viernes, 26 de noviembre de 2010

La Virgen María en palabras del Papa Benedicto XVI (II).

“El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció “unos tres meses” (Lc. 1, 56) para atenderla durante el embarazo. Magnificat anima mea Dominum, dice con ocasión de esta visita –“proclama mi alma la grandeza del Señor”- (Lc 1, 46), y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor (cfr. Lc 1, 38; 48)”. (Deus caritas est, 40).
“María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está “dentro” de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna”. (15/8/2005).
“Nos ha sido dada como “madre” –así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros” (15/8/2005).
“Esta poesía de María –el Magnificat- es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un “tejido” hecho completamente con “hilos” del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios. Se puede ver que María, por decirlo así, “se sentía como en su casa” en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida; tan buena; por eso irradiaba amor y bondad” (15/8/2005).
(Fuente: Benedicto XVI/Joseph Ratzinger: Orar. Planeta).

1 comentario:

Mima dijo...

Muy bonita la reflexion, me gustó mucho. Hoy es el día de la fiesta de Nuestra Señora de La Medalla Milagrosa.

Saludos.