sábado, 24 de julio de 2010

El Canon.

La cuarta parte de la Misa comprende el Prefacio, el Sanctus y el Canon propiamente dicho.
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El prefacio.
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El celebrante dice en alta voz la conclusión de la última Secreta: Per omnia saecula saeculorum: Por todos los siglos de los siglos; el pueblo responde: Amén. Con esto se establece un diálogo vivo y emotivo entre el celebrante y los fieles para que eleven sus corazones al cielo y para dar gracias a Dios Nuestro Señor; concluido esto, el sacerdote lee o canta el Prefacio, así llamado, por servir de introducción al Canon, parte principalísima y esencial de la Santa Misa.
El Prefacio, en los primeros tiempos, como la Colecta, era improvisado por el celebrante, quien pronunciaba un himno de alabanza y acción de gracias. Innumerables Prefacios surgieron es estos tiempos; hubo fiestas que llegaron a tener varios Prefacios propios. En el siglo V el Sacramentario leonino contenía 267. Poco fueron reduciéndose, hasta que en el siglo XI sólo se conservaron en la liturgia romana once: de Navidad, de Epifanía, de Cuaresma, de Pasión, de Pascua, de la Ascensión, de Pentecostés, de la Santísima Trinidad, de la Santísima Virgen, de los Apóstoles y el Prefacio común. Benedicto XV agregó los de San José y de Difuntos, y Pío XI, los de Cristo Rey y del Sagrado Corazón: en total quince. Algunas órdenes religiosas y algunas diócesis tienen por privilegio apostólico algunos Prefacios propios.
En el Prefacio se da gracias al Eterno Padre por Jesucristo Nuestro Señor, Sacerdote Eterno, por quien los Ángeles y los hombres pueden alabar y adorar su majestad, y se invita a la Corte celestial a unir su voz con la de los fieles. En cada Prefacio se da gracias por el beneficio de la Encarnación, Redención, etc., hecho a los hombres.
Este himno, trae su origen de los ritos judíos de la Cena pascual: el padre de familia daba gracias al Señor por los beneficios hechos al pueblo de Israel; de ellos lo recibieron los Apóstoles.
La melodía gregoriana del Prefacio es piadosa, sencilla, recogida y emocionante.
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El Sanctus.
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El Prefacio termina con el Sanctus, recitado por el celebrante y cantado por el Coro en las Misas solemnes. Es un canto de gloria y de triunfo, compuesto de palabras tomadas de Isaías, del salmo 117 y del Evangelio de san Mateo: Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios de los Ejércitos (Isaías oyó cantarlo en el cielo a los Serafines). Los cielos y la tierra están llenos de tu gloria (S. 117). Hosanna en las alturas. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en las alturas (Aclamación del pueblo de Israel cuando el Mesías hizo su entrada triunfal en Jerusalén). Hosanna es el viva de los judíos; significa: sálvanos.
El Sanctus se introdujo en la Misa en el siglo II; lo cantaban juntos el celebrante y el Coro; a partir del siglo VI, sólo lo canta el Coro; desde 1909, el Benedictus se canta después de la Consagración.
En las Misas solemnes los acólitos vienen en este momento con cirios encendidos y con el incensario para celebrar la venida de Jesús al altar.
Al decir el Sanctus…, el sacerdote, adorando a la Santísima Trinidad se inclina, y se levanta al benedictus, exclamación de alegría; se signa, porque estas palabras son tomadas del Evangelio.
Al Sanctus se toca la campanilla para que los fieles se preparen para la Consagración que se acerca.

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