurada por la montaña de Sión, ya sobre el resto del mundo hasta los límites más alejados. ¿Sobre qué base se apoya este soberano poder? Se desprende claramente de estas palabras: "Tú eres mi Hijo." Por esta razón Jesucristo es el hijo del Rey del mundo que hereda todo poder; de ahí estas palabras: "Yo te daré las naciones por herencia". A estas palabras cabe añadir aquellas otras análogas de san Pablo: "A quien constituyó heredero universal."
Pero hay que recordar sobre todo que Jesucristo confirmó lo relativo a su imperio, no sólo por los apóstoles o los profetas, sino por su propia boca. Al gobernador romano que le preguntaba:"¿Eres Rey tú?", Él contestó sin vacilar: "Tú lo has dicho: Yo soy rey" (Juan 18:37)La grandeza de este poder y la inmensidad infinita de este reino, están confirmados plenamente por las palabras de Jesucristo a los Apóstoles: "Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra." (Mt 28:18). Si todo poder ha sido dado a Cristo, se deduce necesariamente que su imperio debe ser soberano, absoluto, independiente de la voluntad de cualquier otro ser, de suerte que ningún poder no pueda equipararse al suyo. Y puesto que este imperio le ha sido dado en el cielo y sobre la tierra, se requiere que ambos le estén sometidos.
Efectivamente, Él ejerció este derecho extraordinario, que le pertenecía, cuando envió a sus apóstoles a propagar su doctrina, a reunir a todos los hombres en una sola Iglesia por el bautismo de salvación, a fin de imponer leyes que nadie pudiera desconocer sin poner en peligro su eterna salvación. Pero esto no es todo. Jesucristo ordena no sólo en virtud de un derecho natural y como Hijo de Dios sino también en virtud de un derecho adquirido. Pues "nos arrancó del poder de las tinieblas" (Colos. 1:13) y también "se entregó a sí mismo para la Redención de todos" (1 Tim 2:6).
No solamente los católicos y aquellos que han recibido regularmente el bautismo cristiano, sino todos los hombres y cada uno de ellos, se han convertido para Él "en pueblo adquirido." (1 Pe. 2:9). También san Agustín tiene razón al decir sobre este punto: "¿Buscáis lo que Jesucristo ha comprado? Ved lo que Él dio y sabréis lo que compró: La sangre de Cristo es el precio de la compra. ¿Qué otro objeto podría tener tal valor? ¿Cuál si no es el mundo entero? ¿Cuál sino todas las naciones? ¡Por el universo entero Cristo pagó un precio semejante!" (Tract., XX in Joan.).
Santo Tomás nos expone largamente porque los mismos infieles están sometidos al poder de Jesucristo. Después de haberse preguntado si el poder judiciario de Jesucristo se extendía a todos los hombres y de haber afirmado que la autoridad judiciaria emana de la autoridad real, concluye netamente: "Todo está sumido a Cristo en cuanto a la potencia, aunque no lo está todavía sometido en cuanto al ejercicio mismo de esta potencia" (Santo Tomás, III Pars. q. 30, a.4.). Este poder de Cristo y este imperio sobre los hombres, se ejercen por la verdad, la justicia y sobre todo por la caridad.
Pero en esta doble base de su poder y de su dominación, Jesucristo nos permite, en su benevolencia, añadir, si de nuestra parte estamos conformes, la consagración voluntaria. Dios y Redentor a la vez, posee plenamente y de un modo perfecto, todo lo que existe. Nosotros, por el contrario, somos tan pobres y tan desprovistos de todo, que no tenemos nada que nos pertenezca y que podamos ofrecerle en obsequio. No obstante, por su bondad y caridad soberanas, no rehúsa nada que le ofrezcamos y que le consagremos lo que ya le pertenece, como si fuera posesión nuestra. No sólo no rehúsa esta ofrenda, sino que la desea y la pide: "Hijo mío, dame tu corazón" Podemos pues serle enteramente agradables con nuestra buena voluntad y el afecto de nuestra s almas. Consagrándonos a Él, no solamente reconocemos y aceptamos abiertamente su imperio con alegría, sino que testimoniamos realmente que si lo que le ofrecemos nos perteneciera, se lo ofreceríamos de todo corazón; así pedimos a Dios quiera recibir de nosotros estos mismos objetos que ya le pertenecen de un modo absoluto. Esta es la eficacia del acto del que estamos hablando, y este es el sentido de sus palabras.
Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así, es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona.
Nos exhortamos y animamos a todos los fieles a que realicen con fervor este acto de piedad hacia el divino Corazón, al que ya conocen y aman de verdad. Deseamos vivamente que se entreguen a esta manifestación, el mismo día, a fin de que los sentimientos y los votos comunes de tantos millones de fieles sean presentados al mismo tiempo en el templo celestial.
Pero, ¿podemos olvidar esa innumerable cantidad de hombres, sobre los que aún no ha aparecido la luz de la verdad cristiana? Nos representamos y ocupamos el lugar de Aquel que vino a salvar lo que estaba perdido y que vertió su sangre para la salvación del género humano todo entero. Nos soñamos con asiduidad traer a la vida verdadera a todos esos que yacen en las sombras de la muerte; para eso Nos hemos enviado por todas partes a los mensajeros de Cristo, para instruirles. Y ahora, deplorando su triste suerte, Nos los recomendamos con toda nuestra alma y los consagramos, en cuanto depende de Nos, al Corazón Sacratísimo de Jesús.
De esta manera, el acto de piedad que aconsejamos a todos, será útil a todos. Después de haberlo realizado, los que conocen y aman a Cristo Jesús, sentirán crecer su fe y su amor hacia Él. Los que conociéndole, son remisos a seguir su ley y sus preceptos, podrán obtener y avivar en su Sagrado Corazón la llama de la caridad. Finalmente, imploramos a todos, con un esfuerzo unánime, la ayuda celestial hacia los infortunados que están sumergidos en las tinieblas de la superstición. Pediremos que Jesucristo, a Quien están sometidos "en cuanto a la potencia", les someta un día "en cuanto al ejercicio de esta potencia". Y esto, no solamente "en el siglo futuro, cuando impondrá su voluntad sobre todos los seres recompensando a los unos y castigando a los otros" (Santo Tomás, ibidem.), sino aún en esta vida mortal, dándoles la fe y la santidad. Que puedan honrar a Dios en la práctica de la virtud, tal como conviene, y buscar y obtener la felicidad celeste y eterna.
Una consagración así, aporta también a los Estados la esperanza de una situación mejor, pues este acto de piedad puede establecer y fortalecer los lazos que unen naturalmente los asuntos públicos con Dios. En estos últimos tiempos, sobre todo, se ha erigido una especie de muro entre la Iglesia y la sociedad civil. En la constitución y administración de los Estados no se tiene en cuenta para nada la jurisdicción sagrada y divina, y se pretende obtener que la religión no tenga ningún papel en la vida pública. Esta actitud desemboca en la pretensión de suprimir en el pueblo la ley cristiana; si les fuera posible hasta expulsarían a Dios de la misma tierra.
Siendo los espíritus la presa de un orgullo tan insolente, ¿es que puede sorprender que la mayor parte del género humano se debata en problemas tan profundos y esté atacada por una resaca que no deja a nadie al abrigo del miedo y el peligro? Fatalmente acontece que los fundamentos más sólidos del bien público, se desmoronan cuando se ha dejado de lado, a la religión. Dios, para que sus enemigos experimenten el castigo que habían provocado, les ha dejado a merced de sus malas inclinaciones, de suerte que abandonándose a sus pasiones se entreguen a una licencia excesiva.
De ahí esa abundancia de males que desde hace tiempo se ciernen sobre el mundo y que Nos obligan a pedir el socorro de Aquel que puede evitarlos. ¿Y quién es éste sino Jesucristo, Hijo Único de Dios, "pues ningún otro nombre ha sido dado a los hombres, bajo el Cielo, por el que seamos salvados" (Act. 4:12). Hay que recurrir, pues, al que es "el Camino, la Verdad y la Vida".
El hombre ha errado: que vuelva a la senda recta de la verdad; las tinieblas han invadido las almas, que esta oscuridad sea disipada por la luz de la verdad; la muerte se ha enseñoreado de nosotros, conquistemos la vida. Entonces nos será permitido sanar tantas heridas, veremos renacer con toda justicia la esperanza en la antigua autoridad, los esplendores de la fe reaparecerán; las espadas caerán, las armas se escaparán de nuestras manos cuando todos los hombres acepten el imperio de Cristo y sometan con alegría, y cuando "toda lengua profese que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre" (Fil. 2:11).
En la época en que la Iglesia, aún próxima a sus orígenes, estaba oprimida bajo el yugo de los Césares, un joven emperador percibió en el Cielo una cruz que anunciaba y que preparaba una magnífica y próxima victoria. Hoy, tenemos aquí otro emblema bendito y divino que se ofrece a nuestros ojos: Es el Corazón Sacratísimo de Jesús, sobre él que se levanta la cruz, y que brilla con un magnífico resplandor rodeado de llamas. En él debemos poner todas nuestras esperanzas; tenemos que pedirle y esperar de él la salvación de los hombres.
Finalmente, no queremos pasar en silencio un motivo particular, es verdad, pero legítimo y serio, que nos presiona a llevar a cabo esta manifestación. Y es que Dios, autor de todos los bienes, Nos ha liberado de una enfermedad peligrosa. Nos queremos recordar este beneficio y testimoniar públicamente Nuestra gratitud para aumentar los homenajes rendidos al Sagrado Corazón.
Nos decidimos en consecuencia, que el 9, el 10 y el 11 del mes de junio próximo, en la iglesia de cada localidad y en la iglesia principal de cada ciudad, sean recitadas unas oraciones determinadas. Cada uno de esos días, las Letanías del Sagrado Corazón, aprobadas por nuestra autoridad, serán añadidas a las otras invocaciones. El último día se recitará la fórmula de consagración que Nos os hemos enviado, Venerables Hermanos, al mismo tiempo que estas cartas.
Como prenda de los favores divinos y en testimonio de Nuestra Benevolencia, Nos concedemos muy afectuosamente en el Señor la bendición Apostólica, a vosotros, a vuestro clero y al pueblo que os está confiado.
Dado en Roma, el 25 de mayo de 1899,el 22 de Nuestro Pontificado.

León XIII, Papa.

martes, 24 de junio de 2014

Natividad de San Juan Bautista.

"He aquí el Cordero de Dios", cuya divinidad pregonan la voz del cielo y la paloma divina, y que aun así quiso recibir el bautismo de Juan el Precursor.
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“Et Zacharías pater ejus replétus est Spíritu Sancto, et prophetávit, dicens: Benedíctus Dóminus Deus Israël, quia visitávit et fecit redemptiónem plebis suae. (Zacarías, su padre quedó lleno del Espíritu Santo, y profetizó diciendo: Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam (I, 57-68).“La misión del heraldo es desaparecer, quedar en segundo plano cuando llega el que es anunciado. “Tengo para mí –señala San Juan Crisóstomo- que por esto fue permitida cuanto antes la muerte de Juan, para que, desaparecido él, todo el fervor de la multitud se dirigiese hacia Cristo en vez de repartirse entre los dos”. Un error grave de cualquier precursor sería dejar, aunque fuera por poco tiempo, que lo confundieran con aquel que se espera.
“Una virtud esencial en quien anuncia a Cristo es la humildad y el desprendimiento. De los Doce Apóstoles, cinco, según mención expresa del Evangelio, habían sido discípulos de Juan. Y es muy probable que los otros siete también; al menos, todos ellos lo habían conocido y podían dar testimonio de su predicación. En el apostolado, la única figura que debe ser conocida es Cristo. Ese es el tesoro que anunciamos, a quien hemos de llevar a los demás.
“La santidad de Juan, sus virtudes recias y atrayentes, su predicación…, habían contribuido poco a poco a dar cuerpo a que algunos pensaran que quizás Juan fuese el Mesías esperado. Profundamente humilde, Juan sólo deseaba la gloria de su Señor y su Dios; por eso, protesta abiertamente: Yo os bautizo con agua; pero viene quien es más fuerte que yo, al que no soy digno de desatar la correa de sus sandalias: El os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. Juan, ante Cristo, se considera indigno de prestarle los servicios más humildes, reservados de ordinario a los esclavos de ínfima categoría, tales como llevarle las sandalias y desatarle las correas de las mismas. Ante el sacramento del Bautismo, instituido por el Señor, el suyo no es más que agua, símbolo de la limpieza interior que debían efectuar en sus corazones quienes esperaban al Mesías. El bautismo de Cristo es el del Espíritu Santo, que purifica como lo hace el fuego.
“Miremos de nuevo al Bautista, un hombre de carácter firme, como Jesús recuerda a la muchedumbre que le escucha: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Alguna caña que a cualquier viento se mueve? El Señor sabía, y las gentes también, que la personalidad de Juan trascendía de una manera muy acusada, y se compaginaba mal con la falta de carácter. (…)
“Cuando los judíos fueron a decir a los discípulos de Juan que Jesús reclutaba más discípulos que su maestro, fueron a quejarse al Bautista, quien les respondió: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él… Es necesario que El crezca y que yo disminuya. Oportet illum crescere, me autem minui: conviene que El crezca y que yo disminuya. Esta es la tarea de nuestra vida: que Cristo llene nuestro vivir. Oportet illum crescere… Entonces nuestro gozo no tendrá límites. En la medida en que Cristo, por el conocimiento y el amor, penetre más y más en nuestras pobres vidas, nuestra alegría será incontenible”.
Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios. Ed. Palabra. 1992.

lunes, 23 de junio de 2014

Martirologio Romano 1956.

23 de Junio / Die 23 Junii. Nono Kalendas Julii. 


La Vigilia de la Natividad de san Juan Bautista.
Vigilia Nativitatis sancti  Joannis Baptistae. 

En Roma, san Juan, Presbítero, que, de orden de Juliano Apóstata, fue degollado delante del simulacro del Sol en la vía Salaria Vieja. Su cuerpo fue sepultado por san Concordio Presbítero, en el lugar llamado Concilio de los Mártires.
Romae sancti Joannis Presbyteri, qui, sub Juliano Apostata, via Salaria veteri, ante simulacrum Solis decollatus est, et corpus ejus a beato Concordio Presbytero juxta Martyrum Concilia sepultum.


En Roma también, santa Agripina, Virgen y Mártir, que en tiempo del Emperador Valeriano consumó el martirio. Su sagrado cuerpo, trasladado a Sicilia y sepultado en Mineo, resplandece con muchos milagros.
Item Romae sanctae Agrippinae, Virginis et Martyris, quae sub Valeriano Imperatore martyrium consummavit. Ipsius autem corpus, in Siciliam translatum ac Menis conditum, multis miraculis coruscat.


En Sutri de Toscana, san Félix, Presbítero, a quien el Prefecto Turcio mandó golpear el rostro con una piedra hasta que expirase.
Sutrii, in Tuscia, sancti Felicis Presbyteri, cujus os tamdiu jussit Turcius Prsefectus lapide contundi, donec ipse Felix emitteret spiritum.

En Nicomedia, la conmemoración de muchísimos santos Mártires, que, en tiempo de Diocleciano, escondiéndose en los montes y cuevas, por el nombre de Cristo padecieron alegres el martirio.
Nicomediae commemoratio plurimorum sanctorum Martyrum, qui, tempore Diocletiani, in montibus et speluncis latentes, pro Christi nomine martyrium laeto animo subierunt.


En Filadelfia de Arabia, los santos Mártires Zenón y Zenas, su siervo. Éste, besando las cadenas con que estaba atado su señor, y rogándole que se dignase hacerle participante de sus tormentos, fue detenido por los soldados y recibió con su amo igual corona del martirio.
Philadelphiae, in Arabia, sanctorum Martyrum Zenonis, ejusque servi Zenae. Hic domini sui vincti catenas exosculans, eumque rogans ut se in tormentis participem dignaretur habere, a militibus tentus est, et cum ipso domino parem martyrii coronam accepit.


En Turín, san José Cafaso, Sacerdote, que se señaló en promover la piedad y ciencia de los Clérigos, y en reconciliar con Dios los condenados a pena capital, y fue por el Papa Pío XII puesto en el número de los Santos.
Augustae Taurinorum sancti Josephi Cafasso, Sacerdotis, qui levitis pietate et scientia augendis atque damnatis capite Deo conciliandis fuit illustris, et a Pio Papa Duodecimo inter sanctos Caelites adscriptus est.


En el monasterio de Elyen, en la Gran Bretaña, santa Ediltrudis, Reina y Virgen, la cual, esclarecida en santidad y milagros, murió en el Señor. Su cuerpo, once años después, se halló incorrupto.
In monasterio Elyensi, in Britannia, sanctae Ediltrudis, Reginae et Virginis, quae sanctitate et miraculis clara migravit ad Dominum. Ipsius autem corpus, undecim post annis,inventum est incorruptum.


Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

sábado, 21 de junio de 2014

Martirologio Romano 1956.

21 de Junio / Die 21 Junii. Undecimo Kalendas Julii. 


En Roma, san Luis Gonzaga, Clérigo de la Compañía de Jesús y Confesor, clarísimo por la renuncia que hizo del principado y por la inocencia de su vida; al cual el Sumo Pontífice Benedicto XIII puso en el catálogo de los Santos, y nombró Protector de la juventud principalmente estudiosa; y el Papa Pío XI solemnemente confirmó y de nuevo declaró celestial Patrono de toda la juventud cristiana.
Romae sancti Aloisii Gonzagae, Clerici e Societate Jesu et Confessoris, principatus contemptu et innocentia vitae clarissimi, quem, a Summo Pontifice Benedicto Decimo tertio adscriptum Sanctorum fastis et Protectorem juvenibus praesertim studiosis datum, Pius Papa Undecimus caelestem Christianae juventutis universae Patronum confirmavit solemniter atque iterum declaravit.


En Roma también, santa Demetria, Virgen, que fue hija de los santos Mártires Flaviano y Dafrosa, y hermana de la santa Virgen y Mártir Bibiana, y ella también en tiempo de Juliano Apóstata fue coronada del martirio.
Item Romae sanctae Demetriae Virginis, quae, sanctorum Martyrum Flaviani etDafrosae filia ac sanctae Virginis et Martyris Bibianae soror, ipsa quoque, sub Juliano Apostata, martyrio coronata est.

En el mismo día, san Eusebio, Obispo de Samosata, que en tiempo de Constancio, Emperador arriano, disfrazado de militar, visitaba las Iglesias de Dios para confortarlas en la fe católica; y en tiempo de Valente fue desterrado a Tracia; pero vuelta la paz a la Iglesia en tiempo de Teodosio, libre del destierro, y ocupándose de nuevo en visitar las Iglesias, una mujer arriana, arrojándole de lo alto una teja, le rompió la cabeza, y así murió Mártir.
Eodem die sancti Eusebii, Samosateni Episcopi; qui, tempore Constantii, Imperatoris Ariani, sub habitu militari incognitus Ecclesias Dei visitabat, ut in fide catholica illas confirmaret. Deinde, sub Valente, in Thraciam relegatur; sed, reddita pace Ecclesiae, tempore Theodosii, ab exsilio revocatus, tandem, cum iterum Ecclesias visitaret, ei caput, tegula per mulierem Arianam desuper immissa, confractum est, sicque Martyr occubuit.

En Iconio de Licaonia, san Terencio, Obispo y Mártir.
Iconii, in Lycaonia, sancti Terentii, Episcopi et Martyris. 

En Siracusa de Sicilia, el triunfo de los santos Mártires Rufino y Marcia.
Syracusis, in Sicilia, natalis sanctorum Martyrum Rufini et Martiae. 

En África, los santos Mártires Ciriaco y Apolinar.
In Africa sanctorum Martyrum Cyriaci et Apollinaris. 

En Maguncia, san Albano, Mártir, el cual, por la fe de Cristo al cabo de prolongados trabajos y rudos combates, se hizo digno de la corona de la vida.
Moguntiae sancti Albani Martyris, qui ob Christi fidem, post longos Iabores et dura certamina, factus est dignus corona vitae.

En Pavía, san Urcisceno, Obispo y Confesor.
Papiae sancti Urcisceni, Episcopi et Confessoris. 

En Tongres, san Martín, Obispo.
Apud Tungrenses sancti Martinii Episcopi. 


En un arrabal de Evreux, san Leutfrido, Abad.
In pago Ebroicensi sancti Leutfridi Abbatis.


Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

martes, 17 de junio de 2014

Corpus Christi.

“...fiesta del Corpus Christi, meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales (…)
“Me gustaría que (…) tomáramos conciencia de nuestra misión de cristianos, volviéramos los ojos hacia la Sagrada Eucaristía, hacia Jesús que, presente entre nosotros, nos ha constituido como miembros suyos: vos estis corpus Christi et membra de membro, vosotros sois el cuerpo de Cristo y miembros unidos a otros miembros. Nuestro Dios ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo. Jesús es simultáneamente el sembrador, la semilla y el fruto de la siembra: el Pan de vida eterna.
“Este milagro, continuamente renovado, de la Sagrada Eucaristía, tiene todas las características de la manera de actuar de Jesús. Perfecto Dios y perfecto hombre, Señor de cielos y tierra, se nos ofrece como sustento, del modo más natural y ordinario. Así espera nuestro amor, desde hace casi dos mil años. Es mucho tiempo y no es mucho tiempo: porque, cuando hay amor, los días vuelan.
“Viene a mi memoria una encantadora poesía gallega, una de esas Cantigas de Alfonso X el Sabio. La leyenda de un monje que, en su simplicidad, suplicó a Santa María poder contemplar el cielo, aunque fuera por un instante. La Virgen acogió su deseo, y el buen monje fue trasladado al paraíso. Cuando regreso, no reconocía a ninguno de los moradores del monasterio; su oración, que a él le había parecido brevísima, había durado tres siglos. Tres siglos no son nada, para un corazón amante. Así me explico yo esos dos mil años de espera del Señor en la Eucaristía. Es la espera de Dios, que ama a los hombres, que nos busca, que nos quiere tal como somos –limitados, egoístas, inconstantes-, pero con la capacidad de descubrir su infinito cariño y de entregarnos a El enteramente.
“Por amor y para enseñarnos a amar, vino Jesús a la tierra y se quedó entre nosotros en la Eucaristía. Como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin; con esas palabras comienza San Juan la narración de lo que sucedió aquella víspera de la Pascua, en la que Jesús –nos refiere San Pablo- tomó el pan, y dando gracias, lo partió y dijo: tomad y comed; este es mi cuerpo, que por vosotros será entregado; haced esto en memoria mía. Y de la misma manera el cáliz, después de haber cenado, diciendo: este cáliz es el nuevo testamento de mi sangre; haced esto cuantas veces lo bebiereis, en memoria mía. (…)
“Os diré que para mí el Sagrario ha sido siempre Betania, el lugar tranquilo y apacible donde está Cristo, donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías, con la misma sencillez y naturalidad con que le hablaban aquellos amigos suyos, Marta, María y Lázaro. Por eso, al recorrer las calles de alguna ciudad o de algún pueblo, me da alegría de descubrir, aunque sea de lejos, la silueta de una iglesia: es un nuevo Sagrario, una ocasión más de dejar que el alma se escape para estar con el deseo junto al Señor Sacramentado”.
Fuente: San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa. De una homilía de Corpus Christi, el 28 de mayo de 1964.

lunes, 16 de junio de 2014

CORPUS CHRISTI

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El jueves siguiente a la solemnidad de la santísima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del santísimo Cuerpo y Sangre del Señor. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV a toda la Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de fe y de culto a doctrinas heréticas acerca del misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la culminación de un movimiento de ardiente devoción hacia el augusto Sacramento del altar.
La piedad popular favoreció el proceso que instituyó la fiesta del Corpus Christi; a su vez, esta fue causa y motivo de la aparición de nuevas formas de piedad eucarística en el pueblo de Dios.
Durante siglos, la celebración del Corpus Christi fue el principal punto de confluencia de la piedad popular a la Eucaristía. En los siglos XVI-XVII, la fe, reavivada por la necesidad de responder a las negaciones del movimiento protestante, y la cultura – arte, literatura, folclore – han contribuido a dar vida a muchas y significativas expresiones de la piedad popular para con el misterio de la Eucaristía.
La devoción eucarística, tan arraigada en el pueblo cristiano, debe ser educada para que capte dos realidades de fondo:
- que el punto de referencia supremo de la piedad eucarística es la Pascua del Señor; la Pascua, según la visión de los Padres, es la fiesta de la Eucaristía, como, por otra parte, la Eucaristía es ante todo celebración de la Pascua, es decir, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús;
- que toda forma de devoción eucarística tiene una relación esencial con el Sacrificio eucarístico, ya porque dispone a su celebración, ya porque prolonga las actitudes cultuales y existenciales suscitadas por ella.
A causa precisamente de esto, el Rituale Romanum advierte: "Los fieles, cuando veneran a Cristo, presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia deriva del Sacrificio y tiende a la comunión, sacramental y espiritual".
La procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es, por así decir, la "forma tipo" de las procesiones eucarísticas. Prolonga la celebración de la Eucaristía: inmediatamente después de la Misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha Misa se conduce fuera de la iglesia para que el pueblo cristiano "dé un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo Sacramento".
Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesión del Corpus Christi: se sienten "Pueblo de Dios" que camina con su Señor, proclamando la fe en Él, que se ha hecho verdaderamente el "Dios con nosotros".
Con todo, es necesario que en las procesiones eucarísticas se observen las normas que regulan su desarrollo, en particular las que garantizan la dignidad y la reverencia debidas al santísimo Sacramento; y también es necesario que los elementos típicos de la piedad popular, como el adorno de las calles y de las ventanas, la ofrenda de flores, los altares donde se colocará el Santísimo en las estaciones del recorrido, los cantos y las oraciones "muevan a todos a manifestar su fe en Cristo, atendiendo únicamente a la alabanza del Señor", y ajenos a toda forma de emulación.
Las procesiones eucarísticas concluyen, normalmente, con la bendición del santísimo Sacramento. En el caso concreto de la procesión del Corpus Christi, la bendición constituye la conclusión solemne de toda la celebración: en lugar de la bendición sacerdotal acostumbrada, se imparte la bendición con el santísimo Sacramento.
Es importante que los fieles comprendan que la bendición con el santísimo Sacramento no es una forma de piedad eucarística aislada, sino el momento conclusivo de un encuentro cultual suficientemente amplio. Por eso, la normativa litúrgica prohíbe "la exposición realizada únicamente para impartir la bendición".
La adoración eucarística
La adoración del santísimo Sacramento es una expresión particularmente extendida del culto a la Eucaristía, al cual la Iglesia exhorta a los Pastores y fieles.
Su forma primigenia se puede remontar a la adoración que el Jueves Santo sigue a la celebración de la Misa en la cena del Señor y a la reserva de las sagradas Especies. Esta resulta muy significativa del vínculo que existe entre la celebración del memorial del sacrificio del Señor y su presencia permanente en las Especies consagradas. La reserva de las Especies sagradas, motivada sobre todo por la necesidad de poder disponer de las mismas en cualquier momento, para administrar el Viático a los enfermos, hizo nacer en los fieles la loable costumbre de recogerse en oración ante el sagrario, para adorar a Cristo presente en el Sacramento.
De hecho, "la fe en la presencia real del Señor conduce de un modo natural a la manifestación externa y pública de esta misma fe (...) La piedad que mueve a los fieles a postrarse ante la santa Eucaristía, les atrae para participar de una manera más profunda en el misterio pascual y a responder con gratitud al don de aquel que mediante su humanidad infunde incesantemente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Al detenerse junto a Cristo Señor, disfrutan su íntima familiaridad, y ante Él abren su corazón rogando por ellos y por sus seres queridos y rezan por la paz y la salvación del mundo. Al ofrecer toda su vida con Cristo al Padre en el Espíritu Santo, alcanzan de este maravilloso intercambio un aumento de fe, de esperanza y de caridad. De esta manera cultivan las disposiciones adecuadas para celebrar, con la devoción que es conveniente, el memorial del Señor y recibir frecuentemente el Pan que nos ha dado el Padre".
La adoración del santísimo Sacramento, en la que confluyen formas litúrgicas y expresiones de piedad popular entre las que no es fácil establecer claramente los límites, puede realizarse de diversas maneras:
- la simple visita al santísimo Sacramento reservado en el sagrario: breve encuentro con Cristo, motivado por la fe en su presencia y caracterizado por la oración silenciosa;
- adoración ante el santísimo Sacramento expuesto, según las normas litúrgicas, en la custodia o en la píxide, de forma prolongada o breve;
- la denominada Adoración perpetua o la de las Cuarenta Horas, que comprometen a toda una comunidad religiosa, a una asociación eucarística o a una comunidad parroquial, y dan ocasión a numerosas expresiones de piedad eucarística.
En estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del Año litúrgico, para que permanezcan en oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente que durante la adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los Santos. Sin embargo, dado el estrecho vínculo que une a María con Cristo, el rezo del Rosario podría ayudar a dar a la oración una profunda orientación cristológica, meditando en él los misterios de la Encarnación y de la Redención.