Entre los males que aquejan a la humanidad, hay uno que sobresale por encima de todos: son pocas las personas que de verdad, con intimidad y trato personal, conocen a Cristo; muchos quizás mueren sin saber apenas que Cristo vive y que trae la salvación a todos. En buena parte dependerá de nuestro empeño el que muchos lo busquen y lo encuentren: “tanto es el trabajo que a todos espera en la viña del Señor” El “dueño de la casa” repite con más fuerza su invitación: Id vosotros también a mi viña. ¿Podremos permanecer indiferentes ante tantos que no conocen a Cristo? “Examine cada uno lo que hace –exhorta San Gregorio Magno-, y vea si trabaja ya en la viña del sembrador. Porque el que en esta vida procura el propio interés no ha entrado todavía en la viña del Señor. Pues para El trabajan los que se desvelan por ganar almas y se dan prisa por llevar a otros a la viña”.
En el campo del Señor hay lugar y trabajo para todos: jóvenes y viejos, ricos y pobres, para hombres y mujeres que se encuentran en la plenitud de la vida y para quienes ya ven acercarse su atardecer, para los que parece disponer de mucho tiempo y para los que han de hacer grandes esfuerzos y sacrificios por estar cada día con la familia… Incluso los niños, afirma el Concilio Vaticano II, “tienen su propia capacidad apostólica”, y ¡qué fecundidad la de su apostolado en tantas ocasiones! Y los enfermos, ¡cuánto bien pueden hacer! “Por consiguiente, se impone a todos los cristianos la dulcísimo obligación de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra.
Nadie que pase junto a nosotros en la vida deberá decir que no se sintió alentado por nuestro ejemplo y por nuestra palabra a amar más a Cristo. Ninguno de nuestros amigos, ninguno de nuestros familiares deberá decir al final de sus vidas que nadie se ocupó de ellos.
No son gratas al Señor las quejas estériles, que suponen falta de fe, ni siquiera un sentido negativo y pesimista de lo que nos rodea, sean cuales fueran las circunstancias en las que se desarrolla nuestra vida. Es esta la viña, y es este el campo donde el Señor quiere que estemos, metidos en medio de esta sociedad, con sus valores y deficiencias… Es esta la viña del Señor donde El quiere que trabajemos, sin falsas excusas, sin añoranzas, sin engrandecer las dificultades, sin esperar oportunidades mejores.
En cada jornada somos llamados por Dios para llevar a cabo sus planes de redención; en cada situación recibimos ayudas sobrenaturales eficaces para que las circunstancias que nos rodean nos sirvan de motivo para amar más a Dios y para realizar un apostolado fecundo.
(Rvdo. P. Francisco Fernández Carvajal).
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