miércoles, 29 de abril de 2009

Jesucristo, autor de nuestra redención, III.

“Si se entregó fue verdaderamente porque quiso: Oblatus est quia ipse voluit. En esta entrega voluntaria y llena de amor de todo su ser sobre la Cruz, por esta muerte del hombre Dios, por esta inmolación de una víctima inmaculada que se ofrece en aras del amor y con una libertad soberana, dase a la justicia divina una satisfacción infinita, que nos adquiere un mérito inagotable, y se devuelve al mismo tiempo la vida eterna al género humano.
El consummatus factus est ómnibus obtemperantibus sibi, causa salutis aeternae. “Por haber consumado la obra de su mediación, Cristo se hizo para todos aquellos que le siguen la causa meritoria de la salvación eterna”. Por eso tenía razón San Pablo cuando decía: “En virtud de esta voluntad, somos nosotros santificados por la oblación que, una vez por todas, hizo Jesucristo de su propio cuerpo”. In qua voluntate sanctificati sumus per oblationem corporis Jesu Christi semel.
“Porque Nuestro Señor murió por todos nosotros, y por cada uno de nosotros”, Pro ómnibus mortuis est Christus. “Cristo es la propiciación no sólo por nuestros pecados, sino por los de todo el mundo”: Ipse es propitiatio pro peccatis nostris, non pro nostris autem tantum sed etiam pro totius mundi. De suerte que es “el único mediador colocado entre los hombres y Dios”: Unus mediator Dei et hominum homo Christus Jesu.
“Cuando se estudia el plan divino, sobre todo a la luz de las cartas de San Pablo, se ve que Dios no quiere que busquemos nuestra salud y nuestra santidad sino en la sangre de su Hijo; no hay más Redentor que El, no hay “bajo el cielo ningún otro nombre que haya sido dado a los hombres para que puedan salvarse”, porque su muerte es soberanamente eficaz: Una oblatione consummavit in sempiternum sanctificatos. La voluntad del Padre es que su Hijo Jesús, después de haberse sustituido a todo el género humano en su dolorosísima Pasión, sea constituido Jefe de todos los elegidos, a quienes ha salvado por su sacrificio y su muerte.
“Por esto el género humano redimido hace que se oiga en el Cielo un cántico de alabanza y acción de gracias a Cristo: Redemiste nos in sanguine tuo ex omni tribu et lingua et populo, et natione. Cuando lleguemos a la eterna bienaventuranza y nos hallemos unidos al coro de los santos, contemplaremos a nuestro Señor y le diremos: “Tú eres el que nos has rescatado con tu sangre preciosa: gracias a Ti, a tu Pasión, a tu sacrificio sobre la Cruz, a tus satisfacciones, a tus méritos, hemos salido libres de la muerte y de la eterna condenación. ¡Oh Jesucristo! Cordero inmolado, a Ti la alabanza, el honor, la gloria y la bendición eternamente”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma, 1927.

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