jueves, 28 de enero de 2010

San Pedro Nolasco, confesor.

Es lo cierto que la casi totalidad de los hagiógrafos de Pedro Nolasco resaltan su función de redentor manifestando su analogía con Cristo Redentor. Si Cristo redimió a los hombres de las ataduras del pecado y de la esclavitud del mal, Pedro Nolasco liberó millares de hombres, mujeres y niños de las cadenas y cautividad de los musulmanes que les ponían en un peligro próximo de renegar de sus creencias.
No obstante, esta primera redención de cautivos y una segunda de trescientos veinte, que también hizo en Valencia y que le obligó a vender la cama donde dormía, fueron su perdición. Si algo atormentaba a un santo es la llamada “persecución o escándalo de los buenos”. En el caso de Pedro Nolasco, los buenos le acusaron de aquello que podía hacerle más daño: de herejía. Su vida ascética, su pobreza absoluta se interpretaron como manifestaciones de catarismo, concretamente de la secta herética de los “pobres de Lyon”. La acusación se extendió como la pólvora y llegó al propio rey. Muy mal lo hubiera pasado Pedro de no haber intervenido con su enorme prestigio San Raimundo de Peñafort, que, siendo quizá el mejor canonista de su tiempo, desbarató el fundamento de las acusaciones.
Tras esta prueba, quizá la más dolorosa de su vida, Pedro vio confirmada su vocación de manera sobrenatural. He aquí cómo la cuenta Godescart: “…hasta que llegó el primer día del mes de agosto (de 1218) en que se celebraban las Cadenas de San Pedro, y cumplía años San Pedro Nolasco; y estando aquella noche el santo en fervorosa oración, pidiendo a Dios que librase a los cautivos de las cadenas de los moros, como había librado a su apóstol de las de Herodes, vio de repente a la reina de los Ángeles que, como dice San Efrén, es la verdadera redentora de cautivos, con grande majestad y gloria, vestida de un hábito blanco, acompañada de San Pedro y Santiago, patrón de España, y los santos patrones de Barcelona, y le declaró cómo era la voluntad de su Hijo y la suya que se fundase una religión (Orden religiosa) en su nombre para redimir cautivos, con obligación de quedarse en prisiones si fuese necesario, para que quedasen libres los que estuvieren en peligro de faltar a la fe”. (…) “Y sin ninguna dilación se fundó en la iglesia catedral de Barcelona la Sagrada Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced a 10 de agosto del año de 1218”.
A partir de aquí, la historia de la vida de Pedro Nolasco se confunde con la de la Orden de la Merced. Sus viajes, prisiones, torturas y cautiverios fueron ejemplos para los que tomaron el hábito de la nueva Orden.
El cardenal san Ramón le predijo un año antes de morir el día y la hora en que fallecería. Y en efecto, “a las 12 de la noche de la vigilia de Navidad, del año de nuestra salud de 1249”, entregó su alma a Dios.
La misma noche de su muerte, Pedro Nolasco fue ya venerado como santo y así reconoció ese culto el Papa Urbano VIII. “Zurbarán le pintó más de una vez, como santo, para el convento de mercedarios de Sevilla con el hábito blanco y el escudo de la corona de Aragón sobre el pecho. Su atributo son las cadenas rotas” (Carlos Pujol).
De: Francisco Ansón: Santos del siglo XIII y su época. Madrid. Ediciones Palabra. 2001l.

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