lunes, 18 de abril de 2011

Bendición del fuego nuevo y de los cinco granos de incienso.

La bendición del fuego nuevo se hace en el atrio de la Iglesia, porque el sepulcro del Señor, de donde resucitó glorioso, estaba fuera de Jerusalén. El fuego, sacado del pedernal, representa a Jesucristo, piedra angular y luz del mundo. Este fuego con el que se encienden las lámparas y las luces extinguidas el Jueves Santo, simboliza la Ley del Evangelio que viene a reemplazar la Antigua Ley del pueblo de Israel.

Los cinco granos de incienso bendecidos por el sacerdote, y que se clavan en el cirio pascual, representan los aromas llevados al sepulcro por las santas mujeres.

Hechas estas bendiciones, el celebrante con los ministros y acólitos se dirige a la Iglesia.

El diácono, revestido con dalmática blanca, lleva la caña con un cirio trifurcado. Enciende uno de los tres brazos del cirio diciendo:Lumen Christi: La luz de Cristo, y el coro responde: Deo gratias. El diácono y no el sacerdote anuncia la Resurrección, porque el Señor la anunció primero a las santas mujeres y estas la anunciaron a los Apóstoles.

Bendición del Cirio Pascual.

El diácono se dirige al lado del Evangelio y bendice el Cirio Pascual, símbolo de la Resurrección de Cristo, cantando el Exultet, cántico de inspiradas notas, en que se recuerdan los beneficios de la Redención. En la última parte del Exultet el diácono coloca en forma de cruz los cinco granos de incienso en las cinco pequeñas cavidades que hay en el cirio y que representan las cinco llagas del Señor resucitado; y en seguida, el mismo diácono lo enciende para indicar el momento grandioso de la Resurrección de Cristo.

El cirio pascual se enciende en los oficios litúrgicos durante los cuarenta días que permaneció en la tierra el Señor resucitado; se apaga el día de la Ascensión después de la lectura del Evangelio.

Las profecías.

Las doce profecías, que son un resumen de la historia de la Religión, simbolizan las condiciones o efectos de la regeneración por el Bautismo. Mientras se cantaban, los catecúmenos recibían las últimas instrucciones antes del Bautismo. En ellas se hace recuerdo de la creación, del diluvio, de la libertad de los israelitas y de los vaticinios mesiánicos.

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