miércoles, 2 de junio de 2010

Los lienzos sagrados.

Los lienzos sagrados son: el corporal, la palia y el purificador.
El corporal, así llamado porque sobre él se coloca el Cuerpo y la Sangre del Señor, se extiende sobre el altar desde el principio de la Misa hasta después de las abluciones: en las Misas solemnes lo extiende el Diácono antes del Ofertorio. El corporal ha de ser de lino: es blanco, porque sobre él ha de reposar la Pureza Increada. Cualquier vaso sagrado que contenga la Santa Eucaristía ha de estar siempre colocado sobre un corporal. El corporal se guarda en la bolsa corporal, que, para la celebración de la Misa, debe ser del color litúrgico del día.
La palia es una doble tela de lino blanco, cuadrada, de pequeñas dimensiones, con las que se cubre el cáliz.
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El purificador.
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Es una tela de lino blanco destinada a purificar el cáliz y el copón, los labios y los dedos del sacerdote después de las abluciones.
Los corporales y las palias deben ser bendecidas por el Obispo o por un sacerdote delegado por él; no es necesario que los purificadores se bendigan.
Para enjugarse las manos en el Lavabo, se usa el manutergio, paño blanco que no es sagrado.
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Vestiduras y ornamentos sagrados.
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Origen de los ornamentos sagrados.
Las vestiduras y ornamentos sagrados son aquellos que los ministros de la Iglesia llevan durante las funciones litúrgicas.
En los cinco primeros siglos no había vestiduras especiales para los divinos oficios: los ministros usaban la indumentaria corriente, pero generalmente reservaban vestiduras especiales para las ceremonias.
“En Roma, en el siglo V, el traje ciudadano de las personas oficiales se componía esencialmente de un vestido interior, túnica con o sin mangas, y de la paenula inmenso pardesú sin más abertura que una en el centro de la pieza para pasar la cabeza. El traje del clero romano era absolutamente idéntico a la indumentaria civil de las personas de algún respeto” (Duchesne).
Después de que los seglares modificaran sus trajes, los ministros siguieron usándolos en la forma acostumbrada, y a través de modificaciones muy variadas, tenemos los ornamentos sagrados actuales.
Los ornamentos deben ser bendecidos por el Obispo o por algún sacerdote autorizado o delegado. Cuando los ornamentos se retiran del uso litúrgico deben quemarse, y sus cenizas se arrojan a la piscina; no pueden usarse en usos profanos.

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