Los fieles que desean que el Sacerdote celebrante aplique la Missa, o mejor dicho, el fruto especial de la Missa, a su intención particular, le dan una limosna, llamada "estipendio" u "honorario", cuyo monto puede variar, según las diócesis episcopales y sus correspondientes tasas o aranceles. Es ésta práctica fundada en la razón y en la tradición eclesiástica y aprobada por la Iglesia, que sustituyó a la vieja y hermosa costumbre de ofrecer los fieles el pan y el vino eucarísticos y donativos cuantiosos para la digna sustentación del clero y de los pobres confiados a la Iglesia. Estas ofrendas libres y generosas, al suprimirse por obra de los malos tiempos, fueron sustituídas por los estipendios y los derechos parroquiales o derechos de estola, que tan malamente interpretan y acatan muchos fieles, casi siempre por ignorancia o insuficiente información. En virtud del "estipendio", el Sacerdote no vende la missa ni los fieles la compran, sino que aquél cede generosamente el fruto comunicable de la Missa, que le pertenece, en beneficio del fiel o de los fieles donantes.
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