jueves, 31 de mayo de 2012

Las procesiones (2ª parte).



Las procesiones penitenciales y lustrales . 

Las procesiones de penitencia y lustrales eran también llamadas simplemente letanías (de λιτή = oración), porque al final de la procesión se cantaba aquella fórmula de súplica o intercesión llamada comúnmente letanía, y más tarde, letanía de los santos. Pertenecen a este grupo:
a) La letanía mayor, llamada así por su carácter más festivo en comparación de las otras letanías estacionales. Había sustituido, a mitades del siglo VI, a la fiesta pagana en honor de Robigo, deidad primaria de los granjeros romanos, conocida como la diosa del desperfecto. Los granjeros la veneraron para proteger sus cosechas del desperfecto, que ella mandaría sobre ellos si no era apaciguada. Robigo preservaba los cereales de los mohos. La celebración concluía con la bendición del pueblo y de sus habitantes.
En Roma, la procesión partía de San Lorenzo in Lucina, y por la vía Flaminia y el puente Milvio se dirigía a San Pedro. Ya que se celebraba el 25 de abril, es decir, en pleno tiempo pascual, la Iglesia romana no le había dado aquella impronta penitencial que retuvieron las letanías menores venidas de las Galias. Se pedía con ella la protección de Dios sobre las mieses próximas a madurar. La letanía mayor fue adoptada muy tardíamente fuera de Roma. En Génova no era todavía conocida en el siglo XII.
Procesión de Rogativas
) Las letanías menores o rogativas nacieron, por el contrario, en Francia, por obra de San Mamerto de Vienna, en el 470, y en poco más de un siglo estaban ya difundidas en muchas diócesis de la alta Italia. En las ciudades se hacían desde la Catedral; en las campiñas, desde las iglesias urbanas, a las cuales, por tanto, debían acudir el clero y el pueblo de las iglesias inferiores, lo cual hacía muy numerosas e imponentes aquellas procesiones.
El recorrido generalmente era muy largo, pero fraccionado con paradas, durante las cuales el pueblo podía descansar. Para que todos tuviesen modo de participar, el triduo de las rogativas era considerado, al menos en la primera mitad del día, como festivo. Como la Letanía Mayor, así también las Menores o Rogativas tuvieron por fin el impetrar la bendición celestial sobre los frutos del campo, pero con un carácter penitencial más acentuado, que en parte se mantuvo no obstante su inserción en el gozoso tiempo de Pascua.
A la cabeza, el sacerdote con los monaguillos y a los lados los representantes de las varias Cofradías con sus vestes y estandartes. Detrás, las mujeres y los niños y atrás de todo, los hombres. El sacerdote entonaba las letanías y el coro respondía con gozosa devoción. El recorrido era estudiado de manera que todo el territorio de la parroquia pudiera ser visto aunque fuese a distancia. Y esto en todos los pueblos y pedanías. Cuando se llegaba al primer punto establecido, siempre el mismo todos los años, la procesión se paraba, el sacerdote cantaba el inicio de uno de los cuatro evangelios y alzando la cruz y dirigiéndose a los cuatro vientos o puntos cardinales comenzaba: “A fulgure et tempestate” y todos arrodillados respondían “Libera nos, Domine” mientras la mirada de cada cual se dirigía hacia el propio campo donde se había sembrado. Después las demás peticiones: “A peste, fame et bello” y todos respondían de igual manera “Libera nos, Domine”. Y más adelante “Ut pacem nobis dones”…(para que nos concedas la paz) “Te rogamus, audi nos”
Se retomaba el camino hasta la próxima capilla o cruz de término. Y así en cada parada se oía la contundencia de las oraciones latinas que todos comprendían a la perfección. Para evitar que el párroco olvidase alguna parada se colocaban cruces de madera ornadas con flores, ramos de olivo o de retama blanca o amarilla. Terminado el recorrido la procesión perdía concentración y todos, observando con atención los campos se permitían comentarios sobre las faenas, los cultivos, sobre el retraso o adelanto de la cosecha o sobre las previsiones de la añada.

Muchos en Cataluña conservamos a tantos años de distancia un hermoso recuerdo de aquellos ritos, de aquellas mañanas frescas y luminosas de primavera, de aquella alegría que te sobrecoge cuando despunta el día. Recordamos los vestidos simples y vistosos de las mujeres y los pañuelos y capuchas que cubrían sus cabezas. Las barretinas bien caladas de los payeses y las alpargatas bien remendadas de los abuelos. Así como recordamos el gesto solemne del sacerdote cuando alzaba la cruz pidiendo a los cuatro vientos la ayuda y protección del Señor. La fe es bella sin las dudas y los porqués. Como entonces.
Estación cuaresmal en Santa Sabina
c) Las procesiones estacionales. — Tuvieron origen en Roma y se desarrollaron probablemente de las fiestas aniversarios de los mártires, en las cuales se citaba a los fieles junto a su tumba y participaba el papa con todo el clero de la ciudad. Pero es preciso admitir que la procesión estacional de carácter popular, tal como la vemos afianzar y engrandecerse a partir del siglo V, debe sus orígenes a las influencias del Oriente donde ya existían usos similares. La letanía estacional partía de una iglesia concreta llamada “ad collectam” ( es decir, donde reunirse para comenzar) donde el pueblo y el clero se daban cita para dar inicio a la procesión durante la cual se cantaban himnos y salmos hasta llegar a la iglesia estacional. Allí el Pontífice o su delegado celebraba la Santa Misa. San Gregorio Magno dio nuevo impulso a la observancia de las procesiones estacionales y reordenó en parte la serie, de forma que, salvo pocas excepciones aun hoy la lista de las basílicas donde se celebra la estación es precisamente aquella descrita en el sacramentarlo gregoriano.
Las letanías estacionales romanas fueron imitadas también fuera de la ciudad. Las encontramos en Francia, en Alemania, en Bélgica, en Milán y Rávena. San Gregorio mismo incitaba a los obispos de Sicilia a instituirlas. Interrumpidas al final del Medievo, parece que en nuestros días deban tomar nueva vida y florecer de nuevo.
) Las procesiones extraordinarias. — En los tiempos de públicas calamidades, las procesiones de penitencia han sido siempre uno de los medios sugeridos por la Iglesia para aplacar la justicia de Dios. Así había hecho San Mamerto con las rogativas; así en el 591, existiendo una terrible peste, hizo San Gregorio Magno con la famosaLitania septiforme, porque las procesiones debían partir de siete puntos diversos de Roma y convenir para la estación de la basílica de Santa María la Mayor; así hicieron los papas con ocasión del jubileo, organizando procesionalmente la visita a las varias iglesias de Roma.

Con las procesiones penitenciales pueden enumerarse aquellas, muy frecuentes en la Edad Media, dirigidas a alejar del campo el azote del granizo y en general de las tempestades desastrosas. Tenían lugar no sólo en caso de peligro, sino regularmente al principio de la primavera, como en el día de la Invención de la Cruz, o en la fiesta de la Ascensión, o en el jueves sucesivo. Como la procesión de rogativas, estas pasaban a través de los campos haciendo varias estaciones, en las cuales se cantaban los initia de los cuatro Evangelios, cada uno en la dirección de los cuatro puntos cardinales. Entre las oraciones dichas en tal ocasión estaban también los exorcismos contra los demonios, que eran considerados como causantes del mal tiempo. 

Dom Gregori Maria

miércoles, 30 de mayo de 2012

Las procesiones.



Fete-Dieu a Paris 1830Procesión de Corpus Christi en Paris 1830
Las procesiones son un elemento litúrgico que se encuentra en todas las religiones y que, por su simplicidad y por su mayor libertad de movimiento, fue constantemente del agrado del pueblo. Los cultos paganos en Roma tenían muchas y muy frecuentadas, algunas de las cuales fueron cristianizadas por la Iglesia.
No es éste el lugar para entrar en los detalles históricos de cada una de las procesiones que forman parte de la liturgia latina. Aludiremos solamente a las principales, y, según el fin preferente de cada una de ellas, las dividimos en los grupos siguientes:
1. Procesiones conmemorativas de algún acontecimiento.
2. Procesiones penitenciales y lustrales
3. Procesiones marianas
4. Procesiones eucarísticas.
5. Procesiones ceremoniales.
6. Procesiones fúnebres.
PROCESIONES CONMEMORATIVAS
a) La procesión dominical para la aspersión del pueblo con el agua bendita.
Se originó en Francia poco antes de la época carolingia y se difundió en seguida por Italia, como nos consta por los decretos sinodales de Raterio de Verona (+ 974). Fue instituida para repetir semanalmente sobre los fieles aquella efusión del agua lustral recibida cada año en la noche de Pascua en la bendición de la fuente, la cual debía reavivar en ellos la gracia del bautismo. Durando lo dice expresamente:Ex aqua benedicta nos et loca in significationem baptismi aspergimus .(1) El celebrante, antes de la misa parroquial, bendecía el agua, y procesionalmente, con la cruz y los ministros, dando la vuelta a la iglesia, rociaba a los fieles; se dirigía después, si existía, al cementerio contiguo, donde bendecía las tumbas; después volvía al altar. En los monasterios, la procesión que llevaba el agua lustral a los lugares más importantes del edificio adquirió importancia extraordinaria. Hoy la antigua forma procesional ha desaparecido; pero ha quedado el rito, que tiene lugar todos los domingos en las iglesias colegiatas y parroquiales.  

La procesión a la pila bautismal en las vísperas de Pascua.
De la basílica lateranense llegaba la blanca fila de los neófitos a visitar nuevamente el baptisterio y el contiguo oratorio de la Cruz, donde habían sido confirmados, para terminar la gran jornada de su regeneración cristiana con el Magníficat de acción de gracias a Dios. La procesión se repetía cada tarde durante toda la octava. Duró hasta el siglo XIII.
c) La procesión de Ramos, la cual, como veremos en su tiempo, quiere reproducir en Jerusalén la escena evangélica de la entrada de Jesús en la Ciudad Santa. La sugestiva ceremonia agradó y fue imitada en primer lugar en Francia y después en todas partes, y dio origen a la procesión más pintoresca de la liturgia medieval. Partía de una iglesia fuera de la ciudad; de aquí todo el pueblo con el clero, entre el cual se hallaba la turba de los niños con hojas, palmas y ramos verdes, se paraba en las puertas para rendir un solemne homenaje a Cristo, representado por el obispo o por un símbolo (evangeliario, estatua); después se ponía en movimiento hacia la catedral, donde se celebraba la misa.
La traslación de las reliquias a la iglesia que iba a ser consagrada.
El Pontifical prescribía minuciosamente el orden de la solemne procesión que, partiendo de la capilla donde la tarde anterior habían sido expuestas las reliquias que habían de ser sepultadas en el altar, las lleva triunfalmente, conducidas sobre una urna sostenida por sacerdotes, a la iglesia que ha de ser consagrada, mientras delante de ellas se esparce continuamente el perfume de los inciensos y resuenan los cantos alegres de la schola. El cortejo, antes de entrar en la iglesia, la rodea por todas partes, populo sequente et clamante "Kyrie eleison." (2)
La pompa de este rito procesional refleja la que debió desarrollarse tantas veces en la historia antigua y medieval, cuando las traslaciones de las reliquias de los santos estaban a la orden del día. La primera que recuerdan los historiadores fue aquella de los restos de San Babil, llevados en el 351 a Antioquía. San Juan Crisóstomo describe la fiesta verdaderamente regia que tuvo lugar en Constantinopla para el recibimiento de las reliquias de San Foca, traídas del Ponto. Toda la ciudad, yendo primero el emperador, tomó parte; un cortejo naval, resplandeciente de luces y estandartes, escoltó los preciosos despojos hasta el lugar de su reposo.
El tesoro de la catedral de Tréveris conserva un marfil del siglo VI que puede dar idea de la pompa de aquellas procesiones. El cofrecito de las reliquias es tenido en la mano por dos obispos, que se sientan sobre un coche tirado por dos caballos, precedido por una fila de clérigos y de personajes, mientras de todos los balcones de un palacio que mira hacia el camino se asoman individuos que agitan incensarios humeantes. Strzywoski opina que el marfil representa una traslación de reliquias que tuvo lugar en Constantinopla en el 592.
NOTAS:
  1. Significando el bautismo nos rociamos nosotros y rociamos los lugares.
  2. Siguiendo el pueblo y clamando: “Señor ten piedad”

    Dom Gregori Maria

lunes, 28 de mayo de 2012

Martirologio Romano (1956).


28 de Mayo
  1. San Agustín, Obispo de Cantórbery y Confesor, cuyo tránsito se celebra el 26 de Mayo.
  2. En Cerdeña, los santos Mártires Emilio, Félix, Príamo y Luciano, los cuales, combatiendo por Cristo, fueron por él gloriosamente coronados.
  3. En Chartres de Francia, san Carauno, Mártir, que en el imperio de Domiciano, cortada la cabeza, consumó el martirio.
  4. Igualmente el martirio de los santos Crescente, Dioscórides, Pablo y Eladio.
  5. En Técua de Palestina, los santos Monjes Mártires, que fueron asesinados por los Sarracenos en tiempo de Teodosio el más joven; cuyas sagradas reliquias recogieron los moradores de la ciudad y las conservaron con suma veneración.
  6. En Corinto, santa Elcónida, Mártir, en tiempo del Emperador Gordiano. Atormentada primero bajo el Presidente Perennio con varios suplicios, y de nuevo torturada por su sucesor Justino, pero librada por un Ángel, por último cercenados los pechos, arrojada a las fieras, probada por el fuego y decapitada, consumó el martirio.
  7. SAN GERMÁN DE PARIS, Obispo y Confesor
  8. En París, san Germán, Obispo y Confesor, cuya excelente santidad, grandes méritos y esclarecidos milagros consignó en sus escritos el Obispo Fortunato.
  9. En Milán, san Senador, Obispo, muy distinguido por sus virtudes y saber.
  10. En Urgel de la España Tarraconense, san Justo, Obispo.
  11. En Florencia, san Podio, Obispo y Confesor.
  12. En Novara, san Bernardo de Mentón, Confesor, el cual en el monte de Júpiter, sobre los Alpes, en el Valois, levantó un celebérrimo monasterio y hospicio. El Papa Pío XI le declaró celestial Patrono, no sólo de los pobladores y viajeros de los Alpes, sino también de los que se ejercitan en remontar las cumbres alpinas.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

domingo, 27 de mayo de 2012

Domingo de Pentecostés.


Jesús había establecido los fundamentos de la Iglesia en el curso de su vida apostólica, y le había comunicado sus poderes después de resucitar. Pero el Espíritu Santo debía completar la formación de los Apóstoles y revestirlos de la fuerza de lo alto. (Evangelio). Al reino visible de Cristo sucedía el reino invisible del Espíritu Santo, que venía a terminar y pulir la obra ya admirable de Jesús, a “renovar la faz de la tierra”.
Jesús, dice el Evangelio, había anunciado a sus discípulos la llegada del Espíritu Paráclito; y la Epístola nos muestra el cumplimiento de esa promesa. A la hora de Tercia se apodera del Cenáculo el Espíritu Santo, y un viento huracanado que de repente sopla en torno de la casa y la aparición de lenguas de fuego en el interior, son las señales maravillosas.
Alumbrados con las luces del Espíritu Santo (Oración colecta) y llenos de la efusión de sus siete Dones (Oración secreta), los Apóstoles son renovados  y van a renovar el universo entero (Introito, Aleluya). La Misa Mayor, a la hora de Tercia, es el momento en que nosotros recibimos también  “el Espíritu Santo que Jesús, subido al cielo, derramó en este venturoso día sobre los hijos de adopción” (Prefacio); pues cada uno de los Misterios del ciclo litúrgico produce frutos de gracia en nuestras almas el día en que la Iglesia lo celebra.
Como decíamos durante el Adviento al Verbo: “Ven, Señor, a expiar los pecados de tu pueblo”, digamos en este tiempo con la Iglesia al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu Santo, hinche los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor”.
*

sábado, 26 de mayo de 2012

Cincuenta días después de Pascua.


PENTECOSTÉS
PENTECOSTÉS
Exposición dogmática
Pascua y Pentecostés, con los 50 días intermedios, se consideraban como una sola fiesta continuada a que llamaban Cincuentenario1. Primero se celebraba el triunfo de Cristo; luego su entrada en la gloria, y por fin, en el día 50, el aniversario del nacimiento de la Iglesia. La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés pertenecen al misterio pascual.«Pascua ha sido el comienzo de la gracia. Pentecostés su coronación» dice S. Agustín, pues en ella consuma el Espíritu Santo la obra por Cristo realizada. La Ascensión, puesta en el centro del tríptico pascual, sirve de lazo de unión a esas otras dos fiestas. Cristo, por virtud de su Resurrección, nos ha devuelto el derecho a la vida divina, y en Pentecostés nos lo aplica, comunicándonos el «Espíritu vivificador». Mas para eso debe tomar primero posesión del reino que se ha conquistado:«El Espíritu Santo no había sido dado porque Jesús aún no había sido glorificado».
Y en efecto, la Ascensión del Salvador es el reconocimiento oficial de sus títulos de victoria, y constituye para su humanidad como la coronación de toda su obra redentora, y para la Iglesia el principio de su existencia y de su santidad. «La Ascensión, escribe Dom Guéranger, es el intermedio entre Pascua y Pentecostés. Por una parte consuma la Pascua, colocando al hombre-Dios vencedor de la muerte y jefe de sus fieles a la diestra del Padre; y por otra, determina la misión del Espíritu Santo a la tierra». «Nuestro hermoso misterio de la Ascensión es como el deslinde de los dos reinos divinos acá abajo; del reino visible del Hijo de Dios y del reino visible del Espíritu Santo».
Jesús dijo a sus Apóstoles: «Si Yo no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; mas si me voy, Yo os le enviaré». El Verbo encarnado ha concluido ya su misión entre los hombres, y ahora va a inaugurar la suya el Espíritu Santo; porque Dios Padre no nos ha enviado solamente a su Hijo encarnado para reducirnos a su amistad, sino que también ha enviado al Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, y que apareció en este mundo bajo los signos visibles de lenguas de fuego y de un impetuoso viento. Vino al mundo para obrar nuestra santificación.«El Padre, dice S. Atanasio, lo hace todo por el Verbo en el Espíritu Santo»; y por eso, cuando el poder de Dios Padre se nos manifestó en la creación del mundo, leemos en el Génesis que el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas, para prestarlas fecundidad (Bendición de la Pila).
Toda la obra de la salvación, y la santificación de las almas, se opera por la virtud del Espíritu Santo. Él fue asimismo quien habló por boca de los Profetas, y su virtud cubrió con su sombra a la Virgen María, para hacerla Madre de Jesús. Él es, por fin, el que en figura de paloma bajó sobre Cristo al ser bautizado; Él quien le condujo al desierto y le guió en toda su vida de apostolado.
Pero sobre todo ese Espíritu de santidad inaugura el imperio que en las almas va a ejercer el día de Pentecostés, al llenar a los Apóstoles de fortaleza y de luces sobrenaturales. En este Espíritu es bautizada la Iglesia en el Cenáculo, y su soplo vivificador viene a dar vida al cuerpo místico de Cristo, organizado por Jesús después de su Resurrección. Por eso había dicho el Salvador a sus discípulos al soplar sobre ellos:«Recibid el Espíritu Santo.».
Y esto mismo siguen haciendo los sacerdotes cuando administran el Bautismo2.
Este aniversario de la promulgación de la Ley mosaica sobre Sinaí venía a ser también para los cristianos el aniversario de la institución de la Ley nueva, en que se nos da «no ya el Espíritu de siervos, sino el de hijos adoptivos, el cual nos permite llamar a Dios Padre nuestro».
Pentecostés celebra no sólo el advenimiento del Espíritu Santo, sino también la entrada de la Iglesia en el mundo divino3, porque, como dice San Pablo, «por Cristo tenemos entrada en el Espíritu para el Padre».
Esta festividad nos recuerda nuestra divinización en el Espíritu Santo. Así como la vida corporal proviene de la unión del cuerpo con el alma, así la vida del alma resulta de la unión del alma con el Espíritu de Dios por la gracia santificante (S. Ireneo y Clemente Alejandrino). «El hombre recibe la gracia por el Espíritu Santo», escribe Santo Tomás4.
La gracia es la sobrenaturalización de todo nuestro ser y «cierta participación de la divinidad en la criatura racional» (id.). «Cristo se difunde en el alma por el Espíritu Santo»5, el cual tiene por misión consumar la formación de los Apóstoles y de la Iglesia. «Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo cuanto Yo os llevo dicho».
De Él dimanará esa maravillosa fuerza doctrinal y mística, que en todos los siglos se echa de ver, y que estaba personificada en el Cenáculo por Pedro y por María.
El Espíritu Santo que inspiró a los Sagrados Escritores (Pet. 1, 21) garantiza también al Papa y a los Obispos agrupados en torno suyo el carisma de la infalibilidad doctrinal, mediante el cual podrá la Iglesia docente continuar la misión de Jesús, y Él es quien presta eficacia a los Sacramentos por Cristo instituidos. El Espíritu Santo suscita también fuera de la jerarquía almas fieles, que, como la Virgen María, se prestan con docilidad a su acción santificadora. Y esa santidad, triunfo del amor divino en los corazones, se atribuye precisamente a la tercera persona de la Santísima Trinidad, que es el amor personal del Padre y del Hijo. La voluntad, en efecto, es santa cuando sólo quiere el bien; de ahí que el Espíritu, que procede eternamente de la divina voluntad identificada con el bien, sea llamado Santo. Fundiendo nuestro querer con el de Dios, nos va poco a poco haciendo Santos.
Por eso el Credo, después de hablar del Espíritu Santomenciona a la Iglesia santa, la Comunión de los Santos y la Resurrección de la carne que es fruto de la Santidad y su manifestación en nuestros cuerpos y, por fin, la vida eterna, o sea, la plenitud de la santidad en nuestras almas.
El torrente de vida divina invade como nunca nuestros corazones en estas fiestas de Pentecostés, que nos recuerdan la toma de posesión de la Iglesia por el Espíritu Santo, y que cada año van estableciendo de un modo más cumplido el reino de Dios en nuestras almas.
Exposición histórica
Jesús, antes de subir a los cielos, había encargado a sus Apóstoles no se alejasen de Jerusalén, sino que esperasen allí la promesa del Padre, o sea, la efusión del Espíritu Santo.
De ahí que al volver los 120 discípulos del monte de los Olivos,«recluidos en el Cenáculo, perseveraron todos juntos en oración con las mujeres y María la Madre de Jesús».
Después de esta novena, la más solemne de todas, tuyo lugar el suceso milagroso que coincidió por especial providencia el día mismo de la Pentecostés Judía, para la cual hallábanse reunidos en Jerusalén millares de Judíos nacionales y extranjeros que afluían a celebrar «ese día muy grande y santísimo» (Lev. 23, 21), aniversario de la promulgación de la Ley sobre el Sinaí; por donde muchos de ellos fueron testigos de la bajada del Espíritu Santo.
Eran como las nueve de la mañana, cuando «de repente sobrevino un estruendo del cielo como de un recio vendaval. Y se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego que reposaron sobre cada uno de ellos. Y viéronse todos llenos del Espíritu Santo, comenzando a hablar en otras lenguas, a impulsos del Espíritu Santo».
«Revestida así la Iglesia por la virtud de lo alto», comienza ya en Jerusalén la empresa de evangelización que Jesús le encomendara. Pedro, cabeza del Apostolado, empieza por hablar a la multitud y, convertido ya en«pescador de hombres», la primera vez que echa las redes da casi tres mil neófitos a la Iglesia naciente.
Esas lenguas de fuego simbolizan la ley de amor, que será propagada por el don de lenguas, y que, al encender los corazones, los alumbrará y purificará.
Los días que siguieron, reúnense los Doce Apóstoles en el Templo, en el pórtico de Salomón, y, a imitación del divino Maestro, predican el Evangelio y sanan enfermos, «creciendo pronto el número de varones y de mujeres que creyeron en el Señor»6. Luego, desparramándose los Apóstoles por Judea, anunciaron a Cristo y llevaron el Espíritu Santo a los Samaritanos7 y en seguida a los Gentiles8.
Exposición litúrgica
El día cincuenta después de bajar el Ángel Exterminador y del paso del mar Rojo, acampaba el pueblo Hebreo a la falda del Sinaí, y Dios le daba solemnemente su Ley. Por donde las fiestas de Pascua y de Pentecostés, que recuerdan ese doble acontecimiento, eran las más importantes de todo el año.
Seiscientos años después se señalaba la fiesta Pascual por la Muerte y la Resurrección de Cristo y la de Pentecostés por la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
Entrambas pasaron a ser cristianas siendo las más antiguas de todo el Ciclo litúrgico, que a ellas debe su origen. Se las llama Pascua blanca y Pascua roja.
Pentecostés es la fiesta más grande del año después de Resurrección. De ahí que tenga vigilia y octava privilegiada. En ella se leen los Actos de los Apóstoles, porque es la época de la fundación de la Iglesia que en ellos vemos historiada.
En la misa del día de Pentecostés y en la de su Octava, la Antigua Ley y la Nueva, las Escrituras y la Tradición, los Profetas, los Apóstoles y los Padres de la Iglesia hacen eco a la palabra del Maestro en el Evangelio. Todas esas partes se vienen a juntar como se juntan las piedrecitas de un vistoso mosaico, presentando ante los ojos del alma un bellísimo cuadro, que sintetiza la acción del Espíritu Santo en el mundo a través de los siglos.
Y para poner todavía más de resalto esa obra primorosa, la liturgia la encuadra en medio del aparato externo de sus sagradas ceremonias y simbólicos ritos.
Al sacerdote se le ve revestido de ornamentos encarnados, que nos recuerdan las lenguas de fuego y simbolizan el testimonio de la sangre que se habrá de dar al Evangelio, por la virtud del Espíritu Santo.
Antiguamente, en ciertas iglesias se hacía caer de lo alto de la bóveda una lluvia de flores, mientras se cantaba el Veni Sancte Spiritus, y hasta se soltaba una paloma, que revoloteaba por encima de los fieles. De ahí el nombre típico de Pascua de las rosas, dado en el siglo XIII a Pentecostés. A veces también, para añadir todavía otro rasgo más de imitación escénica, se tocaba la trompeta durante la Secuencia, recordando la trompeta del Sinaí, o bien el gran ruido en medio del cual bajó el Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
El cristiano respira ese ambiente especial que caracteriza al Tiempo de Pentecostés y recibe una nueva efusión del Espíritu divino. Y para que nada le distraiga del pensamiento de este misterio, la liturgia lo sigue celebrando durante 8 días, excluyendo en ellos toda otra fiesta.
La intención bien definida de la Iglesia es que en estos días leamos y meditemos en cosas relacionadas con el misterio de Pentecostés, empleando para nuestra piedad individual las fórmulas litúrgicas.
¿Qué más hermosa preparación a la Comunión, qué mejor acción de gracias podrá darse que la del atento rezo de la Secuencia de Pentecostés? Es también tiempo muy a propósito para leer los Hechos de los Apóstoles.
El Tiempo Pascual que había empezado el Sábado Santo, expira con la Hora de Nona del Sábado después de Pentecostés.
ORACIÓN
Oh Dios, que enseñasteis en este día a los corazones de los fieles con la ilustración del Espíritu Santo: haced que, guiados por este mismo Espíritu, saboreemos la dulzura del bien, y gocemos siempre de sus divinos consuelos. Por J. C. N. S.
Fuentes:
- Misal Diario y Vesperal por Dom Gaspar Lefebvre, O.S.B.
1. La palabra Pentecostés tomada de la lengua griega significa 50.
2. Sobre el altar del bautisterio se solía colgar antiguamente una paloma de oro o de plata, imagen del Espíritu Santo, el cual se posó sobre Jesús en el día de su bautismo. En las paredes se veía representada la creación y al Espíritu de Dios fecundando las aguas.
3. «El que no renazca en el Espíritu Santo no puede entrar en el reino de Dios» (Joan. 3).
4. Summa 1a 2ae Q. 112.
5. San Gregorio, Comentario al Cantar de los Cantares.
6. Epístola del Miércoles de Pentecostés.
7. Epístola del Martes y Jueves de Pentecostés.
8. Epístola del Lunes de Pentecostés.

martes, 22 de mayo de 2012

Primer aniversario de la consagración de la Capilla Virgen de Fátima, Anolaima (Cundinamarca), Colombia.

De nuestro correo, la siguiente invitación:

Muy estimados,
 
Con ocasión del primer aniversario de la consagración de la Capilla Virgen de Fátima, les envío la invitación formal para que juntos demos gracias a Dios por tan gran beneficio. De no poder asistir a las celebraciones religiosas y culturales, les rogamos se unan a nosotros en la oración
 
Dios los guarde y bendiga.
 
P. Angel Alfaro Rivero
*


Sr. Obispo de Girardot,
Autoridades religiosas y civiles de Anolaima
Hermanos en el sacerdocio y en la vida consagrada
Junta directiva y asociados FSMP
Comunidad educativa CCSDS.
Fieles, bienhechores y amigos,



Anolaima, a 21 de mayo de 2012



Sirvan estas líneas como manifestación sincera por el apoyo espiritual, moral y material que nos han brindado a lo largo de estos seis primeros años de fundación en Colombia.

Como bien lo saben, el 13 de mayo de 2006, Monseñor Héctor Julio López Hurtado, obispo de Girardot, rubricó el decreto ob. 343/06 en el que reconocía la existencia y la misión canónica de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro en su diócesis, concretamente en Anolaima - Cundinamarca. Dicho decreto sirvió como fundamento para la ulterior erección canónica de la Casa San Martín de Porres, acción formalizada el 29 de junio del mismo año por el Rvdo. Sr. D. Arnaud Devillers, entonces Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP).

Así pues, el 13 de mayo de 2011, alcanzábamos nuestros primeros cinco años de fundación en Anolaima, aniversario celebrado días más tarde, el 28 de mayo, a fin de hacerlo coincidir con la bendición de la Capilla Virgen de Fátima, sita en la Casa San Martín de Porres, hoy sede legal de la Fundación San Martín de Porres (FSMP) y del Colegio Campestre Santo Domingo Savio (CCSDS), instituciones legalmente constituidas y reconocidas por la autoridad civil y diocesana.

Sin darnos cuenta, nos encontramos a pocos días de celebrar el primer aniversario de la Bendición de la Capilla Virgen de Fátima, motivo por el cual les dirigimos esta cordial invitación.

           Los actos religiosos y culturales con los que conmemoraremos dicho aniversario se llevarán a cabo el sábado 26 de mayo, a partir de las 11h00 am, en la Casa San Martín de Porres, sita en Vda. La María – Sitio Los Veleños, Anolaima (Cundinamarca).

Sería para nosotros motivo de gran alegría el contar con su presencia y poder dar conjuntamente gracias a Dios por la consagración del templo y por tantas gracias recibidas a lo largo de este tiempo fundacional.

          No siendo otro el motivo del presente, me despido agradeciendo de antemano su segura atención y quedando de ustedes su seguro servidor.
firma angel alfaro.jpg



  

P. Angel Alfaro Rivero, FSSP
Casa San Martín de Porres
Vda. La María – Sitio Los Veleños
Anolaima – Cundinamarca
Tel (0057) 312 440 58 70
www.fsspcolombia.org
e. mail. fsspcolombia@gmail.com

domingo, 20 de mayo de 2012

Domingo después de la Ascención.

Domingo después de la Ascención
(II clase, blanco)
Gloria, Credo, Prefacio de la Ascensión, comunicantes ordinarios.

El día de la Ascensión nos llenábamos de alegría por el triunfo de Cristo, que es también el nuestro; pero hoy su ausencia arroja sobre nosotros un velo de melancolía. Él ha subido a los Cielos, y, aunque es verdad que prometió no dejarnos huérfanos, el Espíritu Cons olador no ha venido todavía. Llena de nostalgia, la Iglesia "eleva su voz hacia Él y busca su rostro" (Introito). Antiguamente le buscaba hasta de una manera sencilla, reuniéndose como lugar de estación en la iglesia de Santa María "ad Mártyres", en el viejo Panteón de Agripa, donde se guardaba el lienzo de la Verónica. Es una Misa llena de calor, de añoranza y de esperanza. San Pedro nos habla del poder de la caridad (Epñistola), que realiza la unidad de los que creen en Cristo. El Evangelio nos prepara a recibir el Espíritu Santo, que es el que ha de infundir en nosotros el temple viril de los mártires. La Iglesia ama y padece. En el amor se verá si vive en nosotros el Espíritu de Dios; pero el amor se prueba en las contradicciones y en los sufrimientos. En la prueba recordemos las palabras de Cristo: "Padre: cuando estaba con ellos, Yo los guardaba; pero Yo vuelvo a Ti. No te ruego que los saques del mundo, sino que los libres del mal".


TEXTOS DE LA SANTA MISA
Introito. Sal. 26, 7, 8 Y 9. – Escúchame, Señor, que te llamo, aleluya, en mi corazón yo te dije: busco tu rostro, tu rostro busca­ré, Señor; no me escondas tu rostro, aleluya, aleluya.  Salmo. Sal. 26, 1. - El Señor es mi luz y mi salvación. ¿a quién temeré?  V/. Gloria al Padre.

Oración. - Dios todopoderoso y eterno te pedimos entregarnos a Ti con fidelidad y servirte con sincero corazón.

Epístola. Pedro 4, 7-11.- Queridos hermanos: Sed moderados y sobrios, para poder orar. Ante todo, mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin refunfuñar. Que cada uno con el don que ha recibido, se ponga al ser­vicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios. El que toma la palabra, que hable Palabra de Dios. El que se dedica al servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será glorificado en todo, por me­dio de Jesucristo, Señor Nuestro. 

Aleluya, aleluya. Sal. 46, 9: Jn. 14, 18. El Señor es Rey de todas las naciones. Dios se sienta sobre su trono sagrado. Aleluya. No os dejo huérfanos: me voy, pero volveré y os llenaréis de gozo. Aleluya.

Evangelio. Juan. 15. 26-27: 16, 1-4. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí: y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe. Os excomulgarán de la Sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte, pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que cuando llegue a hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.

Ofertorio. Sal. 46, 6. - Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas, aleluya.

Secreta. - Este sacrificio santo nos purifique, Señor, y derrame en nuestras almas la fuerza divina de tu gracia.

Prefacio de la Ascensión.- Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor: Que después de su resurrección se apareció visiblemente a todos sus discípulos y, ante sus ojos, fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad. Por eso con los Ángeles y Arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Comunión. Jn.17, 12, 13 y 15. - Padre, mientras estaba con ellos, yo guardaba a los que Tú me diste, aleluya, pero ahora que voy a Ti, no pido que los saques del mundo, sino que los guardes de todo mal, aleluya, aleluya.

Poscomunión. – Alimentados, Señor, con tus sacramentos, danos vivir en continua acción de gracias.

sábado, 19 de mayo de 2012

Invitación Santa Misa Tridentina.


INVITACION
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SANTA MISA TRIDENTINA
 (En latín y con canto gregoriano)
17:00 hrs
*
Domingo 20 de mayo de 2012
Parroquia
Santa Bárbara de Casablanca
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16:30 hrs
Confesiones y Santo Rosario

viernes, 18 de mayo de 2012

Oraciones principales en latín.


Per sígnum crucis de inimícis nostris líbera nos, Deus noster. In nómine Patris, et Fíllii, et Spíritus Sancti. Amén. 
***
Gloria Patri, et Fili, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amen.
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Credo in unum Deum, Patrem omnipoténtem, factórem caeli et terrae, visibílium ómnium et invisibílium. Et in unum Dóminum Iesum Christum, Filium Dei Unigénitum, et ex Patre natum ante ómnia saécula. Deum de Deo, lumen de lúmine, Deum verum de Deo vero, génitum, non factum, consubstantiálem Patri: Per quem ómnia facta sunt. Qui propter nos hómines et propter nostram salútem descéndit de caelis. Et Incarnátus est de Spíritu Sancto ex María Vírgine, et homo factus est. Crucífixus étiam pro nobis sub Póntio Piláto; passus et sepúltus est et resurréxit tértia die, secúmdum Scriptúras, et ascéndit in caélum, sedet ad déxteram Patris. Et íterum ventúrus est cum gloria, judicáre vivos et mórtuos, cuius regni non erit finis. Et in Spíritum Sanctum, Dóminum et vivificántem: qui ex Patre Filioque procédit. Qui cum Patre et Filio simul adorátur et conglorificátur: qui locútus est per prophétas. Et unam, sanctam, cathólicam et apostólicam Ecclésiam. Confíteor unum baptisma in remissiónem peccatórum. Et exspécto resurrectíonem mortuórum, et vitam ventúri sáeculi. Amen
***
Pater Noster, qui es in caelis, sanctificétur nomen Tuum, adveniat Regnum Tuum, fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie, et dimitte nobis débita nostra, sicut et nos dimittímus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.
***
Ave María, gratia plena, Dominus técum; benedicta tu in muliéribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta María, Mater Dei, ora pro nobis peccatóribus nunc et in hora mortis nostrae. Amen.
***
Salve, Regina, mater misericordiae; vita, dulcendo et spes nostra, salve. Ad te clamamus, exules, filii Evae. Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle. Eia ergo advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte. Et Iesum, benedictus fructus ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende. O clemens, O pía, o dulcis Virgo María. Ora pro nobis, Sancta Dei Génitrix, ut digni efficiámur promissionibus Chrsiti. Amen.
***
Angelus

V. Angelus Domini nuntiávit Mariae;
R. Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria
V. Ecce ancilla Dómini;
R. Fiat mihi secundum verbun tuum.
Ave Maria.
V. Et Verbum caro factum est;
R. Et habitávit in nobis.
Ave Maria.

V. Ora pro nobis, Sancta Dei Génetrix
R. Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.
Orémus: Gratiam tuam, quaesumus, Dómine, méntibus nostris infúnde: ut qui, Angelo nuntiánte, Christi Fílii tui Incarnatiónen cognóvimus, per passiónem ejus ad crucem ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.
R. Amen.

***

Regina Caeli
V. Regína caeli, laetáre; allelúia.
R. Quia quem meruísti portáre; allelúia.
V. Resurréxit sicut dixit;; allelúia.
R. Ora pro nobis Deum; allelúia.
V. Gáude et laetáte, Virgo Maria; allelúia.
R. Quia surréxit Dóminus vere; allelúia.

Orémus: Deus, qui per resurréctionem Fílii tui Dómini nostril Iesu Christi mundum laetificáre dignátus es, praesta quáesumus, ut per ejus Genetrícem Vírginem Maríam, perpétuae capiámus gáudia vitae. Per eúmdem Christum Dominum nostrum. R. Amen
***
Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix, nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus nostris, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta. Amen.