sábado, 31 de enero de 2009

San Juan Bosco, Confesor.


Juan Bosco nació de padres pobres el 16 de agosto de 1815 cerca de Castelnuovo de Asti. Ordenado sacerdote en 1841, se estableció en Turín, donde, en los prados de Valdocco, fundó un oratorio festivo. Es uno de los grandes educadores de la juventud; de Valdocco se propagó por todo el mundo su obra por medio de la labor de sus hijos espirituales, los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora. Tres cosas recomendaba principalmente: frecuencia asidua de los sacramentos de la Penitencia y Comunión; ternísima devoción a María Auxiliadora; amor sumo al Papa. Murió el 31 de enero de 1888 en Turín, y fué canonizado por Pío XI el día de Pascua del año 1934.

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ORACIÓN
Señor, que habéis hecho de San Juan Bosco, vuestro confesor, padre y maestro de los adolescentes, y habéis querido hacer florecer en la Iglesia, por su intermedio, nuevas familias religiosas con la ayuda de la Santísima Virgen María, haced que inflamados con el mismo amor busquemos las almas y os sirvamos sólo a Vos. Por N. S. J. C. Amén

viernes, 30 de enero de 2009

De la enseñanza del Cardenal Ratzinger (por gracia de Dios, Benedicto XVI, Vicario de Cristo), 5ª parte.

“Usted diferencia entre lo que había que creer antiguamente y lo nuevo. Tengo que negar decididamente esta dicotomía. El Concilio no ha inventad nada nuevo que haya que creer o que poner en lugar de lo antiguo. Un elemento esencial de todas las declaraciones del Concilio es que se autodenomina la continuación y profundización de los Concilios anteriores, en especial el de Trento y el Vaticano Primero. Se trata simplemente de hacer posible la misma fe en diferentes condiciones y de revitalizarla. Por eso la reforma litúrgica ha intentado hacer más transparente la expresión de la fe, pero pretende en cualquier caso ser expresión de la única fe y no de un cambio en su contenido.
“Por cierto, Pío XII ya había introducido en parte una reforma litúrgica; piense por ejemplo en la nueva configuración de la Vigilia Pascual. Sin embargo, le doy la razón en que más adelante muchas cosas han pasado de manera abrupta, y que muchos creyentes no han podido encontrar la unidad interna de lo nuevo con lo que ellos conocían. En este sentido se ha ido más allá de lo estipulado por el Concilio. Por ejemplo se había establecido que la lengua del rito latino seguía siendo el latín, pero también había que dar cabida de forma adecuada a las lenguas vernáculas. Claro que hoy habría que preguntarse si en definitiva existe un rito latino. La gente casi no tiene conciencia de algo semejante. Para la mayoría, la liturgia se presenta como una tarea de creación para la comunidad correspondiente; tarea que conduce, en determinados círculos, a elaborar semana tras semanas “liturgias” nuevas, y ello con un empeño tan admirable como erróneo. Esta ruptura en las convenciones litúrgicas esenciales es lo que me parece verdaderamente nocivo. Los límites entre liturgia y encuentros de amigos, entre liturgia y reuniones sociales están cayendo de manera imperceptibles (…)
“En el tiempo en que no había aparecido todavía el nuevo misal, pero ya se había tachado al antiguo de anticuado, se perdió la noción de que existe un “rito”, es decir una forma litúrgica determinada, y de que la liturgia sólo puede ser tal liturgia, si los fieles no pueden disponer de ella libremente. Incluso los nuevos libros oficiales, aunque en muchos sentidos son muy buenos, dejan entrever una planificación muy elaborada de los teólogos académicos, reforzando así la opinión de que un libro litúrgico se “hace”, igual que se hacen otros libros.
“El misal, como la Iglesia misma, no puede ser modificado. Al mismo tiempo hay que criticar que a pesar de todos sus aspectos positivos, el nuevo misal se ha editado como si fuera un libro redactado por catedráticos y no una fase dentro de un desarrollo continuo. Una cosa así no había sucedido nunca y contradice la noción de devenir litúrgico. Ha sido precisamente este hecho el que ha hecho surgir la idea absurda de que el Concilio de Trento o Pío V escribieron hace cuatrocientos años un misal. Así se ha rebajado la liturgia católica a la categoría de producto de los comienzos de la época moderna y con ello se ha alterado la visión de la liturgia de una manera bastante aterradora.
Fuente: Ratzinger, Joseph: “La fiesta de la fe. Ensayo de Teología Litúrgica”. España: Desclée de Brouwer. 1999.

jueves, 29 de enero de 2009

Oratio pro summo Pontífice.

V. Oremus pro Pontífice nostro Benedictus XVI.
R. Dóminus consérvet eum, et vivíficet eum, et beátum fáciat eum in terra, et non tradat eum in ánimam inimicórum eius.

V. Tu es Petrus.
R. Et super hanc petram aedificábo Ecclésiam meam.

Orémus.

Deus, ómnium fidélium pastor et rector, fámulum tuum Benedictus XVI, quem pastórem Ecclésiae tuae praeésse voluísti, propítius réspice: da ei, quaésumus, verbo et exémplo, quibus praeest, profícere; ut ad vitam, una cum grege sibi crédito, pervéniat sempitérnam. Per Christum, Dóminum nostrum. Amen.

miércoles, 28 de enero de 2009

Devocionario.

(Pincha sobre la imagen)


Es un librito de oraciones y rezos para los fieles y devotos. Sinónimos Eucologio, libro de devociones, libro de misa, libro de rezos. Los devocionarios o libros de rezos diversos son muy abundantes desde la Baja Edad Media. Junto a oraciones de muy diferente índole para la Misa y fuera de ella, estos libros contienen otros materiales como los oficios, pasajes seleccionados de los Evangelios, tablas de la fe católica, nociones básicas propias de catecismo (los diez mandamientos, los sacramentos, las virtudes, los pecados, las bienaventuranzas o los gozos y nombres de la Virgen), poemas religiosos en latín y lengua vernácula o las horas de los difuntos y del Espíritu Santo. (Definición extraída de Enciclonet).


martes, 27 de enero de 2009

De la enseñanza del Cardenal Ratzinger (por gracia de Dios, Benedicto XVI, Vicario de Cristo), 4º parte.

“El gesto más antiguo de oración en el cristianismo son las manos extendidas hacia lo alto, la “postura de la Orante” (…) Es uno de los gestos originarios del hombre que invoca a Dios y está presente, prácticamente, en todas las religiones. Es un gesto que, en principio, expresa la ausencia de violencia, un gesto de paz: el hombre abre sus manos y, de esta manera, se abre al otro. Es también un gesto de búsqueda y de esperanza: el hombre, en su invocación, busca al Dios oculto, tiende los brazos hacia El. Se han relacionado las manos extendidas con la imagen de las alas: el hombre busca la altura, quiere dejarse elevar por Dios, sobre las alas de la oración. Para los cristianos, los brazos extendidos tienen también un significado cristológico: nos recuerdan los brazos extendidos de Cristo en la cruz. El Crucificado le ha dado una nueva profundidad a este gesto de oración tan humano en su origen. Al extender los brazos, oramos con el Crucificado, hacemos nuestros sus “sentimientos” (Flp 2, 5).
“Posteriormente se desarrollo el gesto de juntar las manos que, probablemente, procede del sistema feudal (…) Es una expresión de confianza y de fidelidad. Este gesto se ha mantenido en la ordenación sacerdotal. (…) Cuando el candidato a la ordenación sacerdotal pone sus manos juntas en las manos del obispo y le promete respeto y obediencia, le ofrece su servicio a la Iglesia como cuerpo vivo de Cristo, pone sus manos en las manos de Cristo, confiándose a El, y le ofrece sus propias manos para que sean las suyas. (…) Cuando nosotros, al orar, juntamos las manos, lo que expresamos es, precisamente, esto: ponemos nuestras manos en las Suyas, con nuestras manos ponemos nuestro destino en su mano; confiando en Su fidelidad Le prometemos nuestra fidelidad.
“Ya hemos hablado anteriormente sobre el arrodillarse en cuanto postura de oración. Para completar lo dicho quiero considerar en este lugar el gesto de inclinarse. Una de las oraciones sobre las ofrendas del canon romano (primera plegaria eucarística) comienza con las palabras “supplices”, literalmente: “profundamente inclinados”. Aquí, una vez más, el gesto corporal y el acontecimiento espiritual van inseparablemente unidos (…) El supplices es un gesto de gran calado; nos recuerda, físicamente, la postura espiritual que es esencial a la fe. Es sorprendente que muchas traducciones modernas hayan suprimido, sin más, el supplices (…) Inclinarse delante de Dios, nunca está “desfasado”, porque es lo que corresponde a la verdad de nuestro ser. Y si el hombre moderno lo ha olvidado, es ahora tarea nuestra, como cristianos del mundo de hoy, volver a aprenderlo y enseñárselo también a nuestros contemporáneos”.
Fuente: Ratzinger, Joseph: “El espíritu de la liturgia. Una introducción”. Madrid: Ediciones Cristiandad. 2002.

lunes, 26 de enero de 2009

De la enseñanza del Cardenal Ratzinger (por gracia de Dios, S.S. Benedicto XVI), 3º parte.

“Los ornamentos litúrgicos –el alba, la estola, la casulla- que el sacerdote lleva durante la celebración de la sagrada eucaristía quiere evidenciar, ante todo, que el sacerdote no está aquí como persona particular, como éste o aquél, sino en lugar de otro: Cristo. Su dimensión particular, individual, debe desaparecer para dar cabida a Cristo. “Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”, estas palabras con las que San Pablo expresa el nuevo ser del bautizado, partiendo de su experiencia personal de Cristo (Gál 2, 20), tienen una validez específica para el sacerdote celebrante. No es él el que importa, sino Cristo. No es él mismo el que se comunica a los hombres, sino que ha de comunicarlo a El. Se convierte en instrumento de Cristo, no actúa por sí mismo, sino como mensajero, como presencia de otro –“in persona Christi”-, como dice la tradición litúrgica.
“Los ornamentos litúrgicos nos recuerdan directamente los textos en que San Pablo habla de revestirse de Cristo: “En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo” dice en la Carta a los Gálatas (3, 27). En la Carta a los Romanos esta imagen está relacionada con la contraposición de dos formas de vida. Frente a los que desperdician su vida en comilonas y borracheras, en lujurias y desenfrenos, San Pablo señala el camino cristiano: “Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (13, 14). En las cartas a los Efesios y a los Colosenses, esta misma idea cobra una forma aún más radical en lo que respecta a la antropología del hombre nuevo: “Y revestíos del hombre nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad” (Ef 4, 24). “Y revestíos del hombre nuevo que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e in-circuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo en todos” (Col 3, 10s).
“Los ornamentos litúrgicos recuerdan todo esto: este hacerse Cristo, y la nueva comunidad que ha de surgir a partir de aquí. Es para el sacerdote un desafío: entrar en la dinámica que lo saca fuera del enclaustramiento en su propio yo, y lo lleva a convertirse en una realidad nueva a partir de Cristo y por Cristo. Les recuerda, a su vez, a los que participan en la celebración, el nuevo camino, que comienza con el Bautismo y prosigue con la Eucaristía; camino hacia el mundo que ha de venir, y que, partiendo del sacramento, debe comunicarse y delinearse ya en nuestra vida cotidiana”
Fuente: Ratzinger, Joseph: “El espíritu de la liturgia. Una introducción”. Madrid: Ediciones Cristiandad. 2002.

Sermón de la Conversión del Apóstol San Pablo.

“Scio cui crédidi, et certus sum quia potens est depósitum meum serváre in illum diem, justus judex” (“Sé de quién me he fiado; y cierto estoy de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día (postrero) el justo juez”, 2 Tim. 1, 12).
La Iglesia celebra en este día domingo la Conversión de San Pablo, el apóstol de los gentiles, en el marco del Año Paulino a que el Papa Benedicto convocó el año recién pasado. La figura de Saulo de Tarso, convertido más tarde en Pablo, es fundamental en los primeros tiempos de la historia de la Iglesia. Así, el Libro de los Hechos de los Apóstoles recoge el entusiasmo y energía que ponía en la persecución de la naciente iglesia, como cuando presencia el martirio de san Esteban, el protomártir cristiano, y cómo de perseguidor encarnizado se transforma, por gracia de Dios, en auténtico discípulo de Cristo; luego del episodio de Damasco, Saulo/Pablo pondrá todas su dedicación a anunciar el Evangelio de su Señor Jesucristo.
El encuentro de Pablo con Jesús fue radical, pues operó en él una transformación absoluta. Ciertamente que Dios tenía otros planes para este hombre que se transformaría en uno de los pilares de la Iglesia. Las palabras de Jesús: “Saule, Saule, quid me perséqueris?” (“Saulo, Saulo, por qué me persigues?”) y su posterior revelación de que quien le habla es el propio Señor, le llevan a preguntar con la apertura de la fe: “Dómine quid me vis fácere?” (“Señor, qué quieres que haga?”). “En un momento lo ha visto todo claro, y la fe, la conversión, le lleva a la entrega, a la disponibilidad absoluta en las manos de Dios. ¿Qué tengo que hacer de ahora en adelante?, ¿qué esperas de mí?”.
Pablo nunca olvidó a lo largo de la vida su encuentro personal con Cristo resucitado; para él fue un encuentro decisivo de su existencia y siempre lo consideró como un momento único. Nosotros también a ejemplo de san Pablo debemos tener siempre presente el instante en que el Señor vino a nuestro encuentro, para decirnos que se quiere meter de lleno en nuestro corazón para que nos transformemos en auténticos discípulos y misioneros de su Evangelio. Y para que nos vayamos convirtiendo cada día con la gracia de Dios. “El Señor nos llama continuamente a una nueva conversión y hemos de pedir con constancia la gracia de estar siempre comenzando, actitud que lleva a recorrer con paz y alegría el camino que conduce a Dios”.
“Scio cui crédidi…”, Sé de quién me he fiado… Pareciera ser el lema de San Pablo que explicará toda su vida posterior a la conversión. Para él, nada tiene valor si no es en Cristo y por Cristo. Lo único que deseó fue ser fiel al Señor y darlo a conocer a todas las gentes. Lo mismo debemos desear y querer nosotros. Que la Madre del Redentor nos ayude a tener el espíritu misionero de San Pablo y a ser testigos de la verdad. Amén.

domingo, 25 de enero de 2009

Conversión de San Pablo.


“Conversión de San Pablo”, Beato Angélico, 1430 — Manuscrito iluminado, Museo de San Marcos, Florencia

sábado, 24 de enero de 2009

Levantada la excomunión a los Obispos de la FSSPX.


El Santo Padre Benedicto XVI felizmente reinante, ha levantado la excomunión a los Obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, hoy a salido el Decreto de la Congregación para los Obispos firmado por el Card. Giovanni Battista Re, Prefecto de tal Congregación.

Invito a visitar los siguientes enlaces:



viernes, 23 de enero de 2009

De la enseñanza del Cardenal Ratzinger (por gracia de Dios, Papa Benedicto XVI) 2ª parte.

“En nuestra reforma litúrgica hay una tendencia, a mi parecer equivocada, de adaptar completamente la liturgia al mundo moderno; hacerla más breve, hacer desaparecer lo que se considera incomprensible, traducirla a un lenguaje más sencillo, más llano. De este modo, la esencia de la liturgia y la misma celebración quedan completamente desvirtuadas; porque en liturgia no hay que entender las cosas sólo de forma racional, como se entiende una conferencia, sino de modo más completo, participando con todos los sentidos y dejándose compenetrar por una celebración que no ha sido inventada por una comisión, sino que nos llega desde la profundidad de los siglos, y, en definitiva, desde la eternidad.
“Cuando el judaísmo perdió el templo, empezaron a celebrar sus fiestas y ritos en las sinagogas, y los ritos de las grandes fiestas también se empezaron a celebrar en las casas de los creyentes. Esos ritos dependen de formas determinadas de vida y, por tanto, no pueden comprenderse superficialmente, sino en su contexto y con la exposición de la historia de la fe; sólo en ese marco pueden interpretarse, y no aisladamente. El sacerdote no es un “showman” al que se le ocurre algo que luego comunica hábilmente a los demás. Al contrario, puede ser muy mal “showman”, porque él está en representación de algo que no depende en absoluto de él.
“La liturgia, como es natural, debe ser inteligible. Es muy importante que se lea y se interprete bien la Palabra de Dios. Pero entender debidamente la palabra de Dios requiere otra clase de comprensión. No es una novedad que debe ser estudiada por diversas comisiones. De ser así, se reduciría a algo que se realiza conforme a las reuniones de las comisiones de estudio en Roma, en Tréveris o en París. Por el contrario, tiene que conservar siempre su continuidad, manteniendo las últimas indicaciones, todo, para que a través de ella yo pueda encontrarme con lo eterno en una misma comunidad festiva a lo largo de los siglos; eso es muy diferente a algo planificado por un comité o una comisión de festejos.
“(…) En eso se debe ver además la potente fuerza de la Tradición no manipulable. Su belleza y su grandeza se imponen incluso a quien no sabe precisar ni comprender todos sus detalles. En el centro está entonces la Palabra, que es anunciada y explicada”.
Fuente: Ratzinger, Joseph: La sal de la tierra. Quién es y cómo piensa Benedicto XVI. Una conversación con Peter Seewald. Madrid: Ediciones Palabra. 2005).

jueves, 22 de enero de 2009

De la enseñanza del Cardenal Ratzinger (por gracia de Dios, Benedicto XVI):

“Necesitamos, al menos, una nueva conciencia litúrgica para que desaparezca ese espíritu hacedor. Porque se ha llegado al extremo de que grupos litúrgicos se autofabriquen la liturgia dominical. Lo que se ofrece aquí es, sin duda, el producto de unas personas listas y trabajadoras que se han inventado algo. Pero eso no significa encontrarse con la Alteridad Absoluta, con lo sagrado, que se me regala, sino con la habilidad de unas cuantas personas. Y me doy cuenta de que no es lo que busco. Que es demasiado poco y un tanto diferente.
“Hoy lo más importante es volver a respetar la liturgia y su inmanipulabilidad . Que aprendamos de nuevo a reconocerla como algo que crece, algo vivo y regalado, con lo que participamos en la liturgia celestial. Que no busquemos en ella la autorrealización, sino el don que nos corresponde.
“Esto es, en mi opinión, lo primero; tiene que desaparecer ese obrar individualista o desconsiderado y despertar la comprensión íntima hacia lo sagrado. En un segundo paso se podrá ver luego en que ámbito se podó en exceso, de forma que el contexto histórico global se torne más vivo y evidente. Yo mismo he hablado en este sentido de la reforma de la reforma. Pero, en mi opinión, esto debería ser ante todo y sobre todo un proceso educativo que ponga término al pisoteo de la liturgia con autoinventos.
“También es importante para la correcta concienciación en asuntos litúrgicos que concluya de una vez la proscripción de la liturgia válida hasta 1970. Quien aboga hoy por la perduración de esa liturgia o participa en ella es tratado como un apestado; aquí termina la tolerancia. A lo largo de la historia nunca ha habido nada igual, esto implica proscribir también todo el pasado de la Iglesia. Y de ser así, ¿cómo confiar en su presente? Francamente, yo tampoco entiendo por qué muchos de mis hermanos obispos se someten a este exigencia de intolerancia que, sin ningún motivo razonable, se opone a la necesaria reconciliación interna de la Iglesia”.
(Fuente: Joseph Ratzinger, Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald. Ed. Sudamericana, Bs. As., 2005).

Santidad juvenil.


San Francisco de Sales en su libro “Introducción a la vida devota” escribe: “Contempla la escala de Jacob, que es una viva imagen de la vida devota: los dos largueros por entre los cuales se sube y que sostienen los escalones, representan la oración, que nos obtiene el amor de Dios y lo sacramentos que lo confieren; los escalones no son otra cosa que los diversos grados de caridad, por los cuales se va de virtud en virtud, ya sea descendiendo, por la acción, a socorrer y a sostener al pobre, ya sea subiendo, por la contemplación, a la unión amorosa con Dios”. La imagen que el santo utiliza para explicar el modo cómo cada uno de nosotros debemos ir creciendo en santidad es una metáfora muy elocuente. Por nuestra condición de hijos de Dios y de la Iglesia estamos destinados a ser santos, pues debemos seguir los ejemplos del Divino Maestro, tal como lo han hecho a lo largo de la historia, los hombres y mujeres que han vivido en grado sumo las virtudes teologales y cardinales. Efectivamente, cuando la Iglesia inicia el proceso que llevará a la canonización de un hijo suyo, lo propone como modelo digno de ser imitado en la vivencia de las virtudes en nuestra vida cotidiana.
La Iglesia, que es Mater et Magistra, sabiamente nos ha mostrado estos modelos de santidad con sus carismas específicos en el momento adecuado. Dentro de estos modelos, quisiéramos evocar, a propósito del título de esta entrada, que ha suscitado el Espíritu Santo ejemplos de santidad juvenil en las personas de Santo Domingo Savio y de la Beata Laurita Vicuña; el primero, hijo espiritual de Don Bosco; la segunda, de las Hijas de María Auxiliadora. “La santidad accesible a toda edad ha sido convicción perenne de la Iglesia. A reforzarla, San Francisco de Sales había reiterado el llamado universal a ella en el siglo XVII. Santos educadores habían vibrado igualmente por ese ideal”. Precisamente, ha sido Don Bosco uno de los santos más convencidos de esta realidad: “Es voluntad de Dios que todos seamos santos; es muy fácil lograrlo; al santo le está prometido un gran premio en el cielo”, decía el santo educador.
En el caso concreto de la Beata Laurita Vicuña, se trata de una niña de tan sólo 13 años que en su corta edad alcanzó en grado sumo la heroicidad de las virtudes cristianas, ofreciéndose en oblación a Dios por la salvación de su madre. El final de su holocausto es conocido. Su madre retornó al Señor y ella pudo exclamar: “¡Gracias Jesús!, ¡gracias María! ¡Muero contenta!”. El honor de los altares para Laurita Vicuña nos muestra que la Iglesia ha reconocido que la semilla del Evangelio fructificó en ella. “No se trata, entonces, sólo el elogio a una niña buena y dulce, que las hay muchas. Sino de alabar al Padre por la fidelidad total a Cristo en una adolescente en todos y en cada uno de los momentos de su breve existencia, en grado sublime. En efecto, como dice uno de sus biógrafos, “una adolescente que afronta impávida el heroísmo de la virtud, no permanece niña aún sin alcanzar la edad de la juventud: como tampoco en la apreciación y en la veneración de la Iglesia no permanecieron niñas Santa Inés y Santa Cecilia en la antigüedad, y en nuestros días Santa María Goretti”. Ellas, contrariamente a su edad, se elevaron a gigantes del espíritu. Laura, además con el mérito de ser la santa no mártir más joven de la Iglesia”.
En 1955 se inició el proceso de beatificación de la niña chilena Laurita Vicuña, quien había nacido en Santiago de Chile el 5 de abril de 1891; proceso que culminó el 3 de septiembre de 1988 cuando el Siervo de Dios Juan Pablo II la declaró beata de la Iglesia Católica y la presentó como modelo a la juventud: “La suave figura de la beata Laura Vicuña, gloria purísima de Argentina y Chile, despierte un renovado compromiso espiritual en estas dos nobles naciones, y a todos enseñe que el ideal de inocencia y de amor, aunque denigrado y ofendido, al fin brillará e iluminará los corazones”. El mensaje de la beata Laurita Vicuña, “flor eucarística de Junín de los Andes”, a la juventud de hoy es: “Pureza, sacrificio y amor filial”.
Murió en olor de santidad el 22 de enero de 1904, por eso que en este día la Iglesia venera y honra su nombre en el calendario litúrgico novus ordo. ¡B. Laurita Vicuña, ora pro nobis!

miércoles, 21 de enero de 2009

El juglar de Dios.

Durante los tiempos medievales, como es sabido, la poesía era de carácter oral y su transmisión correspondía a los recitadores o juglares. Más tarde, cuando aparecen los poetas cultos más de uno de ellos se definirá como “juglar de la Virgen”, tal como lo dice el poeta y monje español Gonzalo de Berceo. Releyendo la obra del celebrado poeta y agudísimo novelista y pensador inglés, Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), y converso al catolicismo, acerca de Francesco Bernardone, conocido en la historia del cristianismo como Francisco de Asís, el autor lo llama “el juglar de Dios”, ya que cuando el santo y sus compañeros espirituales salieron a predicar el Evangelio, su jefe les llamaba los juglares de Dios.
La biografía de Francisco es por todos conocida y uno de sus primeros hagiógrafos, Tomás de Celano, hace notar que Dios suscitó en un tiempo en que el espíritu del Evangelio se había olvidado casi por todas partes, la persona de Francisco para que denunciara “la necedad de la sabiduría del mundo, y por la predicación de la locura de la Cruz de Cristo, conquistara a los hombres para la sabiduría de Dios”. En 1209, Francisco comenzó a anunciar el Evangelio en Asís y pronto contó con discípulos que le acompañaron en la misión que Dios le había encomendado. De acuerdo a la historia, en un principio el pobrecito de Asís no pensó fundar una orden, pero luego se vio obligado a reglamentar sencillamente el estilo de vida que estaban asumiendo él y sus seguidores, basándose fundamentalmente en la humildad y la pobreza, reflejados ambos rasgos en el título de frailes menores con que quiso que se reconociese a sus discípulos. La regla fue aprobada por el Papa Inocencio III.
Los frailes menores tenían como principal actividad predicar la penitencia y la paz de ciudad en ciudad; es decir, el franciscano en su origen, en nada se asemejaba a los monjes del Medievo que eran de vida monacal. Francisco, por el contrario, quiso tan solo formar predicadores ambulantes que viviesen estrictamente el espíritu evangélico y que recorriesen los caminos de dos en dos, tal como lo exigía la letra del Evangelio. Así, los frailes menores predicaban en las iglesias, pero con mayor frecuencia en las plazas y en las calles de las ciudades. Tomás de Celano escribe que a las prédicas de Francisco acudían hombre y mujeres para oírlo, ya que en un lenguaje popular y pintoresco llamaba a la conversión. Celano anota que “los monjes descendían de los monasterios de las montañas. Los hombres más versados en el cultivo de las letras quedaban admirados. Hubiérase dicho que una luz nueva irradiaba del cielo a la tierra”.
En la hagiografía de Francisco de Asís destaca su relación con la creación, ya que para él todas las creaturas manifiestan la sabiduría, poder y bondad de Dios, y cada una lo alaba a su manera. Amaba profundamente a todas las creaturas y su alma estaba abierta a todo el universo, y por eso presta sus labios para que todas las creaturas alaben al Creador. Su hermoso Cántico de las creaturas, expresa líricamente este espíritu de alabanza y de bendición: “Omnipotente, Altísimo, bondadoso Señor,/ tuyas son la alabanza, la gloria y el honor,/ tan sólo Tú eres digno de toda bendición, / y nunca es digno el hombre de hacer de Ti mención”. Chesterton sostiene que este cántico “es una obra extraordinariamente característica. Podría reconstruirse mucho de la personalidad de San Francisco con sólo aquella obra”, mientras que otro autor afirma que el “Cántico de las creaturas es la columna sonora de un concierto sinfónico de amor hacia toda la humanidad”. También la llamada “Oración simple” del santo de Asís lo refleja enteramente en su personalidad y santidad.
Releer “San Francisco de Asís. El hombre eterno” del escritor inglés G. K. Chesterton, permite acercarse al Poverello y conocer a una figura señera de la Iglesia Católica.

martes, 20 de enero de 2009

Instaurare omnia in Christo.

ORACIÓN A SAN PÍO X

Glorioso Papa de la Eucaristía, San Pío X, que te has empeñado en “restaurar todas las cosas en Cristo”. Obtenme un verdadero amor a Jesucristo, de tal manera que sólo pueda vivir por y para Él. Ayúdame a alcanzar un ardiente fervor y un sincero deseo de luchar por la santidad, y a poder aprovechar todas las riquezas que brinda la Sagrada Eucaristía. Por tu gran amor a María, madre y reina de todo lo creado, inflama mi corazón con una tierna y gran devoción a ella.
Bienaventurado modelo del sacerdocio, intercede para que cada vez hayan más santos y dedicados sacerdotes, y se acrecienten las vocaciones religiosas. Disipa la confusión, el odio y la ansiedad, e inclina nuestros corazones a la paz y la concordia, a fin de que todas las naciones se coloquen bajo el dulce reinado de Jesucristo. Amén.

lunes, 19 de enero de 2009

Sermón Domingo II después de Epifanía.

“Hoc fecit inítium signórum Jesus in Cana Galilaeae: et manifestávit glóriam suam, et credidérunt in eum discípuli ejus” (“Este fue el primer milagro que hizo Jesús en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos”).
El Santo Evangelio de este domingo nos relato el primer milagro de Nuestro Señor en el contexto de la celebración de una boda en Caná de Galilea. El milagro en sí mismo considerado, es grande y glorioso. Primeramente, porque es el primer milagro público del Salvador, como asegura San Juan. En segundo lugar, por su esencia y naturaleza, es un milagro de primera categoría, un milagro absoluto, y como tal, en efecto, lo narra San Juan; pues no consistió en una simple transformación, sino en una verdadera y completa transubstanciación de una cosa en otra. Con este milagro demostró Jesús ser el dueño absoluto de la creación, y que en su poder estaba cuanto quería. En tercer lugar, se distingue este milagro por la manera en que fue obrado, sin aparato alguno, calladamente, como por acaso. En cuarto lugar, el milagro es hermoso y glorioso por su sentido místico. La circunstancia de haberse obrado en unas bodas, y de haber consistido en la repartición de un vino maravilloso, ha dado pie a los Santos Padres, para ver en este misterio una figura de la unión de Cristo con su Iglesia. Es, en efecto, el matrimonio, un símbolo de esta unión, la cual, consumada aquí abajo y en el cielo, aparece en las Sagradas Escrituras como un glorioso banquete nupcial, en el que reparte el Salvador, aquí abajo, el maravilloso vino convertido en su sangre, y allí arriba, “el vino nuevo” de la eterna bienaventuranza.
Las circunstancias en que se realizó hacen que este milagro resulte aún más encantador. La primera de ellas es que fue en un convite de bodas y la presencia en él de la Madre de Jesús. La presencia de María dio a su vez seguramente ocasión a los esposos a que invitaran también a Jesús y a sus discípulos. La segunda circunstancia fue la confusión producida por la falta de vino. La tercera y más próxima circunstancia, y la verdadera causa del milagro fue la súplica de la Madre de Jesús. El Señor atendió a la súplica, primeramente, en consideración a su fe, pues sin haberle visto hasta entonces obrar ningún milagro, estaba persuadida de su omnipotencia; en segundo lugar, en consideración a la modestia y ternura con que la hacía la súplica; en tercer lugar, en consideración a la solicitud, atención y bondad maternal de María. Durante la vida oculta de su Hijo, María no habría jamás hecho una súplica tal; pero ahora que ya se había manifestado y empezado su vida pública, la creyó oportuna.
Los efectos de este milagro están expresado en estas palabras: “Manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”. Sus discípulos, pues, creyeron en Él, es decir, fueron maravillosamente fortalecidos en la fe, a la cual habían sido ya ganados. Ahora tenían a la vista un milagro en el orden material, el cual venía garantir la promesa de que verían cosas mayores y a fortalecerles, por consiguiente, la fe. Pero aún más allá del círculo de sus discípulos, entre los conocidos y parientes del Señor que asistían también a la boda, extendió sin duda este milagro la fe en Él, como enviado de Dios, y Dios mismo.
Mas el milagro no es tan sólo la revelación de su divinidad, sino también de su carácter naturalmente bello y grande. No es de poca importancia que el amabilísimo Señor, al abandonar la silenciosa vida del hogar, celebre y solemnice, con su primer gran milagro, la fundación de un nuevo hogar… Finalmente este milagro demuestra el alto aprecio y amor del Señor a su Santísima Madre, revelándose, además, aquí el poder de intercesión de María. Es la revelación de un Consejo de Dios, según el cual en el reino de Cristo, todo pasa por la mano y por el corazón de María.
Sigamos, pues el consejo de Nuestra Madre: “Haced cuanto él os dijere” (“Quodcúmque díxerit vobis, fácite”).

domingo, 18 de enero de 2009

Domingo II después de Epifanía. (Semidoble - Ornamentos verdes)

El objeto litúrgico de este domingo es celebrar el primer milagro obrado por Jesús en Caná de Galilea. La intercesión de María tiene una parte muy principal; María es verdaderamente la Mediadora para obtener todas las gracias; es, por lo tanto, preciso nos dirijamos a Ella en nuestras necesidades.
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S. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem. (Joann. 2, 1-11).
M. Glória tibi, Dómine.
*
En aquel tiempo: celebrábanse unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la Madre de Jesús. Fue también convidado Jesús con sus discípulos a las bodas. Y llegando a faltar vino, la Madre de Jesús le dice: No tienen vino. Respondióle Jesús: Mujer ¿qué nos va a ti y a mí? aún no ha llegado mi hora; Dijo su madre a los que servían: Haced cuanto él os dijere. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a las purificaciones judáicas cabiendo en cada una dos o tres cántaros. Y Jesús dijo: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Y Jesús les dice: Sacad ahora, y llevad al maestresala. Y lo hicieron así. Y luego que gustó el maestresala el agua hecha vino, como no sabía de donde era (aunque los sirvientes lo sabían, porque habían sacado el agua), llamó al esposo y le dijo: todos sirven al principio el buen vino: y después que los convidados han bebido bien, entonces sacan el más flojo. Mas tú reservaste el buen vino para lo último. Este fue el primer milagro que hizo Jesús en Galilea. Y manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos.
*
M. Laus tibi, Christe.

sábado, 17 de enero de 2009

Videos


Probablemente algunos de mis lectores habrán visto los siguientes videos, sin embargo, siempre es bueno reiterarlos de vez en cuando para aquellos que se van uniendo a esta tremenda cruzada que es promover la Tradición Litúrgica y la Hermenéutica de Continuidad.

En el video 1, encontrarán parte de la Missa (Novus Ordo) privada que celebra el Santo Padre Benedicto XVI, en su capilla privada.

En el video 2, encontrarán la transformación de un altar mesa en un Altar Tradicional.

Y el video 3, los pasos previos a la celebración de la Sancta Missa Tridentina.

La señal de la Cruz.


Per signum Crucis de inímicis nostris, líbera nos Deus noster. In nómine Patris, + et Fílii, et Spíritus Sancti. Amén. (Por la señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos líbranos, Señor, + Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén).
Desde nuestra más tierna infancia, la mayoría de quienes nos profesamos católicos, nuestros padres, y especialmente, nuestra madre, nos enseñaron el signo de la cruz, que es como el signo de nuestra identidad de católicos. Por eso que hoy en día resulta sorprendente darse cuenta que muchos fieles no saben signarse o santiguarse, y cuando deben hacerlo hacen un gesto que dista bastante de una señal de la cruz bien hecha y con reverencia. El actual papa siendo cardenal argumentaba en uno de sus libros que “el gesto fundamental de la oración del cristiano es, y seguirá siendo, la señal de la cruz”. Más aún, dice que este gesto es una verdadera profesión de fe en Cristo Crucificado, por eso que recuerda las palabras de San Pablo en el sentido de que predicamos a un Cristo crucificado.
El cardenal Ratzinger escribía en su libro “El espíritu de la liturgia. Una introducción”, que “santiguarse con la señal de la cruz es un sí visible y público a Aquel que ha sufrido por nosotros; a Aquel que hizo visible en su cuerpo el amor de Dios llevado hasta el extremo; un sí al Dios que no gobierna con la destrucción, sino con la humildad del sufrimiento y un amor que es más fuerte que todo el poder del mundo y más sabio que toda inteligencia y los cálculos del hombre”. Hacer la señal de la cruz, por tanto, sobre nosotros nos ponemos bajo la protección de Aquel que es la Omnipotencia suma; el autor del libro dice que la señal de la cruz es como verdadero escudo que “nos protege de las tribulaciones de cada día, e incluso nos da el valor para seguir adelante. La aceptamos como una señal que indica el camino a seguir: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mc 8, 34). La cruz nos muestra el camino de la vida: el seguimiento de Cristo”.
Luego nos recuerda el actual Sumo Pontífice Benedicto XVI que con la señal de la cruz nos relacionamos con el Dios Uno y Trino, y que cada vez que hacemos el gesto y, más aún, cuando utilizamos agua bendita, recordamos nuestro bautismo. La riqueza teológica del signo de la cruz “se hace presente en el bautismo, por el cual nos convertimos en contemporáneos de la cruz y la resurrección de Cristo”. De lo anterior, el autor concluye con una afirmación que debemos tener siempre presente como católicos; esto es que “en la señal de la cruz, con la invocación trinitaria, se resume toda la esencia del acontecimiento cristiano, y está presente el rasgo distintivo del cristianismo”.
El Papa Ratzinger en la explicación que lleva a cabo de la señal de la cruz, recuerda que el Divino redentor en su discurso escatológico había anunciado que al final de los tiempos “aparecerá en los cielos la señal del Hijo del Hombre”, esto es, la Cruz. De esta manera, su señal inscrita en el cosmos desde el principio, nos recuerda el papa, se convirtió en el gesto de la bendición propiamente cristiano, porque El es una bendición: “Hacemos la señal de la cruz sobre nosotros mismos y entramos, de este modo, en el poder de bendición de Jesucristo. Hacemos la señal de la cruz sobre las personas a las que deseamos la bendición. Hacemos la señal de la cruz también sobre las cosas que nos acompañan en la vida y que queremos recibir nuevamente de la mano de Dios. Mediante la cruz podemos bendecirnos los unos a los otros”.
Termina el autor del libro en comento, evocando a sus padres que con devoción y recogimiento santiguaban a sus hijos, de pequeños, con agua bendita; finalmente, exhorta a que el gesto de bendecir debiera formar parte esencial de la vida cotidiana, pues dicho gesto está fundado en la bendición del Redentor.

viernes, 16 de enero de 2009

Poema de desagravio en honor a la Santísima Virgen María.


BLANCA COMO UN CIRIO

Blanca como un cirio,
pura como un lirio,
la Virgen divina
al templo camina,
llevando en sus brazos
cual rayo de luz
al niño Jesús.

Cuando Simeón
ve a Cristo en Sión
le toma y le mira,
y canta y suspira.

María: ¡qué espada
de pena y dolor
herirá tu amor!

La Virgen María,
después de aquel día,
miraba a Jesús,
entre dos ladrones,
clavado en la cruz.


Jacinto Verdaguer

jueves, 15 de enero de 2009

¡Oh buen Jesús!

Acto de fe.
¡Oh buen Jesús! Yo creo firmemente,
Que por mi bien estás en el altar,
Que das tu cuerpo y Sangre juntamente
Al alma fiel en celestial manjar. (bis).

Acto de humildad.
Indigno soy, confieso avergonzado,
De recibir la Santa Comunión:
Jesús, que ves mi nada y mi pecado,
Prepara Tú mi pobre corazón. (bis).

Acto de dolor.
Pequé, Señor; ingrato te he ofendido,
Infiel te fui, confieso mi maldad;
Me pesa ya; perdón, Señor, te pido,
Eres mi Dios, apelo a tu bondad. (bis).

Acto de esperanza.
Espero en Ti, piadoso Jesús mío:
Oigo tu voz, que dice: “Ven a Mí”;
Porque eres fiel, por eso en Ti confío;
Todo, Señor, espérolo de Ti. (bis).

Acto de amor.
Oh buen Pastor, amable y fino amante,
Mi corazón se abrasa en santo ardor;
Si te olvidé, hoy juro que constante
He de vivir tan sólo de tu amor. (bis).

Acto de deseo.
Dulce maná y celestial comida,
Gozo y saludo de quien te come bien;
Ven sin tardar, mi Dios, mi luz, mi vida,
Desciende a mí, hasta mi pecho ven. (bis).
*
Cántico tradicional para el momento de la Comunión.

miércoles, 14 de enero de 2009

Conversi ad Dominum!


En su libro “La fiesta de la fe. Ensayo de teología litúrgica”, Joseph Ratzinger, nuestro querido Papa Benedicto XVI, entre otros interesantísimos temas acerca de una teología de la liturgia, aborda el problema de la orientación de la celebración. Estas observaciones adquieren hoy plena actualidad, puesto que muchas veces se escucha entre los fieles católicos, ya sea por desconocimiento o por una escasa preparación litúrgica, y especialmente en aquéllos que miran con cierto recelo, o derechamente con sospecha, la celebración litúrgica tradicional de la Santa Misa, en el sentido de que en esta el celebrante “le da la espalda al pueblo”. Pues bien, en el apartado de este libro fundamental del Papa Ratzinger se devela definitivamente la verdad que encierra el sentido de la orientación litúrgica en la celebración.
El planteamiento de que parte el actual papa es que “la orientación interior de la Eucaristía sólo puede ser una determinada: desde Cristo en el Espíritu Santo hacia el Padre. La cuestión es ahora cómo expresar esto de la mejor manera posible en los rituales litúrgicos”. Seguidamente, aclara que lo positivo de la antigua posición se fundamenta en que era “originariamente un volverse tanto el sacerdote como el pueblo hacia el acto común de la adoración trinitaria”. A su vez, esta orientación hacia el Oriente revelaba, además, un “simbolismo cósmico en la celebración comunitaria (…) El oriente –“oriens”- era, como es sabido, además del símbolo del sol naciente también el símbolo de la resurrección (y por tanto no sólo una afirmación cristológica, sino una muestra del poder del Padre y del obrar del Espíritu Santo), así como una representación de la esperanza en la parusía”.
Por otra parte, dentro de esta perspectiva de “volverse hacia el altar” que es “expresión de una visión cósmico-parusial de la celebración eucarística”, será reforzada con una cruz en la pared que daba al este. Esta significación escatológica en la iconografía de la cruz, argumenta el autor, tiende a casi desaparecer: “Aun así la prescripción rubricista del pasado que exige poner una cruz encima del altar tiene su origen en esta tradición cristiana inicial. La cruz del altar es un resto, que ha pervivido hasta nuestros días, de aquella orientación hacia el este”. La aclaración litúrgico-teológica que viene a continuación es radical, pues echa por tierra lo erróneo de los juicios que se emiten respecto a lo que se está reseñando. El Papa Ratzinger sostiene que “si se quiere hablar de algún punto de referencia concreto en la orientación de la celebración previa al Concilio, no se puede decir que se celebraba hacia el altar, ni siquiera ante el Santísimo, pero sí se puede mantener que se celebraba de cara al símbolo de la cruz, que alberga en sí toda la teología del “oriens”.
A partir del siglo XIX, explica el autor, comenzó paulatinamente una pérdida del significado de la orientación cósmica de la liturgia, que trajo aparejada, además, que ya no se entendiera el contenido de la imagen de la cruz como punto de referencia cristiana en la celebración; “sólo por eso pudo surgir el comentario de que el sacerdote celebra “de cara a la pared”, o incluso la idea de que celebraba hacia el Tabernáculo”. Lo anterior, según el autor de la obra en comento, justificaría “el éxito triunfal de la nueva orientación de la celebración que se ha impuesto sin mandato expreso (…) y a una velocidad, que no serían concebibles de no haberse perdido el significado originario en la liturgia preconciliar”.
Uno de los peligros que encierra una perspectiva de celebración litúrgica que haya olvidado lo recién explicado, está en que lo comunitario “convierte a la comunidad en un círculo cerrado (que) no percibe la explosiva dinámica trinitaria, que otorga a la Eucaristía su grandeza. Contra esta idea de una comunidad autónoma y autosuficiente habrá que luchar por todos los medios en la educación litúrgica. La comunidad no dialoga consigo misma, sino que va colectivamente al encuentro del Señor”.
Finaliza este apartado del libro con tres propuestas para educar litúrgicamente a los fieles. Primeramente, propone el Papa Ratzinger, que hay que redescubrir el sentido de la celebración cristiana como liturgia cósmica; y que es deseable que se redescubra la orientación hacia el este, incluso en la construcción de los templos católicos. En segundo lugar, la recuperación de la cruz, pues ella está indisolublemente unida a la orientación cósmica. “En la tradición, el oriente y la imagen de la cruz, es decir, la orientación cósmica e histórica-salvífica de la devoción, estaban fundidas”. Propone, por tanto, restablecer la imagen de la cruz como algo extremadamente importante que responda a la tradición de la fe. “Precisamente con la orientación actual de la celebración, la cruz se podría colocar en el altar de tal forma que la vea tanto el sacerdote como la comunidad. En el canon no se deberían mirar mutuamente sino mirar juntos a Aquel que ha sido traspasado”. Por último, reitera en el tercer punto de que la cruz al centro del altar es un verdadero “iconostasio”, que está descubierto, punto de referencia común. “Me atrevería a lanzar la tesis de que la cruz en el altar no sólo no es un obstáculo, sino que es requisito de la celebración versus populum”.
El Santo Padre Benedicto XVI poco a poco en las celebraciones litúrgicas ha ido dando muestras palpables de una verdadera catequesis litúrgica en acto, que ojalá muchos sacerdotes y consagrados en el mundo entero tomen como ejemplo, pues así el Soberano Pontífice está demostrando la continuidad de la tradición católica.
“Conversi ad Dominum”: ¡volvámonos hacia el Señor, convirtámonos al Señor!”

martes, 13 de enero de 2009

Conmemoración del Bautismo del Señor.


“Et testimónium perhíbuit Joánnes, dicens: Quia vidi Spíritum descendéntem quasi colúmbam de caelo, et mansit super eum” (“Y Juan dio testimonio diciendo: Yo he visto al Espíritu que descendía del cielo en forma de paloma, y reposó sobre Él”), leemos en el Evangelio de hoy en que conmemoramos el Bautismo del Señor en el río Jordán.
Jesús se dirigió al Jordán, donde Juan bautizaba y predicaba. Allí, bajo la acción del Bautista, se había trasladado el centro de la vida religiosa nacional y florecía en toda su intensidad la esperanza en la venida del Mesías. Allí era, pues, el lugar más apropiado para empezar su apostolado, y allí fue para hacerse también bautizar. ¿Por qué quiso el Señor ser bautizado por San Juan? En primer lugar, para consagrar así toda la misión del Bautista, principalmente su bautismo como figura del bautismo cristiano, y para santificar, honrar y recompensar a Juan por su fidelidad, su celo y su gran abnegación. En segundo lugar, quería el Salvador, en aquella ocasión, revelarse ante el pueblo y ser iniciado por Dios en su vocación. En tercer lugar, se proponía darnos ejemplo de humildad, y de celo para aprovechar todos los medios de salvación, entonces ordenados por Dios, aunque El no viniese obligado a ello. Uno de estos medios de salvación era el bautismo de penitencia, y la voluntad de Dios era que todos lo recibiesen, aunque no de precepto, pero sí de consejo.
¡Es muy digno de notarse que el primer acto público de Jesús es un acto de inconcebible humildad, de aniquilamiento propio y de penitencia! Con esto se proponía el Salvador prefigurar en sí mismo el bautismo cristiano, y animar con su ejemplo a todos los hombres a que lo recibiesen. Nada obstaba a que recibiese el bautismo figurativo de Juan, porque no era más que una confesión y un medio de penitencia; y Cristo es el representante, el fundador y el modelo de la humanidad que expía y se santifica. Por esto se hizo bautizar, invitando así a todos a recibir el bautismo.
Al salir Jesús del agua del Jordán, aparecieron sobre El signos visibles celestiales. El cielo se abrió inundando el espacio con su gloria, el Espíritu Santo bajó visiblemente sobre El en figura de una blanca paloma deslumbrante y resonó una potente voz: “Este es mi Hijo muy amado, en él tengo mis complacencias”. La significación de este signo fue ante todo una revelación del Salvador, la más gloriosa y solemne de cuantas hasta ahora habían tenido lugar, pues la Santísima Trinidad misma es la que da testimonio, el más claro, el más glorioso y el más público posible, de la Divinidad del Salvador. Aquella aparición fue una recompensa al Salvador por su humildad, por su obscuridad, por su obediencia y por su sumisión en el bautismo. Estos signos celestiales, son, por así decirlo, la ejecutoria de Jesús para su apostolado público, como profeta, como sacerdote y como rey, y el comienzo oficial de su misión. Finalmente, el bautismo de Cristo además de dar lugar a una revelación de la divinidad de éste, es la revelación y el fundamento del sacramento del bautismo, y sobre todo de su necesidad. Desde ahora el bautismo será usado como medio indispensable de salvación. Lo que visiblemente tuvo lugar en el bautismo del Salvador, esto mismo sucede invisiblemente en todo bautismo cristiano.
Es, pues, el bautismo del Señor un alto y trascendental misterio. Es la solemne revelación de la Divinidad de Cristo en medio de su humildad y anonadamiento. Es el punto culminante del apostolado de Juan, y la figura del bautismo de la Iglesia y de todo el género humano. Por esto dicen los Santos Padres que Cristo, en su bautismo en el Jordán, sumergió y sacó consigo, de las aguas, el universo todo.

lunes, 12 de enero de 2009

Sermón Fiesta de la Sagrada Familia.

“Et descéndit cum eis, et venit Názareth: et erat súbditus illis. El mater ejus conservábat ómnia verba haec in corde suo. Et Jesus proficiébat sapiéntia, et aetáte, et grátia apud Deum, et hómines” (“Y descendió con ellos y vino a Nazareth; y les estaba sujeto. Y su Madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombre”).
Celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia de Nazareth de Jesús, María y José. El Hijo de Dios quiso nacer en el seno de una familia, misterio que estamos contemplando en este tiempo de Navidad, y para ello la providencia divina le eligió a un santo varón, San José, como su padre nutricio, y a Santa María, la joven virgen de Nazareth, que con su fiat le cobijó en su vientre durante nueves meses y luego lo cuidó como la Buena Madre que es. El tiempo de Jesús con Santa María y San José es una época tan encantadora como silenciosa, tan santa como obscura, tan majestuosa como llena de misterios. Los evangelios apócrifos abundan en relatos que, según ellos, llenaron aquel periodo de la vida del Salvador. ¿Pero qué es lo que se nos dice en el Evangelio? Limítase a trazar tres rasgos característicos de esta vida oculta.
En primer lugar, la vida oculta de Jesús con sus padres en Nazareth fue, sin duda, una vida de oración. Es natural suponer que en el seno de la Sagrada Familia practicábase la más intensa piedad, y que la oración era para ellos un ejercicio habitual, ya en diversas devociones al interior del hogar, ya en la asidua asistencia al culto divino en la sinagoga. La vida oculta fue también una vida de obediencia. Las Sagradas Escrituras lo dicen expresamente y con cierto énfasis, indicando con esto, que su vida fue, ante todo, una vida de obediencia, y de obediencia la más perfecta. Estaba sujeto a sus padres y cumplía escrupulosamente sus órdenes y deseos en todo; exteriormente con gran puntualidad y perseverancia, y con tanta ligereza, gracia y alegría, que sus padres sentían gusto y satisfacción en ello. La vida oculta fue, además, una vida de trabajo. Los nazarenos le conocían como hijo de José el carpintero, y El mismo fue también carpintero. Trabajaba, pues, y su trabajo era asiduo, diario, y no para recreo, sino para ganarse con él la vida, el pan de cada día.
La vida de Nazareth fue una vida obscura y de profundísima humildad. ¡Qué vida tan retirada y oculta aquélla! Cristo se oculta por el lugar de su residencia, disimulando sus excelentes cualidades. ¿Quién pudo vislumbrar siquiera algo de los tesoros de sabiduría y de poder que guardaba El celosamente ocultos? Con toda razón pudo decir el evangelista, que Jesús “et descéndit et vénit Nazareth”, es decir, se ocultó. La vida es, finalmente, una vida de progreso y de desarrollo. En primer lugar, un desarrollo y crecimiento exterior, en cuanto su sabiduría y santidad interiores iban revelándose y manifestándose progresivamente, cada día más, en armonía con su edad. Había también un desarrollo interno, pero era tan sólo en cuanto a los conocimientos naturales y experimentales; de ningún modo en cuanto a sus facultades mismas. En resumen, Jesús crecía y se desarrollaba, en cuanto al exterior, a la manera que vemos crecer y desarrollarse a un joven dotado de las más privilegiadas facultades corporales y espirituales. Crecía realmente en gracia y sabiduría, en hermosura y fuerza y en toda clase de encantos. Tal fue, en substancia, la vida de Jesús, durante treinta años.
Ahora comprendemos por qué el Salvador llevó tan largo tiempo una vida oculta, de trabajo y de obediencia. El tenía algo que hacer, más importante aún que recorrer el mundo y predicar la buena nueva. Antes que predicar el evangelio, tenía que practicarlo El mismo; esto es lo que hace en la vida oculta junto a San José y a Santa María, su Madre; vivir el evangelio de la vida cotidiana y familiar.
“Que Cristo Señor, Rey del Universo, Rey de las familias, esté presente, como en Caná, en cada hogar cristiano para dar luz, alegría, serenidad y fortaleza” (Servus Dei Joannes Paulus II).

domingo, 11 de enero de 2009

Fiesta de la Sagrada Familia. Doble Mayor – Ornamentos Blancos.


“Muy dulce nos es recordar la casita de Nazaret y la humilde existencia que allí se lleva; muy dulce es celebrar con cantos la vida oscura de Jesús.
Allí es donde el Divino Niño aprende el humilde oficio de José; allí crece en edad, y se muestra dichoso de compartir los trabajos del carpintero.
Junto a El se sienta su dulce Madre; junto a su esposo mora la abnegada esposa, la cual se siente feliz de poder aliviar sus fatigas con sus tiernísimos cuidados” (Himno de Mait. comp. por León XIII).
En esa humilde casita de Nazaret, Jesús, María y José santificaron la vida familiar mediante el ejercicio de las virtudes domésticas. En ella practicaron la caridad, la mutua ayuda, el respeto y la obediencia; en ella encontraron el gozo y la paz en el recogimiento y en la oración común. Ojalá que también nosotros, después de haber vivido como ellos en la tierra, merezcamos vivir en su santa compañía en el cielo.Lastimoso es el estado en que hoy en día se encuentra la familia cristiana, célula de las sociedades. Muchas ruinas hay en ella, ruinas que tan sólo se repararán procurando imitar las virtudes que se practicaron en la familia integrada por José, María y Jesús.
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S. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam. (Luc. 2, 42-52).
M. Glória Tibi, Dómine.
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Cuando tuvo Jesús doce años, sus padres fueron a Jerusalén, según la costumbre del día de la fiesta, y acabados aquellos días, cuando se volvían, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que sus padres lo advirtiesen. Y creyendo que él estaba con los de la comitiva, hicieron una jornada de camino y le buscaban entre los parientes y conocidos. Y como no le hallaban, se volvieron a Jerusalén en busca suya, hasta que, al cabo de tres días, le hallaron en el templo, sentado en medio de los Doctores, escuchándolos y preguntándoles. Todos cuantos le oían se pasmaban de su sabiduría y de sus respuestas. Y cuando le vieron se admiraron. díjole entonces su madre: Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? Mira como tu padre y yo angustiados te buscábamos. Y les respondió: ¿Para qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo emplearme en las cosas de mi Padre?. Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. Y descendió con ellos y vino a Nazaret: y les estaba sujeto: Y su Madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, y en edad y en gracia, delante de Dios y de los hombres.
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M. Laus tibi, Christe.

El Propio de esta Sancta Missa lo puedes obtener en Una Voce México.

sábado, 10 de enero de 2009

Arrodillarse.


En la liturgia el lenguaje del cuerpo es relevante, por cuanto cada uno de los gestos y posturas que se expresan mediante la corporalidad son signos sensibles de que se está rindiendo reverencia, adoración y gloria a Dios Uno y Trino de parte nuestra, ante la presencia del Todopoderoso. La sacralidad de los gestos y posturas, por tanto, tienen un sentido pleno en una celebración. Es por esto que deben ser respetados y bien realizados cuando sabemos lo que con ellos expresamos.
Lamentablemente, es evidente constatar que los gestos y posturas litúrgicas cada vez se van abandonando no sólo en el pueblo fiel, sino en el propio clero. Uno de las posturas litúrgicas que los fieles han olvidado es el arrodillarse en los momentos en que se debe hacerlo cuando se celebra la Santa Misa. Al momento de la consagración, no todos se arrodillan, exceptuando a quienes están imposibilitados de hacerlo por razones físicas; muchos permanecen inalterablemente puestos en pie y muchas veces sentados.
En su libro “El espíritu de la liturgia. Una introducción”, Joseph Ratzinger, ahora por gracia de Dios, Papa Benedicto XVI, sostiene que “existen ambientes, no poco influyentes, que intentan convencernos de que no hay necesidad de arrodillarse. Dicen que es un gesto que no se adapta a nuestra cultura (pero ¿cuál se adapta?); no es conveniente para el hombre maduro, que va al encuentro de Dios y se presenta erguido, o, por lo menos, no es apropiado para el hombre redimido que, mediante Cristo, se ha convertido en una persona libre y que, precisamente por esto, ya no necesita arrodillarse”.
El entonces Cardenal Ratzinger en los párrafos siguientes va a deconstruir, es decir, a demostrar lo errónea de tal creencia del hombre autosuficiente que considera indigno arrodillarse, y que no hace más que recoger lo que pensaban los antiguos griegos y romanos al respecto, pues para ellos “era una postura más propia de los bárbaros”. Sin embargo, lo determinante es que el hecho de arrodillarse, argumenta el Cardenal Ratzinger, “tiene su origen en la Biblia y en su experiencia de Dios. La importancia central que este gesto tiene en la Biblia puede deducirse, concretamente, de un hecho: sólo en el Nuevo Testamento, la palabra proskynein aparece cincuenta y nueve veces, veinticuatro de ellas en el Apocalipsis, el libro de la liturgia celeste, que se le presenta a la Iglesia como el punto de referencia de su liturgia”.
El autor de “El espíritu de la liturgia” ejemplifica a lo largo de este capítulo con varios pasajes de la Escritura Santa no sólo el gesto de arrodillarse, sino también otros que le están íntimamente unidos y se le complementan como la postratio. Es importante subrayar con sus palabras que “el gesto corporal es, en cuanto tal, portador de un sentido espiritual, que es, justamente, el de la adoración, sin la cual no tendría sentido; y el acto espiritual, a su vez, tiene que expresarse necesariamente, por su misma naturaleza, y debido a la unidad físico-espiritual del ser humano, en el gesto corporal”.
En síntesis, se hace necesario, pues, recuperar este gesto y postura litúrgica, pues en el arrodillarse el hombre creyente se reconoce como lo que es, ya que “quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o una liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un punto central. Allí donde este gesto se haya perdido, hay que volver a aprenderlo, para permanecer con nuestra oración en comunión con los apóstoles y mártires, en comunión con todo el cosmos y en unidad con Jesucristo mismo”.

viernes, 9 de enero de 2009

Doctora de la Iglesia.


El título de Doctor o Doctora de la Iglesia se le da a un santo o santa de gran autoridad y de alcance universal, notable por la pureza de la ortodoxia y cuyos escritos se consideran guías seguros para la instrucción religiosa y la espiritualidad. Actualmente, hay poco más de una veintena de doctores de la Iglesia, entre los que figuran Santa Teresa de Ávila y Santa Teresa de Lisieux. Con ocasión del centenario de la muerte de esta última, el Siervo de Dios Juan Pablo II le dio el título a que hacemos mención.
Teresita de Lisieux nació en 1873, ingresó con quince años al Carmelo y murió con 24 años a causa de una grave enfermedad. Fue canonizada por el Papa Pío XI en 1925, quien durante la ceremonia calificó a Teresita del Niño Jesús como la santa más grande de los tiempos modernos. Los nueve años que pasó en el Carmelo los vivió intensamente ofreciéndole a la Iglesia “la maravillosa imagen de una santa aparentemente alejada del mundo en que vivió, sin relaciones espirituales con lo moderno, y, sin embargo, tan sumergida en la realidad de la vida eclesial que fue declarada en 1927, dos años después de su canonización, patrona principal de las misiones, e invocada desde 1944 como Patrona secundaria de Francia, junto con la batalladora Juana de Arco”.
Santa Teresita de Lisieux dejó un manuscrito autobiográfico, conocido como la Historia de un Alma que apareció el 30 de septiembre de 1898, y varios volúmenes de Pensamientos que han tenido gran difusión universal. Precisamente son estos escritos los que determinaron su proclamación como doctora de la Iglesia. En Historia de un Alma se descubre lo característico de su espiritualidad; lo novedoso de ella es su sencillez, ya que la base de aquella son las palabras del Divino Maestro a sus discípulos: “Si no os volvéis como niños no entraréis en el reino de los cielos”. En ella se percibe el anhelo de que “hubiese sido llamada a descomplicar lo que otros tan tediosamente habían complicado. Ser humildes, ser misericordiosos como Jesús, ser pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestras debilidades, confiados hasta la audacia, hijos y amigos íntimos de la Virgen María, apóstoles, son las palabras que conforman el centro de su pensamiento y que le hacen descubrir el atajo a la santidad”. Escribe: “La verdadera sabiduría está en la simplicidad, que está al alcance de nuestra mano, sin que sea necesario cruzar el mar o elevarse hasta las nubes para encontrarla”.
“Los santos prácticamente nunca envejecen, decía el Siervo de Dios Juan Pablo II en Lisieux cuando quiso terminar su viaje a Francia con una peregrinación a la tumba de la santa en 1980, ni se convierten jamás en personajes del pasado, en hombres y mujeres del ayer. Al contrario: son siempre los hombres y las mujeres del mañana, los hombres del porvenir evangélico del hombre y de la Iglesia, los testigos del mundo del futuro”.

jueves, 8 de enero de 2009

ORDEN SAGRADO.

Orden Sagrado es el Sacramento que da potestad de ejercer los sagrados ministerios que se refieren al culto de Dios y a la salvación de las almas.
El Orden imprime el carácter de ministro de Jesucristo.
Sólo los varones pueden recibir este sacramento.
El ministro del Orden es el Obispo, el cual da el Espíritu Santo y la sagrada potestad con la imposición de las manos y entrega de los objetos sagrados, propios del Orden, diciendo las palabras de la forma prescrita.
Se llama Orden porque consiste en varios grados, de los cuales resulta la Sagrada Jerarquía.
La Tonsura no es Orden, sino una preparación para el Orden.
Hay siete Órdenes: cuatro menores y tres mayores.
Las cuatro menores son: Ostiariado, Lectorado, Exorcistado y Acolitado.
Las Órdenes mayores son: Subdiaconado, Diaconado y Presbiterado.
Sagrado ministerio que puede ejercer cada uno de los ministros por razón del Orden:
El Ostiario: abrir y cerrar la puerta de la Iglesia, admitir a los dignos y rechazar a los indignos.
El Lector: leer los salmos y lecciones desde el púlpito en la Iglesia, e instruir al pueblo en las cosas de la fe.
El exorcista: echar a los demonios por medio de los exorcismos instituidos por la Iglesia. Actualmente, sólo el presbítero con licencia del Obispo puede exorcizar.
El Acólito: servir al Subdiácono en la Misa solemne, encender los cirios, preparar y entregar las botellitas del vino y del agua.
Subdiácono: servir al Diácono en la Misa solemne y cantar la Epístola en rito solemne.
El Diácono: asistir inmediatamente al celebrante en la Misa solemne, cantar el Evangelio, predicar con la debida licencia, y, con justa causa, bautizar solemnemente y distribuir la sagrada Comunión.
El Presbítero o Sacerdote: consagrar en la celebración de la Misa el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, y perdonar los pecados.
El Episcopado no es Orden distinto del Sacerdocio, sino su plenitud o complemento.
El Obispo tiene la potestad de confirmar, conferir Órdenes, enseñar y gobernar a los fieles.
La Consagración Papal no es Orden.
El Papa es el Obispo de Roma, quien por razón del Primado, goza de la autoridad suprema sobre todos los fieles, aun sobre los obispos.
Jesucristo mismo instituyó el Episcopado y el Sacerdocio simple, y por medio de los Apóstoles el Diaconado, del que se derivan las demás Órdenes inferiores.
*
“INSTRUCCIÓN RELIGIOSA”
GALO MORET Pbro. S.

miércoles, 7 de enero de 2009

Grupo de Fieles pro Misa en su forma extraordinaria.

En el día 6 de enero en que la Iglesia celebró la Fiesta de la Epifanía del Señor un grupo de fieles laicos se ha reunido en la casa de este blogger quien, junto a su esposa, han sido los anfitriones con la finalidad de conformar un grupo estable de fieles adherentes a la Tradición Católica y a la Liturgia en su forma tradicional.
Este es el primer paso que estamos dando para llevar la Sancta Missa celebrada de acuerdo al Misal del Beato Juan XXIII a Casablanca. Además, el grupo se ha fijado entre otros objetivos promover el conocimiento de la lengua de la Iglesia, así como también del canto gregoriano y la preservación y recuperación de los objetos y ornamentos usados en la liturgia tradicional. A mayor abundamiento, el grupo privilegiará todo tipo de actividades culturales y artísticas relacionadas con la Tradición Católica. El grupo de fieles laicos estará siendo asesorado litúrgica y doctrinalmente por el académico universitario Mg. Eddie Morales Piña, quien es, además, diácono de la Iglesia de la Diócesis de Valparaíso.
Por gracia de Dios, la conformación del grupo estable de fieles se ha conformado el día de la Epifanía, lo que es una manifestación del querer del Señor para bien de la Iglesia. A todos los amigos de la Tradición les pedimos sus oraciones para que este querer del Papa Benedicto XVI en Casablanca rinda los frutos esperados.

martes, 6 de enero de 2009

Sermón de La Epifanía del Señor.

“Magi vidéntes stellam, dixérunt ad ínvicem: Hoc signum magni Regis est: eámuset inquirámus eum, et offéramus ei múnera, aurum,thus et myrrham, allelúiam” (Los Magos, al ver la estrella, dijeron entre sí: Éste es el signo del gran Rey; vayamos, busquémosle, y ofrezcámosle en presente, oro, incienso y mirra, aleluya)”.
Hoy la Iglesia celebra la Epifanía del Señor, esto es, la manifestación del Divino Redentor no sólo al pueblo de Israel, sino que “en este día Dios revela su Hijo a los Gentiles”, es decir, a todas las naciones, pueblos y razas, representadas en los Reyes de Oriente a que hace alusión la antífona con que abrimos esta reflexión. El misterio de la Epifanía, en su desarrollo externo, consiste en la manera cómo los Reyes fueron llamados, cómo siguieron este llamamiento y cómo fueron recompensados. Esos Reyes, llamados Sabios, Magos, es posible que conociesen las Sagradas Escrituras y las profecías, y por consiguiente, es probable que tuviesen noticia de la profecía de Balaam, sobre la estrella de Jacob. A lo anterior, pudo añadirse una revelación especial para que se pusiesen en camino al ver aparecer una determinada estrella para prestar homenaje al Rey-Dios. Los Reyes siguieron el llamamiento exterior e interior de la gracia de Dios, con la mayor seguridad y decisión, y con regia constancia en todas las dificultades y sacrificios.
¿Qué es lo que significa el misterio de la Epifanía del Señor? La pobre morada del Salvador se ha trocado en corte regia, en catedral cristiana. Tal es el significado del misterio; es la revelación de la realeza de Cristo, en general y especialmente es la revelación de los atributos de esta misma realeza. Y, desde luego, su origen. No es una realeza adquirida por el oro, ni conquistada por la fuerza, ni transferida por la voluntad de los súbditos, sino una realeza inherente a la persona misma de Cristo, connatural a Él y personal. Cristo es Rey porque es el Hombre-Dios. También nos revela este misterio, la potencia de la realeza de Cristo, la cual se extiende a todos y a todo. Jesucristo es el dueño del mundo material, es el Señor de los hombres y de todas las generaciones. Revélanse, además, los beneficios y bendiciones de esta realeza. Cristo es el Señor de todos, y por esto a todos ama y llama a todos, pastores y sabios, pobres y reyes, justos y pecadores, judíos y gentiles. Por último, se revelan los destinos de esta realeza. El misterio de la Epifanía del Señor es una imagen brillantísima que refleja las magnificencias del reino de Cristo, no sólo las presentes, sino las futuras.
Debemos, pues, ante todo regocijarnos y felicitarnos en el Salvador, para quien tanta gloria y reconocimiento redundan de todas las maravillas que acompañaron su Epifanía. En segundo lugar, rindamos acciones de gracia. Este misterio nos toca muy de cerca; en él vemos figurada nuestra propia vocación. Los Santos Reyes son los primeros llamados, las primicias, los primeros príncipes de la gentilidad en la Iglesia. Tras ellos se han emprendido todos los pueblos gentiles el camino de la cruz hacia el Cristo; y nosotros hemos sido los últimos en llegar. Estando nosotros muy lejos, nos ha llamado a la maravillosa luz de su fe y de su Iglesia. Rindámosle a nuestro Rey, nuestros humildes homenajes y sirvámosle con amor, generosidad y espíritu de sacrificio.
Pidámosle a los Santos Reyes que nos enseñen el camino que nos lleva a Cristo, y a María Santísima que nos prepare el camino que lleva al amor pleno. ¡María Stella maris, Stella orientis, ora pro nobis!

La Epifanía del Señor. Doble de 1ª clase, con octava. - Ornamentos blancos.

Cuando la Iglesia oriental, por decisión de Roma, dejó de celebrar en el día de la Epifanía (manifestación) la memoria del Nacimiento del Señor (trasladándola al 25 de diciembre), la festividad de este día tomo otros tres significados: el del bautismo de Jesucristo; el del milagro de las bodas de Caná, y, más especialmente, el de la venida de los Magos.
En unión de los reyes Magos ofrezcamos a Jesús nuestros corazones. Ellos ofrecieron oro, nosotros ofrezcámosle una ardiente caridad; ellos ofrendaron incienso, nosotros presentémosle oraciones puras y santas; ellos trajeron mirra, nosotros presentémosle humildad y mortificación sincera.
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S. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthaeum. (Matth. 2, 1-12).
M. Glória tibi, Dómine.
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Habiendo nacido Jesús en Belén de Judá, reinando Herodes, he aquí que unos Magos vinieron de Oriente a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque nosotros hemos visto en Oriente su estrella y venimos con dones a adorarle. Oyendo esto el rey Herodes turbóse, y con él toda Jerusalén. Y convocando a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo les preguntaba en dónde había de nacer el Cristo. A lo cual ellos respondieron: En Belén de Judá, que así está escrito en el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti es de donde ha de salir el caudillo que rija mi pueblo de Israel. Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, averiguó cuidadosamente de ellos el tiempo en que la estrella les apareció. Y encaminándolos a Belén les dijo: Id, e informaos puntualmente sobre ese Niño; y en habiéndole hallado, dadme aviso, para que yo también vaya a adorarle. Luego que oyeron ellos esto, partieron. Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente, iba delante de ellos hasta que, llegando sobre el sitio en que estaba el Niño, se paró. A la vista de la estrella se regocijaron por extremo: y entrando en la casa hallaron al Niño con María su Madre, y postrándose (se arrodilla) le adoraron; y abiertos sus tesoros, le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un aviso para que no volviesen a Herodes, regresaron a su país por otro camino.
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M. Laus tibi, Christe.
El Propio de esta Missa lo puedes obtener aquí.

lunes, 5 de enero de 2009

Vigilia de la Epifanía.

Establecida esta Vigilia en el siglo VIII, tiene por objeto el prepararnos convenientemente a la manifestación que de sí hace el divino Niño. A diferencia de la Navidad, esta Vigilia no tiene ayuno, y los ornamentos son de color blanco.
Agradezcamos al Mesías los dones que nos está preparando.

La Missa es la misma que la del domingo infraoctava de Navidad.

INTROITUS Sap. XVIII - Cum medium silentium tenerent omnia, et nox in suo cursu medium iter haberet, omnipotens sermo tuus, Domine, de coelis a regalibus sedibus venit. - Ps 92. Dominus regnavit, decorem indutus est: indutus es Dominus fortitudinem, et praecinxit se.
V. Gloria Patri

Introito - Cuando todo dormía en un profundo silencio, y la noche, siguiendo su curso, se hallaba en la mitad de su camino, tu Verbo omnipotente, oh Señor, vino del cielo, desde tu real trono. - Ps. El señor ha inaugurado su reino, se ha revestido de gloria: se ha vestido y armado de fortaleza. V. gloria

domingo, 4 de enero de 2009

De los nombres de Cristo.

Hoy el calendario tradicional celebra la Fiesta del Santísimo Nombre de Jesús y por ello hemos querido dedicar este pequeño escrito sobre los Nombres de Cristo.


Fray Luis de León, considerado una de las figuras más representativas del Renacimiento español, escribió en 1583, entre sus obras en prosa, el tratado “De los Nombres de Cristo”. En él, Marcelo –en quien algunos exégetas han visto al propio Fray Luis-, comenta con otros dos religiosos “los nombres con que es llamado Jesucristo en las Sagradas Escrituras”. De estos nombres, escogió y explicitó el ilustre rector de la Universidad de Salamanca sólo diez en las tres primeras ediciones de la obra publicada en esa ciudad en 1583, 1585 y 1587, agregando el undécimo para una cuarta edición que él no logró ver, pues se publicó en 1595, cuatro años después de su muerte.
El propósito de este monje poeta, representativo de las letras clásicas españolas, fue realizar una obra de índole teológica y espiritual, al comentar cada uno de los nombres de Cristo: Pimpollo, Fazes de Dios, Camino, Pastor, Monte, Padre del siglo futuro, Brazo de Dios, Rey, Príncipe de la Paz, Esposo, Amado, Jesús, Cordero, Hijo de Dios. Normalmente, la obra de Fray Luis ha sido alabada y comentada desde una perspectiva sólo literaria, poniéndose énfasis en el estilo de la cuidada prosa en que está escrito el libro, pues el propio autor “exigía que el cultivo de la prosa se hallase sometido a un riguroso criterio de selección del vocabulario –pues “las palabras no son graves por ser latinas, sino por ser dichas como la gravedad que les conviene, o sean francesas o sean españolas”-, y a un estudio reflexivo y atento que confiriese al lenguaje claridad, armonía y dulzura”.
Sin embargo, el objetivo de la escritura de Fray Luis de León fue doctrinal. Tomando como texto inspirador la Santa Biblia, realizó el comentario y exégesis de los nombres que la Sagrada Escritura da a Cristo, interesándole más la edificación cristiana del lector de la obra que el mero ejercicio poético. Desde el punto de vista histórico, el tratado de Fray Luis fue iniciado durante su estadía en la cárcel de Valladolid, con el propósito de suplir la lectura de la Biblia en lengua vulgar –prohibida en aquella época- y para contrarrestar el efecto de los libros profanos.
Hace algunos años atrás, el entonces Obispo de Valparaíso, y luego Cardenal, Msr. Jorge Medina Estévez publicó un libro con el título de “Señor, ¿quién eres Tú?, donde retomando la tradición de los nombres de Cristo, realiza una hermosa lectura exegética de las palabras con que las escrituras santas llaman a Jesús. De hecho, comenta a lo menos treinta palabras extraídas del contexto bíblico. Estas, según el cardenal Medina, son de diversa denotación, pues “una de ellas, Jesús, es nombre en el sentido en el que hoy empleamos habitualmente esa palabra”, mientras que otras designan la naturaleza de Jesús (“Verbo”), o rasgos de su actuar (“Maestro” y “Pastor”).
En las palabras introductorias, Msr. Medina nos dice que se retomaron “con sencillez los nombres de Cristo, con el propósito de acercarnos con humildad a El, para conocer quién es El y cuáles los bienes que por El nos comunica el Padre”.

sábado, 3 de enero de 2009

Misa Rezada subtitulada.


De mi buzón de correo:

"Estimados (as) Amigos (as):

Nos es muy grato entregarles el nuevo material audiovisual, que estamos seguros será de gran apoyo al apostolado:

Misa Rezada Subtitulada, según el rito previo a la reforma litúrgica de Pablo VI, hecha especialmente para el aprendizaje de nuestra participación como fieles. Indica, además de los textos, cuando estar de pie, sentado o arrodillado. Cabe señalar que los textos en amarillo son los que los fieles deben responder al celebrante.

Por otra parte, será de gran utilidad para la enseñanza de la labor de Acólito. ¡Invitamos a seglares y sacerdotes a hacer uso de este material y a difundirlo!

Con el Misal en mano, hacer link en playme y seguir las indicaciones será muy fácil.

Y esperamos sirva de consuelo a tantos y tantos que no tienen la Misa de siempre a su alcance.

Sea para la gloria de Dios y bien de las almas.

En los Sagrados Corazones,

Jorge Marcich Colina
Director
CR-CT

viernes, 2 de enero de 2009

La liturgia centro de la vida sacerdotal.


Esta información puede parecer antigua, pero siempre es importante recordar impresiones relativas a la liturgia y al modo de celebrar dignamente la forma ordinaria en una hermenéutica de continuidad y no de ruptura con la tradición, de tal forma otros puedan tomar ejemplo de estas. La información esta tomada de la habitual carta que el señor Obispo de San Bernardo, Monseñor Juan Ignacio González Errázuriz realiza a los sacerdotes y que trata algunos puntos “acerca de la importancia de la liturgia y el cuidado de las celebraciones, proponiendo a los sacerdotes y diáconos de su diócesis algunas aspectos litúrgicos celebrativos que se deben profundizar y cuidar con esmero, particularmente en la celebración de la Santa Misa”.

“5 de Julio de 2008.

Queridos hermanos sacerdotes y diáconos:

1. Ya ha pasado un tiempo largo desde que el Papa Benedicto XVI nos enviara sus disposiciones en relación a uso de la liturgia anterior a la reforma del Concilio y nos pidiera a todos esmerarnos en lo relativo a la celebración de la Liturgia. Todos sabemos que lo que el Santo Padre desea es que en toda la Iglesia se cuide con mayor esmero la celebración de la liturgia, sin que dejemos lugar a personalismos, a abusos o cambios inadecuados, etc. Lo que la Iglesia espera, especialmente de nosotros, ministros del Señor, es que nuestras celebraciones litúrgicas sean ante todo obra de Dios Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen a participar su misma vida divina;…” seguir leyendo aquí.

jueves, 1 de enero de 2009

Circuncisión del Señor. Octava de Navidad.

ESTACIÓN EN SANTA MARÍA TRANS TIBERIM.
Doble, 2ª clase - Ornamentos blancos.


En la fiesta de hoy se hallan reunidas tres festividades distintas: la Octava de Navidad, establecida en el siglo VI para acabar con las diversiones y espectáculos paganos que se celebraban con motivo del fin del año; la fiesta de la Circuncisión, instituída en las Galias (siglo VI) con el mismo objeto, y aceptada más tarde también por Roma; la fiesta de la Divina Maternidad de María, por la cual se honra a la Santísima Virgen como Madre de Dios. Con este fin, antiguamente se celebraban dos Misas: una de la Octava y otra de la Virgen. El oficio de este día es como el resumen de estos tres objetos.
El fruto que la Santa Madre Iglesia pretende que saquemos de esta fiesta es una tierna devoción para con la Santísima Virgen, que nos dió a Jesús, y el deber que tenemos de la circuncisión espiritual por medio de la renovación de las promesas del bautismo.
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S. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam. (Luc. 2, 21)
M. Glória tibi, Dómine.
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En aquel tiempo: Después que fueron pasados los ocho días para circuncidar al Niño, le pusieron el nombre de Jesús, como lo había llamado el Ángel, antes que fuese concebido en el seno materno.
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M. Laus tibi, Christe.
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El Propio de esta Missa lo puedes encontrar aquí.