martes, 14 de diciembre de 2010

Palabras de Cardenal Ratzinger/Benedicto XVI (I)

El Niño Dios.
*
“La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la Noche Santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella Noche Santa es nuevamente un “hoy” cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (…) El niño Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos” (Homilía Adviento 2002).
“Jesús se hizo niño. ¿Qué es eso de ser niño? Significa, ante todo, que se depende, que se recurre, que se necesita, que se remite uno a otro. En cuanto niño, Jesús procede no sólo de Dios, sino de otro ser humano. Se ha gestado en el seno de una mujer de la que ha recibido su carne, su sangre, su latido, su garbo, su habla. Ha recibido vida de la vida de otro ser humano. Lo propio, que procede así de lo ajeno, no es meramente biológico (…) Podemos, pues, decir que la niñez ocupa un lugar tan destacado en la predicación de Jesús porque está en la más profunda correspondencia con su más personal misterio, con su filiación. Su dignidad más alta, la que remite a su divinidad, no es en último término un poder del que él disfruta, sino que se funda en su referencia al otro, a Dios, al Padre” (El Dios de los cristianos).
“Este es el misterio de Navidad, que podemos comprender mejor a través de tantos símbolos. Entre estos símbolos está el de la luz, que es uno de los más ricos de significado espiritual y sobre el que querría reflexionar brevemente. La fiesta de Navidad coincide, en nuestro hemisferio con la época del año en que el sol termina su parábola descendente y empieza la fase en la que se amplía gradualmente el tiempo de luz diurna, según el recorrido sucesivo de las estaciones. Esto nos ayuda a comprender mejor el tema de la luz que prevalece sobre las tinieblas. Es un símbolo que evoca una realidad que afecta a lo íntimo del hombre: me refiero a la luz del bien que vence al mal, del amor que supera al odio, de la vida que vence a la muerte. Navidad hace pensar en esta luz interior, en la luz divina, que nos vuelve a presentar el anuncio de la victoria definitiva del amor de Dios sobre el pecado y la muerte (…) El Salvador esperado por las gentes es saludado como “Astro naciente”, la estrella que indica el camino y la guía de los hombres, viandantes entre las oscuridades y los peligros del mundo hacia la salvación prometida por Dios y realizada en Jesucristo” (21/12/2005).
Fuente: Benedicto XVI-Joseph Ratzinger: Orar. Planeta. 2009.

No hay comentarios: