martes, 30 de junio de 2009

Conmemoración de San Pablo, Apóstol.

“Scio cui crédidi, et certus sum, quia potens est depósitum meum serváre in illum diem, justus judex” (Sé de quién me he fiado; y cierto estoy de que es poderosos para guardar mi depósito hasta aquel día (postrero) el justo Juez). Introito, 2 Tim. 1, 12.
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“¿Qué he de hacer, Señor?, preguntó San Pablo en el momento de su conversión. La respondió Jesús: Levántate, entra en damasco y allí se te dirá lo que has de hacer. El perseguidor, transformado por la gracia, recibirá instrucción cristiana y el bautismo por medio de un hombre –Ananías-, según las vías ordinarias de la Providencia. Y enseguida, teniendo a Cristo como lo verdaderamente importante de su vida, se dedicará con todas sus fuerzas a dar a conocer la Buena Nueva, sin que le importen los peligros, las tribulaciones y sufrimientos y los aparentes fracasos. Sabe que es un instrumento elegido para llevar el Evangelio a muchas gentes: Aquel que me escogió desde el seno materno y me llamó a su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles.
“El apostolado fue en San Pablo, y lo es en cada cristiano que vive su vocación, parte de su vida o, mejor, su vida misma; el trabajo se convierte en apostolado, en deseos de dar a conocer a Cristo, y lo mismo el dolor o el tiempo de descanso…, y a la vez este celo apostólico es el alimento imprescindible del trato con Jesucristo. Conocer al Señor con intimidad lleva forzosamente a comunicar este hallazgo: es la señal cierta de tu entregamiento. Cuando seguir a Cristo es una realidad, llega “la necesidad de expandirse, de hacer, de dar, de hablar, de transmitir a los demás el propio tesoro, el propio fuego…” ¡Ay de mí si no evangelizara!, exclama el Apóstol.
“San Pablo exhorta Timoteo y a todos nosotros a hablar de Dios opportune et importune, con ocasión y sin ella; es decir, también cuando las circunstancias son adversas. Pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos. Parece como si el Apóstol estuviera presente en nuestros tiempos. Pero tú -señala a Timoteo, y en él a cada cristiano-, sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio.
“Es sorprendente, dichosamente sorprendente, la infatigable labor apostólica del Apóstol. Y quien verdaderamente ama a Cristo sentirá la necesidad de darlo a conocer, pues –como dice Santo Tomás de Aquino- lo que admiran mucho los hombres lo divulgan luego, porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios, Ediciones Palabra. 1992.

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