domingo, 4 de julio de 2010

Domingo VI después de Pentecostés.

"Tomando los panes, dio gracias, los partió y los dio a los doce para que los repartieran a la hambrienta multitud; bendijo asímismo los peces y mandó distribuirlos": imagen de la eucaristía, verdadero Pan de vida para los hombres."
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(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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"El Señor es la fortaleza de su pueblo." Cántico magnífico de alegría y de varonil confianza, en que, una vez más, expresa el pueblo cristiano su confianza y su seguridad. El gradual, el aleluya y el ofertorio hacen eco a este hermoso cántico de entrada.
La epístola y el evangelio ponen de nuevo ante nuestros ojos nuestra condición de bautizados. Muertos al pecado por el bautismo, deberíamos vivir una vida nueva, en que no hubiese lugar alguno para el pecado; la vida de Cristo debe regular la nuestra y llevarla hacia Dios, sin ningún compromiso con la pesada esclavitud, de la que nos ha libertado.
Mas sería irrealizable esta exigencia de santidad, e imposible de sostener nuestra marcha hacia Dios, si él no viniera en nuestra ayuda para comunicarnos la fuerza necesaria. Entre todos los socorros sobrenaturales que se nos prodigan y cuya acción bienhechora canta la misa de hoy, ocupa el primer lugar la eucaristía. La multiplicación de los panes, que la anunciaba, muestra el pan cotidiano de nuestra vida cristiana, el alimento sustancial que ha de sostener nuestras fuerzas para seguir a Cristo "sin desfallecer en el camino".
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INTROITUS
Ps. 27, 8 et 9 - Ps. ibid., 1
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Dóminus fortitúdo
plebis suae, et protéctor
salutárium Christi sui
est: salvum fac pópulum
tuum, Dómine, et bénedic
hereditáti tuae, et rege
eos, usque in saeculum.
Ps. Ad te, Dómine,
clamábo, Deus meus,
ne síleas a me: ne
quando táceas a me, et
assimilábor descendéntibus
in lacum. V/. Glória Patri.

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