martes, 30 de noviembre de 2010

San Andrés, apostol.

San Andrés, pescador de Betsaida en Galilea, hermano de Simón Pedro y, primero, discípulo de San Juan Bautista, fue, después de la Ascensión, a predicar el Evangelio en Tracia, en Escitia y, después, en Grecia. Fue apresado bajo Nerón, azotado varias veces y por fin, condenado a morir crucificado. Regaló sus vestiduras al verdugo y, en cuanto vio la cruz, la abrazó exclamando: “¡Oh buena cruz, cuánto tiempo hace que te deseo!” Desde lo alto de ella predicó durante dos días el Evangelio a la multitud que presenciaba su suplicio.
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Meditación sobre la cruz de San Andrés.
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I. San Andrés había deseado durante mucho tiempo la cruz y había preparado su espíritu para recibirla. Imita esta santa previsión y prepárate para padecer valerosamente las más duras pruebas. Pide a Dios que te castigue según su beneplácito. Si te escucha, la cruz te será dulce; si no te escucha, no por eso quedarán sin recompensa tus buenos deseos. Di con San Andrés: Oh buena Cruz, oh Cruz por tanto tiempo deseada, sepárame de los hombres para devolverme a mi Maestro, a fin de que Aquél que me ha redimido por la cruz, me reciba por la cruz.
II. San Andrés se alegró a la vista de su cruz porque debía morir como su divino Maestro. Cuando veas tú que se te aproximan la cruz y los sufrimientos, que este pensamiento te fortifique. Jesús ha padecido todos estos tormentos y mucho más crueles aun, para endulzarme con su amargura. En lugar de imitar a este santo Apóstol, ¿no tiemblas tú, acaso, a la vista de las cruces y de las aflicciones?
III. Considera que no es San Andrés quien lleva la cruz, sino la cruz la que lleva a San Andrés. Si llevas tú la cruz como él, ella te llevará, no te incomodará, te ayudará a evitar los peligros del mundo. Si no llevas tu cruz con alegría y buena voluntad, será preciso que la arrastres gimiendo. Nadie está exento de cruz en este mundo; siente menos su pesadez quien la lleva alegremente por amor a Dios. La cruz es un navío; nadie puede atravesar el mar del mundo si no es llevado por la cruz de Jesucristo (San Agustín).
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Oración (Del Misal)
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Oíd nuestras humildes plegarias y concedednos, Señor, que el Apóstol San Andrés, que instruyó y gobernó a vuestra Iglesia, interceda continuamente por nosotros ante el trono de vuestra divina Majestad. Por J. C. N. S. Amén

lunes, 29 de noviembre de 2010

Reflexión sobre el tiempo de Adviento.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estad sobre aviso, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo (…) Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa: si a la tarde, o a media noche, o al canto del gallo, o a la mañana. No sea que cuando viniere de repente, os halle durmiendo. Y a lo que a vosotros digo a todos digo, velad”.
Para mantener este estado de vigilia es necesario luchar, porque la tendencia de todo hombre es vivir con los ojos puestos en las cosas de la tierra. Especialmente en este tiempo de adviento, no vamos a dejar que se ofusquen nuestros corazones con la glotonería y embriaguez y los cuidados de esta vida, y perder de vista así la dimensión sobrenatural que deben tener todos nuestros actos. San Pablo compara esta vigilia sobre nosotros a la guardia que hace el soldado bien armado que no se deja sorprender. “Este adversario enemigo nuestro dondequiera que pueda procura dañar; y pues él no anda descuidado, no lo andemos nosotros” (Santa Teresa, Camino de Perfección).
Estaremos alertas si cuidamos con esmero la oración personal, que evita la tibieza y, con ella, la muerte de los deseos de santidad; estaremos vigilantes si no descuidamos las mortificaciones pequeñas, que nos mantienen despiertos para las cosas de Dios. Estaremos atentos mediante un delicado examen de conciencia, que nos haga ver los puntos en que nos estamos separando, casi sin darnos cuenta, de nuestro camino.
“Hermanos –nos dice San Bernardo-, a vosotros, como a los niños, Dios revela lo que ha ocultado a los sabios y entendidos: los auténticos caminos de la salvación. Meditad en ellos con suma atención. Profundizad en el sentido de este Adviento. Y, sobre todo, fijaos quién es el que viene, de dónde viene y a dónde viene; para qué, cuándo y por dónde viene. Tal curiosidad es buena. La Iglesia universal no celebraría con tanta devoción este Adviento si no contuviera algún gran misterio”.
Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará, leemos en las antífonas de la liturgia.
Santa María, Esperanza nuestra, nos ayudará a mejorar en este tiempo de Adviento. Ella espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo, que es el Mesías. Todos sus pensamientos se dirigen a Jesús, que nacerá en Belén. Junto a Ella nos será fácil disponer nuestra alma para que la llegada del Señor no nos encuentre dispersos en otras cosas, que tienen poca o ninguna importancia ante Jesús. (R.P. Francisco Fernández Carvajal).

domingo, 28 de noviembre de 2010

Primer Domingo de Adviento.

Fin de los tiempos, prodigios en el cielo, furia de los mares, zarandeo de los cimientos de la tierra: desde el seno del mundo que se derrumba, la Iglesia eleva hacia Dios su alma y sus manos suplicantes; y el Espíritu clama con ella: "Ven, Señor".
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Estación en Santa María la Mayor. Domingo de 1ª clase, ornamentos morados.
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La liturgia del Adviento se abre con un grito de llamada: ¡Ven! Es el grito de los profetas de Israel al Mesías Redentor, cuya venida esperan con ansiedad.
Dios no se hace el sordo a la voz de su pueblo. Cumpliendo la promesa de salvación que hizo a nuestros primeros padres a raíz de su caída, envía a su Hijo al mundo. Y la aplicación a todas las generaciones humanas de la redención, que nos ha adquirido con su pasión el Hijo de Dios hecho hombre, continúa hasta el fin de los tiempos; no se terminará sino con la consumación del mundo, cuando vuelva el Mesías para coronar su obra y trasladarnos a su reino. Así, pues, la historia de la Iglesia se sitúa entre estos dos grandes acontecimientos.
En la Misa del domingo se evoca toda esta obra de la redención, desde su preparación en la esperanza de Israel y su resonancia en nuestra vida presente (epístola) hasta su última consumación (evangelio). Al prepararnos para celebrar en Navidad el nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas semejantes a la suya, invoca la Iglesia sobre nosotros y sobre todos los hombres la plena realización de la misión salvadora que Cristo ha venido a cumplir en la tierra.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La Virgen María en palabras de Benedicto XVI (III).

“Engrandece mi alma, Señor”: no como si a Dios le pudiéramos añadir algo, comenta sobre esto san Ambrosio, sino de manera que lo dejamos ser grande en nosotros. Engrandecer al Señor significa no querer engrandecerse a sí mismo, el propio nombre, el propio yo, desplegarse y reclamar un lugar, sino dejarle lugar a él para que esté más presente en el mundo. Significa llegar a ser más verdaderamente lo que somos: no una mónada cerrada, que sólo se representa a sí misma, sino imagen de Dios. Significa liberarse el polvo y del hollín que hacen opaca la imagen, la ocultan, y ser verdaderamente ser humano en la pura referencia a él. (María, Iglesia naciente).
Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la Sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la Sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida. (15/8/2005).
Como Madre que se compadece, María es la figura anticipada y el retrato permanente del Hijo. Su corazón, mediante el ser y el sentir con Dios, se ensanchó. En ella, la bondad de Dios se acercó y se acerca mucho a nosotros. Así, María está ante nosotros como signo de consuelo, de aliento y de esperanza. Se dirige a nosotros, diciendo: “Ten la valentía de osar con Dios. Prueba. No tengas miedo de él. Ten la valentía de arriesgar con la fe. Ten la valentía de arriesgar con la bondad. Ten la valentía de arriesgar con el corazón puro. Comprométete con Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumina, y no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas, porque la bondad infinita de Dios no se agota jamás”. (8/12/2005).
María aparece en su reciprocidad creyente ante el llamamiento de Dios como representación de la creación llamada a dar respuesta, de la libertad de la criatura que no se disuelve, sino que se perfecciona, en el amor. (María, Iglesia naciente).

viernes, 26 de noviembre de 2010

La Virgen María en palabras del Papa Benedicto XVI (II).

“El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció “unos tres meses” (Lc. 1, 56) para atenderla durante el embarazo. Magnificat anima mea Dominum, dice con ocasión de esta visita –“proclama mi alma la grandeza del Señor”- (Lc 1, 46), y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor (cfr. Lc 1, 38; 48)”. (Deus caritas est, 40).
“María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está “dentro” de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna”. (15/8/2005).
“Nos ha sido dada como “madre” –así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros” (15/8/2005).
“Esta poesía de María –el Magnificat- es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un “tejido” hecho completamente con “hilos” del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios. Se puede ver que María, por decirlo así, “se sentía como en su casa” en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida; tan buena; por eso irradiaba amor y bondad” (15/8/2005).
(Fuente: Benedicto XVI/Joseph Ratzinger: Orar. Planeta).

jueves, 25 de noviembre de 2010

La Virgen María en la palabra de Benedicto XVI.

“Comienza con la palabra Magnificat: mi alma “engrandece” al Señor; es decir, proclama que el Señor es grande. María desea que Dios sea grande en el mundo, que sea grande en su vida, que esté presente en todos nosotros. No tiene miedo de que Dios sea un “competidor” en nuestra vida, de que con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad, de nuestro espacio vital. Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos grandes. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande: precisamente entonces se hace grande con el esplendor de Dios” (15/8/2005).
“El icono de la Anunciación, mejor que cualquier otro, nos permite percibir con claridad cómo todo en la Iglesia se remonta a ese misterio de acogida del Verbo divino, donde, por obra de Espíritu Santo, se sello de modo perfecto la alianza entre Dios y la humanidad. Todo en la Iglesia, toda institución y ministerio, incluso el de Pedro y sus sucesores, está “puesto” bajo el manto de la Virgen, en el espacio lleno de gracia de su “sí” a la voluntad de Dios. Se trata de un vínculo que en todos nosotros tiene naturalmente una fuerte resonancia afectiva, pero que tiene, ante todo, un valor objetivo” (25/3/2006).
“(…) “llena de gracia”, y la gracia no es más que el amor de Dios; por eso, en definitiva, podríamos traducir esa palabra así: “amada” por Dios (cfr. Lc 1, 28). Orígenes observa que semejante título jamás se dio a un ser humano y que no se encuentra en ninguna otra parte de la Sagrada Escritura (cfr. In Lucam 6, 7). Es un título expresado en voz pasiva, pero esta “pasividad” de María, que desde siempre y para siempre es la “amada” por el Señor, implica su libre consentimiento, su respuesta personal y original: al ser amada, al recibir el don de Dios, María es plenamente activa, porque acoge con disponibilidad personal la ola del amor de Dios que se derrama en ella. También en esto ella es discípula perfecta de su Hijo, el cual realiza totalmente su libertad en la obediencia al Padre y precisamente obedeciendo ejercita su libertad” (26/3/2006).
(Fuente: Benedicto XVI-Joseph Ratzinger: Orar. Planeta. 2009).

miércoles, 24 de noviembre de 2010

San Juan de la Cruz, Confesor y Doctor.

De entre los poetas que produjo el Siglo de Oro hispánico, no hay lugar a dudas de que destaca Juan de Yepez, nacido en Fontiveros, Ávila, en 1542, a quien la historiografía literaria ha adscrito a la poesía mística española, por cuanto la producción de San Juan de la Cruz es una muestra palpable de la más alta experiencia religiosa experimentada por el fraile carmelitano. A juicio de la crítica, “era San Juan hombre y poeta del Renacimiento español y conoció las directrices culturales de su época (…). Vivió la experiencia de una orden en pleno proceso de reforma, entendió los temas fundamentales (también sus peligros) que se debatían en la espiritualidad española, esa espiritualidad donde en palabras de Salinas, “se libraban las grandes aventuras del alma”. Supo de literatura mística, bíblica, religiosa (…) manejó el lenguaje amoroso –italianista, tradicional, cancioneril- de la poesía coetánea”.
Como es bien sabido, San Juan de la Cruz escribió fundamentalmente poesía lírica bajo los parámetros de la lírica renacentista amalgamada con elementos propios de la tradición castellana. De entre sus poemas destaca el “Cántico espiritual” de longitud considerable; además, es autor de romances acerca de la Trinidad y de la Encarnación, de interés esencialmente doctrinal. Las obras en prosa del fraile poeta constituyen comentarios exegéticos a sus poemas y fueron escritos a solicitud. La mayor parte de los poemas pueden ser fechados con bastante exactitud. “Así el primero de ellos, los versos que empiezan “Vivo sin vivir en mí”, fueron con casi toda seguridad escritos en Ávila entre 1572 y 1577. La razón de que así lo creamos es que Santa Teresa escribió un poema sobre la misma glosa y con las mismas ideas en 1571, no mucho antes de que San Juan pasase a ser su confesor. Era corriente que frailes y monjas escribiesen versos sobre un tema dado y compitiendo entre sí”.
En la poesía de San Juan de la Cruz es posible detectar influencias de la lírica española y bíblica. Entre las primeras, la poética de Garcilaso de la Vega se evidencia en la escritura del santo, quien había leído al poeta que introdujo en España las corrientes italianizantes de la poesía en Medina del Campo, “cuando era joven y se saturó de su poesía”. Se detecta la influencia de Garcilaso en la métrica, especialmente en sus poemas donde usa el endecasílabo y la estrofa llamada lira. También tomó del poeta renacentista de las églogas, precisamente, el lenguaje pastoril. Así, el “Cántico espiritual” está escrito sobre la base de imágenes y palabras convencionales del lenguaje pastoril. De entre las influencias bíblicas, destaca, a su vez, “El cantar de los cantares”, que no sólo fue una influencia prosódica, sino de escenas, incidentes, imágenes y colorido.
La poesía de san Juan de la Cruz es esencialmente la materialización estética de sus vivencias; es por eso que Brenan no duda en calificarlas como autobiográficas, pues “no puede haber duda alguna de que el poeta describe –o más bien, representa- sus propias experiencias”, que son fundamentalmente de carácter místico, que según el propio santo carecían de impresiones sensoriales e imaginarias. El santo de Ávila escribió: “Ni basta ciencia humana para lo saber entender ni experiencia para lo saber decir, porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir”. La misma idea la desarrolló en un villancico: “Yo no supe dónde entraba, / pero, cuando allí me vi, /sin saber dónde me estaba,/ grandes cosas entendí;/ no diré lo que sentí,/ que me quedé no sabiendo,/ toda ciencia trascendiendo”

martes, 23 de noviembre de 2010

Beato Juan XXIII: Pastor de almas.

El nuncio Roncalli cumplió una importante labor religiosa, cultural y diplomática, con culminación brillante en París. Pío XII apreciaba la misión de este gran servidor de la Iglesia, y, en enero de 1953, lo elevó a la dignidad cardenalicia. Fue nombrado arzobispo patriarca de su querido noreste italiano, en Venecia, a donde llegó el 15 de marzo, con ánimo de ser ante todo “santo y sencillo pastor”. Era, en medio de todo, una diócesis pobre y pequeña, a cuyo cuidado soñó Roncalli dedicar con amor paterno los últimos años de su vida.
De lleno el cardenal Roncalli, como obispo residencial, al igual que san Agustín, se siente uno más como cristiano con sus fieles, aunque con el grave deber pastoral. El 29 de mayo de 1954, participó en la canonización de su santo predecesor Pío X. En su celo pastoral entró en contacto con pastores excelentes como los cardenales Viszynski de Polonia y Lercaro de Bolonia, lo mismo que con el destacado arzobispo de Milán, recién nombrado, Juan Bautista Montini. Así se desempeñaba, como silencioso y bondadoso pastor, hasta que el 8 de octubre de 1958 murió en Castelgandolfo el extraordinario pontífice Pío XII, y tuvo que viajar a Roma para el día 25 participar en el cónclave que elegiría al sucesor. Como uno más, deseoso de retornar pronto a su parcela de Venecia, viajó Roncalli a Roma, sin saber las sorpresas que le esperaban.
Elegir al sucesor de Pío XII fue un compromiso difícil para el colegio cardenalicio por la tensa situación que en ese momento vivía la Iglesia y la humanidad. Tres días de oración y deliberación tuvieron los cardenales, con viva expectativa en Roma y en el mundo por tan trascendental elección. En la noche del 27 de octubre, el cardenal diácono Canali anunciaba “tenemos Papa”, y que era “Ángel José Roncalli, quien tomaba el nombre de Juan XXIII”. Muy diversas fueron las reacciones, pues toda su excelente hoja de vida al servicio de la Iglesia, y su espíritu de avanzada moderada, no eran muy conocidas. La escogencia de su nombre era profética, pues sería el precursor de una nueva época, y dilucidaba el intrincado asunto de la serie de Papas con esa denominación, al descartar al antipapa de los años 1414 a 1417, que había llevado ese nombre.
Muy pronto se hizo sentir el empeño de Juan XXIII por aprovechar bien los años de la vida que Dios le diera, pues con 77 años de edad, y salud no muy rebosante, preveía que su regencia no sería muy larga.
(Msr. Libardo Ramírez Gómez).

lunes, 22 de noviembre de 2010

San Pío X: su triple corona.

Desde el propio día de la muerte de Pío X las gentes han recordado su edificante vida, en medio de tantas dificultades en su pontificado, y ha recordado con simpatía al escuelerito de Castalfranco, al hijo del cartero del pueblo, llegado a Papa con la misma sencillez y modestia. Un destacado prelado escribió ante la muerte de este venerado pontífice: “No tengo la menor duda de que este rincón de la cripta de San Pedro, en donde colocamos sus restos, se convertirá muy pronto en un santuario, en un centro de peregrinación… Dios glorificará ante el mundo a este Papa, cuya triple corona fue la pobreza, la humildad y la bondad”.
Profundas y oportunas fueron las enseñanzas de san Pío X en su más bien breve pontificado. En frontal repudio al modernismo plasmó su pensamiento en su encíclica Pascendi dominici gregis. Abrió paso también hacia el compromiso del laicado en la vida y actividades de la Iglesia con su fundamental documento Il Fermo Proposito, en el que dejaba las puertas abiertas para los ordenamientos que luego darían Pío XI, Pío XII y el concilio Vaticano II. De gran contenido doctrinal, resumen del pensamiento de la Iglesia, y con precisiones necesarias para su época, fue el llamado Catecismo de San Pío X, de proyección universal.
En medio de su modestia y humildad fue, sin embargo, firme en sus exigencias a los gobiernos en cuanto al respeto por los derechos de los fieles de la Iglesia en países como Estados Unidos, Rusia, Alemania, Portugal y Francia. San Pío X afrontó con decisión esta delicada faceta de su gestión de gobierno, porque exigir derechos y condenar errores, es signo de santidad y no hacerlo es signo de debilidad o irresponsabilidad.
Poco después de su muerte se inició la causa de canonización del Papa Sarto, que muchos llamaban Papa Santo. En 1954 el Papa Pío XII, respondiendo al clamor popular, lo elevaba al honor de los altares. Su solo testimonio fue contribución eficaz para “restaurar todo en Jesucristo” (Ef 1, 10).
(Msr. Libardo Ramírez Gómez).

domingo, 21 de noviembre de 2010

Caelum et terra transíbunt, verba autem mea non praeteríbunt.

+ Continuación del Santo Evangelio según San Mateo (XXIV, 15, 35)
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando viereis que la espantosa abominación anunciada por el profeta Daniel está en el Lugar santo (lector ten cuidado); entonces los que estén en Judea huyan a los montes; y el que en el tejado, no baje a tomar nada de su casa; y el que en el campo, no vuelva a tomar su vestido. Mas ¡ay de las mujeres encinta, o de las que crían en aquellos días! Rogad que vuestra huida no suceda en inverno o sábado. Porque habrá entonces gran tribulación, cual no se vio desde el principio del mundo, ni la habrá jamás. Y, si no se abreviaran aquellos días, nadie se salvaría; mas en gracia a los elegidos, se abreviarán aquellos días. Entonces si se os dice: Mirad, el Cristo está aquí o allí, no le créais. Porque surgirán falsos Cristos, y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios, hasta engañar (si pudiera ser) aun los escogidos. Ya estáis prevenidos. Si, pues, os dijeren: Mirad que está en el desierto, no salgáis; mirad que está en las cavernas, no lo créais. Porque como relámpago sale de Oriente y brilla hasta el Occidente, así será también la venida del Hijo del hombre. Donde estuvieren el cadáver, allí se juntarán las águilas. Después de los días de tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su luz, las estrellas caerán del cielo, y las virtudes de los cielos se agitarán. Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; entonces plañirán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, con gran poder y majestad. Y enviará sus ángeles con trompetas y voz potente, y reunirán a sus escogidos de los cuatro vientos, de un extremo de los cielos al otro. Entended esta comparación tomada de la higuera: cuando sus talos están tiernos y las hojas han brotado, sabéis que está cerca el verano; pues así, cuando viereis todo esto, sabed que el acontecimiento está cerca, a la puertas mismas. En verdad os digo, no pasará esta generación sin que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Ultimo Domingo después de Pentecostés.

Ciérrase el Ciclo litúrgico con la semana última del año eclesiástico y, con él, la historia del mundo, que se nos ha ido recordando desde sus comienzos (en el Adviento), hasta su fin postrero (en el Domingo 24º después de Pentec.). Por eso ha querido la Iglesia que este día se lea en su Breviario ( el libro del profeta MIQUEAS (contemporáneo de aseas) con el comentario de S. Basilio en que se nos habla del Juicio final, sirviendo de comentario al Evangelio. El Señor, dice Miqueas, saldrá de su lugar; las montañas quedarán consumidas debajo de Él, y los valles se agrietarán y se fundirán como cera junto a la llama, como las aguas que se precipitan por la pendiente. Todo eso por causa del crimen de Jacob y de los pecados de la casa de Israel (Noct., 50 domo de nov.). Pero junto a estas amenazas vienen las promesas de salvación: "Yo te juntaré a todo Jacob, y reuniré lo que aún queda de Israel y los pondré juntos como a rebaño en el aprisco".
Los asirios han destruido a Samaría y los caldeos a Jerusalén; pero el Mesías restaurará esas ruinas, y ese mesías nos dice Miqueas que ha de nacer en Belén, y que su reino, el de la Jerusalén celestial, no tendrá fin. Los profetas NAHUM, HABACUC, SOFONÍAS, AGGEO, ZACARÍAS y MALAQUÍAS, cuyos escritos se leen también por ahora, confirman lo que dice Miqueas. Jesús mismo empieza por evocar en el Evangelio la profecía de DANIEL, que anuncia la ruina total y definitiva del Templo de Jerusalén y de la nación judía por las armas romanas. Esa "abominable desolaciónque en el Templo santo reinó" por entonces, fué justo castigo de lainfidelidad y obstinación de Israel en no querer admitir a Cristo (Ev.). El vaticinio de Daniel y de Jesús se cumplió al pie de la letra unos años después de la Ascensión de Cristo, y la desolación fue tal que de haber durado algo más ni un solo judío hubiera quedado vivo. Mas Dios quiso abreviar aquellos aciagos días del asedio para salvar a los que, al ver tamaño escarmiento, habían de convertirse. Algo de esto sucederá también al fin del mundo, del que la ruina de Jerusalén era figura. "Tunc, entonces" o sea, cuando Cristo vuelva, serán todavía mayores los satánicos prodigios, entre ellos el Anticristo, para hacerse pasar por Cristo. Ese hombre maldito de pecado llegará hasta a sentarse en el Templo santo para que se le adore como a Dios. Al fin de todo vendrá Jesús. Pero no humilde y manso como la vez primera y en un rinconcillo del mundo; antes vendrá con "poderío y majestad" y el Hijo del Hombre aparecerá con la rapidez de un relámpago.
Entonces le saldrán a esperar los elegidos con las ansias que el águila manifiesta cuando cae sobre su presa. Su advenimiento se anunciará con cataclismos de cielos, de mar y tierra. Todas las gentes estarán despavoridas y con los ojos desencajados, y se lamentarán antes de morir muertos y antes del juicio sentenciados, cuando vean en el cielo a Cristo a quien no quisieron reconocer ni servir como a su Dios y Señor, y que ahora viene a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el fuego (V. Libera me).
No hay pensamiento tan poderoso como éste para apartarnos del pecado.
Claro lo dice S. Basilio en la homilía de hoy: "Cuando el deseo de pecar te ande salteando, quisiera te acordases del tremendo y terrible tribunal de Cristo... ante el cual uno por uno iremos dando cuenta de nuestra vida.
Inmediatamente, los que hubieron perpetrado muchos males durante su vida veránse rodeados de ángeles terribles y feísimos que los precipitarán en el abismo sin fondo, en donde arde envuelto de espesas tinieblas un fuego sin llama, y gusanos venenosos devoran sin cesar sus carnes, causándoles con sus mordeduras inaguantables dolores; y por fin, el oprobio y eterna confusión, que es el peor de todos los suplicios. Temed estas cosas y traspasados de este temor, servíos de su memoria como de freno contra la concupiscencia y el pecado. (3" Noct.). Por eso mismo nos exhorta la Epístola a portarnos de una manera digna de nuestro Dios y a dar frutos de toda clase de buenas obras... dando gracias a nuestro Padre celestial por habernos hecho capaces de tener parte en la herencia de los Santos desde ahora en espíritu, pero desde el día del Juicio Final en cuerpo y alma, merced a la Sangre redentora de su Hijo queridísimo. En medio de
las angustias de nuestros postreros momentos precursores de nuestramuerte, desde el fondo del abismo de nuestra poquedad y miseria clamaremos al Señor (Of.) para que, en su misericordia, nos procure los remedios poderosos de los últimos sacramentos (Or.); y nuestro buen Dios, que abriga para con sus fieles sentimientos de paz y no de ira (Int.), y que tiene prometido despachar las plegarias hechas con fe (Com.), nos oirá, librándonos de las terrenales concupiscencias (Sec.), poniendo fin a nuestro cautiverio (Int. V.) e introduciéndonos en el cielo juntos con Jesús triunfante, el cual obrará entonces la consumación de las cosas y entregará a su Padre el reino con tantos trabajos por Él conquistado, como homenaje perfecto de Él y de sus místicos miembros. Aquel día será el de la verdadera Pascua, el verdadero paso del destierro a la Tierra de promisión, a la Patria de la Jerusalén celestial, en aquel inmenso "Templo en que todos cantaremos: ¡Gloria!". Y Dios será todo en todos. En ese día venturoso, por medio de nuestro Pontífice Jesús, rendiremos un culto eterno a la Santísima Trinidad, diciendo: ¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo! Como en el principio, y ahora y siempre, y en los siglos de los siglos. Amén. El párroco aplica hoy la misa por sus feligreses.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Altares Católicos.

Altar Mayor de la Parroquia
Santa Bárbara de Casablanca, Chile.
Preparado para la celebración de la Sancta Missa
que se oficia cada 3º domingo de mes.

jueves, 18 de noviembre de 2010

MEMORARE.

O piissima Virgo Maria,a saeculo non esse auditum,
quemquam ad tua currentem praesidia,
tua implorantem auxilia, tua petentem suffragia,
esse derelictum.
Ego tali animatus confidentia,
ad te, Virgo Virginum, Mater,
curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto.
Noli, Mater Verbi,
verba mea despicere; sed audi propitia et exaudi.
Amen.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir que ninguno
de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos acudo,
oh Madre, Virgen de las vírgenes,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante Vos.
Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y
acogedlas benigna mente. Amén.

lunes, 15 de noviembre de 2010

domingo, 14 de noviembre de 2010

Símile est regnum caelórum grano sinápis.

+ Continuación del Santo Evangelio según San Mateo (XIII, 31:35).
En aquel tiempo. Dijo Jesús las turbas esta parábola: 31 Es semejante el reino de los Cielos a un grano de mostaza, que toma y lo siembra en su campo. Ésta, en verdad, es la menor de todas las semillas; pero, cuando crece, se hace mayor que todas las legumbres y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves del cielo a anidar en sus ramas. Díjoles otra parábola: Es semejante el reino de los cielos a la levadura que toma una mujer y mezcla en tres celimines de harina, hasta que queda fermentada toda la masa. Todas estas cosas dijo Jesús al pueblo en parábolas para que se cumpliese lo dicho por le profeta: "Abriré mi boca para hablar con parábolas, publicaré cosas ocultas desde la creación del mundo".

sábado, 13 de noviembre de 2010

Domingo XXV después de Pentecostés.

El Señor eligió a unos pocos hombres para instaurar su reinado en el mundo. Eran la mayoría de ellos humildes pescadores con escasa cultura, llenos de defectos y sin medios materiales: eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes. Con miras humanas es incomprensible que estos hombres llegaran a difundir la doctrina de Cristo por toda la tierra en tan corto tiempo y teniendo enfrente innumerables trabas y contradicciones. Con la parábola del grano de mostaza –comenta San Juan Crisóstomo- les mueve Jesús a la fe y les hace ver que la predicación del Evangelio se propagará a pesar de todo.
Somos nosotros también ese grano de mostaza en relación a la tarea que nos encomienda el Señor en medio del mundo. No debemos olvidar la desproporción entre los medios a nuestro alcance, nuestros escasos talentos y la magnitud del apostolado que hemos de realizar; pero tampoco debemos dejar a un lado que tendremos siempre la ayuda del Señor. Surgirán dificultades, y seremos entonces más conscientes de nuestra poquedad. Esto nos debe llevar a confiar más en el Maestro y en el carácter sobrenatural de la obra que nos encomienda. “En las horas de lucha y contradicción, cuando quizás “los buenos” llenan de obstáculo tu camino, alza tu corazón de apóstol: oye a Jesús que habla del grano de mostaza y de la levadura. Y dile: “edissere nobis parabolam” –explícame la parábola. Y sentirás el gozo de contemplar la victoria futura: aves del cielo, en el cobijo de tu apostolado, ahora incipiente; y toda la masa fermentada”.
Si no perdemos de vista nuestra poquedad y la ayuda de la gracia, nos mantendremos siempre firmes y fieles a lo que Él espera de cada uno; si no mirásemos a Jesús, encontraríamos pronto el pesimismo, llegaría el desánimo y abandonaríamos la tarea. Con el Señor lo podemos todo.
Los apóstoles y los cristianos de los comienzos encontraron una sociedad minada en sus cimientos, sobre la que era prácticamente imposible construir ningún ideal… Y desde el seno de esa sociedad los cristianos la transformaron; allí cayó la semilla, y de ahí al mundo entero, y aunque era insignificante llevaba una fuerza divina, porque era de Cristo. Los primeros cristianos que llegaron a Roma no eran distintos de nosotros, y con la ayuda de la gracia ejercieron un apostolado eficaz, trabajando codo a codo, en las mismas profesiones que los demás, con los mismos problemas, acatando las mismas leyes, a no ser que fueran directamente en contra de las de Dios. Verdaderamente, la primitiva Cristiandad, en Jerusalén, Antioquía o Roma, era como un grano de mostaza, perdido en la inmensidad del campo.
Los obstáculos del ambiente no nos deben desaminar, aunque veamos en nuestra sociedad signos semejantes a los de los primeros tiempos. El Señor cuenta con nosotros para transformar el lugar donde se desenvuelve nuestro vivir cotidiano. No dejemos de llevar a cabo aquello que está a nuestra mano, aunque parezca poca cosa –tan poca cosa como un insignificante grano de mostaza-, porque el Señor mismo hará crecer nuestro empeño, y la oración y el sacrificio que hayamos puesto darán sus frutos.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Invitación

SE INVITA A USTED Y FAMILIA A LA
SANTA MISA GREGORIANA
(En latín y con canto gregoriano)
QUE SE EFECTUARA ESTE
DOMINGO 14 DE NOVIEMBRE DE 2010, A LAS 17:00 HRS,
EN LA CAPILLA DE LA CASA DE PASTORAL
A UN COSTADO DEL TEMPLO PARROQUIAL,
DESDE YA AGRADECEMOS SU ASISTENCIA.
Casablanca, Chile.
Una Voce Casablanca.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El Apóstol San Pablo.

Al lado del formidable apostolado de san Pablo hay que resaltar sus escritos, en donde está su extraordinario pensamiento y la faceta especial de su personalidad. Son trece las cartas que escribió a diversas comunidades o directivos de comunidades cristianas, a los que entrega su magistral enseñanza. La Carta a los Hebreos es respetada como canónica desde la época apostólica, pero se la considera de autor distinto. Resplandece en ellas, ante todo, su amor sin límites a Jesucristo, ante quien se rindió sin condiciones en el camino de Damasco, amor del cual nada podía ya separarlo. Recuerda Pablo que tiene títulos humanos (Flp y 1 Co 11, 21-22), que ha padecido por predicar el Evangelio (1 Co 4, 11-13; 2 Co 23-27), pero considera basura todo lo que no sea conocimiento y amor a Cristo Jesús (Flp 3, 7-8).
Quedan como herencia paulina, con tanto puntos de doctrina de sumo interés, estas epístolas: a los Romanos, Primera y Segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, Primera y Segunda a Timoteo, a Tito y a Filemón. Aún las cartas breves, como la de Filemón, está llenas de enseñanza que por medio del gran San Pablo entregó el Espíritu Santo a la Iglesia naciente, y para todos los siglos. La presentación de la Iglesia como Cuerpo Místico (Rm 12, 4-5; 1 Co 12, 12), el llamado a vivir la vida de Cristo (1 Co 1, 10-13), la alusión a la venida del Mesías por medio de María, la mujer que entra tan de lleno en los planes divinos (Ga 4, 4), su precioso Himno a la Caridad (1 Co 13), su adhesión total a Jesucristo, su única gloria (Ga 6, 14), nos ofrecen un panorama de verdades fundamentales que dan clara contextura al pensamiento cristiano, que será profundizado luego por concilios y padres en la fe.
Fue san Pedro piedra angular de la Iglesia, y san Pablo trompeta de la verdad cristiana en los más variados ambientes, en especial entre los gentiles que no conocían las promesas mesiánicas, pero que eran el pueblo que caminaba en las tinieblas (Is 9, 2), que necesita luz y orientación. Ambos se complementaron en una misma y grande misión evangelizadora. Con ellos, y con el gran equipo misionero que los rodeara, se abrió paso la epopeya de entregar al mundo el pregón de un Crucificado.
San Pablo no fue Papa, ni piedra fundamental de la Iglesia como san Pedro (Mt 16, 6-19), ni émulo de él en la dirección de los creyentes en Cristo, pero sí le es reconocido el título de Apóstol y gran Apóstol con el encargo de difundir el cristianismo entre los gentiles.
(Msr. Libardo Ramírez Gómez).

miércoles, 10 de noviembre de 2010

San León Magno.

León Magno tuvo conciencia de la grandísima importancia y responsabilidad de ser obispo de Roma. Como cabeza de la Iglesia universal, llamaba a la comunidad romana a tener especial y santo comportamiento, pues debía dar testimonio a las demás Iglesias. Reconocía el deber que tiene cada obispo de dirigir su rebaño con especial solicitud, pero advertía sobre la misión de velar por todas las Iglesias como le corresponde al Papa. León I con su carta dogmática dirigida al patriarca Flaviano de Constantinopla (agosto del año 449), en la que definía la fe verdadera sobre las dos naturalezas en Jesucristo, en contra de las aseveraciones de Eutiques, reafirma la autoridad universal del obispo de Roma. Esa misiva de san León ante el concilio de Calcedonia (451), fue recibida con respeto, obediencia y entusiasmo por los padres conciliares, quienes reconocieron: “Pedro ha hablado por boca de León”.
Especial importancia histórica tuvo también la actuación de san León en la defensa de regiones de Italia ante las pretensiones destructoras y devastadoras del rey de los hunos, Atila, llamado por sus crueldades “azote de Dios”, detenido a las puertas de la ciudad por el Papa, quien lo disuadió, con tributo material, para que no atacara la ciudad (año 452). Tres años más tarde detuvo, en gran parte, mayores destrucciones de parte de Genseico, rey de los vándalos.
Como hombre de extraordinaria virtud, san León es recordado en escritos de su época. Existe uno atribuido a Amos, patriarca de Jerusalén: “Por mis lecturas estoy enterado que el bienaventurado papa León, hombre costumbres angélicas, veló y oró durante cuarenta días en la tumba de san Pedro, pidiendo a Dios, por intercesión del apóstol, perdón de sus pecados”. Su preocupación por la purificación, como lo expresa con frecuencia en sus sermones, pone de relieve la gran dignidad del cristiano por la encarnación del Verbo de Dios, lo cual reclama una gran respuesta de cada bautizado y una vida purificada de todo pecado (Sermón 95, 6-8).
Es inolvidable el acento de fe, de piedad y de profundidad teológica que se percibe en sus sermones, que nos recuerda la Iglesia en la fiesta de Navidad: “¡Reconoce, oh cristiano, tu dignidad y, ya que ahora participas de la misma naturaleza divina, no vuelvas a tu antigua vida depravada! ¡Recuerda de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro! Ten presente que has sido arrancado del dominio de las tinieblas y transportado al reino y claridad de Dios” (Sermón I, en la Natividad del Señor 1-3).
En disciplina, doctrina y organización eclesiástica, san León fue claro y exigente. Escribió varias cartas a obispos y patriarcas precisando el pensamiento de la Iglesia en esos fundamentales aspectos. Fue quien abolió la exigencia de confesión pública de los pecados, dio determinaciones sobre el respeto especial hacia las vírgenes consagradas a Dios y precisó medidas sobre el cuidado y manejo de bienes materiales puestos bajo la potestad de la Iglesia en sus distintos estamentos.
Murió el 10 de noviembre del año 461. En sus 21 años de pontificado se había ganado el cariño y veneración de ricos y pobres, de emperadores, del clero y de los laicos.
Al lado de Gregorio I, por su prestancia, por su virtud, por su obra de Iglesia, por su influjo en el momento histórico, tiene bien ganado el título de “Magno”.
(Msr. Libardo Ramírez Gómez).

martes, 9 de noviembre de 2010

San Pedro, primer Vicario de Cristo.

La tradición de la Iglesia ha reconocido la presencia de san Pedro en Roma, después de Jerusalén y Antioquía. Las investigaciones históricas y arqueológicas ratifican este ejercicio de su misión de Pastor universal desde Roma, y su muerte allí, según testimonios de Tertuliano (muerto en el 225), de Eusebio y Orígenes (muerto en el 253) sobre la crucifixión del apóstol y su solicitud de ser colocado cabeza abajo, pues no era digno de igual posición a la de la muerte de su Maestro. La fecha de la muerte de San Pedro se coloca dentro del reinado persecutorio del inclemente Nerón (54 a 68), ubicada con mayor precisión en el año 67. Es de recordar la profecía de Jesús: “Cuando eras joven tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías, pero cuando llegues a viejo extenderás tus brazos y otro te ceñirá”. Sobre estas palabras de Jesús anota el evangelista: “Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios” (Jn 21, 18-19). Claro anuncio de su crucifixión.
Su sepultura ocurrió en las colinas vaticanas, en donde es venerado claramente desde la época de su segundo sucesor, San Cleto (76-89), quien levantó allí un santuario a su memoria. Sobre estas colinas se levantó la magnífica basílica en su honor que se comenzó desde la época de Constantino (323), y a cuya grandiosa construcción actual contribuyeron los papas Julio II (1503-1513), Paulo V (1605-1621), Urbano VIII (1623-1644) con el aporte de Miguel Ángel. Está en la memoria de todos, en relación con san Pedro, la legendaria tradición de su propósito de alejarse de Roma ante la atroz persecución de Nerón, pero que, al intentar alejarse de la ciudad, se le aparece Jesucristo y le dice: Quo vadis, Petrus? (¿A dónde vas, Pedro?), y el apóstol regresa y permanece allí hasta ser martirizado.
Fue el convertido por Jesús en “Pedro”, o fundamento de una sucesión que se tendría desde Roma hasta hoy con Benedicto XVI, como el número 265 en legítima sucesión. Está allí su figura humana, digna de recuerdo, pero están también su vocación y misión anunciada por la palabra de Jesús de que sería: “Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Después de dos mil años seguimos admirando la figura de san Pedro, y nos colocamos bajo su cayado, que sigue llevando su sucesor, el obispo de Roma.
Como documentos de valor sagrado están las dos epístolas, acogidas en la Biblia, que comienzan con su nombre, con insistente llamado a la santidad y al testimonio, basados en la fe en Dios y Jesús resucitado. Sigue resonando su llamado consignado allí a responder con fidelidad a Dios y a nuestro Salvador Jesucristo, alegres en nuestro vivir cristiano, pues: “Nos ha cabido la suerte de una fe tan preciosa” (cf. 2P 1, 1). (Msr. Libardo Ramírez Gómez).

lunes, 8 de noviembre de 2010

Gregorio VII (El monje Hildebrando).

Hay hombres providenciales que con su virtud y gestiones de mando han centrado el rumbo verdadero a instituciones, y entre ellas a la misma Iglesia. Es el caso de Gregorio VII, conocido como “El monje Hildebrando”.
Este Papa defendió decididamente la autoridad del obispo de Roma, como ya lo había hecho San Clemente Romano (87-89) y San León Magno (440-461). Tuvo que afrontar con decisión el cisma de Focio en Constantinopla, que surgió a raíz de la condena por parte del Papa al rey de Lorena, Lotario II y a César Borgia, tío del emperador Miguel III, quienes pretendían el divorcio de sus legítimas esposas para casarse con otras.
El siglo X no fue un periodo de florecimiento espiritual; ningún papa santo aparece allí, sólo al final, y terminando el primer milenio del cristianismo, la Iglesia tuvo dos papas excelentes: Gregorio V (996-999), primer papa alemán, y Silvestre II, francés (999-1003).
En la primera parte del siglo XI hay una época tremendamente turbia en el pontificado por la dependencia en que se sumió bajo familias italianas, específicamente de los “condes de Túsculo”, que manejaron el papado como un feudo. Juan XVII y Juan XVIII, así como Sergio IV, fueron parte de ese gris ambiente. Con Benedicto IX se ennegrece aún más la figura del papado… Pero ya con Clemente II y Dámaso II comienzan a mejorar hasta llegar a san León IX, y luego a Nicolás II y Alejandro II. Si la Iglesia sale adelante, a pesar de tales circunstancias, es ciertamente milagro de la asistencia del Espíritu Santo.
Todo lo anterior hace ver que de esa situación tan difícil emergiera, por bondad divina, el famoso “Monje Hildebrando”, nacido en Toscana, Italia, hacia el año 1020.
Testigo de las dificultades de la Iglesia, por la injerencia de poderosos de la tierra sobre ella, y como necesaria superación de un estado de cosas tan lamentables en ella por falta de un cristianismo vivido a fondo, el Papa Gregorio VII emprendió una gran tarea de liberación de poderes extraños y de purificación de costumbres, comenzando por el clero. Grave mal era el llamado “derecho de investidura” que tenían seglares influyentes para propiciar los nombramientos eclesiásticos.
Época difícil de la Iglesia fue la que bordeó el paso del primero al segundo milenio y la figura clave para la futura marcha de la Iglesia, fue, ciertamente, la del “Monje Hildebrando”. Grandes dificultades sostenidas con el temple de quien fue, sin duda, un gran hombre y un gran santo, quien obró con firmeza, pero siempre con nobleza y con el espíritu del perdón que inspira el Evangelio.
(Msr. Libardo Ramírez Gómez: Grandes pontífices y apóstoles).

domingo, 7 de noviembre de 2010

Domingo XXIV después de Pentecostés.

XXIV DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTES (5 domingo después de Epifanía) (II clase, verde) Gloria, Prefacio de la Santísima Trinidad.
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Punto Doctrinal: El demonio.
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Hay en el mundo un genio maléfico, sembrador de cizaña, trastornador del orden social y provocador maldito de llantos y miserias. El Evangelio de hoy le llama "Malo" y "Enemigo"; su nombre ordinario es "Demonio". Un odio implacable le consume las entrañas: odio a Dios, porque es la fuente de todo bien, y odio al hombre porque, después de los ángeles, en cuyo número está él, es él la más bella obra de Dios. Contraponiéndolos a los de Cristo, envía también el demonio al mundo sus apóstoles, sus predicadores, sus profetas, sus taumaturgos y sus locuaces doctores, para sembrar la cizaña de la discordia, para reducir a los incautos con el sofisma, con la ilusión, con la mentira, con sortilegios y apariencias de milagro, con todas las ambiguas prácticas del ocultismo, del espiritismo y del satanismo. Sin embargo, no hay que temer: Dios está con nosotros, y el ángel bueno nos defiende. Vigilemos y no nos dejemos sorprender, porque el demonio existe en verdad.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Las reliquias de los Santos en el culto católico.

Hoy es el día tradicionalmente dedicado a la celebración litúrgica en honor de las Sagradas Reliquias de los Santos. Aunque no se trata de una festividad del calendario universal en el Misal romano de 1962, se difundió ampliamente en muchas diócesis, órdenes y congregaciones y consta en sus calendarios particulares, siendo celebrada con especial acompañamiento de festejos populares en no pocos lugares. Las conservación y veneración de reliquias es algo ínsito en la naturaleza humana, que desea conservar el recuerdo físico de los seres queridos (ya se trate de sus retratos, fotografías, prendas y pertenencias). El mismo nombre “reliquia” designa “lo que queda”, “lo que resta” de las personas amadas. Y como la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona, así lo que es un sentimiento natural de amor hacia nuestros deudos, se convierte en un acto religioso referido a los que son nuestros parientes en la fe: los bienaventurados. Y ese acto, que consiste en conservar piadosamente y venerar sus reliquias, es muy útil y recomendable y enriquecedor de nuestra vida espiritual.
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jueves, 4 de noviembre de 2010

La foto del día.

Próximos ya a comenzar con el tradicional Mes de María en Chile, una foto del recuerdo con la multitudinaria peregrinación que cada año confluye hacia el Santuario de Lo Vasquez ubicado a no más de 8 km. de la ciudad de Casablanca....claro está que las Missas celebradas en aquel entonces eran las ordinarias de la época, osea, las Sanctas Missas Tridentinas.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿El último Papa? de Rodolfo Vargas Rubio.

La obra de Rodolfo Vargas Rubio titulada “¿El último Papa? Benedicto XVI y su tiempo” ( Barcelona: Ediciones Altera 2005) que acabamos de leer es, indudablemente, una aproximación a la vida del Papa Ratzinger que, de alguna manera, se escapa a las biografías al uso. En otras palabras, el autor ha contextualizado la vida del Papa Benedicto revisando todos los acontecimientos históricos a la vez que él era protagonista de la suya propia; es decir, en el libro encontramos un sorprendente ensamblaje discursivo entre la Historia y la intrahistoria. Como lo ha resaltado un comentarista de la obra de Vargas Rubio, “Joseph Ratzinger estaba inmerso en una serie de acontecimientos que están muy pormenorizadamente reflejados en este libro (Ascenso de Hitler al poder, sometimiento de Alemania a los dictados del militar, presión sobre el catolicismo, alistamientos obligatorios, etc.) que le afectan de una forma extremadamente personal. Podemos decir, por lo tanto, que nada de lo que sucede en su tiempo deja de afectar al joven Joseph”.
La obra del amigo Vargas Rubio va desplegando ante los ojos del lector la fascinante vida del Papa Ratzinger desde su nacimiento en la Alta Baviera, hasta su elección como Sumo Pontífice en 2005. En resumidas cuentas, “se trata de un libro donde podemos conocer la evolución vital del ahora Santo Padre desde que, en su juventud, fuera obligado a participar en la defensa de la Alemania Nazi (ejército del que, técnicamente desertó y tras estar "unas semanas concentrado en Bad Aibling", pues era prisionero de guerra sin haber querido participar en ella, "fue definitivamente liberado el 19 de junio de 1945") hasta que, tras su elección como sucesor de Pedro, comenzó a llevar las llaves que Cristo dio al que tres veces le negó”.
El libro lleva en el título una sugerente pregunta: “¿El último Papa?”. En un completísimo apéndice, el autor de la obra se refiere a diversas profecías en torno a la figura del Vicario de Cristo, partiendo por San Malaquías hasta las visiones de San Juan Bosco, pasando por “ la tesis propuesta por el Padre Antonio Pacios (en su libro La Pasión de la Iglesia) en el que propone el camino a seguir por la Esposa de Cristo similar al que siguió el Esposo en su Pasión; en las apariciones de la Santísima Virgen de La Salette y Fátima; en las visiones de "dos papas de la Era Moderna León XIII y San Pío X" y en las apariciones de San Sebastián de Garabandal (entre 1961 y 1965) en las que, por ejemplo, Conchita González, en tiempos del Beato Juan XXIII dijo que serían sucesores de Pedro cuatro Papas hasta que llegara el fin de los tiempos (es decir, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II Magno y… Benedicto XVI) cree entender el autor del libro que, es posible, que el actual Santo Padre pudiera ser el último Papa”.
Estas reflexiones sobre las profecías, las termina Vargas Rubio con estas palabras: "no hemos pretendido prevenir el juicio de nadie y, menos que ninguno, el de la Iglesia". En todo caso "hemos tan sólo ensayado una interpretación sobre un tema sugestivo y eso en tanto opinionum relator. Aquí queda la intención; de lo demás, juzgue el benévolo lector".
En definitiva, se trata de un libro muy interesante acerca de nuestro Papa Benedicto XVI, felizmente reinante, donde se percibe la condición de teólogo y de historiador de su autor.

martes, 2 de noviembre de 2010

Conmemoración de Los Fieles Difuntos.

En este mes de noviembre la Iglesia nos invita con más insistencia a rezar y a ofrecer sufragios por los fieles difuntos del Purgatorio. Con estos hermanos nuestros, que “también han sido partícipes de la fragilidad propia de todo ser humano, sentimos el deber –que es a la vez una necesidad del corazón- de ofrecerles la ayuda afectuosa de nuestra oración, a fin de que cualquier eventual residuo de debilidad humana, que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea definitivamente borrado”.
En el Cielo no puede entrar nada manchado, ni quien obre abominación y mentira, sino sólo loes escritos en el libro de la vida. El alma afeada por falta y pecados veniales no puede entrar en la morada de Dios: para llegar a la eterna bienaventuranza es preciso estar limpio de toda culpa. El Cielo no tiene puertas –escribe Santa Catalina de Génova-, y cualquiera que desee entrar puede hacerlo, porque Dios es todo misericordia y permanece con los brazos abiertos para admitirlos en su gloria. Pero tan puro es el ser de Dios que si un alma advierte en sí el menor rastro de imperfección, y al mismo tiempo ve que el Purgatorio ha sido ordenado para borrar tales manchas, se introduce en él y considera una gran merced que se le permita limpiarlas de esta forma. El mayor sufrimiento de esas almas es el de haber pecado contra la bondad divina y el no haber purificado el alma en esta vida. El Purgatorio no es un infierno menor, sino la antesala del Cielo, donde el alma se limpia y esclarece.
La Santa Misa, que tiene un valor infinito, es lo más importante que tenemos para ofrecer por las almas del Purgatorio. También podemos ofrecer por ellas las indulgencias que ganamos en la tierra, nuestras oraciones, de modo especial el Santo Rosario; el trabajo, el dolor, las contrariedades, etc. Estos sufragios son la mejor manera de manifestar nuestro amor a los que nos han precedido y esperan su encuentro con Dios; de modo particular hemos de orar por nuestros parientes y amigos.
¡Qué bueno y grande es el deseo de llegar al Cielo sin pasar por el Purgatorio! Pero ha de ser un deseo eficaz que nos lleve a purificar nuestra vida, con la ayuda de la gracia. Nuestra Madre, que es Refugio de los pecadores –nuestro refugio-, nos obtendrá las gracias necesarias si de verdad nos determinamos a convertir nuestra vida en un spatium verae paenitentiae, un tiempo de reparación por tantas cosas malas e inútiles.
(R.P. Francisco Fernández Carvajal).

lunes, 1 de noviembre de 2010

Todos los Santos.

Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.
La fiesta de hoy recuerda y propone a la meditación común algunos componentes fundamentales de nuestra fe cristiana –señalaba el Papa Juan Pablo II. En el centro de la Liturgia están sobre todo los grandes temas de la Comunión de los Santos, del destino universal de la salvación, de la fuente de toda santidad que es Dios mismo, de la esperanza cierta en la futura e indestructible unión con el Señor, de la relación existente entre salvación y sufrimiento y de una bienaventuranza que ya desde ahora caracteriza a aquellos que se hallan en la condiciones descritas por Jesús. Pero la clave de la fiesta que hoy celebramos “es la alegría, como hemos rezado en la antífona de entrada: Alegrémonos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos; y se trata de una alegría genuina, límpida, corroborante, como la de quien se encuentra en una gran familia donde sabe que hunde sus propias raíces…”. Esta gran familia es la de los santos: los del Cielo y los de la tierra.
La Iglesia, nuestra Madre, nos invita hoy a pensar en aquellos que, como nosotros, pasaron por este mundo con dificultades y tentaciones parecidas a las nuestras, y vencieron. Es esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua… Todos están marcados en la frente y vestidos con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero. La marca y los vestidos son símbolos del bautismo, que imprime en el hombre, para siempre, el carácter de pertenecía a Cristo, y la gracia renovada y acrecentada por los sacramentos y las buenas obras.
En la solemnidad de hoy, el Señor nos concede la alegría de celebrar la gloria de la Jerusalén celestial, nuestra madre, donde una multitud de hermanos nuestros le alaban eternamente. Hacia ella, como peregrinos, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animado por la gloria de los Santos; en ellos miembros gloriosos de su Iglesia, encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”.
Nosotros nos encontramos caminando hacia el Cielo, y muy necesitados de la misericordia del Señor que es grande y nos mantiene día a día. En el Cielo nos espera la Virgen para darnos la mano y llevarnos a la presencia de su Hijo, y de tantos seres queridos como allí nos aguardan.
(R.P. Francisco Fernández Carvajal).

Festividad de Todos los Santos.

Fiesta de 1ª clase, ornamentos blancos.
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Rodeado de los cuatro seres simbólicos de la visión de Ezequiel, entre el resplandor de los siete candelabros de oro, en presencia de los ángeles de las siete Iglesias, en medio de los veinticuatro ancianos que ciñen su corona, se sienta en trono el Cordero, el Rey del cielo, el primero y el último, el alfa y el omega, que nos ha redimido en su sangre.
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La Iglesia, que en el transcurso del año va celebrando una por una las fiestas de sus santos, los reúne hoy a todos en una fiesta común. Además de los que puede llamar con su nombre, evoca en una grandiosa visión a toda una muchedumbre incontable de Santos "de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el cordero, revestidos de blancas vestiduras y con palmas en la mano", que aclaman al que con su sangre los ha rescatado.
La fiesta de Todos los Santos ha de colmarnos de una gran esperanza.
Entre los santos del cielo hay algunos a quienes hemos conocido.
Todos han vivido en la tierra una vida semejante a la nuestra. Bautizados, marcados con el sello de la fe, fielesa las enseñanzas de Cristo, nos han precedido en la patria celestial y nos invitan a reunirnos con ellos.
El evangelio de las bienaventuranzas, al mismo tiempo que proclama su felicidad, nos muestra el camino que han seguido; no hay, ciertamente, ningún otro que nos lleve a donde ellos están.
*
ORACIÓN
*
Omnipotente y eterno Dios, que nos concedéis
que honremos en una misma solemnidad
los méritos de todos vuestros santos, haced que,
asistidos por tan numerosos intercesores,
obtengamos cada vez más, según nuestros deseos,
la multitud de vuestras gracias. Por J. C. N. S.

Fiesta de Todos los Santos.