domingo, 23 de mayo de 2010

Domingo de Pentecostés.


Cumplióse ya la profecía de Joel: el Espíritu Santo baja sobre María y los apóstoles; y las maravillas de Dios serán predicadas en todo el mundo.
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(I clase, rojo) Gloria, Secuencia, Credo, prefacio y comunicantes propio.
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Ya los profetas habían anunciado para los tiempos mesiánicos el don del Espíritu. El envío del Espíritu Santo sobre los apóstoles abre la nueva era. La Iglesia está fundada y se le da el Espíritu de Cristo para que "renueve la faz de la tierra".
El relato de los Hechos recuerda los acontecimientos del día de Pentecostés: la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y los fenómenos que la acompañan; en particular, el milagro de las lenguas, símbolo de la misión universal de los apóstoles. Todas las naciones son llamadas a oir la proclamación de la Buena Nueva.
A esta presencia del Espíritu, que inspira y dirige a la Iglesia en su misión de predicar el evangelio hasta en los confines de la tierra, se añade otra presencia más íntima y más personal, que hace de los discípulos hombres nuevos, transformados en su mismo ser. La secuencia de la misa y el himno de vísperas describen y piden esta acción penetrante del Espíritu Santo en los corazones de los fieles.
Y esta doble acción del Espíritu Santo, en la Iglesia y en las almas de los creyentes, es la que mostrarán durante toda la octava las lecturas del libro de los Hechos.

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