martes, 3 de julio de 2012

Roma 1962-1963: El clima litúrgico conciliar. Capítulo 9º: Final de Octubre: entre el acuerdo absoluto y las mayores diferencias.



“¿Qué temperatura respira el Aula Conciliar?”. Pregunta y responde entre el 30 y el 31 de octubre de 1962, el padre Martín Descalzo:

“En esta segunda semana de diálogos podemos registrar un pequeño descenso de tensión. La primera semana, aún dentro de la más absoluta caridad, registró las posturas más opuestas. Desde la del Padre que opinaba que “alejarse del latín era caminar hacia el cisma” hasta la de quienes veían en el latín una barrera insuperable para todo apostolado litúrgico. Y, en medio, muchas posturas intermedias, casi la totalidad.
Los debates de esta segunda semana han registrado una mayor aproximación de opiniones, sin que esto excluya muy distintos modos de ver en cosas secundarias.
Así podemos registrar acuerdo absoluto en algunos temas tocados esta semana y mayores diferencias en otros."
ACUERDO ABSOLUTO:
1) La necesidad de subrayar que la misa es un acto de comunidad y no una simple devoción privada.
Sin embargo junto a esta afirmación, se recogen dos opiniones que rebosan sino mal espíritu si una malintencionada ambigüedad. La de Mons. Lercaro (en la fotografía) hablando de la Misa como de una “cocina familiar donde padres e hijos comen de una misma mesa” y la de Mons. Elchinger afirmando que ” sería terrible que un conservadurismo estrecho no tuviese en cuenta las necesidades y aspiraciones de la juventud actual. Muchos obreros se han alejado de la Iglesia porque su liturgia es para ellos prácticamente incomprensible.”
2) La necesidad de mejorar el ciclo de lecturas bíblicas, evitando evangelios repetidos y cuidando de que toda la Sagrada Escritura tenga entrada en la misa, aun a lo largo de varios años.
“Se ha señalado la necesidad de que la predicación y la comunión de los fieles formen parte integrante de la misa, como una unidad y que sería de desear que el Concilio insistiera para que no se separen la liturgia de la palabra y la del sacramento”.
Fueron el arzobispo de Florencia Mons. Ermenegildo Florit y el de Bolonia Mons. Giacomo Lercaro quienes insistieron especialmente en ello. También fue el cardenal de Bolonia quien defendió brillantemente en el Aula la conveniencia de las misas dialogadas, aunque no faltaron Padres que recomendaron prudencia en su uso para -como dice el comunicado oficial- “no quitar a los asistentes ciertos momentos de profundo recogimiento, que tanto favorecen a la piedad personal".
PUNTOS CONTROVERTIDOS
1)La comunión bajo las dos especies .
En el aspecto histórico fue defendida por el cardenal Alfrink. “Adoptándola -señaló-, daríamos un signo de fidelidad al Evangelio, siguiendo más a la letra lo que Cristo hizo en la Última Cena.” Esta misma postura fue defendida por el cardenal Agostino Bea, por razones ecuménicas: “los ortodoxos, que practican la comunión bajo las dos especies, verían en esto una vuelta a las tradiciones comunes, y los protestantes verían un esfuerzo de aproximación a la Biblia”.
Mas también hubo quienes lo veían desde otro ángulo. Lo encontraban difícil desde el punto de vista práctico, sobre todo en las grandes concentraciones de fieles y algunos temían, sobre todo que la adopción de las dos especies pudiera causar confusión en los fieles, que podían llegar a creer que la comunión con solo el pan no era del todo comunión.
¿Qué resolverán los Padres sobre este problema? La mayor dificultad que ven muchos es la práctica; es mucho más difícil e incómoda la comunión bajo las dos especies: no sería muy higiénico que muchos fieles bebiesen del mismo cáliz, y el procedimiento de mojar un trozo de pan en el vino, como practican muchos orientales, se prestaría a problemas con las gotas de vino-sangre que pudieran caerse. Por otro lado, ¿y los fieles a quienes repugnase el vino?
El problema es realmente complicado. Y por ello los mismos Padres que lo defienden no tratan de pedirlo para todas las circunstancias, ni para los días ordinarios, sino para algunas grandes fiestas comunes, el Jueves Santo especialmente, y algunas fiestas individuales, día de la boda, profesión religiosa, etcétera. “Esta misma rareza -piensan- despertaría más la conciencia eucarística de los fieles en esas circunstancias.” Y, por otro lado, aunque fuesen pocos días, esta aceptación agradaría a los ortodoxos, que mantienen la comunión bajo las dos especies, al aproximarnos a ellos en este aspecto de la liturgia. 
2)El punto más discutido haya sido el de la conveniencia de la concelebración
Muchos Padres lamentan la pérdida de esta hermosa ceremonia litúrgica que la Iglesia oriental conserva en todo su esplendor y que en los ritos latinos ha quedado reducida a la única excepción de la ordenación de sacerdotes y consagración de obispos. Adoptarla con carácter más amplio no sería ninguna novedad sino simplemente la vuelta a la primitiva tradición. Diversos oradores han recordado que en el siglo IV no había en Roma más misa que la del Papa, misa a la que todos los otros presbíteros se asociaban: que hasta la Edad Media estaba prohibido celebrar simultáneamente dos misas en la misma iglesia y que aún hoy, en el rito bizantino se prohibe decir dos misas el mismo día en el mismo altar.
Monseñor Khoury, arzobispo de Tiro, recordaba que la concelebración es esencialmente un acto comunitario, que es el acto del “sacerdocio” y no de tal o de cual sacerdote. También monseñor Cauwelaert, en nombre de todos los obispos de África, señalaba el valor que en este continente tienen todos los gestos que ligan unos hombres a los otros, y que por lo tanto, la concelebración sería para los africanos un espléndido gesto de vida comunitaria. Por otro lado, los misioneros, que viven siempre aislados, amarían el poder unirse en la concelebración de la misa en las ocasiones en que se pudieran reunir con sus obispos.
El mayor defensor de la concelebración ha sido el padre Sighard Kleiner (de Hauterive en Suiza) Abad General de los cistercienses, que, hablando en nombre de toda su orden y de todos los abades benedictinos y trapenses, hizo saber que todos los teólogos y abades de las Ordenes monásticas deseaban que la misa conventual pudiera ser una misa concelebrada. “La misa -dijo- es el eje del oficio divino de los monjes y, mientras estos participan todos en el oficio divino, en la misa tienen que quedarse realmente fuera, como si fueran simples seglares o, lo más, cantores.”
Otros padres han insistido en la conveniencia de adoptar la concelebración en algunas circunstancias. Lamentan, por ejemplo, que el Jueves Santo se queden sin celebrar la mayoría de los sacerdotes, y señalan lo útil que sería, en Ejercicios Espirituales o asambleas sacerdotales el que todos los sacerdotes reunidos se unieran espiritualmente en una misa dicha entre todos, rodeando el mismo altar, como hoy se hace entre los orientales. El obispo de Tarbes-Lourdes Mons. Pierre Marie Théas exponía el caso concreto de Lourdes, donde los sacerdotes tienen que esperar mucho tiempo para decir misa y la dicen a la vez en varios altares, lo que distrae la atención de los fieles. ¿Por qué no podrían todos los sacerdotes peregrinos decir para los fieles una solemne misa concelebrada?
PUNTOS DIVERSOS
Otros temas han ido surgiendo además en estos días:
Los obispos que piden que la Misa se pueda decir a cualquier hora del día
Los que piden que se simplifique aun más el ayuno eucarístico…
La necesidad de suprimir las clases en las funciones litúrgicas, así como la conveniencia de simplificar los vestuarios, quitando todo cuanto pudiera parecer lujo inútil (temas a partir de la preocupación social…)
Este es, por hoy, el estado de la cuestión de los temas más en candelero. Sobre todos ellos siguen manifestándose los Padres con la más absoluta libertad. Y esta diversidad de opiniones, lejos de resultar desedificante, es una de las cosas que más alegran a cuantos siguen el Concilio. Ayer, concretamente, recogía el cronista del “New York Times” la opinión de los observadores de las Iglesias separadas: “Gran parte de los observadores delegados -escribe- vinieron a Roma hace tres semanas convencidos de que iban a asistir a una exhibición de autoritarismo monolítico, Pero, en cambio, están asistiendo a una sorprendente demostración de libertad de expresión, para usar la palabra textual de uno de los observadores. Y todos ellos han manifestado que nutren un gran sentido de admiración hacia la Iglesia católica ahora que la han visto funcionar". Pocas noticias podían ser más alegres que ésta. 

Dom Gregori Maria

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