sábado, 13 de marzo de 2010

La humildad cristiana III.

Son muchos los textos en que el apóstol San Pablo habla de la alegría, en los más variados contextos. Como actitud general recomienda a los cristianos: “estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres” (Flp 4, 4). Vale la pena destacar dos palabras: siempre y en el Señor.; y es que si la alegría del cristiano no estuviera cimentada en el Señor, no podría ser permanente. San Pablo pudo dar un hermoso testimonio de sí mismo: “Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones” (2 Cor 7, 4); la recomendación que hacía a los otros era una realidad en su propia vida. Sus afirmaciones sobre el gozo son muchas y con distintos acentos: el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo (Rom 14, 17); su alegría es la de todos los discípulos, y por ellos (2 Cor 2 y 3), porque ellos son su gloria y su gozo (1 Tes 2, 20); la alegría de los discípulos de Macedonia, a pesar de su pobreza, estriba en el tesoro de su generosidad (2 Cor 8, 2), confirmando así la aseveración del apóstol que nos dice que Jesús mismo afirmó que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hech 20, 35); está convencido que su presencia será motivo de gozo en la fe para los hermanos Flp 1, 25); si ellos tienen un mismo sentir, un mismo amor, un mismo espíritu, entonces lo colmarán a él de alegría (Flp 2,2); se alegra mucho y recibe gran consuelo a causa de la caridad con que Filemón socorre a los hermanos (Flm 7); su oración por los discípulos es que “el Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo” (Rom 15, 13); ruega siempre y en todas sus oraciones, con alegría, por los discípulos, a causa de la colaboración que han prestado al Evangelio (Flp 1, 4); da gracias con alegría al Padre que ha hecho apto a los discípulos para participar en la herencia de los santos en la luz (Col 1, 11); dice de los tesalonicenses que se hicieron imitadores suyos y del Señor abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo, aun en medio de muchas tribulaciones (1 Tes 1, 6); al acordarse de las lágrimas de Timoteo, tiene vivos deseos de verlo para llenarse de alegría (2 Tm 1, 4); a los destinatarios de la Carta a los Hebreos, les dice que se dejaron despojar con alegría de sus bienes, sabiendo que poseían una riqueza mejor y más duradera (Heb 10, 34); afirma que Jesús, en vez del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia (Heb 12, 2); pide obediencia a quienes gobiernan la Iglesia, velando por las almas de los discípulos, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, lo que de nada serviría a los fieles (Heb 13, 17).
Cardenal Jorge Medina Estévez.

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