El nuncio Roncalli cumplió una importante labor religiosa, cultural y diplomática, con culminación brillante en París. Pío XII apreciaba la misión de este gran servidor de la Iglesia, y, en enero de 1953, lo elevó a la dignidad cardenalicia. Fue nombrado arzobispo patriarca de su querido noreste italiano, en Venecia, a donde llegó el 15 de marzo, con ánimo de ser ante todo “santo y sencillo pastor”. Era, en medio de todo, una diócesis pobre y pequeña, a cuyo cuidado soñó Roncalli dedicar con amor paterno los últimos años de su vida.
De lleno el cardenal Roncalli, como obispo residencial, al igual que san Agustín, se siente uno más como cristiano con sus fieles, aunque con el grave deber pastoral. El 29 de mayo de 1954, participó en la canonización de su santo predecesor Pío X. En su celo pastoral entró en contacto con pastores excelentes como los cardenales Viszynski de Polonia y Lercaro de Bolonia, lo mismo que con el destacado arzobispo de Milán, recién nombrado, Juan Bautista Montini. Así se desempeñaba, como silencioso y bondadoso pastor, hasta que el 8 de octubre de 1958 murió en Castelgandolfo el extraordinario pontífice Pío XII, y tuvo que viajar a Roma para el día 25 participar en el cónclave que elegiría al sucesor. Como uno más, deseoso de retornar pronto a su parcela de Venecia, viajó Roncalli a Roma, sin saber las sorpresas que le esperaban.
Elegir al sucesor de Pío XII fue un compromiso difícil para el colegio cardenalicio por la tensa situación que en ese momento vivía la Iglesia y la humanidad. Tres días de oración y deliberación tuvieron los cardenales, con viva expectativa en Roma y en el mundo por tan trascendental elección. En la noche del 27 de octubre, el cardenal diácono Canali anunciaba “tenemos Papa”, y que era “Ángel José Roncalli, quien tomaba el nombre de Juan XXIII”. Muy diversas fueron las reacciones, pues toda su excelente hoja de vida al servicio de la Iglesia, y su espíritu de avanzada moderada, no eran muy conocidas. La escogencia de su nombre era profética, pues sería el precursor de una nueva época, y dilucidaba el intrincado asunto de la serie de Papas con esa denominación, al descartar al antipapa de los años 1414 a 1417, que había llevado ese nombre.
Muy pronto se hizo sentir el empeño de Juan XXIII por aprovechar bien los años de la vida que Dios le diera, pues con 77 años de edad, y salud no muy rebosante, preveía que su regencia no sería muy larga.
(Msr. Libardo Ramírez Gómez).
De lleno el cardenal Roncalli, como obispo residencial, al igual que san Agustín, se siente uno más como cristiano con sus fieles, aunque con el grave deber pastoral. El 29 de mayo de 1954, participó en la canonización de su santo predecesor Pío X. En su celo pastoral entró en contacto con pastores excelentes como los cardenales Viszynski de Polonia y Lercaro de Bolonia, lo mismo que con el destacado arzobispo de Milán, recién nombrado, Juan Bautista Montini. Así se desempeñaba, como silencioso y bondadoso pastor, hasta que el 8 de octubre de 1958 murió en Castelgandolfo el extraordinario pontífice Pío XII, y tuvo que viajar a Roma para el día 25 participar en el cónclave que elegiría al sucesor. Como uno más, deseoso de retornar pronto a su parcela de Venecia, viajó Roncalli a Roma, sin saber las sorpresas que le esperaban.
Elegir al sucesor de Pío XII fue un compromiso difícil para el colegio cardenalicio por la tensa situación que en ese momento vivía la Iglesia y la humanidad. Tres días de oración y deliberación tuvieron los cardenales, con viva expectativa en Roma y en el mundo por tan trascendental elección. En la noche del 27 de octubre, el cardenal diácono Canali anunciaba “tenemos Papa”, y que era “Ángel José Roncalli, quien tomaba el nombre de Juan XXIII”. Muy diversas fueron las reacciones, pues toda su excelente hoja de vida al servicio de la Iglesia, y su espíritu de avanzada moderada, no eran muy conocidas. La escogencia de su nombre era profética, pues sería el precursor de una nueva época, y dilucidaba el intrincado asunto de la serie de Papas con esa denominación, al descartar al antipapa de los años 1414 a 1417, que había llevado ese nombre.
Muy pronto se hizo sentir el empeño de Juan XXIII por aprovechar bien los años de la vida que Dios le diera, pues con 77 años de edad, y salud no muy rebosante, preveía que su regencia no sería muy larga.
(Msr. Libardo Ramírez Gómez).
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