viernes, 6 de mayo de 2011

Lo que nos prohíbe el primer mandamiento.

Además de los pecados contra las virtudes teologales, hay los pecados contra la virtud de la religión que se encierran en dos categorías: la superstición y la irreligión.

Es superstición dar a Dios culto como no debe darse o dar culto a las criaturas.

Se da a Dios el culto que no debe darse cuando es falso o superfluo, como imaginar milagros falsos o falsas revelaciones, o añadir prácticas vanas a los actos religiosos aprobados por la Iglesia.

Se tributa al ser creado culto divino con la idolatría, la vana observancia y la adivinación.

Idolatría es dar a un ser creado con palabras o signos la adoración que se debe a Dios.

La vana observancia consiste en atribuir a ciertas prácticas y observancias un efecto y un significado que Dios no les ha atribuido; tales son llevar amuleto, creer en días aciagos o fatales, etc.

No hay que confundir con la vana observancia los usos santos y autorizados por la Iglesia de llevar medallas, reliquias, escapularios y otras señales exteriores de devoción con los cuales los cristianos manifiestan su devoción interior, y se la recuerdan a sí mismos y a los demás.

El culto a las reliquias y a las imágenes no es un culto absoluto, sino relativo, que termina en las personas cuyas reliquias o imágenes veneramos, como el hijo que besa el retrato de su padre dirige su intención más allá del objeto del retrato. Es cosa natural venerar las reliquias y las imágenes, pues los mismos incrédulos miran con singular respeto los retratos de los seres queridos y los objetos que les pertenecieron.

Los principales pecados de irreligión son: la negligencia en la oración, la indiferencia en lo referente a los deberes del cristiano, el desprecio de las cosas santas y el sacrilegio.

Sacrilegio es la profanación de una cosa sagrada; el sacrilegio es real si se profana una cosa santa como un sacramento; local si se profana un lugar sagrado como una iglesia o un cementerio; y personal si a quien se profana es una persona consagrada a Dios como los sacerdotes, diáconos y religiosos.

Ejemplos bíblicos: los tres jóvenes se niegan a adorar la estatua de Nabucodonosor (Daniel III, 12-21); Saúl consulta a una adivina y Samuel le predice su ruina (I Reyes XXVIII, 6-20); el ídolo de Bel (Daniel XIV, 21); Baltasar profana los vasos sagrados del templo de Jerusalén (Daniel V, 1-4).

(Rvdo. P. Luis Ramírez Silva, S. J. 1939).


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