Epístola. (Santiago, I, 17-21)
Carísimos: Toda óptima dádiva, y todo don perfecto, procede de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no hay cambio, ni sombra de mudanza. Pues Él nos engendró voluntariamente con la palabra de la verdad, para que fuésemos el comienzo de su creación.
Ya lo sabéis, carísimos hermanos míos. Sea, pues, todo hombre veloz para oír; pero tardo para hablar, y tardo para la ira. Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, rechazando toda inmundicia, y todo exceso de malicia, recibid con mansedumbre la palabra inspirada, la cual puede salvar nuestras almas.
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Evangelio. (San Juan, XVI, 5-14)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Voy a Aquel que me envió: y nadie de vosotros me pregunta: ¿Dónde vas? Sino que, porque os he dicho esto, la tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero Yo os digo la verdad: os conviene que Yo me vaya: porque, si no me fuere, el Paráclito no vendrá a vosotros: mas, si me fuere, os lo enviaré a vosotros. Y, cuando venga Él, convencerá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio. De pecado ciertamente, porque no han creído en Mí; y de justicia, porque voy al Padre, y ya no me veréis: y de juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado. Todavía tengo mucho que deciros: pero ahora no podéis entenderlo. Mas, cuando venga el Espíritu de verdad, os enseñará toda la verdad. Porque no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que ha oído, y os anunciará lo que ha de venir. Él me glorificará: porque lo recibirá de Mí, y os lo anunciará a vosotros.
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