sábado, 2 de septiembre de 2017

La verdad sobre la Comunión en la mano (I)

“Por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado” ... Santo Tomás de Aquino
A lo largo de los siglos, nuestros padres nos han hablado sobre nuestra Fe y sobre el Santísimo Sacramento. Nuestros padres nos dijeron que la Sagrada Eucaristía es el verdadero Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo. Los Padres del Concilio de Trento definieron el Santísimo Sacramento con precisión y cuidado. Santo Tomás de Aquino nos enseñó que por reverencia a este Sacramento, tocarlo y administrarlo corresponde solamente al sacerdote. Nuestros padres en el hogar, tanto como las Hermanas en nuestra escuela, nos enseñaron que era sacrílego para cualquiera, salvo para el sacerdote, tocar la Sagrada Hostia. A lo largo de los siglos, los Papas, obispos y sacerdotes nos enseñaron lo mismo, no tanto con palabras sino por el ejemplo, y especialmente por la celebración de la Antigua Misa en Latín, donde la profunda reverencia por el Santísimo Sacramento como verdadero Cuerpo de Cristo estaba en cada movimiento que hacía el sacerdote. Nuestros padres nos enseñaron estas cosas no por transmitirnos una venerada tradición sin fundamentos, ellos nos han enseñado estas cosas con la palabra y el ejemplo, para mostrarnos fidelidad a la Fe Católica y reverencia hacia el Santísimo Sacramento. Nuestros padres nos dijeron esto porque era la verdad.
Pero la introducción de la Comunión en la mano y de los ministros laicos de la Eucaristía muestra un descuido arrogante por lo que nos enseñaron nuestros padres. Y aunque estas prácticas han sido introducidas con el pretexto de ser una “auténtica” evolución mandada por el Vaticano II, la verdad es que la Comunión en la mano no es una auténtica evolución, no fue mandada por el Concilio Vaticano Segundo, y muestra ante nosotros un absoluto desafío y desprecio por siglos de enseñanza y práctica católicas. La Comunión en la mano fue introducida so capa de un falso ecumenismo, que pudo crecer debido a debilidad en la autoridad, aprobada por compromiso y por un falso sentido de tolerancia, y ha llevado a una profunda irreverencia e indiferencia hacia el Santísimo Sacramento como el lugar común del abuso litúrgico y deshonra de nuestra época.

No se menciona en ningún lugar del Concilio Vaticano II

En los dieciséis documentos del Vaticano II, no hay ninguna mención de la Comunión en la mano, y no fue mencionada durante ninguno de los debates durante el Concilio. Antes del Concilio Vaticano Segundo, no hay registro histórico de obispos, sacerdotes o laicos pidiendo a nadie la introducción de la Comunión en la mano.
Absolutamente lo contrario, cualquier persona educada en la Iglesia del pre-Vaticano II recordará claramente que se le enseñó que era sacrílego que cualquiera tocara la Sagrada Hostia, salvo el sacerdote. La enseñanza de Santo Tomás de Aquino, en su gran Summa Teológica, lo confirma. Así lo explica:
La administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones:
Primera, porque él consagra en la persona de Cristo. Pero como Cristo consagró Su Cuerpo en la (Ultima) Cena, así también Él lo dio a otros para ser compartido con ellos. En consecuencia, como la consagración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote, igualmente su distribución corresponde a él.
Segunda, porque el sacerdote es el intermediario designado entre Dios y el pueblo, por lo tanto corresponde a él ofrecer los dones del pueblo a Dios. Así, corresponde a él distribuir al pueblo los dones consagrados.
Tercera, porque por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado, ya que el corporal y el cáliz están consagrados, e igualmente las manos del sacerdote para tocar este Sacramento. Por lo tanto, no es lícito para nadie más tocarlo, excepto por necesidad, por ejemplo si hubiera caído en tierra o también el algún otro caso de urgencia.” (Summa, III, Q. 82, Art. 13) 
Santo Tomás, quien es el príncipe de los teólogos en la Iglesia Católica, quien se destaca por sobre todo el resto, cuya Summa Teológica fue puesta en el altar al lado de las Escrituras durante el Concilio de Trento, y de cuya enseñanza San Pío X dijo que era el remedio contra el Modernismo... Santo Tomás enseña claramente que corresponde al sacerdote y solo al sacerdote tocar y administrar la Sagrada Hostia, porque “solo lo que está consagrado” (las manos del sacerdote) “podría tocar lo Consagrado (la Sagrada Hostia)”. Note la reverencia y el amor por Jesucristo en el Santísimo Sacramento, y la antigua costumbre de colocar un mantel de puro hilo sobre las manos de los comulgantes.
La controversia rodea la pretensión que la comunión en la mano fue practicada en la Iglesia primitiva. Hay algunos que afirman que fue practicada hasta antes del Siglo VI e incluso citan un pasaje de San Cirilo para pretender justificar esa aserción. Otros sostienen que nunca fue una costumbre católica, aunque la comunión en la mano fue practica en forma limitada en la Iglesia primitiva, e institucionalizada y difundida por los arrianos como signo de su rechazo a reconocer la Divinidad de Jesucristo. La misma escuela de pensamiento sostiene también que la cita de San Cirilo es de erróneos orígenes arrianos apócrifos. Cualquiera fuera el caso, es claro que la comunión en la lengua es de origen apostólico (eso es, enseñada por el mismo Cristo); la comunión en la mano fue condenada como un abuso por el Sínodo de Rouen en el a.D. 650, y además la práctica de la comunión en la mano nunca fue reflejada en las obras de arte de ningún período, tanto en el Oriente como en el Occidente... esto es, hasta después del Concilio Vaticano II.

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