martes, 6 de julio de 2010

La bendición del agua y la aspersión.

La aspersión del agua es un rito preparatorio a la Santa Misa. En la antigüedad sólo se bendecía el agua bautismal en la víspera de Pascua de Resurrección y de Pentecostés: antes de que se mezclase el santo Crisma se la daba a los fieles para que rociaran sus casas y campos. Como no era suficiente esta agua, se introdujo la costumbre de bendecir el agua los domingos, antes de la aspersión.
Este rito tradicional, que consiste en rociar con agua bendita el altar, los ministros y asistentes, es para purificar el altar y a los fieles de sus pecados veniales y para implorar auxilio de Dios a fin de asistir digna y devotamente a la Santa Misa.
El sacerdote entona la antífona Asperges me y continúa cantándola el Coro, y mientras recita el Miserere mei, Deus, rocía el altar, a sí mismo y al pueblo: termina con una oración pidiéndole al Eterno Padre, por Jesucristo Nuestro Señor, se digne enviar a su Santo Ángel a fin de que custodie, proteja y visite a todas las personas allí reunidas.
En tiempo Pascual se canta la antífona Vidi aquam y el salmo Confitemini Domino.
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Misa de los Catecúmenos.
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Oraciones al pie del altar.
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El sacerdote al pie del Altar, se santigua, reza el salmo Judica me, Deus, el Confiteor y algunos versículos. Estas oraciones que son del siglo X, no eran ni obligatorias ni uniformes; San Pío V, en el siglo XVI, las uniformó y prescribió para toda la Iglesia. En los primeros siglos, la Misa comenzaba por el Kyrie eleison, final de las Letanías de Todos los Santos, porque en ciertos días el clero y los fieles se reunían en alguna de las iglesias de Roma y de allí se dirigían procesionalmente a la iglesia estacional donde debía celebrarse la Misa, cantando las letanías de Todos los Santos. Las misas solemnes de Sábado Santo y de la vigilia de Pentecostés comienzan por el Kyrie eleison, término de las Letanías.
El sacerdote desciende, y al pie del altar hace genuflexión, si está reservado el Santísimo, o reverencia profunda, si no lo está, y se signa diciendo: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén, para significar la íntima unión que hay entre el Sacrificio de la Cruz y la Santa Misa.
La antífona y el salmo Judica me, Deus que recita alternando con el pueblo o con el acólito, son una oración de alegría y de júbilo, de súplica y de confianza en Dios antes de subir al santo Altar para celebrar los tremendos misterios eucarísticos. En las Misas de Difuntos y en las del tiempo de Pasión, se suprime el salmo, pero no la antífona. (Continúa).

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