Santa Clara murió al atardecer del 11 de agosto de 1253, en el momento en que terminaba de rezar el versículo XV del salmo 115: “Preciosa es en la presencia del Señor la muerte de sus santos”. “Su humildad no le había dejado sospechar siquiera cuán propiamente se cumplían en su muerte aquellas palabras del salmo de la gratitud y de la esperanza que sus labios moribundos recitaba. Cabe al camastro, permanecían llorosas sus hijas, transidas de dolor por la pérdida de la amantísima madre y guía experimentada. Allí estaban los compañeros de Francisco: fray León, la ovejuela de Dios, ya anciano; fray Ángel, espejo de cortesía; fray Junípero, maestro en hacer extravagancias de raíz divina y decir inflamadas palabras de amor de Dios” (Juan Messeguer Fernández, O.F.M.). “Causó su muerte en toda la ciudad, y en la corte del Papa que a la sazón se hallaba en Asís, gran tristeza y sentimiento. Concurrieron todos, hombres y mujeres, niños y viejos, a sus exequias: y el mismo Sumo Pontífice, Inocencio IV, con el Colegio de los Cardenales, se halló presente a su entierro: y queriendo los cantores cantar la Misa de Requiem, mandó que se cantase la de una santa virgen, dando muestra de quererla canonizar antes que su sagrado cuerpo fuese puesto en la sepultura. Mas porque el cardenal ostiense, que era devotísimo de Santa Clara, le avisó que aunque era muy justo lo que Su Santidad mandaba, por los grandes merecimientos de la virgen, más convenía hacerlo con maduro consejo; y por este aviso la Misa se dijo de Requiem, y el mismo cardenal de Ostia predicó y dijo muchas y grandes cosas de la excelencia y virtudes de Santa Clara. Para que el cuerpo estuviese más seguro le llevaron adentro de la ciudad, y la enterraron en la Iglesia de San Jorge, donde un poco de tiempo había estado sepultado su padre San Francisco… Hizo Dios después de su muerte muchos y muy grandes milagros por su intercesión: por los cuales y por su vida santa, el Papa Alejandro IV la canonizó”, el 13 de agosto de 1255, esto es, casi exactamente dos años después de su muerte. Giotto (1266-1344), quizá el más grande pintor prerrenacentista, renovador de la pintura medieval, y Simone Martini (1285-1344), perteneciente a la escuela gótica sienesa y gran amigo de Petrarca, “la pintaron como una delicada hermosura sobrenatural vista en sueños” (Carlos Pujol).
¿Qué recuerda la Iglesia de la rica espiritualidad de Clara? Escribe Enzo Lodi: “La memoria obligatoria de Santa Clara nos remite a las fuentes franciscanas de la Leyenda de la vida de Santa Clara, que Tomás de Celano sacó de las Actas del proceso de canonización. De esta se deduce que, sin ella –la “pequeña planta del santo padre San Francisco”-, no sería comprensible la experiencia del Pobrecillo de Asís… En la colecta, subraya que Dios infundió en Santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica”. Ninguno de los discípulos de San Francisco vivió la pobreza con el rigor y el fervor de Clara … (y de hecho) en la parte de la intercesión, que, “siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino”… (Fuente: Santos del Siglo XIII y su época de Francisco Ansón).
¿Qué recuerda la Iglesia de la rica espiritualidad de Clara? Escribe Enzo Lodi: “La memoria obligatoria de Santa Clara nos remite a las fuentes franciscanas de la Leyenda de la vida de Santa Clara, que Tomás de Celano sacó de las Actas del proceso de canonización. De esta se deduce que, sin ella –la “pequeña planta del santo padre San Francisco”-, no sería comprensible la experiencia del Pobrecillo de Asís… En la colecta, subraya que Dios infundió en Santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica”. Ninguno de los discípulos de San Francisco vivió la pobreza con el rigor y el fervor de Clara … (y de hecho) en la parte de la intercesión, que, “siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino”… (Fuente: Santos del Siglo XIII y su época de Francisco Ansón).
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