sábado, 6 de febrero de 2010

Palabras de Karol Wojtyla (IV).

¿Qué significa creer? Creer significa llevar consigo el testimonio de Jesucristo.
Ambas vías, la del pensamiento que va hacia Dios y el testimonio de Jesucristo, la fe, se encuentran, se compenetran y se insertan en nosotros. Conviene distinguirlas para saber bien lo que es propio de una o de otra; lo que es obra del pensamiento humano que mira a Dios y lo que es la luz de la Revelación divina iluminando al hombre.
Podemos comprender la expresión “testimonio de Cristo” de un modo concreto. Todos sabemos quién fue Jesucristo y sabemos también cómo se manifestó su testimonio. Testimonio hecho de palabras y obras, testimonio de toda una vida sin equívocos, vuelta únicamente hacia el Padre, entregada únicamente a los hombres, por entero y hasta el fin. El testimonio de Jesucristo, por el que intentaron lapidarle y por el que le crucificaron, fue haber dicho que El era Hijo de Dios.
Podemos ampliar este testimonio de Jesucristo y abarcar toda la Revelación y la Palabra de Dios al hombre desde el principio hasta el fin. Porque en el testimonio de Jesucristo se contiene tanto la Revelación originaria, que leemos ya en los primeros capítulos del Génesis, como en la Revelación sucesiva, vinculada a la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, a aquel elegido por él para manifestarse.
Dios ciertamente hablaba, a través de los hombres, con palabras humanas a pesar de la diferencia insalvable de niveles entre la verdad de Dios y la verdad humana, entre el pensamiento humano y el pensamiento divino. Dios logró superar esta diferencia y halló en los labios humanos expresiones humanas sobre su verdad. Las halló para su relación con el pueblo elegido, con el pueblo del Antiguo Testamento; las halló, en fin, para Jesucristo: “El Verbo se hizo carne…” (Jn 1, 14).
Jesucristo es la cumbre y plenitud de la Revelación. En El, Dios le dice al hombre todo y le habla plenamente de Sí mismo.
Habla de todo lo que es posible transferir desde el nivel del pensamiento y la palabra divina al nivel del pensamiento y la palabra humana, al nivel del conocimiento humano. Todo esto está plena y exhaustivamente contenido en Jesucristo.
Fuente: De una tanda de ejercicios espirituales para jóvenes universitarios dados en Cracovia por el Arzobispo y Cardenal Wojtyla en 1972.

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