La
instrucción religiosa es la luz del alma.
Cuanto el
alma vale más que el cuerpo, tanto
más vale la luz espiritual que la material.
Procuremos
todos poseer luz tan preciosa
y
difundirla por todas partes, para disipar
las
tinieblas espirituales en que están sumidos
tantos
hermanos nuestros.
GALO MORET
Pbro. S.
*
Para qué
estamos en la tierra.
Hace cien
años, y aún mucho menos tiempo, no existíamos.
Ahora
existimos, estamos en este mundo.
Dentro de
algún tiempo, tal vez muy pronto, moriremos.
Es muy
justo y razonable, pues, que averigüemos seriamente:
¿Quién nos
ha dado el ser que tenemos?
¿Para qué
estamos en este mundo?
¿Qué será
de nosotros después de la muerte?
La
razón iluminada por la fe nos dice que:
Dios nos ha criado para conocerle, amarle y
servirle en esta vida, y después gozarle para siempre en la otra.
El fin para el cual Dios nos ha criado es
tan elevado y excelente, que no puede serlo más.
Los Ángeles del cielo y María Santísima no
tienen otro fin más elevado.
Nuestro fin es infinitamente grande.
Estamos en la tierra para servir a Dios y
ganar el cielo; para nada mas.
Por consiguiente, en esto debemos poner todo
nuestro empeño y diligencia.
A Dios
se le sirve guardando sus mandamientos.
La
religión verdadera nos enseña cuáles son estos divinos mandamientos.
Religión.
Religión
es el conjunto de los deberes del hombre para con Dios.
Debemos servir a Dios como El quiere ser
servido y no como a nosotros nos agrade.
La religión verdadera es la que enseña
servir a Dios como El quiere ser servido.
La religión verdadera nos enseña de dónde
venimos, para qué estamos en la tierra y cuál será nuestro paradero después de
la vida presente.
El asunto de la religión es, pues, el más
digno de estudio para todo hombre de sana razón.
La
primera obligación que tiene todo hombre es procurar conocer y practicar la
verdadera religión.
Nada teme
tanto la religión verdadera como el ser ignorada; pues quien la conoce bien, no
puede menos que amarla sinceramente, a no ser que tenga el corazón enteramente
corrompido.
La mayor parte de las personas que aborrecen
la religión, la aborrecen porque no la conocen.
La religión no es solamente para las
mujeres, sino que es también para los hombres, pues todos tienen un alma que
salvar.
Jesucristo predicó a hombres y a mujeres y
confió especialmente a hombre la enseñanza de su doctrina.
Indiferencia
religiosa
o no tener
religión.
El que profesa una religión, aun falsa, a lo
menos demuestra el deseo de honrar de alguna manera a la divinidad, y puede ser
que esté involuntariamente en el error.
Pero el que no quiere tener ninguna
religión, manifiesta no querer servir a Dios de ningún modo, se rebela contra
Dios y le niega todo homenaje.
Un hombre sin religión no merece ninguna
confianza; pues no creyendo en un Dios que premia o castiga, sólo tratará de
satisfacer sus propias pasiones, sin respetar derechos ajenos.
Se enriquecerá, si puede, aunque sea
robando; se entregará a la obscenidad, aún cometiendo las mayores infamias.
La única regla de su conducta será el placer
y el interés; si para conseguirlos es necesario cometer acciones indignas, las
cometerá; en tal caso, su único cuidado será procurar no ser descubierto.
La falta de honradez, justicia y demás
buenas costumbres son efecto de la falta de religión.
Es lógico: si no hubiera más vida que la
presente, nuestro supremo anhelo sería gozar, mientras vivimos, todo lo
posible, valiéndonos de todos los medios a nuestro alcance.
La virtud que exige mortificación y
abnegación, fuera una locura.
Si todas las personas trataran de conocer y
cumplir bien la santa religión, no habría ladrones, asesinos, borrachos,
deshonestos, etc.
La religión condena todo acto indigno, sea
quien fuere el que lo cometa.
Hay personas religiosas que tienen algún
defecto, como mal carácter, etc. Dios
lo permite para que sean humildes.
Los impíos notan estas pequeñas
imperfecciones de la gente religiosa, y se escandalizan grandemente; pero no
sienten rubor de los muchos y gravísimos pecados que ellos mismos cometen.
Bien dice de ellos N. S. Jesucristo: “Ven la
paja en el ojo ajeno, y no ven la viga que tienen en el suyo propio”.
No son
buenas
todas las
religiones.
Como hay
monedas falsas, hay también religiones falsas.
No pueden ser buenas todas las religiones.
No es buena la religión que manda adorar a
ídolos y ofrecerles sacrificios humanos.
Ni aun son buenas todas las religiones que
se llaman cristianas; pues una afirma lo que otra niega.
Por consiguiente, una u otra de ellas está
en el error.
Todas las religiones están de acuerdo en
algunas verdades, como por ejemplo: que existe la divinidad, que es necesario
honrarla, etc.
Las religiones falsas tienen siempre algo o
mucho que es de la verdadera.
No es, pues, falso todo lo que enseñan las
religiones falsas.
Hay muchas religiones, porque hombres
perversos han querido modificar a su gusto la religión verdadera.
La falsedad de una religión está en aquello
que se aparta de la verdadera.
Para conocer cuál es la religión verdadera
no es necesario conocer y examinar todas las religiones, pues esto fuera
imposible.
La razón natural nos dicta que debemos amar
y servir a Dios, pedirle luz para conocer la verdad y seguirla prontamente al
conocerla.
Quien esto practica, hace todo lo que está
de su parte para seguir la verdadera religión.
El que hace todo lo que está de su parte, no
está obligado a más.
Nadie se condena por no haber practicado lo
que sin culpa no conoció.
El que por error involuntario profesa una
religión falsa, creyendo de buena fe que es la verdadera y procura amar y
servir a Dios lo mejor que puede, se salvará.
Sólo Dios es el juez de las conciencias; El
sabe quién está voluntaria o involuntariamente en el error.
Quien se da cuenta de que su religión es
falsa, debe dejarla y abrazar la verdadera.
No puede seguir la religión de los padres,
el que conoce que es falsa.
La religión contiene:
Dogmas,
preceptos y
medios
para honrar a Dios.
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