lunes, 13 de abril de 2009

Lunes de Pascua.

“Et coegérunt illum, dicéntes: Mane nobíscum, quóniam advesperáscit, et inclináta est jam dies. Et intrávit cum illis. Et factum est, dum recúmberet cum eis, accépit panem, et benedíxit, ac fregit, et porrigébat illis…” (“Mas le detuvieron por fuerza, diciendo: ¡Quédate con nosotros porque ya es tarde y va cayendo el día! Entró, pues, con ellos. Y sentados a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y habiéndole partido, se lo dio…” Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam 24, 13-35.
“El Evangelio de la Misa de hoy nos presenta otra aparición de Jesús el mismo día de Pascua por la tarde.
“Dos discípulos se dirigen a su aldea; Emaús, perdida la virtud de la esperanza porque Cristo, en quien habían puesto todo el sentido de su vida, ha muerto. El Señor, como si también Él fuese de camino, les de alcance y se une a ellos sin ser reconocido. La conversación tiene un tono entrecortado, como cuando se habla mientras se camina. Hablan entre sí de los que les preocupa: lo ocurrido en Jerusalén la tarde del viernes, la muerte de Jesús de Nazareth. La crucifixión del Señor había supuesto una grave prueba para las esperanzas de todos aquellos que se consideraban sus discípulos y que, en un grado o en otro, habían depositado en Él su confianza. Todo se había desarrollado con gran rapidez, y aún no se han recobrado de lo que habían visto sus ojos.
“Estos que regresan a su aldea, después de haber celebrado la fiesta de la Pascua en Jerusalén, muestran su inmensa tristeza, su desesperanza y desconcierto a través de la conversación: Nosotros esperábamos que había de redimir a Israel, dicen. Ahora hablan de Jesús como de una realidad pasada: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso… “Fijaos en este contraste. Ellos dicen: (…) “¡Qué fue!”… ¡Y lo tienen al lado, está caminado con ellos, está en su compañía indagando la razón, las raíces íntimas de su tristeza!
“Que fue…”, dicen ellos. Nosotros, si hiciéramos un sincero examen, un detenido examen de nuestra tristeza, de nuestros desalientos, de nuestro estar de vuelta de la vida, encontraríamos una clara vinculación con ese pasaje evangélico. Comprobaríamos que espontáneamente decimos: “Jesús fue…”, “Jesús dijo…”, porque olvidamos que, como en el camino de Emaús, Jesús está vivo a nuestro lado ahora mismo. Este redescubrimiento aviva la fe, resucita la esperanza, es hallazgo que nos señala a Cristo como gozo presente: Jesús es, Jesús prefiere; Jesús dice; Jesús manda, ahora, ahora mismo”. Jesús vive.
“Conocían estos hombres la promesa de Cristo acerca de su Resurrección al tercer día. Habían oído por la mañana el mensaje de las mujeres que han visto el sepulcro vacío y a los ángeles. Habían tenido suficiente claridad para alimentar su fe y su esperanza; sin embargo, hablan de Cristo como de algo pasado, como de una ocasión perdida. Son la imagen viva del desaliento. Su inteligencia está oscuras y su corazón embotado.
“Cristo mismo –a quien al principio no reconocen, pero cuya conversación y compañía aceptan- les interpreta aquellos acontecimientos a la luz de las Escrituras. Con paciencia, les devuelve la fe y la esperanza. Y aquellos dos recuperan también la alegría y el amor: ¿No es verdad –dicen más tarde- que sentíamos abrasarse nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
“Mane nobiscum, quoaniam advesperascit et inclinatus est aim dies.
Quédate, Señor, con nosotros…, recuérdanos siempre las cosas esenciales de nuestra existencia…ayúdanos a ser fieles y a saber escuchar con atención el consejo sabio de aquellas personas en las que Tú te haces presente en nuestro continuo caminar”.

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