¡Oh Dios!, que te dignaste elegir a san Pío como soberano pontífice para destruir a los enemigos de tu Iglesia y reparar el culto divino; haz que hallemos defensa en su auxilio, y de tal modo nos demos a tu servicio que, vencidas las asechanzas de todos los enemigos, gocemos de paz perpetua. Por nuestro Señor Jesucristo.
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San Pío V, nacido en 1504, ingresó a los catorce años en la Orden de predicadores y subió al solio pontificio cuando contaba sesenta y dos años de edad. Su pontificado, aunque muy corto, fue uno de los más fecundos del siglo XVI.
Al protestantismo, que había proclamado la reforma, Pío V contestó con la aplicación de los decretos del concilio tridentino sobre la reforma de la Iglesia. A él se debió en gran parte el retorno del clero a la disciplina eclesiástica. Pero el blanco principal de su actividad se dirigió a la defensa de la fe. El fue en Alemania el alma de la actividad de san Pedro Canisio y de todos los esfuerzos que se hicieron para atraer al catolicismo a los descarriados y detener el avance de la herejía. Logró también se coaligasen las fuerzas cristianas contra el Islam, que amenazaba invadir Occidente, y con públicas oraciones que ordenó se hiciesen en todo el mundo obtuvo la decisiva victoria de Lepanto, en 1571. Murió al año siguiente, el 1 de mayo de 1572. A san Pío V se debe igualmente una reforma de los libros litúrgicos.
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