lunes, 15 de julio de 2013

San Enrique I.

Emperador y Confesor
n. 6 de mayo de 972 en Albach (Baviera), Alemania;
† 13 de julio de 1024 en Sajonia
Patrono de personas estériles; matrimonios sin hijos; discapacitados y minusválidos; duques; reyes; personas rechazadas en órdenes religiosas.
Protector contra la esterilidad.
SAN ENRIQUE I, Emperador y Confesor
Si tomáis parte en los sufrimientos,
tendréis parte también en la consolación.
(2 Corintios 1, 7)
San Enrique, llamado el Piadoso, duque de Baviera y después emperador de Alemania, nada emprendía sin antes haber consultado y orado a Dios. En ciertas ocasiones vio a los ángeles y a los santos mártires, sus protectores, combatir a su favor al frente de sus ejércitos. Conservó su virginidad, de común acuerdo con su esposa Santa Cunegunda. Restableció a Benedicto VII en el trono de San Pedro y por todas partes dejó ilustres monumentos de su piedad y religión. Célebre por sus milagros y sus virtudes, dejó la corona para ir a recibir otra más preciosa en el cielo, en 1024.
MEDITACIÓN
SOBRE LA PRIVACIÓN DE LAS
CONSOLACIONES ESPIRITUALES
I. Dios permite a veces que los santos sean privados de todas las consolaciones espirituales. En este triste estado todo los apena: la penitencia les es insoportable, la oración les da tedio, la lectura espiritual y las prácticas de devoción les son fastidiosas. No te asombres de encontrarte en este estado: ¿acaso el Señor no fue abrumado de tristeza en el huerto de los Olivos? ¿No se quejaba, en la cruz, de que su Padre lo había abandonado? Por esa falta de gusto no interrumpas tus ejercicios de devoción; si los haces con menos satisfacción, los harás con más mérito.
II. Dios permite que caigas en este estado de desolación para castigarte por tu tibieza o por algunas faltas leves que has cometido. Tal vez sea la causa tu negligencia en no prepararte para la oración como es debido. Dios quiere hacerte conocer que la devoción sensible es un don: te la concede cuando a Él le place, la retira para humillarte cuando lo juzga oportuno. Pero, sin tanto examinar por qué Dios te trata de tal suerte, saca provecho de ese estado, ten paciencia y redobla el fervor. Si el Esposo se esconde, es para que lo busques con más afán.
III. Examina seriamente qué motivo has dado a Dios para que se retire, e implora su perdón. Reconoce que eres indigno de sus mercedes y que ya eres demasiado feliz con poder servirlo gimiendo en esta vida; no es en este mundo donde Dios recompensa a los elegidos. Dile, sin embargo: Señor que sois todo mi gozo, ¿Por qué me ocultáis vuestra divina faz? ¿Dónde estáis? ¿Dónde os encontraré yo, mi divino Esposo? (San Agustín).
La dedicación a la oración.
Orad por los remisos en el servicio de Dios.
ORACIÓN
Oh Dios, que en este día habéis hecho pasar al bienaventurado Enrique, vuestro confesor, de un trono terrenal al reino eterno, haced, os lo imploramos, que, así como él triunfó por vuestra gracia de las seducciones del siglo,
despreciemos nosotros también los vanos atractivos del mundo, para presentarnos a Vos con un corazón puro.
Por J. C. N. S.

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