“La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año, la obra salvífica de su divino esposo. Cada semana, en el día que llamó “del Señor”, conmemora su resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su sagrada pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua” (Const. sobre la Liturgia, nº 102).
“Al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo” (Const. Sobre la Liturgia, nº 104).
“Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular relieve en la liturgia al doble carácter (bautismal y penitencial) de dicho tiempo” (Const. Sobre la Liturgia, nº 109).
“Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección” (Const. Sobre la Iglesia en el mundo de hoy, nº 22).
“Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual… Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba! ¡Padre!” (Const. Sobre la Iglesia en el mundo de hoy, nº 22).
“Esfuércense (los obispos) constantemente para que los fieles de Cristo conozcan y vivan de manera más íntima, por la Eucaristía, el misterio pascual, de suerte que formen un cuerpo compactísimo en la unidad de la caridad de Cristo” (Decreto sobre el oficio pastoral de los obispos, nº 15).
Estos diez textos demuestran claramente cómo la perspectiva pascual es clave en la visión de fe, tanto con respecto a la misión de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nuestra salvación, como con respecto a lo que constituye la vocación cristiana, la razón de ser de nuestra existencia y nuestro destino. La perspectiva pascual proporciona una base muy sólida para presentar el desafío de hacer una unidad entre la fe, como adhesión a la verdad que Dios nos revela, y su necesaria proyección en la vida: la vida cristiana no es sino el estilo de existencia que deriva de la fe.
Cardenal Jorge Medina Estévez.
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