jueves, 9 de abril de 2009

Camino del Calvario.

“Et cum dúcerent eum, apprehendérunt Simónem quemdam Cyrenénsem, veniéntem de villa: et imposuérunt illi crucem portáre post Jesum…(“Al llevarle, tomaron a un hombre de Cirene, llamdo Simón, que venía de una granja, y le cargaron la cruz, para que la llevase en pos de Jesús…” (Pássio Dómini nostri Jesu Christi secúndum Lucam 22, 1-71; 23, 1-53).
“Cogió Simón el extremo de la cruz y lo cargó sobre sus hombros: El otro, el más pesado, el del amor no comprendido, el de los pecados de cada hombre, ése lo llevó Cristo, solo.
“Hay una excepción en este desamparo en que el Señor se encuentra, y que nos ha sido transmitida por la tradición: una mujer –a la que se le conoce por el nombre de Verónica- se acerca con un paño para limpiar el rostro de Jesús, y en la tela quedó impreso el rostro del Señor.
“El Señor sigue su camino; algún alivio físico le ha llegado. Pero la vía es tortuosa y el suelo irregular. Sus energías están cada vez más mermadas; nada tiene de extraño que Jesús caiga. Una, dos, tres veces. Cae y a duras penas se levanta…
“Hoy también se puede llevar la cruz de distintas formas. Hay una cruz llevada con rabia, contra la que el hombre se revuelve lleno de odio, o la menos, de un profundo malestar; es una cruz sin sentido y sin explicación, inútil, que incluso aleja de Dios. Es una cruz que no redime: es la que lleva uno de los ladrones.
“Camino del Calvario marcha una segunda cruz llevada con resignación, quizá incluso con dignidad humana, aceptándola porque no hay más remedio. Así la lleva el otro ladrón, hasta que poco a poco se da cuenta de que muy cerca de él está la figura soberana de Cristo, que cambiará por completo los últimos instantes de su vida aquí en la tierra, y también la eternidad, y le hará convertirse en el buen ladrón.
“Hay un tercer modo de llevarla. Jesús se abraza a la Cruz salvadora y nos enseña cómo debemos cargar con la nuestra: con amor, corredimiendo con El a todas las almas, reparando por los propios pecados. El Señor ha dado un sentido profundo al dolor. Pudiendo redimirnos de muchas maneras lo hizo a través del sufrimiento, porque nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos.
“Simón de Cirene conoció a Jesús a través de la Cruz… Debemos pensar que él más tarde sería un discípulo fiel, estimado por la primera comunidad cristiana de Jerusalén. “Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz…”
“La meditación de hoy es un momento oportuno para que nos preguntemos a nosotros mismos cómo llevamos las contrariedades, el dolor. Buena ocasión para examinar si nos acerca a Cristo, si estamos corredimiendo con El, si nos sirven para expiar nuestras culpas”.

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