miércoles, 25 de julio de 2012

Roma 1962-1963: El clima litúrgico conciliar. Síntesis de un lector acabando el presente estudio.



Apreciado Dom Gregori Maria: 

Conocí a Martin Descalzo en Alemania siendo yo joven, casi un adolescente. Del grupo de Cabodevilla, Javierre et alii. Leí cosas de todos ellos de una gran espiritualidad y formas entonces relativamente innovadoras de expresión. Eran personas muy vivas y enamoradas de la Iglesia. Pero nunca tuve la impresión de que conociesen el mundo en el que se debatían. Ni las conexiones subrepticias que se dan entre lo uno y lo otro. La nueva Liturgia pudo ser recibida en un primer momento con optimismo por lo novedoso de la misma. Pero pronto la realidad se imponía, y el mismo clero, tan optimista, reaccionaba en espantada. A la vez que los fieles irían atemperando su práctica - sin prisas pero sin pausa. La nueva Liturgia y la crisis sacerdotal iban estrechamente unidas. No soy clérigo, pero por azares de la vida me encontré haciendo una tesis doctoral sobre la Sociología de la Religión de Max Weber con un Profesor de la Facultad de Teología Católica de Múnster . Desde mi posición como doctorando de esa Universidad alemana a mediados de lose 60′, cuya Facultad de Teología Católica era probablemente la más importante entonces (Rahner, Kasper, Metz, Ratzinger, etc.), llena de clérigos y seminaristas procedentes en su mayoría de Roma, un buen número de ellos españoles, lo que puedo testificar es el fenómeno de una estampida, a modo de una “deshabillé” de hábitos y sotanas - que por lo demás no ha cesado - y que hacían buenos los análisis del entonces famoso filósofo polaco, Leszek Kolakowski, en su "Metafísica del strip-tease".
Por supuesto que fue una "protestantización" de la Liturgia Católica.
Y no sólo. Y que como dice el dicho: la gente acaba quedándose con el original y dando de lado a la copia. El problema: los complejos del clero y su formación. Al menos en aquellos tiempos. Lo grave ahora no es la pederastia. Esto no es un pecado-del-clero. Es una perversión, un comportamiento desviado de la sociedad a la que pertenece obviamente el clero. Benedicto XVI lo ha condenado ya hasta la saciedad, perseverar en ello es caer en una trampa. Y hacer objetivamente el juego a los que quieren seguir profundizando en el alejamiento de los fieles y del clero de la práctica sacramental. Cuyo origen está en el Vaticano II.
Estimado Dom Gregori: A veces no sé si entiendo a dónde va. Le veo como Penélope hacia delante y hacia atrás. Parece como si temiese
 Vd. a las consecuencias de su propio texto - enredado en el hilo de Ariadna de Martín Descalzo. Con todo lo encuentro fascinante. Aunque temo desilusionarme al final. Tengo nostalgia de la vieja liturgia. Creo simplemente que la nueva ha sido un tremendo error. El terrible error, casi demoníaco, del nuevo mester de clerecia por dejar de ser. ¿Hay algo de pecado profundo en el Vaticano II? Pido perdón por lo que digo. Pero he de decirlo. He seguido con gran interés sus escritos sobre la reforma litúrgica. Es un tema que siempre me ha interesado mucho, y para mí la parte esencial de la comunión eclesial. De hecho cuando se abandonó la liturgia latina tras el Vaticano II me encontré tan incómodo con las nuevas formas y fórmulas que espacié casi inconscientemente mi práctica religiosa - la exterior. Ahí viví los devastadores efectos entre los sacerdotes y estudiantes seminaristas del nuevo clima que se creó a raíz del Concilio. Sus escritos me han retrotraído a aquellos momentos, y a los entrebastidores de todo aquel aquelarre. Porque lo fue, y aún lo es. Espero seguir aprendiendo de Vd.

Suyo afectísimo. 

Carta recibida por Dom Gregori Maria

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