miércoles, 1 de abril de 2009

LA PASIÓN Y EL CAMINO DE LA PERFECCIÓN.

“La Pasión de Jesucristo es la puerta real que da entrada a los pastos deliciosos del alma. El Divino Salvador ha dicho: Ego sum ostium. Yo soy la puerta. El alma que entrare por esta puerta andará con seguridad.
“Figuraos que estáis gravemente enfermo y que voy haceros una visita. Seguramente, después de haberos expresado mi sentimiento y dicho algunas palabras de consuelo, os miro con compasión y me apropio vuestros dolores por amor. Así, cuando meditamos la Pasión de Jesucristo, al verle sumergido en el dolor, debemos compadecernos de sus penas; y después de contemplarle con amor en este estado, apropiarnos por amor y compasión sus padecimientos.
“Suponéis que habéis caído en un profundo río, y que una persona caritativa se arroja a él para salvaros; ¿qué diríais de tal bondad? Suponed todavía más: que, apenas sacado del agua, sois atacado por unos asesinos, y que esa misma persona, por amor vuestro, se opone a ellos y recibe heridas por salvaros la vida. ¿Qué haríais en retorno de tan grande amor? ¿No es cierto que miraríais sus dolores como si fueron vuestros, que os apresuraríais a manifestarle vuestra compasión y curarle sus heridas?
“Así debemos obrar con Jesús crucificado: es necesario contemplarle abismado en un océano de dolores para sacarnos de un abismo eterno, considerarle todo cubierto de llagas y de heridas para darnos la vida y la salvación; después apropiarnos sus penas con amor, compadecernos de sus dolores y consagrarle todas nuestras afecciones.
“Guardad en vuestro corazón un tierno y amoroso recuerdo de los padecimientos del celestial esposo y dejaos penetrar enteramente del amor con que los sufrió. El camino más corto para santificarse es el de perderse en este abismo de padecimientos. En efecto, el profeta llama a la Pasión de Jesús mar de amor y de dolor. ¡Ah! Este es un secreto que se revela a las almas humildes. En este gran mar pesca el alma las perlas de las virtudes, y hace suyos los padecimientos del Bien amado. Yo tengo una viva confianza que el celestial Esposo os enseñará esta pesca divina; os la enseñará si permanecéis en la soledad interior, separado de las afecciones terrestres, desprendido de todo lo creado, en la pura fe y en el santo amor.
“Vivid interiormente en el seno de Dios, anonadado en vos mismo de una manera pasiva; este es el camino más corto para abismaros en el Todo infinito, pasando por la puerta divina que es Jesús crucificado, y apropiándoos sus padecimientos. El amor lo enseña todo, porque la Pasión es la obra de un amor infinito”.
San Pablo de la Cruz (1696-1775; canonizado por Pío IX en 1867): Flores de la Pasión. 1921.

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