lunes, 1 de noviembre de 2010

Festividad de Todos los Santos.

Fiesta de 1ª clase, ornamentos blancos.
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Rodeado de los cuatro seres simbólicos de la visión de Ezequiel, entre el resplandor de los siete candelabros de oro, en presencia de los ángeles de las siete Iglesias, en medio de los veinticuatro ancianos que ciñen su corona, se sienta en trono el Cordero, el Rey del cielo, el primero y el último, el alfa y el omega, que nos ha redimido en su sangre.
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La Iglesia, que en el transcurso del año va celebrando una por una las fiestas de sus santos, los reúne hoy a todos en una fiesta común. Además de los que puede llamar con su nombre, evoca en una grandiosa visión a toda una muchedumbre incontable de Santos "de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el cordero, revestidos de blancas vestiduras y con palmas en la mano", que aclaman al que con su sangre los ha rescatado.
La fiesta de Todos los Santos ha de colmarnos de una gran esperanza.
Entre los santos del cielo hay algunos a quienes hemos conocido.
Todos han vivido en la tierra una vida semejante a la nuestra. Bautizados, marcados con el sello de la fe, fielesa las enseñanzas de Cristo, nos han precedido en la patria celestial y nos invitan a reunirnos con ellos.
El evangelio de las bienaventuranzas, al mismo tiempo que proclama su felicidad, nos muestra el camino que han seguido; no hay, ciertamente, ningún otro que nos lleve a donde ellos están.
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ORACIÓN
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Omnipotente y eterno Dios, que nos concedéis
que honremos en una misma solemnidad
los méritos de todos vuestros santos, haced que,
asistidos por tan numerosos intercesores,
obtengamos cada vez más, según nuestros deseos,
la multitud de vuestras gracias. Por J. C. N. S.

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