Incluye seis domingos: I, II, III, IV y V de Cuaresma, y el Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, del que por eso no vamos a hablar[30]. Por su importancia litúrgica "tienen precedencia sobre todas las fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades"[31]. Igualmente, "el miércoles de Ceniza y las ferias de Semana Santa, desde el lunes hasta el jueves, inclusive, tienen preferencia sobre cualquier otra celebración", así como "todas las ferias de Cuaresma tienen preferencia sobre las memorias obligatorias"[32]. Todas las ferias de Cuaresma tienen misa propia, lo que indica el esmero con que la Iglesia ha tratado este tiempo litúrgico.
El Domingo I de Cuaresma, llamado también en los antiguos calendarios Invocabit por su introito y Domingo de las Tentaciones por su evangelio, en la Edad Media recibía el título de Domingo de los Hachones, por los que los fieles portaban este día en la liturgia como símbolo público de arrepentimiento de los excesos carnavalescos. Los griegos lo denominan Domingo de los Santos Ayunos, para indicar la nota fundamental de este tiempo litúrgico, y también Fiesta de la Ortodoxia, en conmemoración del restablecimiento de las santas imágenes tras las luchas iconoclastas del siglo IX. Es considerado caput quadragesimae -cabeza de la cuaresma- por ser "el comienzo del venerable sacramento de la observacia cuaresmal", pues aunque antes viene prologado por el Miércoles de Ceniza y las tres ferias siguientes éstos son añadido posterior para completar, como dijimos antes, la cuarentena de ayuno, y, además, el cutado miércoles, considerado caput jejunii -cabeza del ayuno-, no es de precepto.
A esta jornada le corresponde en Roma estación en la Basílica Patriarcal de San Juan de Letrán, Madre y Cabeza de todas las iglesias del mundo, desde la época del Papa San Sixto III (432-40), índice de la importancia que se le concede en la liturgia. A esto se añade que este templo es el santuario del Santísimo Salvador -que se inmola en la Pascua- y de los santos juanes: el Bautista -profeta de la soledad y el ascetismo- y el Evangelista -el evangelista de la Pasión de Cristo-. En él eran también reconciliados los pecadores públicos el Jueves Santo, y bautizados, en su Baptisterio, los catecúmenos la noche de Pascua.
El II Domingo de Cuaresma es denominado Reminiscere por su introito y Domingo de la Transfiguración por su evangelio. Originariamente fue domingo vacante, libre de estación, pues seguía a las IV témporas, que habían dejado extenuado a los fieles. Después del siglo IX se le asigna estación en Roma: Santa Maria in Domnica, antigua diaconía habitada por San Ciriaco donde San Lorenzo distribuía las limosnas de la Iglesia, en el Monte Celio, en cuya subida imitamos a Cristo ascendiendo a Jerusalén.
Al Domingo III de Cuaresma se le llama Oculi por su introito. En la primitiva Iglesia se denominaba Domnigo de los Escrutinios, por ser ésta la primera de las siete sesiones en la que en Roma se procedía al examen de los catecúmenos a bautizar la noche pascual. La estación era en la jubilar Basílica de San Lorenzo Extramuros, en la que se venera el recuerdo del más célebre mártir de Roma, con lo que se recordaba a los neocristianos los sacrificios que exige la fe cristiana. En la Iglesia griega se procede a la adoración de la Cruz al empezar la semana mesomestime, es decir,centro de los ayunos.
El Domingo IV de Cuaresma, denominado acertadamente Laetare -"alegraos"- por el introito,supone, por coincidir en mitad de la Cuaresma, un alto gozoso en el camino ante el horizonte glorioso que espera, por lo que se puede usar de la música instrumental, del exorno floral del altar y de ornamentos de color rosado, que es como un morado aliviado por la alegría[33].
El título de Domingo de la Rosa de Oro le viene del rito característico papal de origen medieval -hacia el siglo X- de este día de bendecir una rosa áurea como símbolo de realización absoluta[34] y anuncio poético de la Pascua florida[35], que el Romano Pontífice obsequia a algún destacado personaje o institución del orbe católico[36]. Cuando éste residía en el Patriarchio de Letrán, se desarrollaba allí la ceremonia, tras la cual la llevaba procesionalmente a la iglesia estacional, la Basílica de Santa Cruz en Jerusalén. El rito consiste en bendecirla, ungirla con el santo crisma y espolvorearla con sustancias aromáticas. Algunos creen que procede esta ceremonia singular de una costumbre de los fieles romanos de ofrecer rosas a la cruz como signo de veneración en primavera[37].
El Domingo V de Cuaresma, denominado Júdica por su introito, también se conoce como Domingo de Pasión, porque desde este día la Iglesia empieza a ocuparse especialmente del sacrificio del Redentor como último tramo de la preparación pascual; inauguraba lo que en la liturgia romana preconciliar se denominaba Tiempo de Pasión. El título de Domingo de la Neomenía le viene de caer siempre después de la luna nueva que sirve para fijar la fiesta de la Pascua. Para los griegos es elDomingo V de los Santos Ayunos. La iglesia estacional es San Pedro del Vaticano, el más significativo santuario romano para celebración de tanta importancia.
[30].N. U. A. L. C., nº 30.
[31].N. U. A. L. C., nº 5; Carta circular sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales16-I-1988, nº 11.
[32].N. U. A. L. C., nº 16 y 14; Carta cit., nº 11.
[33].C. O., nº 252; Carta cit., nº 25.
[34].Es significativo este texto del Papa Inocencio III (1198-1216): "El día de hoy todo el oficio está lleno de alegría, todo está cargado de felicidad [...], así se ve también claramente por las propiedades de esta flor, que ofrecemos a vuestra vista: amor en el color, agrado en el perfume y hartura en el gusto. Y es así que más que otras flores, la rosa alegra por su color, refresca por su perfume, fortalece por el gusto" (Migne, P. L. CCXVII, 393).
[35].P. Guéranguer: El Año Litúrgico, Aldecoa, Burgos 1956, t.II, pp. 341 ss.; J. Pascher: El Año Litúrgico, B.A.C., Madrid 1965, pp. 94 s.
[36].Se documenta por primera vez su envío a extranjeros en el 1096 en que el Papa Beato Urbano II di Lagery la envía a Folco de Anjou, por sus grandes méritos en la I Cruzada. Pascher, cit., p. 94.
[37].Pascher, cit., p. 94.
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