La bendición de las palmas o de los Ramos, como vulgarmente se dice, es el primer rito que se desarrolla ante nuestra vista; y podemos juzgar acerca de su importancia por la solemnidad que la Iglesia des-pliega en su celebración (...) Después del canto de la antífonaHosanna, estas ramas del árbol, objeto de la primera parte de la función, reciben con una sola oración, acompañada de la incensación y de la aspersión del agua bendita, una virtud que las eleva al orden sobrenatural y las hace a propósito para ayudar a la santificación de nuestras almas y a la protección de nuestros cuerpos y de nuestras casas. Los fieles deben tener con respeto estos ramos en sus manos durante la procesión y colocarlos con honor en sus casas, como un signo de su fe y de su esperanza en la ayuda divina (...)
Hemos reunido aquí, como de costumbre, los diferentes hechos con que puede elevarse la mente de los fieles en los variados misterios litúrgicos; estas manifestaciones de fe los ayudarán a comprender por qué la Iglesia quiere que, en la procesión de los Ramos, sea honrado Jesucristo como presente en el triunfo que ella le otorga en este día. Busquemos por medio del amor "a este humilde y dulce Salvador que viene a visitar a la hija de Sión", como dice el profeta. Aquí está en medio de nosotros; a El se dirige el tributo de nuestros ramos; unámosle también el de nuestros corazones. Se presenta para ser nuestro Rey; recibámoslo y digamos:Hosanna al hijo de David (...)
DOM GUÉRANGER (Tomado de su libro "El año litúrgico)
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