martes, 6 de enero de 2009

Sermón de La Epifanía del Señor.

“Magi vidéntes stellam, dixérunt ad ínvicem: Hoc signum magni Regis est: eámuset inquirámus eum, et offéramus ei múnera, aurum,thus et myrrham, allelúiam” (Los Magos, al ver la estrella, dijeron entre sí: Éste es el signo del gran Rey; vayamos, busquémosle, y ofrezcámosle en presente, oro, incienso y mirra, aleluya)”.
Hoy la Iglesia celebra la Epifanía del Señor, esto es, la manifestación del Divino Redentor no sólo al pueblo de Israel, sino que “en este día Dios revela su Hijo a los Gentiles”, es decir, a todas las naciones, pueblos y razas, representadas en los Reyes de Oriente a que hace alusión la antífona con que abrimos esta reflexión. El misterio de la Epifanía, en su desarrollo externo, consiste en la manera cómo los Reyes fueron llamados, cómo siguieron este llamamiento y cómo fueron recompensados. Esos Reyes, llamados Sabios, Magos, es posible que conociesen las Sagradas Escrituras y las profecías, y por consiguiente, es probable que tuviesen noticia de la profecía de Balaam, sobre la estrella de Jacob. A lo anterior, pudo añadirse una revelación especial para que se pusiesen en camino al ver aparecer una determinada estrella para prestar homenaje al Rey-Dios. Los Reyes siguieron el llamamiento exterior e interior de la gracia de Dios, con la mayor seguridad y decisión, y con regia constancia en todas las dificultades y sacrificios.
¿Qué es lo que significa el misterio de la Epifanía del Señor? La pobre morada del Salvador se ha trocado en corte regia, en catedral cristiana. Tal es el significado del misterio; es la revelación de la realeza de Cristo, en general y especialmente es la revelación de los atributos de esta misma realeza. Y, desde luego, su origen. No es una realeza adquirida por el oro, ni conquistada por la fuerza, ni transferida por la voluntad de los súbditos, sino una realeza inherente a la persona misma de Cristo, connatural a Él y personal. Cristo es Rey porque es el Hombre-Dios. También nos revela este misterio, la potencia de la realeza de Cristo, la cual se extiende a todos y a todo. Jesucristo es el dueño del mundo material, es el Señor de los hombres y de todas las generaciones. Revélanse, además, los beneficios y bendiciones de esta realeza. Cristo es el Señor de todos, y por esto a todos ama y llama a todos, pastores y sabios, pobres y reyes, justos y pecadores, judíos y gentiles. Por último, se revelan los destinos de esta realeza. El misterio de la Epifanía del Señor es una imagen brillantísima que refleja las magnificencias del reino de Cristo, no sólo las presentes, sino las futuras.
Debemos, pues, ante todo regocijarnos y felicitarnos en el Salvador, para quien tanta gloria y reconocimiento redundan de todas las maravillas que acompañaron su Epifanía. En segundo lugar, rindamos acciones de gracia. Este misterio nos toca muy de cerca; en él vemos figurada nuestra propia vocación. Los Santos Reyes son los primeros llamados, las primicias, los primeros príncipes de la gentilidad en la Iglesia. Tras ellos se han emprendido todos los pueblos gentiles el camino de la cruz hacia el Cristo; y nosotros hemos sido los últimos en llegar. Estando nosotros muy lejos, nos ha llamado a la maravillosa luz de su fe y de su Iglesia. Rindámosle a nuestro Rey, nuestros humildes homenajes y sirvámosle con amor, generosidad y espíritu de sacrificio.
Pidámosle a los Santos Reyes que nos enseñen el camino que nos lleva a Cristo, y a María Santísima que nos prepare el camino que lleva al amor pleno. ¡María Stella maris, Stella orientis, ora pro nobis!

No hay comentarios: