El Bautismo es una regeneración espiritual, o sea el nacimiento a una nueva vida.
Los efectos del Bautismo se dividen en negativos y positivos.
Efectos negativos: el Bautismo borra toda mancha de pecado original y actual y perdona toda la pena debida a los mismos.
Efectos positivos: la gracia santificante con su esplendor, con sus riquezas y con la nueva vida que comunica al alma; la gracia sacramental, con sus especiales auxilios para vivir como buenos cristianos, y el carácter de hijos de Dios.
Sucede en nuestro Bautismo lo que sucedió en el Bautismo de Jesús: ábrense los cielos, Dios Padre nos acoge como a hijos y Jesús como a hermanos, y el Espíritu Santo desciende a nosotros como a su templo. Quedamos incorporados a Jesús como los miembros a la cabeza. Es doctrina del apóstol, el cual exclama: “Los que habéis sido bautizados en Cristo, estáis revestidos de Cristo” (Gal III, 27). Nos ha sido conferida una gran dignidad: la de príncipes del Reino de Dios; ha sido depositado en nosotros un germen de inmortalidad, “con tal, no obstante, de que padezcamos con El, a fin de que seamos con El glorificados” (Rom VIII, 17).
Nuestra Santa Religión es eminentemente ritualista. Ahora bien, el Ritual Romano, que contiene los ritos y ceremonias que usa la Iglesia, especialmente en la administración de los sacramentos, y que es un tesoro riquísimo de piedad y de doctrina cristiana, es universalmente ignorado de los fieles. Es necesario conocerlo mejor para mejor fundamentar nuestra fe y combatir así el gran mal de nuestra época: la ignorancia religiosa.
Respecto al Bautismo, dada su importancia, la Iglesia ha conservado las múltiples ceremonias de que estaba rodeado en la antigüedad.
Ceremonias que preceden. Comienza el que ha de ser bautizado por detenerse en la puerta de la Iglesia, en recuerdo de la antigua observancia que excluía al catecúmeno de los misterios. Aquí se le impone el nombre de un santo para que le sirva de protector, y se entabla un diálogo entre el sacerdote y el padrino que contesta en nombre del bautizado cuando este es un párvulo.-Qué pides a la Iglesia?. –La Fe.-Qué bien te proporciona la Fe? –La vida eterna. Y concluye el sacerdote: Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos. El sacerdote sopla después tres veces a la cara del niño para significar la expulsión del espíritu maligno; en seguida imprime al niño la señal de la cruz en la frente y en el pecho para que, hecho cristiano, lleve en el corazón y confiese públicamente la doctrina de Jesucristo crucificado, y le pone en la boca sal bendita, símbolo de la sabiduría cristiana con que se preservará de la corrupción del pecado. Luego siguen unas oraciones llamadas exorcismos en que repite la intimación al demonio, diciendo: “Sal de él, espíritu inmundo y cede al lugar al Espíritu Santo”. El sacerdote impone las manos al niño en señal de la protección de Dios, extiende la estola sobre la cabeza del bautizado para introducirlo hasta la pila bautismal, y ante ella reza el Credo con los padrinos, y finalmente aplica un poco de saliva, como Jesús al sordomudo, para significar que por la gracia del bautismo se le abren al hombre los sentidos espirituales del alma, con los cuales puede conocer las enseñanzas de la verdad divina.
(L. Ramírez Silva, s.j.: Compendio de Doctrina Cristiana, 1939).
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