martes, 30 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXII).

Súpplices te rogámus...

Conmemoración de San Pablo, Apóstol.

“Scio cui crédidi, et certus sum, quia potens est depósitum meum serváre in illum diem, justus judex” (Sé de quién me he fiado; y cierto estoy de que es poderosos para guardar mi depósito hasta aquel día (postrero) el justo Juez). Introito, 2 Tim. 1, 12.
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“¿Qué he de hacer, Señor?, preguntó San Pablo en el momento de su conversión. La respondió Jesús: Levántate, entra en damasco y allí se te dirá lo que has de hacer. El perseguidor, transformado por la gracia, recibirá instrucción cristiana y el bautismo por medio de un hombre –Ananías-, según las vías ordinarias de la Providencia. Y enseguida, teniendo a Cristo como lo verdaderamente importante de su vida, se dedicará con todas sus fuerzas a dar a conocer la Buena Nueva, sin que le importen los peligros, las tribulaciones y sufrimientos y los aparentes fracasos. Sabe que es un instrumento elegido para llevar el Evangelio a muchas gentes: Aquel que me escogió desde el seno materno y me llamó a su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles.
“El apostolado fue en San Pablo, y lo es en cada cristiano que vive su vocación, parte de su vida o, mejor, su vida misma; el trabajo se convierte en apostolado, en deseos de dar a conocer a Cristo, y lo mismo el dolor o el tiempo de descanso…, y a la vez este celo apostólico es el alimento imprescindible del trato con Jesucristo. Conocer al Señor con intimidad lleva forzosamente a comunicar este hallazgo: es la señal cierta de tu entregamiento. Cuando seguir a Cristo es una realidad, llega “la necesidad de expandirse, de hacer, de dar, de hablar, de transmitir a los demás el propio tesoro, el propio fuego…” ¡Ay de mí si no evangelizara!, exclama el Apóstol.
“San Pablo exhorta Timoteo y a todos nosotros a hablar de Dios opportune et importune, con ocasión y sin ella; es decir, también cuando las circunstancias son adversas. Pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos. Parece como si el Apóstol estuviera presente en nuestros tiempos. Pero tú -señala a Timoteo, y en él a cada cristiano-, sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio.
“Es sorprendente, dichosamente sorprendente, la infatigable labor apostólica del Apóstol. Y quien verdaderamente ama a Cristo sentirá la necesidad de darlo a conocer, pues –como dice Santo Tomás de Aquino- lo que admiran mucho los hombres lo divulgan luego, porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios, Ediciones Palabra. 1992.

lunes, 29 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XXI).

Elevación del Cáliz.

Reflexión: Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

“Et ego dico tibi, quia tu es Petrus, et super hanc petram aedificábo Ecclésiam meam, et portae inferí non praevalébunt adversus eam…” (Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas (los poderes) del infierno no prevalecerán contra ella…). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Mathaeum 16, 13-19.
“Desde los comienzos, “la situación de Pedro en la iglesia es la de roca sobre la que está construido un edificio”. La Iglesia entera, y nuestra propia fidelidad a la gracia, tiene como piedra angular, como fundamento firme, el amor, la obediencia y la unión con el Romano Pontífice; “en Pedro se robustece la fortaleza de todos”, enseña San León Magno. Mirando a Pedro y a la Iglesia en su peregrinar terreno, se le pueden aplicar las palabras del mismo Jesús: cayeron las lluvias y los ríos se salieron de madre, y soplaron los vientos y dieron ímpetu sobre aquella casa, pero no fue destruida porque estaba construida sobre roca, la roca que, con sus debilidades y defectos, eligió un día el Señor: un pobre pescador de Galilea, y quienes después había de sucederle.
“El encuentro de Pedro con Jesús debió de impresionar hondamente a los testigos presentes, familiarizados con las escenas del Antiguo Testamento. Dios mismo había cambiado el nombre del primer Patriarca: Te llamarás Abraham, es decir, Padre de una muchedumbre. También cambió el nombre de Jacob por el de Israel, es decir, Fuerte ante Dios. Ahora el cambio de nombre de Simón no deja de estar revestido de cierta solemnidad, en medio de la sencillez del encuentro: “Yo tengo otros designios sobre ti”, viene a decirle Jesús.
“Cambiar el nombre equivalía a tomar posesión de una persona, a la vez que le era señalada su misión divina en el mundo. Cefas no era nombre propio, pero el Señor lo impone a Pedro para indicar la función de Vicario suyo, que le será revelada más adelante con plenitud. Nosotros podemos examinar hoy en la oración cómo es nuestro amor con obras al que hace las veces de Cristo en la tierra: si pedimos cada día por él, si difundimos sus enseñanzas, si nos hacemos ecos de sus intenciones, si salimos con prontitud en su defensa cuando es atacado o menospreciado. ¡Qué alegría damos a Dios cuando nos ve que amamos, con obras, a su Vicario aquí en la tierra!
“San Agustín afirma que el celo apasionado de San Pablo anterior a su encuentro con Cristo era como una selva impracticable que, siendo un gran obstáculo, era sin embargo el indicio de la fecundidad del suelo. Luego el Señor sembró allí la semilla del Evangelio y los frutos fueron incontables. Lo que sucedió con Pablo puede ocurrir con cada hombre, aunque hayan sido muy graves sus faltas. Es la acción misteriosa de la gracia, que no cambia la naturaleza sino que la sana y purifica, y luego la eleva y la perfecciona.
“San Pablo estaba convencido de que Dios contaba con él desde el mismo momento de su concepción, desde el seno materno, repite en diversas ocasiones. En la Sagrada Escritura encontramos cómo Dios elige a sus enviados incluso antes de nacer; se pone así de manifiesto que la iniciativa es de Dios y antecede a cualquier mérito personal. El Apóstol lo señala expresamente: Nos eligió antes de la constitución del mundo, declara a los primeros cristianos de Efeso. Nos llamó con vocación santa, no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su designio, concreta aún más a Timoteo.
“Todos nosotros hemos recibido, de diversos modos, una llamada concreta para servir al Señor. Y a lo largo de la vida nos llegan nuevas invitaciones a seguirle en nuestras propias circunstancias, y es preciso ser generosos con el Señor en cada nuevo encuentro”.
Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios, Ediciones Palabra.1992

Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

El culto de los santos apóstoles Pedro y Pablo se remonta a los orígenes mismos de la Iglesia. Padres de ésta fe, seguirán siendo por siempre sus protectores y sus guías. Roma les debe su verdadera grandeza; es la dirección providencial de Dios la que les ha guiado a ambos para hacer de la capital del imperio, santificada con su martirio, el centro del mundo cristiano, desde el cual irradiaría la predicación del evangelio.
San Pedro sufrió el martirio bajo Nerón, el año 66 ó 67. Fue enterrado en la colina del Vaticano, en el lugar mismo de la basílica edificada en su honor por Constantino. San Pablo fue decapitado en la vía Ostiense, en el lugar en que se levanta la basílica que lleva su nombre. En el transcurso de los siglos las muchedumbres cristianas no han cesado de peregrinar a las tumbas de los dos grandes apóstoles. Ya en el siglo II y III venián a instruirse, al contacto con la Iglesia romana, a comprobar su apostolicidad, a comparar su doctrina infalible con la de las otras iglesias y a honrar la memoria de san Pedro y san Pablo.
La misa del 29 de junio expresa la confianza de la Iglesia en la intercesión de "aquéllos por quienes recibió las primicias de la fe" (oraciones). Pone particularmente de relieve las prerrogativas de Pedro (evangelio), la protección especial de Dios sobre su persona (introito, epístola) y saben muy bien todos los cristianos, al cantar el "Tu es Petrus", que las prerrogativas del príncipe de los apóstoles han pasado a los papas, sucesores de Pedro en la Sede de Roma, como también están seguros de la particular providencia de Dios, que hasta el fin del mundo continúa asistiendo al vicario de Cristo en sus funciones de jefe de la Iglesia.
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INTROITUS
Act. 12, 11 - Ps. 138, 1-2
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Nunc scio vere, quia misit
Dóminus Angelum suum:
et erípuit me de manu Heródis,
et de omni exspectatióne plebis
Judaeórum. Ps. Dómine,
probásti me, et cognovísti me:
tu cognovísti sessiónem meam,
et resurrectiónem meam.
V/ Glória Patri.

domingo, 28 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XX).

Consagración del Cáliz.

Reflexión del cuarto domingo después de Pentecostés.

“Et ait ad Simónem Jesus: Noli timére: ex hoc jam hómines eris cápiens. Et subdúctis ad terram návibus, relíctis ómnibus, secúti sunt eum” (Entonces dijo Jesús a Simón: No temás: de hoy en adelante serás pescador de hombres. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejáronlo todo, y le siguieron). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam 5, 1-11.
“El resultado del milagro que narra el Evangelio fue el que el Salvador se había propuesto: decidir a Pedro a que le siguiese completamente, mediante una poderosa impresión de su verdadera divinidad.
“El primer efecto que el milagro produjo en el alma de Pedro y de los demás discípulos que lo presenciaron, fue un respetuoso temor de verse tan cerca de la divinidad.
“El segundo efecto fue, especialmente en Pedro, un vivo sentimiento de humildad reconociéndose indigno de aquel encuentro con la divinidad. Arrojáse a los pies de Cristo y le ruega que se aleje de él, porque es un hombre pecador. Probablemente por medio de este milagro, Pedro adquirió conciencia de que hasta entonces no había tenido una idea suficientemente alta y digna del Señor, que ahora tan manifiestamente se le revelaba como Dios.
“A la palabra del Salvador: “No temas, de hoy en adelante serás pescador de hombres”, apoderóse del alma de Pedro una gran confianza. Tal vez hasta entonces no se había podido decidir a abrazar su vocación, ya por el cuidado que le inspiraba su familia, ya por temor a los grandes y extraordinarios deberes que el apostolado llevaba consigo, y para el cumplimiento de los cuales no se encontraba con aptitudes suficientes. Todo esto desaparece ante la palabra del Señor y ante la prueba de su poder milagroso, el cual fue para él una garantía del auxilio de la gracia divina para librarle en lo futuro de vacilaciones y desfallecimientos.
“Finalmente, lo mismo Pedro que sus tres compañeros, se deciden a dejar inmediatamente su embarcación, su oficio y su familia y a seguir al Salvador..
“Efectivamente, fue una gran pesca la que hizo Pedro aquel día. Jamás, ni en el mar de Galilea, ni en ningún otro mar del mundo se ha hecho una pesca tan importante. Fue inmensamente más importante que si Pedro hubiese sacado del fondo de las aguas la antigua corona de David y hubiese restablecido el reino de Israel. Era la última, la decisiva vocación de Pedro al ministerio apostólico y, como tal vocación, aventajaba en importancia y trascendencia a la misma vocación de Abraham y de Moisés. Moisés y Abraham, mediante su obediencia y fidelidad, fundaron el Antiguo Testamento; mientras que los Apóstoles, con su decisión de seguir al Señor, fundaron la Iglesia, pues, en este ministerio vemos ya esbozada la Iglesia en sus caracteres principales. El señor de la pesca es el Salvador; El la manda y le da su bendición y con esta el éxito. Pedro dirige directamente, y para él, especialmente, se hace el milagro; su barca es la Iglesia, en la cual está Cristo, y en ella enseña, pesca y obra milagros. El fin de la Iglesia y de la barca de Cristo es la pesca que, según las palabras del Salvador, es un símbolo de la salvación de las almas. El éxito de esta pesca está asegurado, y como garantía tiene el auxilio divino en el milagro y en la palabra del Señor, como ya demostró en la primera fiesta de Pentecostés, y desde entonces hasta ahora. Sin embargo, una condición del éxito es la confianza humilde.
“Así tenemos en este misterio una figura de toda la Iglesia en su constitución y en su objeto, en sus medios y en su resultado”.
Fuente: R.P.M. Meschler, s.j.: Meditaciones sobre la Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Barcelona: Editorial Ibérica. 1958.

Cuarto domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. Mañana es la fiesta de San Pedro y San Pablo, se puede aprovechar la ocasión de ser domingo para realizar la colecta del óbolo de San Pedro.
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"De hoy más, Pedro, serán hombres los que pescarás." Pesca milagrosa de la Iglesia al hilo de los siglos.
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El evangelio de la pesca milagrosa es el símbolo de las conquistas de la Iglesia y la realización de la palabra de Jesús a san Pedro: En adelante, serás pescador de hombres.
En la misa domina la idea de la confianza en Dios en medio de las luchas y sufrimientos de esta vida. San Pablo nos recuerda que estas luchas y sufrimientos no son más que temporales; están ligados a la condición de espera, que es la nuestra y la de toda la creación con nosotros, hasta el día señalado para la plena manifestación de la gloria de los hijos de Dios. Mientras tanto viene el Señor en nuestra ayuda, nos atrae a sí, nos sostiene, nos perdona y nos levanta.
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INTROITUS
Ps. 26, 1 et 2 - Ps. ibid., 3
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Dóminus illuminátio mea, et
salus mea, quem timébo?
Dóminus defénsor vitae meae, a
quo trepidábo? Qui tríbulant
me inimíci mei, ipsi infirmáti
sunt, et cecidérunt. Ps. Si
consístant advérsum me castra:
non timébit cor meum. V/. Glória Patri
*
Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.



sábado, 27 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XIX).

Elevación de la Hostia

Santa María en sábado: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
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¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza
habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro!
Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar:
en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades,
en todas las miserias de la vida y, sobre todo,
en el trance de la muerte. Concededme, ¡oh amorosa Madre!,
el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos;
porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros,
Vos seréis fiel en socorrerme. Alcanzadme,
pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza
de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro
y la perseverancia final. Bendecidme y rogad
por mí ahora y en la hora de mi muerte. Amén.
*
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.

jueves, 25 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XVII).

Meménto de los vivos

La Oración IV.

“Además, Jesucristo, invita a todos sus discípulos a aspirar a la perfección para ser hijos dignos del Padre celestial: Estote ergo vos perfecti sicut et Pater vester caelestis perfectus est. Ahora bien, la perfección, prácticamente, no es posible, si el alma no vive de la oración. ¿No resulta, pues, evidente que Cristo quiso que la manera de tratar con El en la oración fuese fácil y al alcance de las almas más sencillas que le buscan con sinceridad? Por esto dejé dicho que la oración puede definirse: una conversación del Hijo de Dios con su Padre celestial: Sic orabitis: Pater noster qui es in caelis.
“En una conversación, se escucha y se habla; el alma se entrega a Dios y Dios se comunica al alma.
“Para escuchar a Dios, para recibir sus luces, basta que el corazón se halle empapado en sentimientos de fe, de reverencia, de humildad, de ardiente confianza, de amor generoso.
“Para hablarle, es preciso tener algo que decirle. ¿Cuál será el objeto de la conversación? Este depende principalmente de dos elementos: la medida de la gracia que Jesucristo da al alma y el estado dela misma alma.
“El primer elemento que debemos tener presente es, pues, la medida de los dones de gracia comunicados por Cristo: Secundum mensuram donationis Christi. Jesucristo, en cuanto Dios, es dueño absoluto de sus dones; otorga su gracia al alma, como y cuando lo juzga oportuno; derrama en ella su luz y cuando es del agrado de su soberana majestad; nos guía y lleva hacia su Padre por su Espíritu. Si leyeseis los maestros de la vida espiritual, veríais que siempre han respetado santamente esta soberanía de Cristo en la dispensación de sus favores y de sus luces; esto explica su extrema reserva al tratar de las relaciones del alma con su Dios.
“San Benito, que fue un eminente contemplativo, favorecido con gracias extraordinarias de oración y maestro en el conocimiento de las almas, exhorta a sus discípulos a “entregarse con frecuencia a la oración”: Orationi frecuenter incumbere; deja claramente entender que la vida de oración es de absoluta necesidad para encontrar a Dios. Pero cuando trata de reglamentar el modo de darse a la oración, lo hace con particular discreción. Presupone naturalmente que ya se ha adquirido un cierto conocimiento habitual de las cosas divinas, por medio de la lectura asidua de las Sagradas Escrituras y de las obras de los Santos Padres de la Iglesia. Tocante a la oración, se concreta a indicar primeramente cuál deba ser la disposición que ha de tener el alma en presencia de Dios al acercarse a El, profunda reverencia y humildad, y quiere que el alma permanezca en presencia de Dios en espíritu de gran arrepentimiento y de perfecta sencillez; esta disposición es la mejor para escuchar la voz de Dios con fruto. En cuanto a la conversación misma, además de unirla íntimamente con la salmodia (de la que la oración no es más que la continuación interna), San Benito la hace consistir en impulsos cortos y fervorosos del corazón a Dios. “El alma, dice, siguiendo el mismo consejo de Cristo, debe evitar el mucho hablar, no prolongará el ejercicio de la oración a menos de ser arrastrada por los movimientos del Espíritu Santo, que mora en ella por la gracia”. Ninguna otra indicación expresa sobre la oración nos dejó el legislador de la vida monástica”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

miércoles, 24 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XVI).

Prefacio

Natividad de San Juan Bautista.

"He aquí el Cordero de Dios", cuya divinidad pregonan la voz del cielo y la paloma divina, y que aun así quiso recibir el bautismo de Juan el Precursor.
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“Et Zacharías pater ejus replétus est Spíritu Sancto, et prophetávit, dicens: Benedíctus Dóminus Deus Israël, quia visitávit et fecit redemptiónem plebis suae. (Zacarías, su padre quedó lleno del Espíritu Santo, y profetizó diciendo: Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam (I, 57-68).
“La misión del heraldo es desaparecer, quedar en segundo plano cuando llega el que es anunciado. “Tengo para mí –señala San Juan Crisóstomo- que por esto fue permitida cuanto antes la muerte de Juan, para que, desaparecido él, todo el fervor de la multitud se dirigiese hacia Cristo en vez de repartirse entre los dos”. Un error grave de cualquier precursor sería dejar, aunque fuera por poco tiempo, que lo confundieran con aquel que se espera.
“Una virtud esencial en quien anuncia a Cristo es la humildad y el desprendimiento. De los Doce Apóstoles, cinco, según mención expresa del Evangelio, habían sido discípulos de Juan. Y es muy probable que los otros siete también; al menos, todos ellos lo habían conocido y podían dar testimonio de su predicación. En el apostolado, la única figura que debe ser conocida es Cristo. Ese es el tesoro que anunciamos, a quien hemos de llevar a los demás.
“La santidad de Juan, sus virtudes recias y atrayentes, su predicación…, habían contribuido poco a poco a dar cuerpo a que algunos pensaran que quizás Juan fuese el Mesías esperado. Profundamente humilde, Juan sólo deseaba la gloria de su Señor y su Dios; por eso, protesta abiertamente: Yo os bautizo con agua; pero viene quien es más fuerte que yo, al que no soy digno de desatar la correa de sus sandalias: El os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. Juan, ante Cristo, se considera indigno de prestarle los servicios más humildes, reservados de ordinario a los esclavos de ínfima categoría, tales como llevarle las sandalias y desatarle las correas de las mismas. Ante el sacramento del Bautismo, instituido por el Señor, el suyo no es más que agua, símbolo de la limpieza interior que debían efectuar en sus corazones quienes esperaban al Mesías. El bautismo de Cristo es el del Espíritu Santo, que purifica como lo hace el fuego.
“Miremos de nuevo al Bautista, un hombre de carácter firme, como Jesús recuerda a la muchedumbre que le escucha: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Alguna caña que a cualquier viento se mueve? El Señor sabía, y las gentes también, que la personalidad de Juan trascendía de una manera muy acusada, y se compaginaba mal con la falta de carácter. (…)
“Cuando los judíos fueron a decir a los discípulos de Juan que Jesús reclutaba más discípulos que su maestro, fueron a quejarse al Bautista, quien les respondió: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él… Es necesario que El crezca y que yo disminuya. Oportet illum crescere, me autem minui: conviene que El crezca y que yo disminuya. Esta es la tarea de nuestra vida: que Cristo llene nuestro vivir. Oportet illum crescere… Entonces nuestro gozo no tendrá límites. En la medida en que Cristo, por el conocimiento y el amor, penetre más y más en nuestras pobres vidas, nuestra alegría será incontenible”.
Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios. Ed. Palabra. 1992.

martes, 23 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XV).

Secreta

Vigilia de la Natividad de San Juan Bautista.

La Iglesia se prepara para celebrar mañana el nacimiento de san Juan Bautista, el precursor del Mesías. Esta fiesta ha conservado su vigilia por razón de la misión excepcional que san Juan Bautista hubo de cumplir.
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“Ait autem ad illum Angelus: Ne tímeas, Zacharía, quóniam exaudíta est deprecatio tua: et uxor tua Elísabeth páriet tibi fílium, et vocábis nomen ejus Joánnem… (Mas el Angel le dijo: No temas, Zacarías, pues tu oración ha sido oída, y tu mujer Isabel te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan…). Inítium sancti Evangélii secúndum Lucam (I, 5-17).
“Hace notar San Agustín que “la Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único cuyo nacimiento festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo”. Es el último Profeta del Antiguo Testamento y el primero que señala al Mesías. Su nacimiento (…) “fue motivo de gozo para muchos”, para todos aquellos que por su predicación conocieron a Cristo; fue la aurora que anuncia la llegada del día. Por eso, San Lucas resalta la época de su aparición, en un momento histórico bien concreto: El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea… Juan viene a ser la línea divisoria entre los dos Testamentos. Su predicación es el comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, y su martirio habrá de ser como el presagio de la Pasión del Salvador. Con todo, “Juan era una voz pasajera; Cristo, la Palabra eterna desde el principio”.
“Los cuatro Evangelistas no dudan en aplicar a Juan el bellísimo oráculo de Isaías: He aquí que yo envío a mi mensajero, para que te preceda y prepare el camino. Voz que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. El Profeta se refiere en primer lugar a la vuelta de los judíos a Palestina, después de la cautividad de Babilonia: ve a Yahvé como rey y redentor de su pueblo, después de tantos años en el destierro, caminando a la cabeza de ellos, por el desierto de Siria, para conducirlos con mano segura a la patria. Le precede un heraldo, según la antigua costumbre de Oriente, para anunciar su pronta llegada y hacer arreglar los caminos, de los que, en aquellos tiempos, nadie solía cuidar, a no ser en circunstancias muy relevantes. Esta profecía, además de haberse realizado en la vuelta del destierro, había de tener un significado más pleno y profundo en un segundo cumplimiento al llegar los tiempos mesiánicos. También el Señor había de tener su heraldo en la persona del Precursor, que iría delante de El, preparando los corazones a los que había de llagar el Redentor.
“Contemplando hoy (…) la gran figura del Bautista que tan fielmente llevó a cabo su cometido, podemos pensar nosotros si también allanamos el camino al Señor para que entre en las almas de amigos y parientes que aún están lejos de El, para que se den más los que ya están próximos. Somos los cristianos como heraldos de Cristo en el mundo de hoy”. Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios. Ed. Palabra. 1992.

lunes, 22 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XIV).

Oráte, fratres...

La Oración, III.

“Es, pues, la oración como un perfecto reflejo de nuestra vida íntima de hijos de Dios, como el fruto de nuestra filiación divina en Cristo, como el desarrollo espontáneo de los dones del Espíritu Santo. Por esto es tan vigoroso y fecunda. El alma que se da regularmente y con método a la oración, saca de ella gracias inefables que la transforma poco a poco, a imagen y semejanza de Jesús, Hijo único del Padre Celestial. “La puerta, dice Santa Teresa, por la que penetran en el alma gracias escogidas, como las que el Señor me hizo, es la oración: una vez cerrada esta puerta, ignoro cómo podría otorgárnoslas”.
“De la oración saca el alma gozos que son como presagios de la unión celestial, de la herencia eterna que nos espera. “En verdad, decía Jesucristo, cuanto pidiereis de saludable a mi Padre en nombre mío, os lo concederá, para que vuestro gozo sea completo”. Ut gaudium vestrum sit plenum. En esto consiste la oración mental: “trato íntimo de corazón a corazón entre Dios y el alma”.
“Mas este trato o conversación del Hijo de Dios con su Padre celestial se verifica bajo la acción del Espíritu Santo. En efecto, Dios, por medio del profeta Zacarías, había prometido que, en la Nueva Alianza, derramaría sobre las almas el espíritu de gracia y de oraciones: Effundam super habitatores Jerusalem Spiritum gratiae et precum. Este espíritu es el Espíritu Santo, el Espíritu de adopción, que Dios envía a los corazones de aquellos que tiene predestinados a ser sus hijos en Cristo Jesús. Los dones que este Espíritu divino infunde en nuestras almas el día del bautismo, juntamente con la gracia, nos ayudan en nuestras relaciones con el Padre celestial. El don de temor nos llena de reverencia ante su divino acatamiento; el don de piedad regula, con el de temor, la ternura de un hijo a su padre; el don de ciencia presenta al alma con nueva luz las verdades de orden sobrenatural; el don de inteligencia la hace penetrar en las profundidades ocultas de los misterios de la fe; el don de sabiduría le da el gusto, el conocimiento afectivo de las verdades reveladas. Los dones del Espíritu Santo son disposiciones muy reales a las que no prestamos bastante atención; por ellos el Espíritu Santo, que mora en el alma del bautizado, como en un templo, le ayuda y guía en sus relaciones con el Padre celestial: Spiritus adjuvatl infirmitatem nostram… ipse postulat pro nobis gemitibus inenarrabilibus…
“El elemento esencial de la oración es el contacto sobrenatural del alma con Dios, en el cual el alma saca aquella vida divina que es la fuente de toda santidad. Este contacto se establece cuando el alma, elevada por la fe y el amor, apoyada en Jesucristo, se entrega a Dios, a su voluntad por un movimiento de Espíritu Santo: Sapiens cor suum tradidit ad vigilandum dilúculo ad Dominum qui fecit illum et in conspectu Altissimi deprecabitur. Ningún raciocinio, ningún esfuerzo puramente natural puede producir este contacto: Nemo potest dicere: Dominus Jesus nisi in Spiritu Sancto. Este contacto se verifica en las oscuridades de la fe, pero llena el alma de luz y de vida.
“La oración es, pues, el desarrollo, bajo la acción de los dones del Espíritu Santo, de los sentimientos que resultan de nuestra adopción divina en Jesucristo; y por eso debe ser accesible a toda alma bautizada, de buena voluntad”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

domingo, 21 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XIII).

Lavabo, inter innocentes...

Domingo dentro de la octava del Sagrado Corazón. Tercero después de Pentecostés.

“El cum invenérit eam, impónit in húmeros suos gaudens… (Y hallándola, la pone sobre sus hombros muy gozoso…” Sequéntia Sancti Evangélii secúndum Lucam (15, 1-10)
“Jesucristo sale muchas veces a buscarnos. El, que puede medir en toda su hondura la maldad y la esencia de la ofensa a Dios, se nos acerca; El conoce bien la fealdad del pecado y su malicia, y sin embargo “no llega iracundo: el Justo nos ofrece la imagen más conmovedora de la misericordia (…). A la samaritana, a la mujer con seis maridos, le dice sencillamente a ella y todos los pecadores: Dame de beber (Jn 3, 4-7). Cristo ve lo que esa alma puede ser, cuánta belleza –la imagen de Dios allí mismo-, qué posibilidades, incluso que “resto de bondad” en la vida de pecado, como una huella inefable, pero realísima, de lo que Dios quiere de ella”.
“Jesucristo se acerca al pecador con respeto, con delicadeza. Sus palabras son siempre expresión de su amor por cada alma. Vete y no peques más, advertirá solamente a la mujer adúltera que iba a ser apedreada. Hijo mío, ten confianza, tus pecados te son perdonados, dirá al paralítico que, tras incontables esfuerzos, había sido llevado por sus amigos hasta la presencia de Jesús. A punto de morir, hablará así al Buen Ladrón: En verdad, en verdad, te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso. Son palabras de perdón, de alegría y de recompensa. ¡Si supiéramos con qué amor nos espera Cristo en cada confesión! ¡Si pudiéramos comprender su interés en que volvamos!
“Es tanta la impaciencia del Buen Pastor que no espera a ver si la oveja descarriada vuelve al redil por su cuenta, sino que sale él mismo a buscarla. Una vez hallada, ninguna otra recibirá tantas atenciones como esta que se había perdido, pues tendrá el honor de ir al hombro del pastor. Vuelta al redil y “pasada la sorpresa, es real ese más de calor que trae al rebaño, ese bien ganado descanso del pastor, hasta la calma del perro guardián, que sólo algunas vez, en sueños, se sobresalta y certifica, despierto, que la oveja duerme más acurrucada aún, si cabe, entre las otras”. Los cuidados y atenciones de la misericordia divina sobre el pecador arrepentido son abrumadores.
“Su perdón no consiste sólo en perdonar y olvidar para siempre nuestros pecados. Esto sería mucho; con la remisión de las culpas renace además el alma a una vida nueva, o crece y se fortalece la que existía. Lo que era muerte se convierte en fuente de vida; lo que fue tierra dura es ahora un vergel de frutos imperecederos.
“Nos muestra el Señor en este pasaje del Evangelio el valor que para El tiene una sola alma, pues está dispuesto a poner tantos medios para que no se pierda, y su alegría cuando alguno vuelve de nuevo a su amistad y a su cobijo. Y este interés es el que hemos de tener para que los demás no se extravíen y, si están lejos de Dios, para que vuelvan.
Señor –canta un antiguo himno de la Iglesia-, has quedado extenuado, buscándome:// ¡Que no sea en vano tan grande fatiga! (Himno Dies irae)”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Ediciones Palabra. 1992.

Tercer Domingo después de Pentecostés.

Toda la misa de este domingo canta la misericordia divina para con los hombres, la cual encuentra su expresión más conmovedora en la solicitud de Jesús por los pecadores. Las más bellas parábolas de la oveja extraviada y de la dracma perdida, recogidas por san Lucas, no podían encontrar lugar más adecuado que inmediatamente después de la fiesta del Sagrado Corazón.

Mientras el demonio, nuestro terrible adversario, se esfuerza encarnizadamente en perdernos, Dios prosigue incansable la obra de salvación que ha comenzado en nosotros. San Pablo nos invita a permanecer vigilantes, firmes en la fe, y a descargar sobre el Señor los cuidados que pesen sobre nosotros: "El mismo tendrá cuidado de nosotros."

Los cánticos hacen eco al evangelio y a la epístola; la invitación a la confianza es tanto más eficaz cuanto más cerca se halla Dios de los que viven en necesidad. Esta es una constante afirmación de las Escrituras, grata al salmista y reforzada por Cristo; por lo mismo, se la encuentra en toda la enseñanza de la Iglesia sobre el amor del Salvador a los desgraciados, a los pobres, a los pecadores, a todos cuantos buscan en Dios el remedio a su miseria.
*
INTROITUS
Ps. 24, 16 et 18 - Ps. ibid., 1-2
*
Respice in me, et miserére
mei, Dómine: quóniam
únicus, et pauper sum ego:
vide humilitátem meam, et
labórem meum: et dimítte omnia
peccáta mea, Deus meus.
Ps. Ad te, Dómine, levávi
ánimam meam: Deus meus, in te
confido, non erubéscam.
V /. Glória Patri.

El Propio de la Sancta Missa lo puedes obtener aquí.

sábado, 20 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XII).

Offérimus tibi, Dómine...

Santa María en sábado. Inmaculado Corazón de la Virgen María.

“En mí está toda gracia del camino y de verdad, en mí toda esperanza de vida y de fuerza.
“Como considerábamos en la fiesta de ayer, el corazón expresa y es símbolo de la intimidad de la persona. La primera vez que se menciona en el Evangelio el Corazón de María es para expresar toda la riqueza de esta vida interior de la Virgen: María –escribe San Lucas- guardaba todas estas cosas, ponderándolas en su corazón.
“… el Corazón de María es sabio, porque entendió como ninguna otra criatura el sentido de las Escrituras, y conservó el recuerdo de las palabras y de las cosas relacionadas con el misterio de la salvación; inmaculado, es decir, inmune de toda mancha de pecado; dócil, porque se sometió fidelísimamente al querer de Dios en todos sus deseos; nuevo, según la antigua profecía de Exequiel –os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo-, revestido de la novedad de la gracia merecida por Cristo; humilde, imitando el de Cristo, que dijo: Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; sencillo, libre de toda duplicidad y lleno del Espíritu de verdad; limpio, capaz de ver a Dios según la bienaventuranza del Señor; firme en la aceptación de la voluntad de Dios, cuando Simeón le anunció que una espada de dolor atravesaría su corazón, cuando se desató la persecución contra su Hijo o llegó el momento de su Muerte; dispuesto, ya que, mientras Cristo dormía en el sepulcro, a imitación de la esposa del Cantar de los Cantares, estuvo en vela esperando la resurrección de Cristo.
“El Corazón Inmaculado de María es llamado, sobre todo, santuario del Espíritu Santo, en razón de su Maternidad divina y por la inhabitación continua y plena del Espíritu divino en su alma. Esta maternidad excelsa, que coloca a María por encima de todas las criaturas, se realizó en su Corazón Inmaculado antes que en sus purísimas entrañas. Al Verbo que dio a luz según la carne lo concibió primeramente según la fe en su corazón, afirman los Santos Padres. Por su Corazón Inmaculado, lleno de fe, de amor, humilde y entregado a la voluntad de Dios, María mereció llevar en su seno virginal al Hijo de Dios.
“Ella nos protege siempre, como la madre al hijo pequeño que está rodeado de peligros y dificultades por todas partes, y nos hace crecer continuamente. ¿Cómo no vamos a acudir diariamente a Ella? “Sancta Maria, Stella maris”- Santa María, Estrella del Mar, ¡condúcenos Tú!
“Clama así con reciedumbre, porque no hay tempestad que pueda hacer naufragar el Corazón Dulcísimo de la Virgen. Cuando veas venir la tempestad, si te metes en ese Refugio firme, que es María, no hay peligro de zozobra o de hundimiento” (S. Josephmariae). En él encontramos un puerto seguro donde es imposible naufragar”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Ediciones Palabra. 1992.

viernes, 19 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (XI).

Deus, qui humánae substántiae...

Sagrado Corazón de Jesús.

“Después de la Ascensión al Cielo con su Cuerpo glorificado, no cesa de amarnos, de llamarnos para que vivamos siempre muy cerca de su Corazón amantísimo. “Aún en la gloria del Cielo lleva en las heridas de sus manos, de sus pies y de su costado los resplandecientes trofeos de su triple victoria: sobre el demonio, sobre el pecado y sobre la muerte; lleva, además, en su Corazón, como en arca preciosísima, aquellos inmensos tesoros de sus méritos, frutos de su triple victoria, que ahora distribuye con largueza al género humano ya redimido”(Pío XII, Enc. Haurietis aquas).
“Nosotros hoy, en este Solemnidad, adoramos el Corazón Sacratísimo de Jesús “como participación y símbolo natural, el más expresivo, de aquel amor inexhausto que nuestro Divino Redentor siente aun hoy hacia el género humano. Ya no está sometido a las perturbaciones de la esta vida mortal; sin embargo, vive y palpita y está unido de modo indisoluble a la Persona del Verbo divino, y, en ella y por ella, a su divina voluntad. Y porque el Corazón de Cristo se desborda en amor divino y humano, y porque está lleno de los tesoros de todas las gracias que Nuestro Redentor adquirió por los méritos de su vida, padecimientos y muerte, es, sin duda, la fuente perenne de aquel amor que su Espíritu comunica a todos los miembros de su Cuerpo místico” (Pío XII, ibídem).
“El meditar hoy en el amor que Cristo nos tiene, nos impulsará a agradecer mucho tanto don, tanta misericordia inmerecida. Y al contemplar cómo muchos viven de espaldas a Dios, al comprobar que muchas veces no somos del todo fieles, que son muchas las flaquezas personales, iremos a su Corazón amantísimo y allí encontraremos la paz. Muchas veces tendremos que recurrir a su amor misericordioso buscando esa paz, que es fruto del Espíritu Santo: Cor Iesu sacratissimum et misericors, dona nobis pacem, Corazón sacratísimo y misericordioso de Jesús, danos la paz.
“Y al ver a Jesús tan cercano a nuestras inquietudes, a nuestros problemas, a nuestros ideales, le decimos: “¡Gracias, Jesús mío!, porque has querido hacerte perfecto Hombre, con un Corazón amante y amabilísimo, que ama hasta la muerte y sufre; que se llena de gozo y de dolor; que se entusiasma con los caminos de los hombres, y nos muestra el que lleva al Cielo; que se sujeta heroicamente al deber, y se conduce por la misericordia; que vela por los pobres y por los ricos, que cuida de los pecadores y de los justos… ¡Gracias, Jesús mío, y danos un corazón a la medida del Tuyo” (San Josemaría Escrivá).
“Muy cerca de Jesús encontramos siempre a su Madre. A Ella acudimos al terminar nuestra oración, y le pedimos que haga firme y seguro el camino que nos lleva hasta su Hijo”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios, Ediciones Palabra, 1992.

Fiesta del Sagrado Corazón.

Fiesta de 1ª clase - Blanco.
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En ti descanza nuestra confianza, Corazón sagrado de Jesús, abierto por la lanza del centurión, fuente inagotable de vida, de donde brotan, como antaño de la roca de Moisés, el agua del bautismo y la sangre de la eucaristía, de los que nace la Iglesia, esposa y madre.
*
En el siglo XVI, el calvinismo, y en el XVII, el jansenismo, habían predicado un cristianismo desfigurado. En lugar del amor universal de Dios que entrega a su Hijo para la salvación de los hombres, no había más que temor y angustia ante el pensamiento de la exclusión inexorable para una gran parte de la humanidad.

A estas negaciones opuso siempre la Iglesia el amor infinito del Salvador muerto en la cruz por todos los hombres. La institución de la fiesta del Sagrado Corazón debía contribuir muy pronto a crear entre los fieles una poderosa corriente de devoción, que desde entonces no ha cesado de desarrollarse. San Juan Eudes había compuesto ya un primer oficio con su misa. Pero fue en el año 1675, a raíz de las apariciones de nuestro Señor a santa María Margarita, cuando se instituyó la fiesta. En 1856 Pío IX la extendió a la Iglesia universal, y en 1928 Pío XI la elevó al rango de 1ª clase.

"He ahí el Corazón que tanto ha amado a los hombres", había dicho nuestro Señor. Los textos de la misa evocan magníficamente la profundidad y la extensión de este amor del Salvador. En la epístola da gracias san Pablo por el esplendor del plan divino con sus dimensiones infinitas. En el evangelio aparece el símbolo mismo del amor redentor: el costado abierto, de donde brota el agua del bautismo y la sangre de la eucaristía.
*
INTROITUS
Ps. 32, 11 et 19 - Ps. 1
Cogitatiónes cordis ejus in
generatióne et generatiónem:
ut éruat a morte ánimas
eórum et alat eos in fame.
Ps. Exsultáte, justi, in Dómino,
rectos decet collaudátio.
V/ Glória Patri.
*
El Propio de la Sancta Missa de la Fiesta del Sagrado Corazón lo puedes obtener aquí.

jueves, 18 de junio de 2009

La belleza de la Tradición.

Un tributo a la Sancta Missa Tradicional, la Forma Extraordinaria del Rito Romano, gracias Santo Padre Benedicto XVI.

La Sancta Missa en 35 postales (X).

Súscipe, sancte Pater,...

La Oración, II.

“¿Qué es oración?
“Digamos que es una conversación del hijo de Dios con su Padre celestial. Notad las palabras “conversación del hijo de Dios”: las he puesto con toda idea. Se encuentran a veces hombres que no creen en la divinidad de Cristo, como ciertos deístas del siglo XVIII, como aquellos que en tiempos de la Revolución, establecieron el culto del Ser Supremo, e inventaron oraciones a la “Divinidad”: pensaron quizás deslumbrar a Dios con sus oraciones; pero todo era vano juego de un espíritu puramente humano, que Dios no podía aceptar.
“No es así nuestra oración. No es una conversación del hombre, simple criatura, con la divinidad, sino la conversación del hijo de Dios con su Padre celestial para adorarle, alabarle, manifestarle su amor, tratar de conocer su voluntad, y obtener de El la ayuda necesaria para cumplirla.
“En la oración nos presentamos a Dios en calidad de hijos, calidad que constituye esencialmente nuestra alma en el orden sobrenatural. Sin duda alguna, no debemos jamás olvidar nuestra condición de criaturas, es decir, nuestra nada; pero el punto de partida, o, por mejor decir, el terreno sobre el que debemos colocarnos es nuestras relaciones con Dios, es el terreno sobrenatural; en otros términos, es nuestra filiación divina, nuestra calidad de hijos de Dios por la gracia de Cristo, la que debe condicionar nuestra actitud fundamental, y, por decirlo así, servirnos de hilo conductor en la oración.
“Veamos cómo San Pablo aclara este punto: “No sabemos, dice, lo que debemos pedir a Dios en la oración según nuestras necesidades, pero el Espíritu Santo levanta nuestra flaqueza; El mismo ruega por nosotros con gemidos inenarrables”. Luego, dice San Pablo en el mismo lugar, este Espíritu que debe rogar por nosotros y en nosotros es “el Espíritu de adopción, que testifica que somos hijos de Dios y sus herederos, y que nos hace clamar a Dios: “Padre, Padre”. Este Espíritu nos fue dado después que, llegada la plenitud de los tiempos, nos envió Dios a su Hijo para concedernos la adopción de hijos”. Y porque la la gracia de Cristo nos hace sus hijos, “Dios envió también a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que nos autoriza a rogar a Dios como a un Padre: Quoniam estis filli, misit Deus Spiritum Filli in corda vestra. Y es que, en verdad, ya nos somos extranjeros, ni huéspedes de paso, sino miembros de la familia de Dios, de aquella mansión de la que Jesucristo es piedra angular”: Ipso summo angular lapide Christo Jesu.
“Así, pues, el Espíritu que recibimos en el bautismo, en el sacramento de nuestra adopción divina, es el que nos hace clamar a Dios: “Vos sois nuestros Padre” ¿Qué quiere decir esto sino que, como consecuencia de nuestra filiación divina, tenemos el derecho y el deber de presentarnos ante Dios como sus hijos?
“Escuchemos a Nuestro Señor mismo. El vino para ser la “luz del mundo” y sus palabras, “llenas de verdad”, nos indican “el camino”: Ego sum lux mundi, et via et veritas”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma, 1927.

miércoles, 17 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (IX).

ET INCARNATUS EST DE SPIRITU SANCTO EX MARIA VIRGINE: ET HOMO FACTUS EST.

La Oración, I.

“Tan grande es el deseo que tiene Nuestro Señor de darse a nosotros, que multiplicó los medios de llevarlo a cabo; juntamente con los varios sacramentos, nos ha señalado la oración, como fuente de la gracia. Es evidente que los sacramentos producen la gracia por el hecho mismo de ser aplicados al alma que no pone óbice a su acción.
“La oración, de suyo, no tiene una eficacia tan intrínseca; mas no nos es por eso menos necesaria que los sacramentos para conseguir la ayuda divina. Vemos, en efecto, cómo Jesucristo durante su vida mortal hace milagros, movido por la oración. Un leproso se le presente: “Señor, tened compasión de mí”, y le cura. Condúcenle un ciego, y le dice: “Señor, haced que vea”, y Nuestro Señor le devuelve la vista. Marta y Magdalena le dicen: “Señor, si hubieseis estado aquí, no hubiera muerto nuestro hermano”, y a esta súplica contesta el Señor con la resurrección de Lázaro. Son estos favores temporales, pero también la gracia se alcanza con la oración. “Señor, le dice la samaritana, dadme esa agua viva, de que sois fuente, y que procura la vida eterna”, y Cristo se descubre a ella como el Mesías, y la induce a confesar sus faltas para perdonárselas. Clavado en la Cruz, pídele el buen ladrón que se acuerde de él, y el Señor le concede perdón absoluto: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
“Por otra parte, Nuestro Señor mismo nos ha inculcado esta manera de impetración: “Pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá; buscad, y encontraréis”. “Todo cuanto pidiereis a mi Padre, en nombre mío, es decir, poniéndome por intercesor, os lo concederá”. Asimismo, San Pablo nos exhorta a hacer en todo tiempo continuas oraciones y súplicas, poniendo por intercesor al Espíritu Santo.
“Es, pues, evidente, que la oración vocal de impetración, resulta un medio muy poderoso para atraernos los dones de Dios.
“Pero lo que ahora deseo inculcaros es la oración mental, la “oración”. Es asunto de suma importancia el que vamos a tratar.
“La oración es uno de los medios más necesarios para efectuar aquí en la tierra nuestra unión con Dios y nuestra imitación de Jesucristo. El contacto asiduo del alma con Dios en la fe por medio de la oración y la vida de oración, ayuda poderosamente a la transformación sobrenatural de nuestra alma. La oración bien hecha, la vida de oración, es transformante.
“Más aún; la unión con Dios en la oración, nos facilita la participación más fructuosa de los otros medios que Cristo estableció para comunicarse con nosotros y asemejarnos a El. ¿Por qué esto? ¿Es acaso la oración, más eminente, más eficaz, que el santo sacrificio, que la recepción de los sacramentos, que son los canales auténticos de la gracia? Ciertamente que no; cada vez que nos acercamos a estas fuentes, sacamos un aumento de gracia, un crecimiento de vida divina; pero este crecimiento depende, en parte al menos, de nuestras disposiciones.
“Ahora bien, la oración, la vida de oración, conserva, estimula, aviva y perfecciona los sentimientos de fe, de humildad, de confianza y de amor, que en conjunto constituyen la mejor disposición del alma para recibir la abundancia de la gracia divina”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

martes, 16 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (VIII).

Sequéntia sancti Evangélii secúndum...

Vox sponsae, V.

“Además de los misterios de Cristo, la Iglesia celebra también las fiestas de los santos.
¿Por qué la Iglesia celebra a los santos? Porque el principio siempre fecundo de la unión que existe, después de la Encarnación, entre Cristo y sus miembros. Los santos son los miembros gloriosos del cuerpo místico de Cristo: Cristo está ya “formado en ellos”; ellos “han conseguido su plenitud” y alabándolos a ellos, Cristo es glorificado en ellos. “Alábame, decía Cristo a Santa Matilde, porque soy la corona de todos los santos”. Y la santa monja veía toda la hermosura de los escogidos alimentarse en la sangre de Cristo, resplandecer por las virtudes por El practicadas, y accediendo a la divina recomendación, honraba con todas sus fuerzas a la bienaventurada y adorable Trinidad “por haberse dignado ser admirable dignidad y corona de los santos”.
“A la Santísima Trinidad es, en efecto, como todos saben, a quien la Iglesia ofrece sus alabanzas, festejando a los santos. Cada uno de ellos es una manifestación de Cristo; lleva en si los caracteres del divino modelo, pero de una manera especial y distinta; es un fruto de la gracia de Cristo, y a la honra y gloria de esta gracia se complace la Iglesia en elevar a sus hijos victoriosos: In laudem gloriae gratiae suae.
“Tal es la característica de la piedad de la Iglesia por los santos: la complacencia. Esta buena madre se siente orgullosa con las legiones de sus escogidos, que son el fruto de su unión con Cristo, y que ya forman parte en los resplandores del cielo, del reinado de su Esposo, a quien honra, finalmente, en ellos: “Señor, ¡cuán admirables es vuestro nombre, pues habéis coronado de honor y gloria a vuestro santo”: Domine Dominus noster, quam admirabile est nomen tuum in universa terra… Glorria et honore coronasti eum. La Iglesia renueva en los santos el recuerdo de la alegría que inundó sus almas, cuando merecieron penetrar en el reino de los cielos: “Entra, bueno y leal servidor, en el gozo de tu Señor… Ven, esposo de Cristo, a recibir la corona que el Señor te tiene preparada, desde toda la eternidad”; enaltece las virtudes y méritos de sus apóstoles y mártires, de sus pontífices, confesores y vírgenes; se alegra de su gloria y presenta sus ejemplos, si no siempre a la imitación, al menos a la alabanza de sus hermanos en la tierra: Si martyres sequi non vales actu, sequere affectu; si non glorria, certe laetitia; si non meritis, votis; si non excellentia, connexione.
“Y después de haberlos alabado, se encomienda a sus oraciones e intercesión. ¿Menoscaba por esto el poder infinito de Cristo, sin el cual nada podemos hacer? Ciertamente que no. Se complace Cristo, no para disminuir su acción, antes más bien para agrandarla, oyendo a los santos, que son los príncipes de la corte celestial, y otorgándonos por su intercesión cuantas gracias le pedimos; establécense así una corriente sobrenatural de cambio entre todos los miembros de su cuerpo místico.
“En fin, no pudiendo la Iglesia festejar a cada uno de los santos en particular, al fin del ciclo litúrgico, estableció la solemne fiesta de Todos los Santos, en la cual agota, por decirlo así, el tesoro de sus más apreciables alabanzas”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma, 1927.

lunes, 15 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (VII).

Epístolae

Vox sponsae, IV.

“Otro tanto se verifica en otros misterios. La celebración de la Cuaresma, de la Pasión y muerte de Jesucristo, durante la Semana Santa, trae consigo una gracia de “muerte para el pecado” que nos ayuda a destruir más en nosotros el pecado, y el apego al pecado y a las criaturas. Porque, dice categóricamente San Pablo, Cristo nos hizo morir con El, y con El nos sepultó: Si unus mortuus est, ergo omnes mortui sunt… consepulti enim sumus cum illo. Así debe ser de derecho y en principio para todos; empero la aplicación tiene lugar en el transcurso de los siglos, en cada alma, mediante la participación que cada uno de nosotros toma en la muerte de Cristo, en particular durante los días en los cuales la Iglesia nos trae a la memoria este recuerdo.
“Lo mismo en Pascua, cuando cantamos el triunfo de Cristo saliendo del sepulcro, vencedor de la muerte, bebemos, en la participación de este misterio, una gracia de vida y de libertad espirituales. Dios, dice San Pablo, nos resucita con Cristo: Conresuscitavit nos; y dice también, hablando de la gracia propia de este misterio: Si consurrexistis cum Christo, quae sursum sunt quaerite…, non quae super terram. Si habéis resucitado con Cristo, buscad y apreciad, no lo que es de la tierra, lo que, siendo creado, encierra germen de corrupción y de muerte, sino lo que está arriba, lo que os encamina a la vida eterna: Ut quomodo Christus surrexis a mortuis per gloriam Patris, ita et nos in novitate vitae ambulemus.
“Después de asociarnos Cristo a su vida de resucitado, hácenos participar del misterio de su Ascensión. ¿Cuál es la gracia especial de este misterio? San Pablo nos lo dice: Deus… consedere fecit nos in caelestibus in Christo Jesu. El gran Apóstol –que con todos estos ejemplos aclara admirablemente y con amor la exposición de nuestra unión con Cristo, como miembros de su cuerpo místico-, nos dice, en términos muy explícitos, que “Dios nos ha hecho sentar con Cristo en el reino de los cielos”. Por esto un autor antiguo escribía: “Acompañemos, mientras aquí vivimos, a Cristo en el cielo por medio de la fe y del amor, de suerte que podamos seguirle corporalmente el día señalado por las promesas eternas”.
“¿No es esto lo que la Iglesia nos hace pedir en la colecta de la fiesta? Ut qui Redemptorem nostrum in caelos ascendisse credimus, ipse quoque mente in caelestibus habitemus. “¡Ojalá pudiésemos, por nuestros deseos, vivir ya en el cielo, a donde creemos que nuestro Redentor y Jefe ha subido!”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, nuestra vida, 1927.

domingo, 14 de junio de 2009

Movimiento Pro Misa Tridentina en Uruguay.

La Sancta Missa en 35 postales (VI).

Oratio

Segundo Domingo después de Pentecostés.

Domingo de 2ª clase - Verde. Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. Hoy se puede celebrar también la Fiesta del Corpus. Se permiten dos misas votivas de II clase.

La Epístola recuerda el imperioso deber de la caridad fraterna. Siguiendo a Cristo, que se ha entregado por nosotros, debemos amar a nuestro prójimo hasta dar, como él, nuestra vida por los hermanos.
En el Evangelio, la parábola de los invitados al festín vale tanto para la eucaristía como para el banquete mesiánico, al que estamos todos invitados. Cada vez que nos acerquemos a la sagrada mesa, acordémonos que esa "comunión" nos prepara para la unión definitiva de allá arriba. Las anticipaciones santificantes del sacramento tendrán su total perfeccionamiento en la felicidad eterna.
Las oraciones nos convidan a fijar nuestro amor en Dios, a despegarnos de las cosas de la tierra para "hacernos adelantar en la práctica de una vida verdaderamente celestial".
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S. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam ( 14, 16-24).
M. Glória tibi Dómine.
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En aquel tiempo: Propuso Jesús a los fariseos esta parábola: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. A la hora de cenar envió un criado a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba ya dispuesto. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado una granja, y necesito ir a verla: ruégote me des por excusado. El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y quiero ir a probarlas: te ruego me excuses. Y dijo otro: Acabo de casarme, y por eso no puedo ir. Habiendo vuelto el criado, refirió todo esto a su amo. Irritado entonces el padre de familias, dijo a su criado: Sal luego a las plazas y barrios de la ciudad, y tráeme acá cuantos pobres, lisiados, ciegos y cojos hallares. Y dijo el criado: Señor, hecho está todo como mandaste, y aun hay lugar. Respondióle el amo al criado: Sal a los caminos y cercados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Pero os aseguro, que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados probará mi cena.
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M. Laus tibi, Christi.
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sábado, 13 de junio de 2009

Algunas prácticas piadosas.

Al toque del Ave María (por la mañana, al medio día y al anochecer) se reza el Angelus o Regína coeli.
Cuando, estando fuera de la Iglesia, se oye la señal de alzar la Hostia y el cáliz, o de la bendición con el Santísimo, se dirá:
Bendito y alabado sea en todo momento el Santísimo y Divinísimo Sacramento.
Al dar la hora
se reza una Ave María; suele añadirse alguna jaculatoria.
Cuando llevan el Santísimo a un enfermo se ha de procurar, si se puede, acompañarlo con modestia y recogimiento; y si no se puede, hacer un acto de adoración en cualquier sitio donde uno se halle y decir: “Consolad, Señor, a este enfermo, y dadle gracia para que se conforme con vuestra santísima voluntad y consiga su salvación”.
Al oír el toque de agonía iré, si puedo, a la Iglesia a rogar por el moribundo, y si no puedo, encomendaré su alma al Señor, pensando que dentro de poco me hallaré yo también en ese estado.
Al oír doblar a muerto, procuraré decir un De profundis o un Réquiem aetérnam por el alma de aquel difunto y renovaré el pensamiento de la muerte.
El viernes, a las tres de la tarde, o cuando se diese la señal con la campana de la Iglesia, se rezan cinco Padre Nuestros y Ave Marías en memoria de la Pasión y Muerte de N. S. Jesucristo.
GALO MORET Pbro. S. (1931).

La Sancta Missa en 35 postales (V).

Dóminus vobíscum

San Antonio de Padua.

Confesor y Doctor de la Iglesia.
1195 en Lisboa, Portugal; † 13 de junio de 1231
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San Antonio de Padua se hizo religioso de San Francisco con el propósito de ir a morir mártir predicando la fe a los moros. La enfermedad le impidió mantener este designio. Predicó a la gente y convirtió a muchos; predicó a los peces y le escucharon. Ordenó al mulo de un hereje que adorase la Santa Hostia; obedecióle el animal, confundióse y convirtióse su dueño. Resucitó a un muerto para justificar a su propio padre. Tenía gran devoción a la Santísima Virgen y la invocaba en todas sus tentaciones. Nuestro Señor lo asistió en la hora de su muerte, que acaeció en el año 1231, en el trigésimo sexto año de su edad.
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ORACIÓN
Que la piadosa solemnidad de vuestro confesor San Antonio difunda santa alegría en vuestra Iglesia, Señor, a fin de que ella reciba sin cesar el auxilio de vuestras gracias, y merezca gustar un día de los gozos eternos. Por J. C. N. S. Amén

viernes, 12 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (IV).


Glória in excélsis

Vox sponsae, III.

“Los misterios de Jesucristo que la Iglesia nos manda celebrar cada año, son misterios vivos y palpitantes.
“Figuraos un creyente y un incrédulo ante la representación de la Pasión que se verifica en Oberammergau o en Nancy. El incrédulo admirará quizás la estupenda combinación del drama; recibirá conmociones estéticas. Pero en el creyente la impresión será mucho más acentuada. ¿Por qué? Porque aunque no llegue a apreciar la realidad artística de la representación, las escenas que se suceden a su vista le recordarán sucesos que guardan íntima relación con su fe. Más aún; en el creyente esta influencia solamente proviene de una causa externa: el espectáculo a que asiste, la representación, no se haya animada de una virtud interna, intrínseca, capaz por sí misma de mover su alma de un modo sobrenatural. Esta virtud la tienen únicamente los misterios de Jesucristo, como los celebra la Iglesia, no en el sentido de que encierran la gracia, como los sacramentos, pero sí en el de que, siendo misterios vivos, son también fuentes de vida para el alma.
“Cada misterio de Cristo es, no sólo un objeto de contemplación para el espíritu; un recuerdo que nos representamos para alabar a Dios y darle gracias por cuanto hizo por nosotros; es algo más sublime: cada misterio constituye para toda alma movida por la fe, una participación en los divinos estados del Verbo Encarnado.
“Esta doctrina es muy importante. Los misterios de Cristo fueron primero vividos por El mismo, a fin de que nosotros podamos vivirlos a nuestra vez unidos con El. Pero ¿cómo? Inspirándonos en su espíritu, apropiándonos sus virtudes, para que, viviendo de ellas, nos asemejemos a Cristo.
“Jesucristo vive ahora glorioso en el cielo; su vida sobre la tierra, mientras en ella vivió en forma visible, no duró sino treinta y tres años; pero la virtud de cada uno de sus misterios es infinita, y sigue siendo inagotable. Cuando, pues, los celebramos en la sagrada liturgia, recibimos, en la medida que señala nuestra fe, las mismas gracias que si hubiéramos vivido con Nuestro Señor, y con El hubiéramos tomado parte en sus misterios. Estos misterios tuvieron por autor al Verbo Encarnado, y como ya queda dicho, Jesucristo, por su Encarnación, asoció todo el género humano a estos divinos misterios, y mereció para todos sus hermanos la gracia que quiso agregarles. Al confiar a la Iglesia la celebración de estos misterios para perpetuar su misión sobre la tierra, por medio de esa misma celebración en el transcurso de los siglos, Jesucristo hace participar de la gracia que encierran estos misterios a las almas fieles; pues estos misterios, en expresión de San Agustín, son el tipo y modelo de la vida cristiana, que debemos realizar en calidad de discípulos de Jesús.
“Apreciemos lo dicho en cuanto se relaciona con su Nacimiento. “Adorando el nacimiento de nuestro Salvador, dice San León, es natural que nos ocurra celebrar nuestro propio nacimiento. La generación temporal de Cristo, en efecto, es el origen del pueblo cristiano, y el nacimiento de la cabeza, es a la vez el de su cuerpo místico. Todo hombre, doquier habite, encuentra, por este misterio, un nuevo nacimiento en Cristo. La fiesta de Navidad, en efecto, aporta cada año, al alma que celebra este misterio de fe –porque por la fe primero, y luego mediante la comunión, es como entramos en contacto con los misterios de Cristo- una gracia de renovación interior, que aumenta el grado de su participación a la filiación divina en Cristo Jesús”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma, 1927.

jueves, 11 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (III).


Introito

Corpus Christi.

“Hoy, fiesta del Corpus Christi, meditamos juntos la profundidad del amor del Señor, que le ha llevado a quedarse oculto bajo las especies sacramentales (…)
“Me gustaría que (…) tomáramos conciencia de nuestra misión de cristianos, volviéramos los ojos hacia la Sagrada Eucaristía, hacia Jesús que, presente entre nosotros, nos ha constituido como miembros suyos: vos estis corpus Christi et membra de membro, vosotros sois el cuerpo de Cristo y miembros unidos a otros miembros. Nuestro Dios ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo. Jesús es simultáneamente el sembrador, la semilla y el fruto de la siembra: el Pan de vida eterna.
“Este milagro, continuamente renovado, de la
Sagrada Eucaristía, tiene todas las características de la manera de actuar de Jesús. Perfecto Dios y perfecto hombre, Señor de cielos y tierra, se nos ofrece como sustento, del modo más natural y ordinario. Así espera nuestro amor, desde hace casi dos mil años. Es mucho tiempo y no es mucho tiempo: porque, cuando hay amor, los días vuelan.
“Viene a mi memoria una encantadora poesía gallega, una de esas Cantigas de Alfonso X el Sabio. La leyenda de un monje que, en su simplicidad, suplicó a Santa María poder contemplar el cielo, aunque fuera por un instante. La Virgen acogió su deseo, y el buen monje fue trasladado al paraíso. Cuando regreso, no reconocía a ninguno de los moradores del monasterio; su oración, que a él le había parecido brevísima, había durado tres siglos. Tres siglos no son nada, para un corazón amante. Así me explico yo esos dos mil años de espera del Señor en la Eucaristía. Es la espera de Dios, que ama a los hombres, que nos busca, que nos quiere tal como somos –limitados, egoístas, inconstantes-, pero con la capacidad de descubrir su infinito cariño y de entregarnos a El enteramente.
“Por amor y para enseñarnos a amar, vino Jesús a la tierra y se quedó entre nosotros en la Eucaristía. Como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin; con esas palabras comienza San Juan la narración de lo que sucedió aquella víspera de la Pascua, en la que Jesús –nos refiere San Pablo- tomó el pan, y dando gracias, lo partió y dijo: tomad y comed; este es mi cuerpo, que por vosotros será entregado; haced esto en memoria mía. Y de la misma manera el cáliz, después de haber cenado, diciendo: este cáliz es el nuevo testamento de mi sangre; haced esto cuantas veces lo bebiereis, en memoria mía. (…)
“Os diré que para mí el Sagrario ha sido siempre Betania, el lugar tranquilo y apacible donde está Cristo, donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías, con la misma sencillez y naturalidad con que le hablaban aquellos amigos suyos, Marta, María y Lázaro. Por eso, al recorrer las calles de alguna ciudad o de algún pueblo, me da alegría de descubrir, aunque sea de lejos, la silueta de una iglesia: es un nuevo Sagrario, una ocasión más de dejar que el alma se escape para estar con el deseo junto al Señor Sacramentado”.
Fuente: San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa. De una homilía de Corpus Christi, el 28 de mayo de 1964.
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miércoles, 10 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (II).

Confiteor

Vox sponsae, II.

“Veamos cómo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, realiza su misión.
“Como centro de toda la religión, pone la Iglesia el santo sacrificio de la Misa, verdadero sacrificio que renueva la obra de nuestra redención en el Calvario, y nos aplica sus frutos; hace acompañar esta oblación de ritos sagrados que regula cuidadosamente y que son como el ceremonial de la corte del Rey de los reyes; le rodea de un conjunto de lecturas, cánticos, himnos y salmos que sirven de preparación o de acción de gracias a la inmolación eucarística.
“Este conjunto constituye el “Oficio divino”; sabéis que la Iglesia impone la recitación, como una obligación grave, a los que Cristo, por el sacramento del Orden, ha hecho oficialmente partícipes de su sacerdocio eterno. En cuanto a los elementos, a las “fórmulas” de la alabanza, algunos, como los himnos, los compone la Iglesia misma por la pluma de sus Doctores, que son a la vez Santos admirables, como San Ambrosio; pero, sobre todo, los toma de los libros sagrados e inspirados por el mismo Dios. San Pablo nos dice que ignoramos cómo debemos orar, pero añade: “El Espíritu Santo ruega por nosotros”: Sed ipse Spiritus postulat pro nobis gemitibus inenarrabilibus. Es decir, que sólo Dios sabe cómo debe orarse. Si esto es verdad respecto a la impetración, lo es sobre todo con relación a la oración de alabanza y de acción de gracias. Dios sólo sabe cómo debe ser alabado; las más sublimes concepciones que produce nuestra inteligencia, son humanas; para ensalzar dignamente a Dios, es necesario que Dios mismo nos dicte los términos de su alabanza; y por eso, la Iglesia pone los salmos en nuestros labios como la mejor alabanza que, después del Santo Sacrificio, podemos presentar a Dios.
“Leed estas páginas sagradas y veréis cómo los cánticos inspirados por el Espíritu Santo relatan, publican y ensalzan todas las perfecciones divinas. El cántico del Verbo eterno en la Santísima Trinidad, es sencillo, y, sin embargo de ello, infinito; pero en nuestros labios creados, incapaces de comprender lo infinito, las alabanzas se multiplican y repiten con admirable riqueza y gran variedad de expresiones; los Salmos cantan sucesivamente la potencia, la magnificencia, la santidad, la justicia, la bondad, la misericordia o la hermosura divinas. (…)
“Al propio tiempo que celebran las perfecciones divinas, los Salmos expresan por modo admirable los sentimientos y las necesidades de nuestras almas. El salmo sabe llorar y alegrarse, desear y suplicar. No hay disposición alguna del alma que no pueda expresar. La Iglesia conoce nuestras necesidades, y por esta razón, cual madre cuidadosa, pone en nuestros labios aspiraciones tan profundas y fervorosas de arrepentimiento, de confianza, de gozo, de amor, de complacencia, dictadas por el mismo Espíritu Santo. (…)
“Finalmente, el postrer motivo que indujo a la Iglesia a escoger los Salmos, es porque ellos, lo mismo que todos los libros inspirados, nos hablan de Jesucristo. La Ley, esto es, el Antiguo Testamento, según la hermosa expresión de un autor de los primeros siglos, “llevaba a Cristo en su seno”: Lex Christo gravidat erat… (…) Este espíritu profético mesiánico, es, sobre todo, real en los Salmos. Los Salmos están llenos de alusiones al Mesías: su divinidad, su humanidad, los múltiples episodios de su vida, los detalles de su muerte, están bien señalados con rasgos inequívocos (…)
“La Iglesia concluye todos los Salmos con el mismo canto: Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto… Quiere la Iglesia de este modo atribuir toda la gloria a la Santísima Trinidad, primer principio y último fin de todo cuanto existe, y se asocia por la fe y el amor a la alabanza eterna que el Verbo, ejemplar de toda la creación, tributa a su Padre celestial”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

martes, 9 de junio de 2009

La Sancta Missa en 35 postales (I).


Preparación en la Sacristía.

Vox sponsae, I.

“El santo sacrificio del que el alma participa mediante la comunión sacramental, constituye el centro de nuestra sacrosanta religión; en un mismo acto está comprendido el memorial, la renovación y la aplicación del sacrificio del Calvario.
“Empero, la Misa no suple por sí sola todos los actos de religión que nos incumbe cumplir; y bien que sea el más perfecto homenaje que a Dios podemos tributar y que contenga en sí la sustancia y virtud de todos los homenajes, no es, con todo, el único. ¿Qué más debemos a Dios? El tributo de la oración, ora pública, ora individual. (…) Veamos en qué consiste el homenaje de la oración o culto público.
“Quien lea las epístolas de San Pablo verá cómo repetidamente nos exhorta: “Inspirados por la gracia, escribe a los Colosenses, se derramen delante de Dios, con salmos, himnos y cánticos espirituales”. Y también: “Hablando entre vosotros y entreteniéndoos con salmos, y con himnos, y con canciones espirituales, cantando y loando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todo a Dios Padre, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo”. El mismo Apóstol, en su prisión, juntamente con Silas, rompía el silencio de la noche tributando a Dios alabanzas y dándole gracias con alegre corazón por cuanto padecían”: Media autem nocte Paulus et Silas orantes laudabant Deum.
“Esta alabanza divina se halla estrechamente vinculada con el santo sacrificio de la Misa, y Cristo mismo quiso mostrarlo con su ejemplo. Refieren, en efecto, los Evangelistas que Cristo no salió del Cenáculo luego de instituida la Eucaristía, sino después de haber cantado el himno de alabanza: Hymno dicto. La oración pública gira en torno al sacrificio del altar; en él estriba y de él saca su más subido valor a los ojos de Dios; porque la ofrenda la Iglesia, en nombre de su Esposo, Pontífice eterno, que ha merecido por su sacrificio sin cesar renovado, que toda gloria y honor vuelva al Padre, en la unidad del Espíritu Santo: Per ipsum et cum ipso et in ipso est tibi… omnis honor et gloria.
“Veamos, pues, en qué consiste este homenaje de la oración oficial de la Iglesia y cómo constituyendo una obra muy agradable a Dios, llega a ser también para nosotros una fuente pura y abundante de unión con Cristo y de vida eterna.
“Jesucristo, antes de subir nuevamente al cielo, legó a la Iglesia su mayor riqueza, la misión de continuar su obra en la tierra. Esta obra, como sabéis, es doble: de alabanza con relación al Padre Eterno y de salvación con respecto a los hombres. Es verdad que por nuestro bien el Verbo se hizo carne: Propter nos et propter nostram salutem descendit de caelis, pero la obra misma de la redención no la cumplió Cristo sino porque ama a su Padre: Ut cognoscat mundus quia diligo Patrem… sic facio.
“La Iglesia recibe de Cristo esta misión. Por una parte, recibe, para santificar a los hombres, los sacramentos y el privilegio de la infalibilidad, pero, de otra, participa a la vez, para continuar el homenaje de alabanzas que la humanidad de Cristo ofrecía al Padre, del afecto religioso que hacia el mismo Padre tuvo en vida el Verbo encarnado”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

lunes, 8 de junio de 2009

"Consejos para protejerse de la Influenza humana".

Para evitar contagios en los Templos, Monseñor Héctor Gallardo, Vicario Episcopal de la Zona Oeste y Director del Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago, Chile, sugiere "recibir la Comunión en la mano y el abrazo de la paz".
El artículo completo lo pueden leer aquí y está tomado del "Periódico Encuentro con la Iglesia de Santiago"

El Bautismo: muerte y vida, IV.

“Tal es la gracia del Bautismo expresada según el simbolismo, simbolismo que mejor que ahora adquiría todo su relieve y su completa significación al ser administrado el Bautismo en la noche pascual.
“Oigamos ahora a San Pablo: “¿Por ventura ignoráis que todos los que hemos sido bautizados para llegar a ser miembros del cuerpo místico de Cristo, lo hemos sido con la representación y en virtud de su muerte?” Es decir, que la muerte de Jesús es para nosotros el modelo y causa meritoria de nuestra muerte para el pecado por el Bautismo. ¿Por qué morir? Porque Cristo, nuestro modelo, ha muerto: Complantati facti sumus similitudini mortis ejus. Pero ¿qué es lo que muere? La naturaleza viciada, corrompida, el “hombre viejo”: Vetus homo noster simul cruxifixus est. ¿Para qué? Para que nos veamos libres del pecado: Ut destruatur corpus peccavit et ultra non serviamus peccato. “Hemos sido, por tanto, continúa diciendo San Pablo al explicar el simbolismo, sepultados con Cristo en el bautismo en unión con su muerte, para que de ese modo y a ejemplo de Jesucristo resucitado de entre los muertos en virtud del poder glorioso de su Padre, caminemos también nosotros hacia una nueva vida”.
“Ved aquí indicada la obligación que nos impone la gracia bautismal: “vivir nueva vida”, vida que nos señala, en su resurrección, Cristo, nuestro modelo y ejemplo; precisamente porque “si hemos reproducido, mediante nuestra unión con El, la imagen de su muerte, menester es también que reproduzcamos, con una vida del todo espiritual, la imagen de su vida de resucitado; nuestro hombre viejo ha sido crucificado con El, es decir, ha sido destruido por la muerte de Cristo, para que no seamos ya esclavos del pecado, puesto que el que ha muerto se halla libre del pecado”. Así, pues, en el Bautismo hemos renunciado para siempre al pecado.
“Pero esto solo no basta: hemos recibido además el germen de la vida divina, y debemos también desarrollar en nosotros ese germen, como nos recuerda a renglón seguido San Pablo: “Porque si hemos muero con Cristo, creemos que hemos de vivir igualmente con El”, sin que cese nunca ese vivir, “pues Cristo –que no sólo es modelo, sino que infunde además en nosotros su gracia,- una vez resucitado no vuelve a morir: la muerte no tiene ya dominio sobre El; una vez por todas ha muerto al pecado, y en adelante vive siempre para Dios, y es inmortal”.
“Concluye San Pablo con esta aplicación dirigida a aquellos que, por el bautismo, participan de la muerte y vida de Cristo, su modelo: “Así, ni más ni menos, vosotros considerad también que realmente estáis muertos al pecado por el Bautismo y que vivís ya para Dios en Jesucristo, a quien estáis incorporados por la gracia bautismal: Ita et vos existimate. Vos mortuos quidem ese peccato, vivientes autem Deo in Christo Jesu”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma, 1927.

domingo, 7 de junio de 2009

La Santísima Trinidad.

“Tibi laus, Tibi gloria, Tibi gratiarum actio… A Ti la alabanza, a Ti la gloria, a Ti hemos de dar gracias por los siglos de los siglos, ¡oh Trinidad Beatísima!
“Después de haber renovado los misterios de la salvación –desde el Nacimiento de Cristo en Belén hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés-, la liturgia nos propone el misterio central de nuestra fe: la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias, misterio inefable de la vida íntima de Dios.
“Poco a poco, con una pedagogía divina, Dios fue manifestando su realidad íntima, nos ha ido revelando cómo es El, en Sí, independiente de todo lo creado. En el Antiguo Testamento da a conocer sobre todo la Unidad de su Ser, y su completa distinción del mundo y su modo de relacionarse con El, como Creador y Señor. Se nos enseña de muchas maneras que Dios, a diferencia del mundo, es increado; que no está limitado a un espacio (es inmenso), ni al tiempo (es eterno). Su poder no tiene límites (es omnipotente): Reconoce, pues, hoy, y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Sólo Tú, Señor.
“El Antiguo Testamento proclama sobre todo la grandeza de Yahvé, único Dios, Creador y Señor de todo el universo. Pero también se revela como el pastor que busca a su rebaño, que cuida a los suyos con mimo y ternura, que perdona y olvida las frecuentes infidelidades del pueblo elegido… A la vez, se va manifestando la paternidad de Dios Padre, la Encarnación de Dios Hijo, que es anunciada por los profetas, y la acción del Espíritu Santo, que lo vivifica todo.
“Pero es Cristo quien nos revela la intimidad del misterio trinitario y la llamada a participar en él. Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. El nos reveló también la existencia del Espíritu Santo junto con el Padre y lo envió a la Iglesia para que la santificara hasta el fin de los tiempos; y nos reveló la perfectísima Unidad de vida entre las divinas Personas.
“El misterio de la Santísima Trinidad es el punto de partida de toda la verdad revelada y la fuente de donde procede la vida sobrenatural y a donde nos encaminamos: somos hijos del Padre, hermanos y coherederos del Hijo, santificados continuamente por el Espíritu Santo para asemejarnos cada vez más a Cristo. Así crecemos en el sentido de nuestra filiación divina. Esto nos hace ser templos vivos de la Santísima Trinidad.
“Por ser el misterio central de la vida de la Iglesia, la Trinidad Beatísima es continuamente invocada en toda la liturgia. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo fuimos bautizados, y en su nombre se nos perdonan los pecados; al comenzar y al terminar muchas oraciones, nos dirigimos al Padre, por mediación de Jesucristo, en unidad del Espíritu Santo. Muchas veces a lo largo del día repetimos los cristianos: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
“¡Dios es mi Padre! Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración.
“¡Jesús es mi Amigo entrañable!, que me quiere con toda la divina locura de su Corazón.
“¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino.
“Piénsalo bien. Tú eres de Dios…, y Dios es tuyo”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Madrid: Ediciones Palabra. 1987.

Fiesta de la Santísima Trinidad (Primer Domingo después de Pentecostés).

Terminada la Octava de la fiesta del Espíritu Santo o Pentecostés, empieza el Tiempo después de Pentecostés, que llega hasta el primer domingo de Adviento. Este espacio de tiempo oscila entre 23 y 28 semanas, demodo que es el más largo del Año Eclesiástico. Su objeto es prolongar en la Iglesia y en las almas justas el eco y los sobrenaturales efectos de la bajada del Espíritu Santo en cada alma y en todo el conjunto de la sociedad cristiana. Las Epístolas de las misas de los domingos después de Pentecostés están sacadas ora de San Pablo, ora de San Juan, ora de Santiago, pero con mayor frecuencia del primero. Los Evangelios primitivamente guardaban cierta armonía con las Epístolas y con los demás textos de las misas,pero luego sufrieron algunas alteraciones. Las piezas maestras de todas las misas de este Tiempo, son las Colectas, verdaderas joyas literarias y teológicas.
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INTROITUS
Tob. 12, 6. Ps. 8, 2.
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Benedicta sit sancta Trinitas, atque indivísa únitas:
confitébimur ei, quia fecit nobíscum misericórdiam suam.
- Ps. - Dómine Dóminus noster,
quam admirábile est nomen tuum in univérsa terra!
V/. Glória Patri

Los Propios de la Sancta Missa aquí.