jueves, 27 de mayo de 2010

Mobiliario litúrgico.

Fuente bautismal.
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Generalmente está colocada en el Baptisterio, dentro o fuera de la Iglesia. Allí están las aguas regeneradoras del bautismo, consagradas con extraordinaria pompa: “OH Dios Todopoderoso, enviad vuestro soplo divino, dice el sacerdote al consagrar el agua de la pila bautismal, bendecid con el hálito de vuestra boca, estas puras aguas, a fin de que a más de la natural virtud que tienen de lavar los cuerpos, tengan también eficacia para lavar las almas. Que la fuerza del Espíritu Santo descienda sobre la plenitud de esta fuente; que ella fecunde esta agua con el efecto de su regeneración”.
A las aguas purificadoras del bautismo se refería el Señor al decir a Nicodemo: “Si no renaciere el hombre del agua y del Espíritu Santo, no podrá entrar en el Reino de Dios”.
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La cátedra episcopal.
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La cátedra o trono episcopal es la sede del Obispo; desde allí el Pontífice preside las reuniones y predica. Además de la cátedra se construyeron en las iglesias los ambones o jubetes, destinados a la lectura de los libros santos y a la predicación.
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El púlpito.
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El púlpito, cuyo origen data del siglo XV, es la Cátedra del Espíritu Santo, desde la que los ministros de Dios predican el Evangelio de Jesucristo. Allí no es la elocuencia humana la que fluye de los labios del orador, sino la elocuencia divina de la predicación de un Dios Crucificado.
Los bancos y las sillas se han emplazado en las iglesias para comodidad de los que escuchan la palabra de Dios.
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El confesionario.
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El confesionario es el trono de la misericordia y el tribunal de la justicia: está destinado a las confesiones de los fieles. Las rejillas y velos que tiene el confesionario rodean el acto de la confesión de un carácter de confidencia íntima. A postrarse a ese santo tribunal acuden todos los hombres que han ofendido al Señor, para acusar como reos sus delitos al Juez, Ministro de Jesucristo, a fin de recibir el perdón que Dios no niega a los que tienen un corazón contrito y humillado.

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